martes, 8 de diciembre de 2020

La afición a los gallos en el municipio de Los Realejos

En el trabajo clásico de don Antonio de Bethencourt Massieu “Las peleas de gallos en Tenerife en el Setecientos”, publicado en el número 28 del Anuario de Estudios Atlánticos año de 1982, se demuestra la pujante afición que había en el Valle de La Orotava a lo largo del siglo XVIII. Puede constatarse que en un período anterior, concretamente en el siglo XVII, se celebraban peleas públicas principalmente durante las fiestas, y que en un principio este espectáculo se realizaba con carácter privado, en las haciendas de la aristocracia.

Resulta sorprendente que la gran afición gallística de la isla no haya cambiado significativamente en casi tres siglos, por lo que se refiere a su distribución geográfica: Santa Cruz, La Laguna, el Valle de La Orotava (La Orotava, Los Realejos y el Puerto de la Cruz), Garachico y Güímar. Desde principios del siglo XIX, la afición está plenamente constituida, con partidos, contratas, reglamentos, uso de espuelas naturales, atusados peculiares, configuración en jornadas de siete peleas, utilización de un léxico privativo, etc. A fines de siglo, según se desprende de las Memorias gallísticas de Francisco Dorta (el mayor cuidador de gallos de la historia, nacido en La Orotava y conocido como “el Músico” porque tocaba en la banda municipal de Santa Cruz), funcionaban en Tenerife los partidos de Garachico, La Orotava, Realejo Alto, Realejo Bajo, Puerto de la Cruz, La Laguna y Santa Cruz (en Güímar ya constató la celebración de peleas Sabino Berthelot en 1827, y es más que probable que siguieran haciéndose, aunque no tenemos noticia de un partido hasta 1929). No sorprende que en 1883 el viajero Richard Burton afirme que en Tenerife lo más importante es el gallo de pelea, “después de la cochinilla”.

Como podemos suponer, la información periodística privilegia las noticias gallísticas de la capital y La Laguna, dado que la principal prensa de la isla estaba localizada en estas dos ciudades. Los partidos de La Laguna y Santa Cruz reñían sobre todo con los de La Orotava, el Puerto y Garachico, que a veces contaban con aficionados de Los Realejos. Sin embargo, hemos podido descubrir que en el año 1922 se hacía una contrata entre el Realejo Alto y el Realejo Bajo, que sin duda venía de años atrás, a tenor de las afirmaciones de Francisco Dorta. Hay ya mucha información periodística sobre los años 20 y 30, siempre en diarios de Santa Cruz, como La Prensa, Gaceta de Tenerife y Hoy. En las temporadas 1924-1926, hubo un célebre colorado cenizo conocido por “el Realejero”, casteado por Sebastián Arbelo y cuidado en el partido de La Laguna-Puerto por el gallero José Amador (“Pola Vieja”), que ganó su novena riña en el ex convento de Garachico, riña electrizante y que se hizo legendaria, ya que, teniéndola perdida ante un gran gallo, ganó de dos tiros de frente. Como se ve, importantes gallos de Los Realejos eran encerrados en galleras de primera fila, pero vamos a centrarnos en los partidos de la propia población.

En 1926, la prensa anunciaba las peleas entre Santa Cruz y Los Realejos, pero sabemos que también se dieron entre Los Realejos y La Orotava. Las peleas se celebraban en el ex convento de San Agustín (este año y suponemos que en los anteriores y posteriores). En 1927 hubo siete jornadas entre los partidos del Puerto de la Cruz y el Realejo Bajo y entre los de La Orotava y el Realejo Alto. La falta de informaciones impide cubrir todos los años, a diferencia de lo que ocurre con los partidos de Santa Cruz que celebraban contratas entre sí o contra los del Puerto, La Orotava y Garachico. En 1928, La Orotava le gana a Santa Cruz y el partido de la Villa le dedica un banquete en La Montañeta a “Pola Vieja” por un triunfo que había sido apoteósico.

Una temporada muy especial fue la de 1930-1931. “El Músico”, al cuido de una coalición de La Orotava, el Puerto de la Cruz y Los Realejos, se enfrenta al “Foño”, que era el mejor cuidador de La Palma, con los gallos de Santa Cruz, La Laguna y Garachico. La ventaja que obtuvo fue tan grande que la contrata acabó suspendiéndose.   

Curiosamente, en los años 1932 y 1933, Los Realejos celebra contratas con la gallera de San Juan de la Rambla, de cuya existencia solo conocemos esto. Las peleas correspondientes al partido ramblero tenían lugar en el mejor escenario de riñas de gallos que ha existido en Tenerife, o sea el ex convento de San Francisco en Garachico.  En 1932 también hubo peleas con el partido de La Orotava-Puerto de la Cruz, en que cuidaba “el Músico”, quien en seguida sería contratado por la gallera de Triana, en Las Palmas, donde cubriría la mejor época gallística canaria de todos los tiempos, a lo largo de lo que restaba de aquella década. La temporada de 1933 constó de diez jornadas y es importante porque es la primera en que sabemos que cuida Manuel Torres, gallero muy fino, aparte de personaje sumamente pintoresco, conocido como ”Gato Maruca” y que, aunque nacido en el Puerto de la Cruz, era de familia realejera. Su campaña fue magnífica, ya que le ganó por 10 riñas a San Juan, por 9 a La Laguna en cuatro domingos y por 3 a La Laguna-Garachico en un desafío de una sola jornada, celebrando también su partido peleas con el de Telde, seguramente en una típica contrata de ida y vuelta, corriente por aquellos años, y que se repetiría en 1935, visitando con gran éxito la gallera del Cuyás, considerada como “la catedral gallística de Canarias”.

En estas temporadas, la prensa santacrucera informa de las tandas que pelean todas las semanas. Sorprende la cantidad de nombres que aparecen en las listas realejeras, demostración de lo extendida y democratizada que estaba la afición: Antonio González Ledesma, Pedro García, Agustín Hernández, Agustín González, Vicente Rodríguez, José Díaz Suárez, José García Díaz, Agustín Espinosa, Sebastián Amador, José Hernández, Pedro González, Andrés González, Manuel Dévora, Severiano Yanes, Agustín Morales, Claudio Bencomo, Antonio Acevedo García, Víctor Yanes y Yanes, Carlos Carrillo, Sinforiano González, José Molina, Felipe Zamora, José Baute, Félix Siverio, Fernando Salazar, Adolfo Mecánico, José María Zárate, Antonio Guanche, Eliseo Toste, José Mederos, Luzbel Pérez y un largo etcétera en el que debe destacarse a la pionera Peña La Suerte, ya que en esta época era muy infrecuente la existencia de “peñas” gallísticas, luego tan habituales. Nombremos también a Domingo Regalado, casteador muy estimado por “el Músico”, a quien llegó a enviar gallos cuando este cuidaba en Las Palmas.

En 1934, la gallera de Los Realejos hizo peleas sueltas con dos partidos de la capital, el  Nuevo y La Espuela. En 1935, se especifica que el partido es El Realejo Bajo, sin que podamos precisar, cuando se habla del partido de Los Realejos, si se trata de este partido o de una coalición de los del Realejo Alto y el Realejo Bajo. Esta temporada fue extraordinaria. Hubo peleas con el partido santacrucero de Salamanca y con el de La Orotava-Puerto de la Cruz, donde cuidaba Pedro Dorta, hermano del “Músico”. Seguía al cuido de los gallos “Gato Maruca”, quien ya en mayo se enfrentó al partido santacrucero de La Espuela, un partido que, surgido en 1921, ha llegado a nuestros días. Las noticias periodísticas son muy importantes este año. La Prensa, el 28 de abril, afirmaba que, “dado el prestigio de Los Realejos, a cuyo frente cuenta con un excelente cuidador, y la calidad de gallos que posee, los mejores del norte, el interés que existe por ver pelear a dicho partido en esta capital es muy grande”, mientras que Gaceta de Tenerife, el 21 de mayo de 1935, dice que el partido de Los Realejos es “actualmente el mejor bando que cuenta con una inmejorable serie de gallos y un inteligente cuidador, don Manuel Torres, para poder enfrentarlo con el partido de La Espuela, hoy por hoy el mejor partido de Santa Cruz”. Es también muy importante que en estas notas de la prensa, por ejemplo en la aparecida en Hoy el 26 de mayo de 1935, se ofrezca la información de que las peleas se celebraban, cuando tocaban en el norte, en el “Circo-gallera de Los Realejos” (mucho más conocido es que las santacruceras tenían lugar en la gallera de la calle Santa Rosalía).

Otro dato muy curioso es el que revela que en estos años 1934 y 1935 hubo peleas entre el partido del Realejo Bajo y el de la Cruz Santa, que de este modo emerge brevemente en las noticias de la prensa, como había ocurrido con el de San Juan. Estas peleas se celebraban todas en el referido circo gallera realejero.

En 1936 hubo de nuevo peleas con el partido de Salamanca, pero donde se consagró la gallera de Los Realejos, siempre con el “Gato Maruca” al frente, fue en la contrata con el partido del Puerto de la Cruz, ya que logró sacarle nada menos que 22 riñas de ventaja en catorce jornadas a un partido donde cuidaba otro gallero de campanillas, el ya nombrado “Pola Vieja”.

Apreciemos cómo, al igual que ocurrió con tantísimas cosas, el estallido de la guerra civil supuso una ruptura para la afición gallística realejera, lo que es más de lamentar si pensamos en el altísimo nivel que se había alcanzado, tanto en la calidad de los casteos como en la cuida de los gallos. En 1944 surge el partido Norte, que aglutina a los aficionados del Puerto de la Cruz, La Orotava y Los Realejos y que es otro de los partidos que llegan a nuestros días. Hay que señalar que en la temporada 1945-1946, el cuidador no será otro que el “Gato Maruca”, quien vence a la gallera de La Espuela por 16 riñas. Al año siguiente comienza a cuidar Domingo Morales, gallero de Arucas conocido como “el Boyero”, que atravesará toda la década siguiente.

Procede por último hablar de los grandes aficionados realejeros de la segunda mitad del siglo. A la cabeza de todos ellos se encuentra la familia Acevedo, sin punto de discusión la principal dinastía gallística de todas las Islas Canarias. Solo que con los Acevedo no podemos limitarnos ni tan siquiera al siglo XX, ya que Don Pedro Acevedo, gran casteador y presidente durante muchos años del partido del Puerto de la Cruz, inicia su afición a fines del siglo XIX, y su bisnieto la ha continuado en las dos primeras décadas del siglo XXI. Don Pedro Acevedo aparece en una de las fotos más extraordinarias de las riñas de gallos en Canarias, junto a unos aficionados, entre los que se cuenta el famoso cuidador Adolfo Ganges (maestro del “Músico”), en torno a un gallo célebre llamado “el Centén de América”, foto datada en 1910. Su hijo Pedro continúa la afición, como luego los hijos de este, Cecilio, Ignacio, Miguel, Juan y Cipriano. Don Cecilio Acevedo sería soltador magistral del partido Norte durante treinta temporadas, un hombre enorme de cuerpo y espíritu a quien yo tuve el privilegio de tratar. Durante innumerables temporadas, el partido del Norte tuvo en los gallos que venían a nombre de los Sres. Acevedo uno de sus principales recursos. Eran todos gallos criados en los campos, y algunos eran enviados a Las Palmas, lo que era muy raro, ya que pocos gallos de La Palma o Tenerife peleaban en la que seguía siendo, con los partidos de San José y Triana, la principal afición de las islas. A la familia Acevedo pertenecían también José Borges Acevedo, uno de los motores del Norte, y Manuel Rodríguez Acevedo, aficionado sabio. Lito Acevedo, hijo de Joaquín, fue presidente del Norte en los años 80, como posteriormente lo sería Cecilio Acevedo, hijo de don Cecilio.

Otros grandes aficionados realejeros del partido Norte han sido Víctor Barreto (que tuvo unos famosos melados de cola blanca), Vicente Amador (hombre de confianza de la gallera de Santa Úrsula, donde lo vimos siempre, hasta su trágica muerte, y que casteaba con el también realejero Benito Domínguez), Tirso García (aunque ya nacido en La Laguna, su padre, don José García, timoneó durante años, seguramente la década de los 30, la gallera de Los Realejos), Pepe Rico (otro aficionado sabio), Manuel López (gran boxeador, conocido como “el Torero”, y que no faltaba a una jornada), Antonio Platero, los seis Hermanos Crusanteros, etc. Y para que de nuevo no falten las peñas, tenemos a la Peña Los Realejos, con grandes gallos tanto en el Norte como en Garachico en las últimas décadas del siglo XX.

En una finca de don Domingo García, ubicada en Los Realejos aunque él era natural de La Orotava, estuvo durante algunos años de la década de los 50 la gallera del Norte. Mucho antes debió estar en la Hacienda La Gallera o Casa La Fajana, que es del siglo XVIII. Se encuentra en el Realejo Bajo, muy cerca de la autovía, y tiene el nombre “La Gallera” en azulejos. La Gallera da nombre a una calle lateral y a la propia zona, por lo cual es otro dato que hace más que obvia la pujanza de la afición gallística en tierras realejeras. Aún en 1981 y 1982, la clásica contrata entre el Norte y La Espuela celebró varias jornadas en el colegio Agustín Espinosa.

Puedo afirmarse, en suma, que Los Realejos han sido a lo largo de los siglos tierra de grandes tradiciones gallísticas, con casas de gallos, un circo-gallera, casteadores muchas veces extraordinarios, incontables aficionados y gallos de bandera aún hoy recordados. Forma parte pues de esa “geografía” tinerfeña gallística a la que empecé refiriéndome, junto a Santa Cruz, La Laguna, el Puerto, La Orotava, Garachico y Güímar.

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Calle La Gallera, en el Realejo Bajo, junto a la autovía.


Don Pedro Acevedo es el segundo por la izquierda, sentado. A su lado, con el famoso gallo “el Centén de América”, el inmortal Adolfito. Detrás: Domingo Solís, Esteban Fuentes, Vicente Molina y Molina “el Guapito”. Sentado a la izquierda Peraza de La Laguna, y a la derecha Pedro Hernández. Sentados en el suelo, “Tres palabras” y el célebre cuidador Solís.


Ignacio Acevedo, Caballerito y Eduardo Pérez Ascanio. Casa de gallos de La Asomada, en el Puerto. El gallo es el giro de cuatro riñas campeón de la temporada 1952-1953. Pero la temporada la ganó “el Músico”.


Un muy joven “Gato Maruca”, con don Andrés Sotomayor, hacia 1920.


Admirable foto de Manuel Torres, “Gato Maruca”, gran cuidador y genio y figura. En la mano, un gallino de Luis Machado.


Con estos siete gallos obtuvo Tenerife un capote sobre Las Palmas en 1960. A la izquierda Rogelio Reyes y “Gato Maruca”. Agachado, Eduardo Pérez Ascanio. Otros grandes aficionados en la foto son Cesáreo Padrón, entre “Gato Maruca” y Pérez Ascanio, y, con chaqueta, Pricio Felipe. Gallera de San Cristóbal de La Laguna.


Otra con el “Gato Maruca”. A la izquierda Rogelio y luego Cesário Padrón, Chicho, Pricio y Eduardo Pérez Ascanio, que ya desde entonces gustaba de los buenos habanos.


Esta foto del “Gato Maruca” unos dicen que es en la Casa Rosales, donde estaba la gallera de La Asomada, y otros que en la casa de gallos de San Cristóbal, ubicada en Geneto. Si la fecha es la que se da, 1962, hay que inclinarse por esto último.


El gran aficionado Tirso García con el maestro de cuidadores Domingo Prieto.


“El Remache”, uno de los Hermanos Crusanteros. Aficionado cien por cien. Por la casa de comidas que tenía su nombre, en la calle del Calvario de la Villa de La Orotava, pasaron muchos aficionados, al igual que por la de otro de sus hermano en la Cuesta de la Villa (esta, famosa por sus pucheros, aún existe y goza de buena salud a pesar de estos tiempos de siniestra plandemia).


Mi añorado amigo Antonio González, otro de los Hermanos Crusanteros. Gran colombófilo, luego llegó a sacar buenos gallos. Personalidad incomparable.


Otra foto de Antonio el Crusantero, en su bodega de la Villa de Arriba de La Orotava.


Don Cecilio Acevedo y su hijo. Entre ellos, el cuidador palmero José Pérez, lo que permite datar la foto en el año 2003, ya que fue esa temporada cuando cuidó en el Norte.