miércoles, 16 de marzo de 2011

La nostalgia de los gallos

Fernando Ojeda

El pasado fin de semana, Pico y Espuela nos exponía el malestar que se está dando en las peleas de Gran Canaria y que ahora por lo visto se ha trasladado a Tenerife. Fui testigo, cuando el “campeonato de galleras” que se celebró en Gran Canaria, de la algarabía que se forma en el transcurso de las peleas, gritos, insultos, casando apuestas como los brokers de Wall Street. Desde entonces he tenido que viajar a otras islas para presenciar la seriedad, el respeto del mundo de las peleas de gallos en Canarias.

A lo largo de las entrevistas que he hecho, me he dado cuenta de lo que fueron los gallos en Gran Canaria: una serie de rituales, de fiestas, de una idiosincrasia, de un saber estar, cosa que hoy día no ocurre. En la gallera del Cuyás, con unas 1.000 personas domingo tras domingo, en el transcurso de una pelea no se oía nada más que a los apostadores, que una vez casada la apuesta volvían a callar. Todos iban enchaquetados con sus “cachorros canarios”, y si la pelea era buena, lanzaban los “cachorros” a la valla. Hoy, en vez de “lanzar cachorros”, lanzan gritos acordándose de la madre del gallero o de la madre del soltador. Antes, si un gallo perdía, el casteador se levantaba y felicitaba al casteador del gallo ganador; a día de hoy ni se me pasa por la cabeza semejante acto.

Me contaron que, cuando se iba a iniciar la temporada, se procedía a la recogida en los campos, salían por el Sur de Gran Canaria y regresaban por el Norte, salían con los coches vacíos y regresaban repletos de gallos. No es que robaran gallos, sino que se criaban en cualquier montaña, barranco, ladera, finca, etc. Hoy día roban gallos, o los compran para evitar así la crianza (personalmente, lo más bonito).

No envidio a los cubanos, puertorriqueños, dominicanos o españoles, pues nuestra historia gallística es única en el mundo. No cambio a mi Pancho el Músico, a mi Dominguito “El Boyero”, a mi Pepe Palmero por el mejor gallero de las Antillas. No cambio a mi José Villegas, Nicolás Díaz de Aguilar, Pedro Cárdenes, José Hernández López, Pedro García Arocena, etc., por cualquier ganadero de gallos que pueda haber en las perlas de las Antillas. Tampoco cambio los castíos de los toscones, de los cabañas, los tigres y pardos, los villegas, los romanones, los payasos por cualquier gallo español sacado por Don Fulano o Don Mengano que nos vengan a dar lecciones de nada, porque Don Fortunato de la Cueva ya les dio lecciones de gallos a ellos en España, como de la caballerosidad del hombre canario.

¿En Canarias estamos atrasados?

Un pueblo que olvida sus costumbres y tradiciones es un pueblo ignorante y fácil de engañar. Es verdad que uno de los problemas actuales de las casas de gallos es la parte económica, y por eso se compran espuelas plásticas, porque salen más baratas, pero no por ello debemos olvidar las espuelas naturales. Es duro, es un gran trabajo, pero si no nos esforzamos, nadie se va a esforzar por nosotros, nadie nos da nada regalado y debemos de luchar (como los gallos), porque en la actualidad las instituciones públicas no nos dan ni los buenos días, y menos cuando hablas de gallos. Ninguna máquina sustituirá a las manos del gallero o ¿es lo mismo hacer correr al gallo en una máquina a que lo haga el gallero de un lado para otro a lo largo y ancho de la valla? O más fácil aún ¿es lo mismo hacer el amor con una muñeca de plástico o con una mujer de carne y hueso?

¿Seguimos con la tradición?

Yo diría que en unas islas sí y en otras se está importando de América y de España, porque lo sucedido en Telde no es tradición canaria, es tradición a la americana. ¿Cuántos de esos exaltados conocen algo de la historia de los gallos en Canarias?