sábado, 29 de febrero de 2020

Aficionados grancanarios

Presentamos hoy unas cuantas fotografías muy interesantes de grupos de aficionados de la isla de Gran Canaria
Los aficionados a caballo del siglo XIX y del siglo XX parece que gustaban de sacarse fotos en un jardín. Conocemos la que reprodujo Pedro Cárdenes y de ella hay una variante en el DGC. En esta que vemos aquí es posible identificar a algunas grandes figuras, gracias a la comparación con aquellas dos. El segundo por la izquierda es Manuel Morales, el hermano del poeta, que a su vuelta definitiva de Cuba llegaría a asistir a las legendarias peleas entre el Músico y Pepe Palmero. El último es Manuel Guerra, el octavo de pie Jacinto Bravo y sentado a la derecha está Manuel Bravo. Creo que el séptimo de pie es Sebastián de la Nuez. En fin, la flor de la afición de la isla.


La siguiente es una foto insólita. Sentados en el café, un día del año 1900, están, de izquierda a derecha, Jacinto Bravo, Francisco Díaz Millares, Sebastián de la Nuez, Valentín Cuervo, Antonio Mesa y López, Francisco Aguilar, alguien no identificado y José Díaz O’Shanahan. Los grandes aficionados son Jacinto Bravo, Sebastián de la Nuez y Francisco Aguilar, quien en 1941, con 81 años de edad, sería considerado “decano de los casteadores” y “prototipo de la afición”.


En esta otra foto, en que se encuentran los poetas Tomás Morales y Saulo Torón, está, segundo por la derecha, el presidente de la casa de gallos de San Agustín, don Manuel González Cabrera, quien desde la fecha de su fundación, en 1863, regía esa gallera.


Nos acercamos más a nuestro tiempo con esta foto fácil de datar ya que aparece Domingo Prieto en la gallera de Triana, donde cuidó triunfalmente durante las temporadas de 1959, 1960 y 1961.
En primer plano están Alejandro Puga, Miguel Prieto, Domingo y (me parece) Juan Lucas. De pie, el primero es otro sastre (como Puga) que era cojo, pero cuyo nombre no he podido determinar. Siguen José Santana (“El Pichón”, padre de Adolfo), don Manuel Álvarez Peña, don Pablo León Espino, don Pedro García Arocena (en pose napoleónica), don José Cuyás, un amigo de este, don Nicolás Chirino (que era todo un personaje), don Nicolás Díaz de Aguilar, don Juan Esteva Roca y don Rafael Guerra. Aficionados de bandera.


La próxima semana seguiremos con fotos de aficionados históricos de esa isla.

domingo, 23 de febrero de 2020

Recordando a José Carlos García Artiles


El 22 de junio de 2016 fallecía en Las Palmas de Gran Canaria mi querido amigo y gran aficionado José Carlos García Artiles. Néstor García-Cuyas trazaba el mismo día tan aciago su semblanza, con emoción y justeza:

“Licenciado en Derecho y Procurador de los Tribunales de profesión, y amante de los gallos finos por pasión, nos ha dejado el que sin duda ha sido uno de los más prestigiosos y entusiastas casteadores de Canarias de los últimos años, y, en especial, de la isla de Gran Canaria, donde desarrolló principalmente su actividad gallística.
Aunque era natural de Las Palmas de G.C., siempre estuvo muy vinculado al municipio de Arucas, donde criaba sus gallos, de bien ganada fama en todo el archipiélago. Conversador incansable y ameno, de memoria prodigiosa, era una auténtica enciclopedia gallística, que muy bien supo aprovechar su amigo Miguel Pérez Corrales en su Diccionario Gallístico de Canarias, donde José Carlos, Pepe para todos sus muchos amigos, tiene reservada ya para siempre una destacada entrada.
A Pepe los gallos le venían de sangre, hijo y sobrino de D. Pedro y D. Antonio García Arocena, muy destacados casteadores de su época, que militaron en el partido de Triana, de la capital grancanaria, donde el mismo, junto con su hermano Antonio (Tolo), dio sus primero pasos, si bien su actividad la desarrolló ya dentro del partido de Las Palmas, bajo el castío Sres. García y Mesa, al que sirvió gallos de primer nivel desde su fundación y hasta su fusión con el partido de Telde, siendo memorables muchos de los gallos preparados por Marcos Melián en la década de los ochenta. Unificado el partido Telde-Las Palmas, Pepe fue secretario del mismo durante muchas temporadas, y en él militó, haciendo tándem con Eduardo Fuentes, hasta esta última campaña, en la que, a modo de muestra, encerrando un solo gallo, preparado por Rony Martínez, hizo cinco peleas de contrata sin perder ninguna, y terminando ileso, lo que da buena muestra de la calidad y casta que siempre demostraron sus animales.
Resulta imposible en estas breves notas hacer justicia a su palmarés deportivo, o referenciar siquiera a sus más laureados peleadores, pero por encima del gran casteador, quien hoy se nos ha ido para siempre era un amigo de sus amigos, hermano de sus hermanos, esposo de su mujer y padre de sus dos hijas, un hombre bueno, que deja una sonrisa en todos los que tuvimos la suerte de compartir nuestro tiempo con él,  y de quien todo aquel que lo conoció solo puede tener palabras de cariño y afecto. Suerte allá donde te encuentres. Hasta siempre. Descansa en paz.”

De que José Carlos García Artiles fue ayuda invalorable en la elaboración del DGC nadie puede dar mejor fe que yo. Gracias a él obtuve joyas fotográficas, y por su iniciativa pude contactar con viejos y excepcionales aficionados, empezando por su padre, don Pedro García Arocena, extraordinario casteador con quien tuve la fortuna de departir en su casa, y por Julián Castillo, cuidador que hizo época y al que visité también en su casa, siempre acompañado por él. Buenos ratos pasamos con otro inolvidable cuidador, Alejo Yánez, quien hasta una edad muy avanzada recorría como si tal cosa todas las carreteras de la isla. Yo recuerdo vivamente, en mis visitas a Las Palmas para investigar los periódicos en El Museo Canario, los encuentros obligatorios con José Carlos que rematábamos con algún sabroso banquete, por ejemplo en el barrio costero de San Cristóbal o en el Club de Caza de Gáldar, que él me descubrió sabedor de cómo yo apreciaba ese tipo de rincones tan castizamente canarios. Y para coronar el encuentro, un buen habano, afición que compartíamos tanto como la de los gallos.
De una época poco contemplada periodísticamente, como era la de los años 80 y 90 en su isla, pude cubrir mucha información gracias a sus recuerdos y al material que me facilitó el hijo de don Luis Martínez, generosamente pero también porque José Carlos era como un ábrete sésamo entre los aficionados.
Recuerdo también la visita que hice a la instalación en que tenía sus gallos, algo más allá de Bañaderos, si no me engaño, y los sinsabores que le producían los continuos robos de sus animalitos, ya que el lugar estaba bastante aislado. Los gallos de los Sres. García y Mesa fueron puntales de los partidos en que pelearon, esencialmente Las Palmas y Las Palmas-Telde, gallos muchas veces magníficos y siempre peleables, en una época en que ya no había grandes cuidadores (el último de ellos, Pablo Amador, solo cuidaba ya en Tenerife).
José Carlos García Artiles fue uno de mis más amigos más entrañables en los gallos, con José Luis Melquiades en La Palma y Ángel Bolaños en Tenerife, también ya desaparecidos. Pero en su caso he de afirmar, rotunda y sinceramente, que ha sido una de las mejores personas que he conocido en la vida, o sea no solo en el mundo gallístico. Siempre de buen humor, siempre disponible con los amigos, verdadera estampa de la franqueza y la cordialidad, de un trato exquisito pero a la vez lleno de sencillez, de un raro candor que no excluía la lucidez, tenía un talante incomparable, por lo que mi pensamiento final hacia él es el de que si las personas en general poseyeran como por milagro cualidades similares, el ser humano viviría y hubiera vivido en un mundo infinitamente mejor. Yo lo recuerdo mucho, y nunca sin emoción.

*

En la siguiente fotografía, que tomé con motivo de un campeonato de Canarias ganado por la selección grancanaria, José Carlos aparece junto a un cuidador a quien recordaremos próximamente, Marcos Melián, que como señala Néstor García-Cuyás tantos gallos buenos le preparó, el gran casteador Domingo Díaz y otro aficionado excepcional, José Manuel Santana Ascanio (“Pepín”).



domingo, 16 de febrero de 2020

Justo González Ramos


Recordamos hoy a un gran aficionado de Arucas, Justo González Ramos. Fue ayudante en las casas de Arucas, Cardones, Teror, Triana y San José y estuvo también en Tenerife.
En 1975 le cupo el honor de trabajar el último año de Domingo “el Boyero”, cuando este, cuidando en Arucas, se despidió de su larga carrera gallística con una victoria sobre el partido de Las Palmas.
Cuatro años después, Justo González se enfrentó al Moño en Las Palmas y Marcos en Telde, celebrándose un torneo triangular.
Persona muy noble, era característica su deportividad y el elogio que prestaba a los gallos contrarios. Lo vemos aquí en algunas fotografías. En la de grupo aparecen, de izquierda a derecha, José Luis Pérez Sosa, Marcelo González Rodríguez, Eduardo Álamo López y Justo González Ramos.
Sus hijos fueron buenos aficionados y le preparaban las espuelas. Reproduzco también, al final, una foto de su hijo José Luis, que llegó a ser presidente de la gallera de Arucas.




sábado, 8 de febrero de 2020

Tres grandes aficionados


Esta fotografía nos hace presentes a tres grandes aficionados que coincidieron en Güímar cuando uno de ellos, José Luis Melquiades, estuvo un par de cursos impartiendo allí docencia como maestro de escuela. Era lo más predecible que quien era aficionado desde la cuna (ya que muchas veces, cuando aún gateaba, hasta lo metieron en un jaulón) conectara inmediatamente con una afición tan abierta y popular como la güimarera.
A José Luis Melquiades, desaparecido hace ya ocho años, dediqué una nota de despedida que el lector puede encontrar aquí debajo. También incluyo un pequeño homenaje que hice al “alma mater” de la afición güimarera, el gran Gonzalo Alberto, también ya desaparecido y que era otra persona entrañable.
Afortunadamente sigue entre nosotros Antonio Jorge (“el Cenizo”), personaje de primera, sabio hombre del campo sureño y entusiasta acérrimo de los gallos, con gallitos pocos pero siempre peleables, a lo largo de incontables temporadas. También a él dediqué hace unos años un pequeño artículo.
¡Tres aficionados de bandera!

sábado, 1 de febrero de 2020

Gallos en La Palma

Presento hoy algunas fotos curiosas de la Isla Bonita, que me ha ido haciendo llegar Fernando Ojeda.
En primer lugar, procedente del archivo del cabildo de La Palma, esta en Tazacorte, que es el lugar de Canarias donde mejor se ha conservado la afición:


Y ahora tenemos a un “histórico” muy recordado, Pancho “el Tullido”, a quien dedicó una gran página Francisco Lugo en su libro sobre los gallos en Santa Cruz de La Palma:
“En apoyo de lo dicho por Darwin quiero contar una historia, una historia del Tullido, que fue un gran aficionado de La Palma. Don Francisco Acosta era de Tazacorte. No estaba tullido, pero tampoco le molestaba el nombrete. Su mayor admiración como entendido en gallos era don Francisco Dorta, más conocido por Pancho el Músico, que estuvo dos temporadas, en los años 1945 y 1946, al frente de la gallera de Santa Cruz de La Palma. En el fondo se comparaba con él. Pero esta historia es de unos años antes. Sucedió que en España, el año 36, había guerra. Eso era lo que el Tullido sabía; y de la guerra lo único que le importaba era que su quinta estaba próxima. Fuera de su trabajo el tema de conversación eran los gallos. Y, efectivamente, un día ocurrió lo que tenía que ocurrir; en la puerta de su casa tocó un guardia municipal con una papeleta que significaba que tenía que ir a la guerra. En su casa hubo lloros y se hizo agua de tila. También le hicieron una maleta de madera que le llenaron con alguna ropa y mayormente con gofio y otros complementos para la comida que le darían en el ejército, por si no era mucha. De Tazacorte para Santa Cruz de La Palma, y de allí, en barco, para Tenerife, Hoya Fría, que era el campo de instrucción. Cuando ya sabía marcar el paso, otra vez en barco, esta vez más grande, y para Cádiz. Menos mal que no mareaba. Y estando una vez en Jerez empezó la historia que cuento. Creo que este cuento podría ser tema para una novela o para una película italiana. Pero un cuento lo hace cualquiera; para escribir una novela y hacer una película hace falta saber mucho. La historia empezó cuando Francisco el Tullido vio suelto por allí un pollo que sabía que tenía que dar un buen gallo. Poco pensaba en la guerra; pero al ver el pollo se olvidó hasta del sargento de semana. Lo compró inmediatamente. Bueno, en este punto discrepan los cronistas de su pueblo, porque siempre los hay mal pensados. Alguno sostiene que no lo compró. La historia que cuento es que en toda la guerra de lo único de que se ocupó Francisco fue de cuidar el pollo, para traerlo y pelearlo en Tazacorte. Y para rellenar esta historia tengo que recurrir a la imaginación del benévolo lector, con el ruego de que reconstruya las escenas tragicómicas, algunas rozando la ternura, a que tuvo que dar lugar el cuidar un pollo por barracones de cuarteles y tiendas de campamento, ocultarlo a los mandos, que lo más probable es que no fueran unos aficionados comprensivos, y ocultarlo al apetito de la tropa. Me parece un poco exagerada la escena de un asalto a un parapeto enemigo, con el fusil en la mano y el pollo debajo del brazo. La guerra terminó y el Tullido trajo de ella lo único que en ella le importaba, su pollo. En Tazacorte terminó de prepararlo para lo que era su instinto, la pelea. En la última, murió. La relación entre el Tullido y el pollo da que pensar en la especial relación entre el hombre y el animal. Puede asegurarse que a pocos seres quiso tanto el Tullido como a aquel pollo que crió, cuidó y mató.”
“El Tullido” fue un buen casteador y un gran corredor, aunque también llegó a cuidar.


Menos conocido es Zacarías, de Argual, con un nombre que coincide con el de otros buenos gallistas de La Palma. Quizás algún aficionado de la isla nos pueda decir algo más de él:


En cuarto lugar, una foto enigmática, que se da como de Tazacorte:


Por último, esta es la foto de un bonito gallo palmero, conservada en los Archivos de los Hermanos Pérez Camacho: