martes, 8 de diciembre de 2020

La afición a los gallos en el municipio de Los Realejos

En el trabajo clásico de don Antonio de Bethencourt Massieu “Las peleas de gallos en Tenerife en el Setecientos”, publicado en el número 28 del Anuario de Estudios Atlánticos año de 1982, se demuestra la pujante afición que había en el Valle de La Orotava a lo largo del siglo XVIII. Puede constatarse que en un período anterior, concretamente en el siglo XVII, se celebraban peleas públicas principalmente durante las fiestas, y que en un principio este espectáculo se realizaba con carácter privado, en las haciendas de la aristocracia.

Resulta sorprendente que la gran afición gallística de la isla no haya cambiado significativamente en casi tres siglos, por lo que se refiere a su distribución geográfica: Santa Cruz, La Laguna, el Valle de La Orotava (La Orotava, Los Realejos y el Puerto de la Cruz), Garachico y Güímar. Desde principios del siglo XIX, la afición está plenamente constituida, con partidos, contratas, reglamentos, uso de espuelas naturales, atusados peculiares, configuración en jornadas de siete peleas, utilización de un léxico privativo, etc. A fines de siglo, según se desprende de las Memorias gallísticas de Francisco Dorta (el mayor cuidador de gallos de la historia, nacido en La Orotava y conocido como “el Músico” porque tocaba en la banda municipal de Santa Cruz), funcionaban en Tenerife los partidos de Garachico, La Orotava, Realejo Alto, Realejo Bajo, Puerto de la Cruz, La Laguna y Santa Cruz (en Güímar ya constató la celebración de peleas Sabino Berthelot en 1827, y es más que probable que siguieran haciéndose, aunque no tenemos noticia de un partido hasta 1929). No sorprende que en 1883 el viajero Richard Burton afirme que en Tenerife lo más importante es el gallo de pelea, “después de la cochinilla”.

Como podemos suponer, la información periodística privilegia las noticias gallísticas de la capital y La Laguna, dado que la principal prensa de la isla estaba localizada en estas dos ciudades. Los partidos de La Laguna y Santa Cruz reñían sobre todo con los de La Orotava, el Puerto y Garachico, que a veces contaban con aficionados de Los Realejos. Sin embargo, hemos podido descubrir que en el año 1922 se hacía una contrata entre el Realejo Alto y el Realejo Bajo, que sin duda venía de años atrás, a tenor de las afirmaciones de Francisco Dorta. Hay ya mucha información periodística sobre los años 20 y 30, siempre en diarios de Santa Cruz, como La Prensa, Gaceta de Tenerife y Hoy. En las temporadas 1924-1926, hubo un célebre colorado cenizo conocido por “el Realejero”, casteado por Sebastián Arbelo y cuidado en el partido de La Laguna-Puerto por el gallero José Amador (“Pola Vieja”), que ganó su novena riña en el ex convento de Garachico, riña electrizante y que se hizo legendaria, ya que, teniéndola perdida ante un gran gallo, ganó de dos tiros de frente. Como se ve, importantes gallos de Los Realejos eran encerrados en galleras de primera fila, pero vamos a centrarnos en los partidos de la propia población.

En 1926, la prensa anunciaba las peleas entre Santa Cruz y Los Realejos, pero sabemos que también se dieron entre Los Realejos y La Orotava. Las peleas se celebraban en el ex convento de San Agustín (este año y suponemos que en los anteriores y posteriores). En 1927 hubo siete jornadas entre los partidos del Puerto de la Cruz y el Realejo Bajo y entre los de La Orotava y el Realejo Alto. La falta de informaciones impide cubrir todos los años, a diferencia de lo que ocurre con los partidos de Santa Cruz que celebraban contratas entre sí o contra los del Puerto, La Orotava y Garachico. En 1928, La Orotava le gana a Santa Cruz y el partido de la Villa le dedica un banquete en La Montañeta a “Pola Vieja” por un triunfo que había sido apoteósico.

Una temporada muy especial fue la de 1930-1931. “El Músico”, al cuido de una coalición de La Orotava, el Puerto de la Cruz y Los Realejos, se enfrenta al “Foño”, que era el mejor cuidador de La Palma, con los gallos de Santa Cruz, La Laguna y Garachico. La ventaja que obtuvo fue tan grande que la contrata acabó suspendiéndose.   

Curiosamente, en los años 1932 y 1933, Los Realejos celebra contratas con la gallera de San Juan de la Rambla, de cuya existencia solo conocemos esto. Las peleas correspondientes al partido ramblero tenían lugar en el mejor escenario de riñas de gallos que ha existido en Tenerife, o sea el ex convento de San Francisco en Garachico.  En 1932 también hubo peleas con el partido de La Orotava-Puerto de la Cruz, en que cuidaba “el Músico”, quien en seguida sería contratado por la gallera de Triana, en Las Palmas, donde cubriría la mejor época gallística canaria de todos los tiempos, a lo largo de lo que restaba de aquella década. La temporada de 1933 constó de diez jornadas y es importante porque es la primera en que sabemos que cuida Manuel Torres, gallero muy fino, aparte de personaje sumamente pintoresco, conocido como ”Gato Maruca” y que, aunque nacido en el Puerto de la Cruz, era de familia realejera. Su campaña fue magnífica, ya que le ganó por 10 riñas a San Juan, por 9 a La Laguna en cuatro domingos y por 3 a La Laguna-Garachico en un desafío de una sola jornada, celebrando también su partido peleas con el de Telde, seguramente en una típica contrata de ida y vuelta, corriente por aquellos años, y que se repetiría en 1935, visitando con gran éxito la gallera del Cuyás, considerada como “la catedral gallística de Canarias”.

En estas temporadas, la prensa santacrucera informa de las tandas que pelean todas las semanas. Sorprende la cantidad de nombres que aparecen en las listas realejeras, demostración de lo extendida y democratizada que estaba la afición: Antonio González Ledesma, Pedro García, Agustín Hernández, Agustín González, Vicente Rodríguez, José Díaz Suárez, José García Díaz, Agustín Espinosa, Sebastián Amador, José Hernández, Pedro González, Andrés González, Manuel Dévora, Severiano Yanes, Agustín Morales, Claudio Bencomo, Antonio Acevedo García, Víctor Yanes y Yanes, Carlos Carrillo, Sinforiano González, José Molina, Felipe Zamora, José Baute, Félix Siverio, Fernando Salazar, Adolfo Mecánico, José María Zárate, Antonio Guanche, Eliseo Toste, José Mederos, Luzbel Pérez y un largo etcétera en el que debe destacarse a la pionera Peña La Suerte, ya que en esta época era muy infrecuente la existencia de “peñas” gallísticas, luego tan habituales. Nombremos también a Domingo Regalado, casteador muy estimado por “el Músico”, a quien llegó a enviar gallos cuando este cuidaba en Las Palmas.

En 1934, la gallera de Los Realejos hizo peleas sueltas con dos partidos de la capital, el  Nuevo y La Espuela. En 1935, se especifica que el partido es El Realejo Bajo, sin que podamos precisar, cuando se habla del partido de Los Realejos, si se trata de este partido o de una coalición de los del Realejo Alto y el Realejo Bajo. Esta temporada fue extraordinaria. Hubo peleas con el partido santacrucero de Salamanca y con el de La Orotava-Puerto de la Cruz, donde cuidaba Pedro Dorta, hermano del “Músico”. Seguía al cuido de los gallos “Gato Maruca”, quien ya en mayo se enfrentó al partido santacrucero de La Espuela, un partido que, surgido en 1921, ha llegado a nuestros días. Las noticias periodísticas son muy importantes este año. La Prensa, el 28 de abril, afirmaba que, “dado el prestigio de Los Realejos, a cuyo frente cuenta con un excelente cuidador, y la calidad de gallos que posee, los mejores del norte, el interés que existe por ver pelear a dicho partido en esta capital es muy grande”, mientras que Gaceta de Tenerife, el 21 de mayo de 1935, dice que el partido de Los Realejos es “actualmente el mejor bando que cuenta con una inmejorable serie de gallos y un inteligente cuidador, don Manuel Torres, para poder enfrentarlo con el partido de La Espuela, hoy por hoy el mejor partido de Santa Cruz”. Es también muy importante que en estas notas de la prensa, por ejemplo en la aparecida en Hoy el 26 de mayo de 1935, se ofrezca la información de que las peleas se celebraban, cuando tocaban en el norte, en el “Circo-gallera de Los Realejos” (mucho más conocido es que las santacruceras tenían lugar en la gallera de la calle Santa Rosalía).

Otro dato muy curioso es el que revela que en estos años 1934 y 1935 hubo peleas entre el partido del Realejo Bajo y el de la Cruz Santa, que de este modo emerge brevemente en las noticias de la prensa, como había ocurrido con el de San Juan. Estas peleas se celebraban todas en el referido circo gallera realejero.

En 1936 hubo de nuevo peleas con el partido de Salamanca, pero donde se consagró la gallera de Los Realejos, siempre con el “Gato Maruca” al frente, fue en la contrata con el partido del Puerto de la Cruz, ya que logró sacarle nada menos que 22 riñas de ventaja en catorce jornadas a un partido donde cuidaba otro gallero de campanillas, el ya nombrado “Pola Vieja”.

Apreciemos cómo, al igual que ocurrió con tantísimas cosas, el estallido de la guerra civil supuso una ruptura para la afición gallística realejera, lo que es más de lamentar si pensamos en el altísimo nivel que se había alcanzado, tanto en la calidad de los casteos como en la cuida de los gallos. En 1944 surge el partido Norte, que aglutina a los aficionados del Puerto de la Cruz, La Orotava y Los Realejos y que es otro de los partidos que llegan a nuestros días. Hay que señalar que en la temporada 1945-1946, el cuidador no será otro que el “Gato Maruca”, quien vence a la gallera de La Espuela por 16 riñas. Al año siguiente comienza a cuidar Domingo Morales, gallero de Arucas conocido como “el Boyero”, que atravesará toda la década siguiente.

Procede por último hablar de los grandes aficionados realejeros de la segunda mitad del siglo. A la cabeza de todos ellos se encuentra la familia Acevedo, sin punto de discusión la principal dinastía gallística de todas las Islas Canarias. Solo que con los Acevedo no podemos limitarnos ni tan siquiera al siglo XX, ya que Don Pedro Acevedo, gran casteador y presidente durante muchos años del partido del Puerto de la Cruz, inicia su afición a fines del siglo XIX, y su bisnieto la ha continuado en las dos primeras décadas del siglo XXI. Don Pedro Acevedo aparece en una de las fotos más extraordinarias de las riñas de gallos en Canarias, junto a unos aficionados, entre los que se cuenta el famoso cuidador Adolfo Ganges (maestro del “Músico”), en torno a un gallo célebre llamado “el Centén de América”, foto datada en 1910. Su hijo Pedro continúa la afición, como luego los hijos de este, Cecilio, Ignacio, Miguel, Juan y Cipriano. Don Cecilio Acevedo sería soltador magistral del partido Norte durante treinta temporadas, un hombre enorme de cuerpo y espíritu a quien yo tuve el privilegio de tratar. Durante innumerables temporadas, el partido del Norte tuvo en los gallos que venían a nombre de los Sres. Acevedo uno de sus principales recursos. Eran todos gallos criados en los campos, y algunos eran enviados a Las Palmas, lo que era muy raro, ya que pocos gallos de La Palma o Tenerife peleaban en la que seguía siendo, con los partidos de San José y Triana, la principal afición de las islas. A la familia Acevedo pertenecían también José Borges Acevedo, uno de los motores del Norte, y Manuel Rodríguez Acevedo, aficionado sabio. Lito Acevedo, hijo de Joaquín, fue presidente del Norte en los años 80, como posteriormente lo sería Cecilio Acevedo, hijo de don Cecilio.

Otros grandes aficionados realejeros del partido Norte han sido Víctor Barreto (que tuvo unos famosos melados de cola blanca), Vicente Amador (hombre de confianza de la gallera de Santa Úrsula, donde lo vimos siempre, hasta su trágica muerte, y que casteaba con el también realejero Benito Domínguez), Tirso García (aunque ya nacido en La Laguna, su padre, don José García, timoneó durante años, seguramente la década de los 30, la gallera de Los Realejos), Pepe Rico (otro aficionado sabio), Manuel López (gran boxeador, conocido como “el Torero”, y que no faltaba a una jornada), Antonio Platero, los seis Hermanos Crusanteros, etc. Y para que de nuevo no falten las peñas, tenemos a la Peña Los Realejos, con grandes gallos tanto en el Norte como en Garachico en las últimas décadas del siglo XX.

En una finca de don Domingo García, ubicada en Los Realejos aunque él era natural de La Orotava, estuvo durante algunos años de la década de los 50 la gallera del Norte. Mucho antes debió estar en la Hacienda La Gallera o Casa La Fajana, que es del siglo XVIII. Se encuentra en el Realejo Bajo, muy cerca de la autovía, y tiene el nombre “La Gallera” en azulejos. La Gallera da nombre a una calle lateral y a la propia zona, por lo cual es otro dato que hace más que obvia la pujanza de la afición gallística en tierras realejeras. Aún en 1981 y 1982, la clásica contrata entre el Norte y La Espuela celebró varias jornadas en el colegio Agustín Espinosa.

Puedo afirmarse, en suma, que Los Realejos han sido a lo largo de los siglos tierra de grandes tradiciones gallísticas, con casas de gallos, un circo-gallera, casteadores muchas veces extraordinarios, incontables aficionados y gallos de bandera aún hoy recordados. Forma parte pues de esa “geografía” tinerfeña gallística a la que empecé refiriéndome, junto a Santa Cruz, La Laguna, el Puerto, La Orotava, Garachico y Güímar.

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Calle La Gallera, en el Realejo Bajo, junto a la autovía.


Don Pedro Acevedo es el segundo por la izquierda, sentado. A su lado, con el famoso gallo “el Centén de América”, el inmortal Adolfito. Detrás: Domingo Solís, Esteban Fuentes, Vicente Molina y Molina “el Guapito”. Sentado a la izquierda Peraza de La Laguna, y a la derecha Pedro Hernández. Sentados en el suelo, “Tres palabras” y el célebre cuidador Solís.


Ignacio Acevedo, Caballerito y Eduardo Pérez Ascanio. Casa de gallos de La Asomada, en el Puerto. El gallo es el giro de cuatro riñas campeón de la temporada 1952-1953. Pero la temporada la ganó “el Músico”.


Un muy joven “Gato Maruca”, con don Andrés Sotomayor, hacia 1920.


Admirable foto de Manuel Torres, “Gato Maruca”, gran cuidador y genio y figura. En la mano, un gallino de Luis Machado.


Con estos siete gallos obtuvo Tenerife un capote sobre Las Palmas en 1960. A la izquierda Rogelio Reyes y “Gato Maruca”. Agachado, Eduardo Pérez Ascanio. Otros grandes aficionados en la foto son Cesáreo Padrón, entre “Gato Maruca” y Pérez Ascanio, y, con chaqueta, Pricio Felipe. Gallera de San Cristóbal de La Laguna.


Otra con el “Gato Maruca”. A la izquierda Rogelio y luego Cesário Padrón, Chicho, Pricio y Eduardo Pérez Ascanio, que ya desde entonces gustaba de los buenos habanos.


Esta foto del “Gato Maruca” unos dicen que es en la Casa Rosales, donde estaba la gallera de La Asomada, y otros que en la casa de gallos de San Cristóbal, ubicada en Geneto. Si la fecha es la que se da, 1962, hay que inclinarse por esto último.


El gran aficionado Tirso García con el maestro de cuidadores Domingo Prieto.


“El Remache”, uno de los Hermanos Crusanteros. Aficionado cien por cien. Por la casa de comidas que tenía su nombre, en la calle del Calvario de la Villa de La Orotava, pasaron muchos aficionados, al igual que por la de otro de sus hermano en la Cuesta de la Villa (esta, famosa por sus pucheros, aún existe y goza de buena salud a pesar de estos tiempos de siniestra plandemia).


Mi añorado amigo Antonio González, otro de los Hermanos Crusanteros. Gran colombófilo, luego llegó a sacar buenos gallos. Personalidad incomparable.


Otra foto de Antonio el Crusantero, en su bodega de la Villa de Arriba de La Orotava.


Don Cecilio Acevedo y su hijo. Entre ellos, el cuidador palmero José Pérez, lo que permite datar la foto en el año 2003, ya que fue esa temporada cuando cuidó en el Norte.              

sábado, 24 de octubre de 2020

Temporada 1980-1981

Siguen en 1981 las crónicas y los comentarios y noticias de Martín Díaz en la prensa de Las Palmas, que permiten reconstruir la temporada jornada a jornada.
Los cuidadores son Anastasio Acosta en Telde, Francisco Falcón en Arucas y José Santana (“El Moño”) en Las Palmas. Como vemos, “El Moño” se ha pasado de Arucas a Las Palmas y Paquito ya es cuidador único de un partido, que es el de su ciudad natal, curtiéndose para llevar al año siguiente el partido Norte. Anastasio, por su parte, inicia su gran época en la gallera teldense. Entre sus ayudantes cuenta con un joven José Luis Martín, paisano suyo llamado a ser uno de los mejores casteadores de la isla grancanaria en las décadas siguientes y hasta el presente. En los programas, aparece Nicolás Guerra como cuidador de Las Palmas junto al “Moño”. Durante una o dos temporadas muy posteriores, Nicolás Guerra se incorporaría a la gallera de Bolaños, visitando varias veces Güímar, donde yo lo conocí.


Seleccionamos el programa de la jornada sexta, entre Arucas y Telde, por aparecer en él un gallo fabuloso que hizo este año cinco riñas fulgurantes y ganó ese día su cuarta, en 45 segundos. Se trata del melado de don José Navarro Calderín, a quien recordábamos en la nota anterior, donde aparecía en una foto de grupo. Arucas ganó este día por 4-3. Abre su tanda un gallino de los “Dos de Oro” de Orlando dos Santos, un gran aficionado a quien recuerdo perfectamente acudiendo con su mujer a las peleas. Era un hombre enorme, de la familia tabaquera Dos Santos, originariamente portuguesa y aún fabricando cigarrillos y grandes puros como los Condal y los Regenta (ahora mismo, dos de las mejores marcas de habanos canarios, con nivel mundial). Sorprende encontrar aún a don José Araña, uno de los aficionados más grandes de todos los tiempos, con gallos desde los años 30. Domingo Díaz volvió a ser uno de los puntales de su partido, del que era además eximio soltador. Cierra la tanda un melado de Argeo Hernández, inolvidable aficionado que sabía de gallos como el que más y con quien tuve muy buena relación, ya que él era del Valle de La Orotava, donde yo vivía, y le gustaba preguntarme por mucha gente que hacía años no veía, y que en muchos casos ni siquiera pertenecían a la afición gallística. Como es bien sabido, Argeo Hernández era hijo de uno de los grandes casteadores del partido Norte, Domingo Hernández Luis. Otro buen casteador de siempre es don Manuel González Rodríguez, cuyo colorado “Carta Guanche” ganó este día.
Por Telde vemos cuatro gallos de don Agustín Cabrera y otros de Antonio Hernández y los señores Corpas y Betancor. Nombres todos con solera.
Martín Díaz publicó esta lista de gallos más rápidos, que además cuenta con una gran foto de Anastasio y Maestro Andrés:


En el siguiente recorte vemos al inefable “Mananá”, uno de los aficionados más simpáticos de la isla, y al lado una nota sobre un retrato que el gran Vinicio Marcos ha hecho del “Moño”, y de cuyo paradero no tenemos por desgracia idea alguna, siendo una pena que nadie se haya tenido el trabajo de localizar o inventariar los cuadros de gallos de Vinicio Marcos, que siempre me han parecido excepcionales:


La siguiente nota, aparecida en El Eco de Canarias el 24 de mayo, narra la presencia de aficionados de Lanzarote en la final de la liga triangular y su visita a la gallera de Telde, que celebraba su triunfo:


En el mismo periódico había aparecido diez días antes este extenso e invalorable reportaje del final de la temporada, con fotos en que vemos al “Pichón” con su barba de estos años y a Gumersindo Toledo, entrañable aficionado que tuvo grandes gallos tanto en Lanzarote como en Gran Canaria:


Esta fue la octava temporada de Adolfo imbatido en el partido de Teguise. Si el año anterior había entablado con Alejandro Niz, ahora le ganaba por nueve riñas. Al año siguiente cuidaría en Arucas.
Veamos esta nota aparecida el 22 de mayo en El Eco de Canarias, dentro de la sección “El deporta en el Noroeste”:


Nos enteramos de la existencia del partido de San Isidro, y el de la Montaña es, por supuesto, el de Antonio Bolaños. Se nombra a casteadores galdenses como Antonio Montesdeoca y David Pérez, que aún peleaban sus gallos más de veinte años después, en la gallera de Gáldar. Y hay nombres de siempre, como Juan Gordillo (“Juanero”) e Isidoro Puga.
 
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Pasemos a la provincia de Tenerife. En la Banda, una gran temporada opuso a Toño “el Rebotallo” en Los Llanos y Roberto en Tazacorte. Toño hace la proeza, no muy habitual, de cambiar de partido y volver a ganar, pero la temporada fue muy reñida, con alternativas, llegándose a la última jornada con solo 3 de ventaja para Los Llanos. Este es el programa que hemos seleccionado, el de la última jornada. Como siempre, muchos gallos con muchas peleas, sumando 16 los de Toño y 10 los de Roberto. Lo primero que llama la atención es la abundancia de gallos de Crispín Rodríguez, quien este año tuvo gallos sensacionales peleados a punto de caramelo por el Rebotallo. Este día no corrió con suerte, ya que le perdieron tres de los cinco. ¿Tres o cuatro? No, tres, ya que el de cinco riñas de la última, al haberse Los Llanos garantizado la ventaja, se decidió no pelearlo, medida muy polémica siempre, ya que, en efecto, el público ha pagado por ver siete peleas. Yo asistí a alguna que otra historia de estas (a veces, lo que ya era una tomadura de pelo, retiraban el gallo del partido vencedor de la contrata a los primeros revuelos). Tazacorte ganó la primera y Los Llanos la segunda, pero las cosas se le complicaron a Los Llanos cuando Tazacorte se hace con las dos siguientes. Los Llanos gana la quinta y la sexta, que ya le da la ventaja, con el colorado de tres peleas de José G. León Sánchez (que supongo sería un hermano de Maso y Añón).
La lista de Tazacorte presenta a casteadores extraordinarios: la Peña El Salto, Manolín Gómez, los señores Díaz y Pérez, Higinio Pulido, Antonio Lorenzo. El pinto de Manolín fue el gallo campeón de la temporada por Tazacorte, al ganar este día su quinta pelea, y los mejores casteadores los señores Díaz y Pérez. Sabemos también que el presidente de valla de Tazacorte fue Felipe Rodríguez y su soltador Antonio Lorenzo Gómez. Toño el Rebotallo cuidaría al año siguiente en Teguise, iniciando en la isla conejera una época sensacional. Como dato curioso, observemos en la publicidad el anuncio de la sastrería Haroldo, siendo este uno de los mejores apostadores de la Banda.


Esta temporada registra el debut como cuidador del último de los grandes galleros de las islas, Quico Acosta. Fue también una gran competición, con alternativas, ganada por la Nueva, donde cuidaba Lilo con el “Galapún” como ayudante, siendo su ventaja final de cinco riñas. La primera jornada duró... 12 minutos, que debe ser el récord de todos los tiempos. La Nueva tuvo gallos tremendos y decisivos de don Agustín Cabrera, como en temporadas anteriores los había tenido cuando cuidaba el Rebotallo, que los recordaba como de los mejores gallos que él había tenido, casi tan buenos como con los aún más célebres “villegas”, que él también recordaba perfectamente.
En Tenerife el Norte con Piquito le ganó por una riña a La Espuela, donde cuidaba otro debutante: Jorge Benítez, tan gratamente recordado por la afición tinerfeña. Fue una temporada mucho mejor que la anterior. La ventaja se la dio a Piquito un melado palmero, de los Adelinos. Diego Tabares hizo una campaña fenomenal, y como gallos deslumbraron un giro carey de Manuel de León y de nuevo el gallino de Los Fogueteros, que ganó su quinta riña.
Por otra parte pelearon El Palenque-Laguna y Garachico, cuidados respectivamente por Pablo Amador y Carmelo Acosta. Pablo, entonces con 54 años, sacó una rápida ventaja que le permitió luego, como los verdaderos maestros, tomarse las cosas con calma. ¡Qué grande para mí sería verlo sobre la valla, una década después!

viernes, 16 de octubre de 2020

Carlos el bombero

Carlos Rodríguez y su mujer, María Candelaria
(Foto Nicolás Lezcano)

Pepe Amador, uno de los grandes aficionados laguneros, nos informa el fallecimiento de Carlos el bombero (o “exbombero”, como prefería presentarse él), un aficionado todo terreno del partido de La Espuela y simpatizante del de Güímar.
Carlos el bombero era una persona muy entusiasta, siempre bien dispuesto y que no se perdía una jornada. Con su mujer, aprovechaba siempre para recorrer los guachinches de la isla, a la cata de los mejores vinos caseros y la buena comida, mostrándose siempre muy puntilloso.
Yo solía preguntarle al final de las peleas por su opinión, y me mostraba el programa con la valoración que había hecho de cada gallo, de modo muy certero y muy objetivo.
Hoy lo homenajeamos con estas dos fotos en que aparece rodeado de aficionados y, como siempre, sonriente. La primera es en un campeonato regional de los celebrados en la gallera del López Socas. Delante, don José Navarro Calderín, que era entonces el patriarca de la afición. Carlos, con la camisa más alegre de todas, aparece entre Valerón y el Kíkere, junto al cual vemos a Palmerito. Exceptuados Valerón y don José, son todos aficionados tinerfeños, entre los cuales vemos a Alberto Plasencia, Cheché, Pedro Cabrera, Menoti, Silvestre el carpintero, Iván Darias, Tato Reyes, Miguel Ángel González Pérez, Vicente Sosa, etc.


Esta otra es en la gallera de Güímar, cuando cuidaba José Carlos Rodríguez (“Caballo de bastos”). Carlos asoma a la derecha entre Fortuny y Anselmo “Barre barre”. Siguen, de pie, Mederos, Agustín Delgado y Felipe el asturiano. A la izquierda, prominente, otro aficionado fuerte de La Espuela, Antoñito Martín, y entre él y José Carlos, Iván y Tato. Es sin duda un día de peleas con Gáldar, ya que junto a José Carlos está Montesdeoca, que no fallaba a una jornada de su partido, fuera en Gáldar o en Güímar:

sábado, 3 de octubre de 2020

Temporada 1979-1980

En la máquina gallística del tiempo vamos a trasladarnos a hace cuarenta años. Muchos aficionados de entonces aún son bien recordados, y no faltan los sobrevivientes. Pero la razón principal es que de las temporadas 1979-1980 y 1980-1981 contamos con una impresionante información en la isla de Gran Canaria, gracias a las lujosas crónicas y noticias que sacó Martín Díaz en El Eco de Canarias y la Hoja del Lunes, con los seudónimos de Pollo Canabuey y Espuela de Oro. Nunca se volverá a ver en la prensa de las islas nada similar.

La clave estuvo quizás en que en 1980 fue inaugurada la bastante fea gallera del López Socas, que supuso un resurgir de la afición, al final efímero, pero que albergaría a las riñas durante cuatro décadas.

Se celebró en Gran Canaria un torneo triangular con los partidos de Telde, Las Palmas y Arucas, cuidados respectivamente por Garrincha, Marcos Melián y (al alimón) el Moño y Paco Falcón. Ganó Arucas en una gran temporada de Machín y de Domingo Díaz, pero también con muy buenos gallos de Argeo Hernández, Juan Rodríguez Drincourt y Orlando dos Santos. A todos estos casteadores yo tuve el placer de conocerlos. Por Telde los mejores gallos fueron los de don Agustín Cabrera, Antonio Hernández (con sus “vino tintos”) y Corpas y Betancor, y por Las Palmas los de Nicolás Díaz de Lezcano, Miguel Jiménez y los señores García y Mesa.

Veamos este artículo de Pollo Canabuey tras la segunda jornada. Interesa sobre todo por la foto de uno de los patriarcas de la afición canaria, don Pedro Cárdenes, que llevaba los gallos en la sangre incluso desde antes de los tiempos trianeros del Músico, y por la referencia a don Nicolás Díaz de Aguilar. Más discutible es la lista de galleros que debían ser recordados, ya que Solís no me encaja en una lista de cuidadores de élite, donde sí debía estar al menos Pepe Palmero:



La temporada avanza y las cosas no le corren bien a Marcos Melián, tan acostumbrado a ganar:



Resaltemos en la anterior minientrevista la pregunta sobre la duración de las riñas. Ya había provocado un artículo de Vinicio Marcos al principio de la temporada y sería una preocupación constante de Martín Díaz. Vinicio Marcos hasta acabaría, indignado, por dejar la afición, y no sería el único. Me gustaría (es una manera de hablar) que hubieran visto algunos bochornosos espectáculos a que tuve yo la desgracia de asistir en estas últimas décadas, con cuidadores y soltadores de segunda categoría, pero también con algunos de campanillas. Y es que, mirando los tiempos de estas dos temporadas que comentamos, no llaman especialmente la atención las peleas interminables con gallos en estado patético o incapaces de clavar las espuelas. Recuerdo una ocasión en Güímar, cuando, ante gallos moribundos que nadie retiraba, mi viejo amigo y egregio cantante de ópera Agustín Morales se levantó exclamando, en plena marea prohibicionista: “¡Que las prohíban! ¡Que las prohíban!”

Pero dejemos los malos humores y veamos aquí al gran Miguel Machín, definido estupendamente por Pollo Canabuey como “el hombre de las 300 espuelas”:



¡Bellos tiempos en que los casteadores y cuidadores se preocupaban por tener espuelas! Hoy es la miseria que se sabe. ¡Pero qué lección la de Machín, una lección tan enorme como su persona!

El Moño era sobre todo un cuidador de brega, sin muchas finuras, pero esta temporada contaba con Francisco Falcón, quien se convertiría en un gran gallero ya durante sus siguientes años en el Norte de Tenerife. Martín Díaz habla brevemente de él y recuerda su época boxística (y señálese que Martín Díaz estuvo ligado a la Federación de Boxeo y fue también cronista de ese deporte):



La siguiente foto, en la crónica de la séptima jornada, nos presenta a un excelente aficionado que asociamos a Arucas, pero que en este año es ayudante de Marcos en la gallera de Las Palmas. Se trata de Manolo Ruiz, muy joven, empuñando su melado “Secuestro”. Recuerdo muy bien la simpatía y el entusiasmo de este gran aficionado, con quien coincidí en muchas ocasiones. Homenaje le sea aquí dado:



No traté en cambio a don Miguel Jiménez Jorge, porque ya había fallecido cuando yo comencé a escribir de gallos. Aquí, Pollo Canabuey le pregunta por los “ferralegios”, para que le explique el por qué de tan curioso nombre:



Pollo Canabuey lo llama “uno de los veteranos casteadores de Gran Canaria”, y es que había comenzado en el partido de Triana a fines de los años 30. Sí me lo recordaba mucho Genaro Martín, el gran bodeguero de Santa Úrsula a quien dedicamos hace unas semanas un artículo: “don Miguel Jiménez, el de la clavellina”, ya que iba por su bar y siempre llevaba puesto en la solapa un clavel rojo. No aludí en el artículo de Genaro a los aficionados de otras islas que por allí pasaban y que él recordaba: otro era don Pedro Montesdeoca, el inveterado apostador y comerciante de queso de Guía.

En la noticia siguiente, Pollo Canabuey anuncia el resurgir del partido de Cardones, auspiciado por Gregorito, que acabaría fundiéndose con el de Arucas, como es archisabido

Pollo Canabuey se equivoca ahora en sus predicciones, ya que da por vencedor a Telde, a mi juicio por aún no saber la categoría de quién estaba cuidando en Arucas (y no me refiero al Moño, sino a Paquito). Pero la foto y la semblanza de Antonio Hernández valen la nota:



Este otro artículo da noticia de la placa dedicada en la gallera del partido de Las Palmas a don Nicolás Díaz de Aguilar, y evoca a su gallo más famoso de la gran liguilla interinsular de 1959:



Y ahora, he aquí el programa de la temporada que he seleccionado:



Fue un gran día de Domingo Díaz, ya que le ganaron por cuarta vez su gran colorado “Cola Larga” y un melado. No sé si el colorado de la sexta de Antonio Hernández es el famoso “Pimpi”, que llegó a ganar ocho peleas y acabó inmortalizado por la paleta de Vinicio Marcos en una de las mejores pinturas de gallo que se han hecho nunca. De ser así, esta fue una jornada antológica, con el “Cola Larga” y el “Pimpi”.

Pollo Canabuey le hace una rápida entrevista a Maestro Andrés, motivada por los éxitos de su gallino veloz:



Y también le cede la palabra a uno de los hijos del Pichón viejo, quien explica el origen de un apodo que llegaría a su sobrino, el gran Adolfo Santana, quien por cierto este año cuidaba de nuevo en su emporio de Teguise, donde acabó la temporada entablando con Alejandro Niz en Arrecife:


 

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¿Y en la provincia de Tenerife?

En Santa Cruz de La Palma, Piquito, en la Guerra, le saca 21 riñas a Roberto, en la Nueva. Pese a la diferencia tan abultada, fue una gran temporada, con un primer tramo muy igualado.

En la Banda, Toño el Rebotallo, con Quico como ayudante, en Tazacorte, le saca una ventaja de 13 riñas a Maso y Miguel Acosta en Los Llanos, que esta temporada por cierto inauguraba su magnífica gallera. Toño comenzó con uno de sus típicos capotes y, como siempre, logró que sus mejores gallos le hicieran cuatro, cinco y seis peleas.

En Tenerife, la contrata histórica La Espuela-Norte fue favorable al partido capitalino, que cuidaba Anastasio, quien logró sacarle 23 riñas a un Norte muy flojo donde empezó cuidando Arnoldo, para ser sustituido por su ayudante, Suso Yánez, cuando llevaba 8 riñas en contra. Fue un año de grandes gallos de don Ángel Benítez de Lugo, pero el mejor gallo lo tuvo el Norte, un gallino de Los Fogueteros.

Esta temporada fue la primera de las dos que hizo el partido del Palenque, cuya presidencia ostentaba don Domingo de la Rosa. Álvaro Tapia le ganó por 2 riñas a Carmelo Acosta en Garachico. Al final de la temporada el Palenque peleó con Tazacorte. Solo tengo el resultado del primer enfrentamiento, favorable al Palenque, con una tanda de siete gallos de Pérez Ascanio, cinco de ellos peleados y ganando uno su cuarta riña y otro su quinta. Toño no parece haber traído su batería pesada, pero no hay que restarle mérito a Álvaro Tapia, que siempre se lució en este tipo de “duelos”. Tapia y Toño son otras dos personas que ha sido para mí un privilegio haber conocido. Veamos el programa de esta jornada, anunciando para una próxima entrega el comentario de la temporada 1980-1981:


domingo, 20 de septiembre de 2020

Tazacorte-Los Llanos, años 50

Tras la temporada de 1950-1951 que comentamos recientemente, Pepe Jiménez, repitiendo en Tazacorte, entabla con Juan Montesdeoca (de los Sanfieles) en Los Llanos. Fue otra temporada de grandes gallos, pero más equilibrada.

Sabemos que en Tazacorte tuvo el Canario como ayudante a un muy joven Roberto Hernández, quien llegaría a ser un gran cuidador en las décadas venideras, y con quien yo tuve amistad como para guardar de él un recuerdo imborrable: todo un señor, una persona maravillosa.

Las peleas tuvieron lugar en el Cine Central de Tazacorte y en el Cine Imperial de Los Llanos. Se vendían las entradas adelantadas en el Bar Central de Tazacorte y en el Bar Don Juan de Argual.

Algunos gallos sobresalientes de Tazacorte: un melado de cuatro riñas de José Acosta, un colorado de cuatro riñas del cuidador, un colorado de Faustino Lorenzo de cinco riñas, un gallino de cinco riñas de los Hermanos Lorenzo.

Por Los Llanos: fabulosos gallos de cuatro, cinco y seis riñas de los Hermanos Cáceres, un giro de tres riñas de Antonio Remedios, un giro de Julio González que ganaría en 1953 su octava, un bayo de Tomás Rodríguez.

No cabe duda de que, habiendo buena cuida y buen material, menudean los gallos con muchas peleas.

Pero sin duda lo que inmortalizó esta temporada fue la épica batalla entre el Galatea de Faustino Lorenzo, un colorado, por Tazacorte, y el giro del médico Rubio (Dr. Sobaco), casteo de Pedro Gómez, por Los Llanos. Vinieron a casar los dos con cinco riñas, en la jornada 12, que se celebró el 3 de mayo en Tazacorte. Pesaban 4 libras, y pelearon en la cuarta.

Alejandro Martín dejó la descripción del combate en Aire Libre, y yo la he transcrito en el DGC. También allí reproduzco los simpáticos versos que hizo algún aficionado de Los Llanos, pero aquí va de nuevo:



Recordemos que Galatea era el nombre de un famoso buque escuela español que desde los años 20 surcaba los mares y por estos años solía atracar en el muelle de Tazacorte. La pelea fue a beneficio del barco pesquero Carmen Dolores, que había naufragado el 25 de enero en aguas de Tazacorte, perdiendo la vida varios vecinos de la villa y puerto.

Al final de la última jornada se celebró una riña extraordinaria, entre un giro de Victoriano Rodríguez, conocido como “el de Julio”, y un colorado de Matías Guerra, ambos de 4 riñas. La apuesta fue de 500 pesetas, y el desafío levantó enorme expectación.  Ganó el giro en pugna bonita y rápida. Quizás sorprenda el nombre de Matías Guerra, prestigioso casteador trianero, pero no si recordamos que ya en los años 30 enviaba gallos a la Isla Bonita, entre los que fue fantástico el llamado “colorado de Pancho”, sin duda porque lo había afinado el Músico.

Debió ser electrizante esta última jornada, en el Cine Central. Los Llanos llevaba una riña, pero Tazacorte ganó por 3-2 y dos tablas, con lo cual entabló la temporada, que llegó a tener perdida por 10 riñas.

El año 1953 es enigmático. No sé ni cuidadores ni resultado. Este documento revela que la temporada se suspendió, pero debió reanudarse en seguida, ya que llegó a finalizarse. Sin duda ganó Tazacorte, ya que llevaba una ventaja de 17 riñas.



Este año sí podemos destacar a otro gran gallo: el giro melado de Sabino León, que ganó su cuarta riña en la jornada 8 con un peso de 5.5.



Por otra parte, paradójicamente, sabemos los nombres de algunas castas peleadas en Tazacorte: “madre de la vena”, “atorrao”, “los tilos”, “gonzález guerra”, “asturiano”, “mosquito”, “eléctrico”, “artillero”, “amarillo”, “despicado”, “viña”, “cachimba”, “rubio”, “cubano”, “manzanita”, “picopato”, “tomás hernández”, “cubano pepe”, “despolonado”, “perrete”, “rompehuesos”, “montesdeoca, “v. 1”...

Ya de 1954, con Pepe Jiménez ahora en Los Llanos, tenemos algunos programas, pero ni idea del resultado. La última información nos la da el programa de la jornada 14: iba ganando Tazacorte por 1 riña, pero al perder ese día por 5-2, pasó a llevar Los Llanos una ventaja de 3. Los Llanos peleó en la Casa Lomito de Argual, que era un secadero de tabaco. Veamos dos programas, con gallos de cinco y seis peleas:




Fue entonces cuando se suprimió por discrepancias la histórica contrata, que no se reanudó hasta la temporada 58-59, para a partir de ahí celebrarse ininterrumpidamente. 

* 

Para acabar con otro kikirikí palmero, he aquí este memorable poema, aparecido en Crónica Palmera el 2 de marzo de 1904:


sábado, 12 de septiembre de 2020

El colorado “La Única”

Ya que “el Mazantini” nos relató la pasada semana la historia del giro “La Isleña”, vamos hoy a hablar de otro gallo de la misma época y del mismo casteador, Juan Rodríguez Drincourt. Se trata del colorado “la Única”. Este gallo ganó siete peleas en las temporadas de 1988 y 1989, cuidando en Arucas el gran Adolfo “el Pichón”, a quien vemos aquí, extrañamente barbudo, con él:

Adolfo Santana, con el colorado "La Única"

Casualmente me encontraba yo en Las Palmas cuando el colorado “la Única” ganó su segunda riña, ante un colorado de Antonio Hernández. Es por eso que conservo el programa de aquella jornada:


Como se observará, apunté los resultados, por lo que vemos cómo Adolfo obtuvo ese día una mantilla (su ventaja final sería de 27 riñas). Las listas emocionan a cualquier viejo aficionado: Los Palmeros, Sres. García y Mesa, José Gómez Campos, Nicolás Díaz de Lezcano y Muxica, Antonio Hernández, los Dos Amigos de Gáldar, Luis Martínez, Totoño (Díaz y Pérez), Argeo Hernández, Domingo Díaz, Machín (Cardones-Ron Arehucas)...
Este día peleó el colorado con un colorado de Antonio Hernández, pero su pelea estelar sería con un gran colorado de García Cuyás y Adolfo de la Torre, otros dos grandes casteadores. Se dio la circunstancia además de que ambos sumaban cuatro victorias. El colorado “la Única” ganaría en total, como ya dije, siete riñas, cinco de las cuales casi sucesivas. Y sería también, como “La Isleña”, un gran gallo de casteo.
La Única era el nombre de una célebre peluquería del Parque Santa Catalina. Uno de los peluqueros era Juan Sepúlveda, partidario de la gallera de Arucas. Como en unas pechas se mostró entusiasmado por el colorado, Rodríguez Drincourt lo puso a su nombre, apareciendo en los programas como dueño “La Única-Juan Sepúlveda”, tal cual aquí vemos.
Curioso resulta también el origen del nombre de “La Isleña”, ya que era (y es) el nombre de una famosa fábrica de chocolates de Arucas, fundada en 1890 por Gabriel Mejías, un apellido prestigioso en gallos, sobre todo por don José Juan Mejías, presidente tantos años del partido de San José (y por cierto que primo de mi padre, quien también era de Arucas).
He aquí, aunque en blanco y negro, otra foto de “la Isleña”, y seguidamente su árbol genealógico (un documento invalorable), que se complementa con otra rama en que se sumó la sangre de los fantásticos gallos de Luis Machado, que a fines de los 80 y principios de los 90 eran de lo mejor que había en Canarias y con los que castearon muchos de los mejores gallistas de Canarias, siendo magníficos los resultados. Véase también una foto del gallino negro de 4 peleas hijo del cabra retinto de tres peleas de Luis Machado y la cubana negrita de don Ramón.

"La Isleña"



Gallino negro de 4 riñas de Juan Rodríguez Drincourt



domingo, 6 de septiembre de 2020

El giro “La Isleña”

Giro La Isleña

El Mazantini
Con un árbol genealógico similar a las grandes dinastías europeas, nuestro ejemplar de hoy fue el resultado de unos cruces atinados e incluso rechazados por los grandes casteadores canarios.
En una época donde ya no se criaba a las orillas del Guiniguada ni en las huertas del Pambaso, las comunicaciones cada vez eran más fluidas tanto dentro de la isla como con el exterior. Nuestro protagonista posee sangre española, cubana, portorriqueña y carga en sus plumas giradas apellidos como Villegas, Sintes, Rodríguez Marrero, Hernández y Pérez Ascanio, estos dos últimos de Tenerife.
Siguiendo siempre la línea de su madre llegamos a su tátara-tátara abuela, es decir, a una gallina del mejor casteador que ha tenido el archipiélago canario, don José Villegas Afonso, que descendía de sus famosos pintos, y que, al ser ligada con el gallino de Utrera que le regalaron a don Manuel Hernández (hijo de don José Hernández López) dio lugar a otra magnífica gallina: la gallina de don Jaime Sintes.
Remitimos al lector a la historia del gallo cubano campeón de Pinar del Río que se encuentra recogida en el libro de Pedro Cárdenes y en el Diccionario Gallístico Canario. De aquel regalito cubano que le hizo el famoso empresario tabacalero don Eufemiano Fuentes Cabrera a don Ramón Rodríguez (y que a don José Villegas, por cierto, no le convencía), nace la bisabuela de nuestro giro.
Don Ramón Rodríguez persuadió después de muchos intentos a su compañero de partido don José Villegas para que casteara con el gallo cubano e hiciera milagros como él sabía hacerlos. Con esa majadería que caracterizaba al casteador de Tamaraceite y con muy poco interés por esa liga, soltó a la aventura de Dios al cubano con la gallina de don Jaime Sintes, en una finca en la zona de los castañeros en la villa mariana de Teror.
De esa aventura salieron dos gallinas espectaculares, bautizadas como “La Cubana I” y “La Cubana II” de don Ramón Rodríguez. A “La Cubana I” le puso don Ramón el gallo negro de Luis Hernández de dos peleas que había preparado Domingo e Boyero en el Norte, dando lugar a la abuela materna de nuestro giro, la famosa “Cubana teja”.
Reforzando la sangre de la liga, se decide aportar un gallo portorriqueño que se trajo don Alejandro Sánchez Prats de la isla Boricua, dando como resultado la madre de nuestro protagonista: “La Morena Cubana”.
Cuidando Adolfo el Pichón en Lanzarote prepara un giro verde de Eduardo Pérez Ascanio cuyo propietario era Víctor Pérez Ascanio. Adolfo le hizo al giro tres grandes peleas.
Soltado el giro verde, que don Eduardo regaló a Rodríguez Drincourt, en el Cortijo de don Ramón Rodríguez en Firgas, con “La Morena Cubana” nace nuestro héroe entre cercados de plataneras.
Con un peso de cuatro libras o como mucho cuatro uno, nuestro protagonista es preparado por las manos sabias de un gallero palmero, Quico Acosta, en 1984 en la casa de gallos de Arucas. Hizo tres peleas en una temporada y no necesitaba hacer más ya que lo que demostró en la valla venciendo a gallos de élites.
Todas sus peleas fueron en el polideportivo de la ciudad de Telde. Su primera pelea nada más y nada menos con el colorado “Niña María” de seis peleas de don Agustín Cabrera, dejándolo muerto sobre la valla.
Su segunda pelea fue contra el pinto “El Pimpi” de seis peleas de Antonio Hernández de Telde, dejándolo enroscado en el centro de la valla. Debemos  decir que el Pimpi le sacaba cuatro onzas al giro de la Isleña.
Su tercera y última pelea fue contra un muy buen colorado de Pedro Silva de varias riñas, que descendía de los famosos colorados “vinos tintos” de Antonio Hernández.
En su descendencia todos sus hijos fueron gallos extraordinarios. Se le pusieron dos gallinas, una la “cabra-cola larga” de Domingo Díaz y otra la “cola larga” de Manuel de León. Con la gallina de Domingo Diaz salió el colorado de siete peleas de don Juan Rodríguez Drincourt, y con la “cola larga” de Manuel de León salió la raza de los ciegos.
Esta base genética no solo se quedó en la isla de Gran Canaria sino que viajó a La Palma en concreto a ese maravilloso rinconcito del Atlántico llamado Los Llanos de Aridane. Y es que Quico el Malaire se llevó para su tierra un hermano de “La Isleña”, cediéndoselo a José Rodríguez (“El Venezolano”), quien fue por muchos años el mejor casteador de Los Llanos de Aridane.