miércoles, 20 de abril de 2011

Antonio Jorge


Ya quedan pocas personas en Canarias como Antonio Jorge, más conocido como Antonio “el Cenizo”. No me he encontrado en mi vida a nadie, ni gallo ni persona, con más “recursos”. Hombre hospitalario –lo cual, todo hay que decirlo, no es raro en la tierra güimarera–, muchas veces nos invitó a su bodega en medio del bello campo de las medianías. Los aficionados del Norte o Garachico que acudíamos a ver las peleas en Güímar o Arafo teníamos allí todo a nuestra disposición, y no solo el vino, o manjares como la sopa de cabra. Una vez, una amiga que estaba invitada conmigo, como venía de una feria en Arafo, decidió llevarle de regalo un tarrito de miel: al dárselo, Antonio le mostró en la bodega... un bidón lleno. Yo imagino que, si vinieran tiempos de subsistencia, el primero en sobrevivir de toda la isla de Tenerife sería él. ¡Qué lección para este mundo de inútiles, para este mundo ortopédico que es nuestro mundo “moderno”!

Antonio Jorge saca siempre sus gallitos, que pelean a nombre de su hijo Justo. Un tiempo yo no lo perdonaba, porque le estaban saliendo todos empedernidos correlones. Cada vez que aparecía un gallo en la tanda güimarera, yo iba a pincharlo, pero todo dentro de la mejor camaradería, porque con él es imposible un enfado, de tan buena madera canaria –¿viñátigo? ¿barbuzano?– ha sido hecho este soberbio aficionado, siempre en el partido de Güímar y siempre en todas las peleas de su partido.

Dicharachero y bien dispuesto, platicador efusivo e inagotable, este hombre del pueblo llano, campesino, representa bien nuestra afición de toda la vida. Pero como él, ya, pocos.

(Foto: Nicolás Lezcano)