sábado, 25 de julio de 2020

Una entrevista en 1976 a don Manuel Rodríguez Acevedo

La siguiente entrevista es un documento importante por partida doble.
En primer lugar, porque don Manuel Rodríguez Acevedo fue uno de los grandes casteadores de la isla de Tenerife, con una afición que superó el medio siglo, y que cubrió las décadas de los años 30 a los años 70. Suyos fueron gallos legendarios, como el Mamerto, el Joselito o el Teodoro. Tuvo un giro, peleado por el Boyero, que ganó cuatro peleas en las pasadas, proeza que no se conoce de ningún otro gallo.
Por otra parte, esta entrevista no deja dudas acerca de la propiedad de la gallera de Santa Úrsula. Justicia no es que haya mucha, y este es uno de los frecuentes ejemplos en que triunfa la injusticia. Las palabras de don Manuel Rodríguez Acevedo hubieran bastado para dirimir la contienda que se arrastró por algunos años y que yo viví: “Esta casa ha sido creada por medio de todos los socios protectores”.
Aparte de todo esto, la entrevista, publicada en un diario tinerfeño en 1976, es muy rica, nombrándose a la familia Acevedo, al Músico y a don José Villegas. Añadamos que la temporada a que se refiere don Manuel Rodríguez Acevedo al final es la de 1928, cuando se acusó al Músico, entonces en el partido de Garachico, de ganar por valerse de espuelas de acero. Fue entonces cuando peleó al final con las espuelas del otro partido y ganó contundentemente, porque el secreto estaba en los gallos... y en su cuida, que ya era pura fantasía.


viernes, 10 de julio de 2020

El “giro del Saldo”, de don José Villegas

Don Domingo Guerra y don José Villegas, soltadores de Triana
y San José, con un joven Julián Castillo

El Mazantini

En la historia gallística canaria mencionar a don José Villegas Afonso es mencionar al maestro de maestros. En mi modesta opinión, ha sido el mejor casteador de gallos ingleses en el archipiélago, porque él no solo sacaba gallos buenos, sacaba razas buenas como, por ejemplo, los sacatripas, los jerezanos, los rian-rianes, los vasos de cerveza, los de la cueva, los mallas blancas, los palanganas, los monteverdes, los martinetes, etc., etc.
Y siendo la isla de La Palma cuna del gallo fino canario y la isla más exportadora de gallos resultó ser importadora a su vez de gallos de Villegas. No era de extrañar que en la zona del Valle se dijera “ese gallo es un Villegas”.
En mi promesa cumplida a José Carlos Garcia Artíles de escribirle las peleas del “Correlón de García Arocena”, en su última pelea este gran colorado se tropezó con un giro de Villegas acabando la pelea en tablas, porque a cuál mejor.
Desconociendo de qué raza venía este giro, ya que ni tenemos los archivos de don José Villegas ni la memoria de Alejo Yánez ni de Julián Castillo, gracias a los periódicos de la época podemos saber que su carrera gallística transcurrió entre los años 60 y 61.
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1ª pelea. Recoge el periódico Falange del 24 de abril de 1960 en su sección de Gallos el programa de gallos que va a pelear en la duodécima jornada en la gallera del Cuyás. Cuidaban por entonces Israel Vargas por San José y Domingo Prieto por Triana.
Por San José, el giro “del Saldo” de don Juan Ponce casteado por don José Villegas Afonso de 4 libras y 1 y ½ onza, se enfrenta a un retinto trianero del doctor don José Cabrera Medina casteado por don Domingo Guerra Medina de 4 libras y 2 onzas.
Escrzibe don Fermín Romero Montenegro, en su crónica semanal:
“Ambos gallos debutantes, hiere primero el joselito varias veces, incluso enganchando una de las espuelas, pero el trianero, gallo peleador, logra afianzar un tiro y pica en el cuello. Sigue volteándose el trianero, tapa un farol y vuelve a herir. Alarga la salida este y por si fuera poco alcanza un cañazo el de San José, gallo muy valiente y heridor que luchó siempre con gran empeño hasta derrotar al difícil trianero, que le dio muy pocas oportunidades”.
Como nota a pie de página: “El próximo viernes día 29 de abril, festividad de San Pedro Mártir, como ya es tradicional se celebrarán a las 12 en punto grandes riñas extraordinarias”.
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2ª pelea. Ya en el año 1961, el 4 de febrero y a las 12:00 en la valla del Cuyás en la quinta pelea vuelve a recoger el periódico Falange: giro de don Juan Ponce Lantigua casteado por don José Villegas Afonso, de 4-2 y ½ y 1 pelea, contra un colorado propiedad de don Ezequiel Santana Martín casteado por don José Cuyás Hidalgo, de 4-2 ½. Escribe Montenegro:
“La riña más rápida. Flojos de patas los dos no daba ni una el trianero y por el contra el joselito lo despacha a los dos minutos de un certero disparo demostrando de nuevo que es gallo que sabe manejar los espolones”.
En nota al pie de página, se señala que ese mismo día se celebraban peleas sueltas entre los partidos de Triana y San José.
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3ª pelea. En el octavo domingo de peleas casadas vuelve nuestro giro, esta vez con 4-4 de peso. Reseña de Montenegro:
“También fue esta otra riña magnífica, entre el giro «el Saldo» de 4-4, tres peleas, de don Juan Ponce Pérez, castío de don José Villegas contra un colorado nuevo de 4-3 ½ de don Salvador Guerra castío de don Pedro García Arocena. Los dos gallos disparan flojos con tiros sordos pero certeros, se hieren mucho. El de San José de entrada recibió una picada en el tronco del cuello que le perjudicó muchísimo y más aun la que alcanzó en una de las alas. Los dos muy heridos quedan sin fuerzas.
El de Triana de don Pedro García Arocena estaba dispuesto a vengar la derrota de su hermano en la pelea anterior y lo consiguió ampliamente acribillando por completo al de tres peleas de Villegas, pese a fallarle las fuerzas. Pero es lo cierto que a su rival se le inflama el pescuezo, echa sangre por todas partes y se entrega a morir como lo hacen los gallos de gran calidad.
El público emocionado aplaudió extensivamente este encuentro sensacional de once minutos”.
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4ª pelea. Domingo apoteósico entre el colorado Correlón de García Arocena y nuestro famoso giro de Villegas. Martín Díaz refiere esta gran riña con todo detalle, en el Diario de Las Palmas:
“El Correlón –gallo de plumaje colorado, con 5 riñas en su haber y del castío de don Pedro García Arocena– figura ya con letras de buen tamaño en los anales gallísticos de Canarias. Su estilo de pelea y sus certeras estocadas concentraron la atención de los entendidos durante cinco encuentros que le hicieron ganar el generalato con calificaciones de sobresaliente. No faltaron, como es frecuente en estos casos –cada cual es muy dueño de pensar y opinar según su razón y conveniencia–, opiniones que pretendían establecer que el Correlón fue, más que un gran gallo, un gallo de suerte, en razón a que los enemigos que le fueron enfrentados no eran de calidad y por añadidura poco heridores, por lo que no se pudo comprobar la reacción del general al sentirse herido de verdad.
Ahora, frente al giro de 3 peleas del castío de José Villegas, la situación relativa al Correlón ha quedado, a nuestra manera de ver, completamente esclarecida. Cierto es que la brillante carrera del colorado ha sido parada en seco porque está en lo posible que no pueda volver nunca más a la valla, pero cierto es también que la difícil situación atravesada por este gallo pone de relieve de manera clara y precisa que el Correlón fue en todo momento un gallo extraordinario.
El anuncio de que el Correlón pretendía revalidar su fama de magnifico espadachín frente a un tres peleas del famosísimo castío de don José Villegas congregó más público de lo normal en la gallera del Cuyás. El lleno fue de los buenos y consecuentemente la expectación respondió al interés despertado ante un combate que bien podía catalogarse como el combate del año.
Cuando Domingo Prieto saltó a la valla con el colorado en la mano, sonaron no pocos aplausos en honor al gallo de García Arocena. El Correlón, como siempre, mostraba sus propias espuelas mientras que el giro ofrecía un par de postizos bien sujetos con las cintas de los colores del partido de San José. Las apuestas se inclinaban a favor del trianero y los joselitos pidieron momios, llegándose hasta la relación de 40 a 30, es decir, ofreciendo doscientas pesetas en el caso de que perdiera el de García Arocena y a cobrar ciento cincuenta si ocurría lo contrario.
Después del pesaje y limpieza de espuelas por parte de los soltadores Rafael Guerra y José Araña y después de que los galleros Domingo e Israel hicieron entrar en calor a los gallos, se efectuó la suelta correspondiente.
Por unos instantes pareció como si nadie respirase en la Gallera. Silencio y ojos en movimiento. Dentro del pecho los corazones de los aficionados revoloteaban presos del duro impacto que representaba semejante combate. La prueba era difícil para ellos y para los gallos. Tras las primeras fue creciendo la tensión hasta que de pronto surgió un «¡Fuerte pelea, hermano!». Un aficionado daba así rienda suelta a la enorme emoción que sentía.
El colorado se muestra más contundente en las embestidas, pero al poco tiempo inicia sus clásicos quiebros para desconcertar al fiero enemigo que se le enfrenta. Nos parecen sus movimientos más lentos que en anteriores encuentros; sin tiempo para considerar esto, el de Triana queda ciego del ojo derecho. Hay quien asegura que el gallo se ha herido él mismo, cosa difícil de apreciar, ya que el de Villegas no es manco, y aunque menos arriero que el general se muestra certero y deja constancia de sus espuelas y de su clase en el colorado.
Las apuestas se inclinan a favor del giro y los joselitos ven en puertas la gran oportunidad; no obstante, la suerte aún no está echada porque el Correlón se defiende y trata de nivelar la pelea. Lejos de conseguir frenar al de Villegas, la situación se le pone peor y la suerte juega en su contra y dos o tres gotas de sangre afloran en la arena. No es preciso más para que el ojo del aficionado se percate de la desgracia.
«¡El colorado tiene un cañazo!»–gritan. Efectivamente, el Correlón se ha herido con la espuela derecha en la cañera izquierda. La desilusión cunde entre los trianeros. Detenemos por un instante nuestra vista en Pedro García Arocena; sigue la riña como es habitual en él, sin pestañear, sin el menor movimiento, como si la sangre se le hubiese evaporado del cuerpo, pero eso sí, blanco como un cirio. Sin lugar a dudas, su pensamiento se percata también de la gran tragedia que amenaza a su gallo.
Parece que la pelea está resuelta. El giro se mantiene entero y carga una y otra vez tratando de aventajar de manera definitiva. Ahora, más que al resultado de la pelea, los aficionados están atentos a las reacciones del general. Interesa saber hasta dónde llega en la dura prueba que está atravesando. Tras un ataque del joselito, el Correlón responde con certero revuelo y enorme clamor, esta vez dentro del ámbito de la gallera. Los trianeros han quedado paralizados, pues ven que el de García Arocena ha metido sus espuelas en las carnes del giro y que este acusa de manera ostensible la estocada. Inmediatamente, el Correlón busca recursos en la salida. Tras cada salida, entra con rabia; el joselito ha perdido bastante de su viveza inicial y se deja coger de buche en una de las embestidas, pero esta vez tiene suerte porque la estocada no fue certera.
Las salidas perjudican al Correlón; la pata juega y el hilo de sangre que sale por la cañera va dejando impresionante estela sobre la arena de la valla. «¡Ese animal terminará por entregarse!», afirma alguien cercano a nosotros. Es el sentimiento que anida en cuantos saben las consecuencias de esta clase de heridas. Nuevo toma y daca y el giro cobra un puñalón en lo alto del matadero.
Un río de sangre va quedando tras el colorado. Las fuerzas han de fallarle de un momento a otro, pero resulta lo contrario. Ni las salidas ni la pérdida de sangre afectan gran cosa al general, y el de Villegas va perdiendo terreno, se muestra cansado. Nuevas salidas del trianero para revolverse ligero. Por unos instantes, el general parece loco. Corre con desesperación alrededor de los barrotes y a lo largo y ancho del coso. Se considera que el animal está a punto de entregarse y posiblemente de huirse. Ya no debe tener sangre, sin embargo vuelve al ataque. Los dos gallos están casi agotados. En el público hay quien pide tabla. Los de San José se oponen pensando que el Correlón va a caer en tierra de un momento a otro, pero ocurre que el giro canta un degüello y esto precipita la resolución final. Los soltadores acuerdan dejar en tabla la pelea y por lo tanto no hay vencedor ni vencido. El Correlón ha sido frenado en su brillante carrera, no sin antes demostrar que pertenece a una casta de gallos en la que se puede confiar plenamente. El giro de Villegas demostró también ser un gallo puntero; el solo hecho de bajarle los humos a un general ya es de por si una hazaña extraordinaria”.
Debe señalarse que para Montenegro esta riña fue “decepcionante”, ya que el correlón venía sin celo y el giro no lo aprovechó para ganarle. Reconoce, con todo, que son gallos “magníficos, extraordinarios” (aunque aprecia en el correlón detalles que no son de gallo inglés), y desea que se vuelvan a encontrar, considerando errado no haberlos dejado acabar la pelea, ya que a su juicio aun podían dirimir la contienda. La opinión de Montenegro, uno de los cronistas de gallos más importantes que ha tenido Canarias, debe tenerse en cuenta.
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A modo de conclusión, hemos de decir que el giro “del Saldo” podría haber sido un gallo de casteo, demostrándolo en la tercera y cuarta riña, ya que no era nada fácil parar a los colorados correlones de García Arocena. También es verdad que Villegas tuvo gallos mejores que “del Saldo”, y aquí solo hemos querido homenajear a un gallo y sobre todo a un casteador: el mejor de Canarias.
Por cierto, con tanto carnaval de “torneos de Casteadores” en la actualidad y en la isla de Gran Canaria, no hay ni uno que lleve el nombre del maestro José Villegas Afonso.

Villegas en el recuerdo

Don José Villegas

En el trabajo que presentamos hoy, “El Mazantini” homenajea al maestro Villegas trazando la historia de uno de sus grandes gallos. Don José Villegas murió en 1978, a la edad de 76 años. Un par de datos más pueden añadirse a la semblanza que le hice en el DGC. Así, sobre los maravillosos “villegas” que pelearon en Los Llanos, recordados recientemente por Nicolás Lezcano, debe añadirse que en 1962 había peleado algunos en Las Palmas Julián Castillo pero sin darle mucho resultado. ¿Razón? Que los trabajaba mucho, lo que era un error con esos gallos. En segundo lugar, debe anotarse entre sus gallos peleados en Tenerife por “el Músico” y junto al colorado que le mandó a José Diego Morales, uno, extraordinario, que subió a la valla en la penúltima jornada del año 1941, primera de las dos mantillas finales que le permitieron ganarle por la mínima, gloriosamente, al partido Sur de Santa Cruz, donde cuidaba el “Gato Maruca” (1941). Ese gallo se lo había pedido Pepe Palmero a Villegas para otro aficionado tinerfeño. Interminables historias de los gallos...