domingo, 26 de abril de 2020

Recordando a Antonio Acosta (“Galapún”)

Foto Nicolás Lezcano

Otro gran aficionado desaparecido en el período de suspensión de este espacio gallístico es Antonio Acosta, “Galapún”. Falleció en octubre de 2018 y Nicolás Lezcano le dedicó una sentida semblanza que puede ahora leerse aquí.
“Galapún” era un sabroso apodo que daba la medida de toda la simpatía que lo caracterizaba. Era un entusiasta tremendo de los gallos, y el mejor recuerdo que guardo de él es, en la isla de Tenerife, cuando, acabadas las peleas, ya estaba él llamando a La Palma para que yo tuviera lo más fresca posible la información de los resultados en su isla.
Antonio Acosta era la franqueza personificada, un hombre incapaz de cualquier doblez. Hizo sus pinitos como cuidador; otros, que se creen grandes galleros, no sirven ni como personas, pero el “Galapún” era una persona de magnífica ley. Honra le sea dada.


domingo, 19 de abril de 2020

Un gallo volcánico

Este artículo, aparecido en Antena (Lanzarote) el 18 de enero de 1955, merece ser rescatado del olvido. Narra una historia la mar de curiosa. Añadamos que el gallo volcánico tuvo la mala suerte de casar luego con el invencible "Macarena", uno de los mejores gallos lanzaroteños de todos los tiempos, ganador de siete riñas entre 1954 y 1957.



sábado, 11 de abril de 2020

Recordando a Chicho “el Capitán”

José Manuel Moreno, "Chicho"
(Foto N. Lezcano)

Se cumple el próximo año el centenario de la fundación del partido de La Espuela, cuyo historial alcanzó sus más altas cotas con Pancho el Músico como cuidador y que ha tenido una afición fabulosa desde sus orígenes hasta nuestros días.
Al yo residir en La Orotava en los años 90 y en la primera década de este siglo, trabé amistad sobre todo con los aficionados del Norte, pero una vez comenzaron a celebrarse las peleas de la histórica contrata en la casa de gallos de La Espuela, pude tratar allí a excelentes aficionados, entre los cuales voy a recordar hoy a uno que hizo honor como pocos a la definición de la afición gallística como “deporte de caballeros”. Me refiero a Chicho “el Capitán”, quien no fallaba a una sola pelea y a quien siempre era un placer saludar en las gradas, mientras tanto él como yo hacíamos humear un habano palmero. Pocas personas más cordiales y ponderadas, exquisitas en el trato, y capaces de juzgar una riña de gallos sin la parcialidad partidista o amiguista. En no pocas ocasiones, para la redacción de mis crónicas, buscaba yo en él la opinión que corroborara la mía... o que me obligara a corregirla.
No resulta sorprendente saber que su afición arraigó en la niñez, cuando acudía con su abuelo al Círculo de la Amistad de Santa Cruz. Aficionado en su juventud también a las palomas (lo que no es raro en el mundo gallístico), a los quince años cambió unas palomas por tres gallos, uno de los cuales le salió bueno, el melado Roscasio, que le duró bastantes años, pero al que solo peleó una vez porque su abuelo juzgaba que era muy buen gallo como para pelearlo porque sí. Chicho hacía pechas en la calle con sus amigos del barrio de Los Llanos, lo que por sí solo habla de lo arraigada que estuvo la afición en los barrios populares de la capital tinerfeña hasta mediado el siglo XX.
Esta anécdota, referida por la hija de nuestro añorado amigo, podría haber sido el comienzo de la entrevista que nunca le hicimos. Nos contentamos hoy con presentar una serie de fotografías y con reproducir la nota que le dedicó Nicolás Lezcano en noviembre de 2018. Y yo me imagino idealmente sentado a su lado, respirando el aroma de nuestros habanos palmeros, mientras seguimos la pelea entre un giro de cuatro peleas del Norte y el melado Roscasio...

Con Agustín Delgado, en la gallera de La Espuela
(Foto N. Lezcano)

domingo, 5 de abril de 2020

Figuras del Norte

Hoy presento dos fotografías del partido Norte en los triunfales tiempos de Francisco Falcón. No sé cómo llegaron a mis manos, en papel fotocopiado. Tampoco puedo identificar a algunos de los presentes, lo que sería fácil si pudiera hablar con algunos viejos aficionados. Quedan estas dudas pendientes.
En la primera foto vemos, de izquierda a derecha, a Vicente Amador, Paco Falcón, Modesto Torrens, Luis Machado, Manuel de León y Valentín de Armas.
Vicente Amador, de los Realejos, era un aficionado que sabía mucho de gallos y que solía pasarse hasta el día entero en la gallera. Casteó con el también realejero Benito Domínguez. Mucho podría habernos contado, ya que su afición se extiende desde fines de los 40 hasta los años 90. Murió en un estúpido accidente de coche.
Modesto Torrens, farmacéutico de La Orotava, también era un gran conocedor de gallos. Lo recuerdo perfectamente en las peleas del Parque San Francisco del Puerto de la Cruz, a fines de los años 80, sentado en la grada con su segunda mujer, que era alemana. Era una persona afable y cordial, prendas heredadas por su hijo, quien continuó la afición con todo entusiasmo relanzando con Filisberto López el partido de Garachico y casteando con Manuel Luis aquellos gallos espectaculares de Pena Ucanca.
Luis Machado no necesita presentación, ya que fue uno de los más grandes casteadores canarios de los años 70 y 80, pero además, tras retirarse por motivos de salud, sus castíos siguieron luciendo por ejemplo en los gallos de pura raza que tuvo Víctor Barreto en el Norte ya a lo largo de los años 90.
En cuanto a Manuel de León, fue otro fino casteador, de una regularidad pasmosa en la calidad de sus animales. Valentín de Armas, por último, es un gallista aruquense de renombre, sobre quien hemos hablado en la anterior crónica.


La segunda foto retrata uno de esos momentos de convivencia que han generado los gallos. De espaldas, a la izquierda, eufórico, está Manuel Fariña, que fue muchos años administrador del Norte y tuvo buenos gallos. Quien bebe un vaso de vino es, creo, Tirso García, otro puntal del partido, de quien se cuentan felices anécdotas (por ejemplo, la del león que se había escapado de un parque animal cercano y apareció en el jardín de Tirso, quien estaba tomándose una copa y al verlo se levantó marchándose lentamente al interior de su casa; o la de las dos suecas que le pusieron en la bebida un afrodisiaco, con consecuencias que ya nos alejan mucho del tema de esta nota). Agachado y con camisa amarilla está el indestructible Pedro Cabrera, o Pedro el de las Tapias, ya que esa era su peña casteadora, complementando esa labor con otra en que ha destacado hasta el presente: la de soltador del partido, siempre en su sitio y siempre muy compenetrado con el cuidador. A su lado están Luis Machado y Vicente Amador. Detrás de este, Francisco Falcón (entonces cuidador del partido), Manuel de León, y Juan Díaz.


Ambas fotos fueron sacadas en la gallera de Santa Úrsula. Esta casa de gallos junto a la autopista, fue usurpada de mala manera, pero no vamos a destapar bajezas de quienes deberían saber que, si los gallos han sido siempre un deporte de caballeros, la caballerosidad no se limita a lo que pase sobre la valla. Amenazada de ocupación, los aficionados durante un tiempo nos fuimos turnando por las noches, y yo mismo hice guardia con otro gran aficionado de Los Realejos, Antonio Platero.
¡Gran afición la del Norte!