miércoles, 26 de diciembre de 2012

Aficionados en el recuerdo: Tenerife (4)

Como decía Alejandro Dumas en El conde de Montecristo, “los amigos que hemos perdido no reposan en la tierra: están encerrados en nuestro corazón”.
Hoy vamos a detenernos en dos grandes aficiones tinerfeñas: las de Güímar y Garachico, que protagonizaron unas grandes temporadas en los años 80 y 90, y además transcurridas en una concordia excepcional.


En esta primera foto vemos al presidente de Garachico durante aquellos años, Filiberto López. A su lado está Antonio Miguel, que soltaba muy bien y con mucha deportividad los gallos de la Isla Baja. Y como siempre, por el Norte, tenemos a Eduardo Pérez Ascanio. Entre el público, sentados, detectamos a Álvaro Tapia, a don Alonso Lecuona y, fumando un puro, al bodeguero de Santa Úrsula Genaro Martín, quien todos los años otorgaba un trofeo y que aún vive, con ochenta y pico de años. Lugar: el patio del cuartel de San Agustín, en La Orotava.
Filiberto López era uno de los muchos médicos que han sido aficionados a los gallos. Vivía en Icod de los Vinos, y de Cuba se trajo gallos “campanarios”. En el año de la liguilla entre Garachico, el Norte, Güímar y La Espuela, que ganó Garachico, Florencio Hernández le peleó unos gallos tremendos, que admiraron al propio Toño “el Rebotallo”, cuidador del Norte a la sazón. Una rápida enfermedad lo victimó, perdiendo así la pequeña afición de aquella zona a uno de sus mejores representantes.


Garachico ha tenido tres finos cuidadores, pertenecientes a generaciones sucesivas: Antonio Salud, Carmelo Acosta y Florencio Hernández. Aquí vemos a Salud con Carmelo. Salud era un hombre muy alto, siendo un espectáculo verlo correr los gallos. Como cuidador, en cambio, fue desigual, y era famosa su maleta, siempre preparada para marcharse de la casa de gallos cuando las cosas no le gustaban, lo que hizo algunas veces. Pero sabía de gallos, y en Garachico era incuestionable. Lo recuerdo perfectamente en el convento de San Francisco, donde me lo presentó una vez en las escalinatas de la entrada Antonio “el Crusantero”, quien en seguida se puso a bromear con él, un hombre poco dado a sonreír. Fue un gran aficionado, desde la infancia hasta sus últimos longevos años.


Natural de La Orotava, Manuel Martín Regalado formaba parte de la Peña Ucanca junto a su primo Manuel Luis Regalado y a Modesto Torrens (hijo). No fallaba a ninguna pelea, acompañado muchas veces de su hija Alicia, un encanto, y una verdadera muchacha del campo, de las que ya no hay. Manolo, como le llamábamos, estaba siempre de buen humor, y presto para hacer cualquier favor. Era una de esas personas que nos sorprenden por no tener ninguna doblez. También se lo llevó una enfermedad rápida, cuando solo tenía 63 años.
En esta foto lo vemos a la izquierda. Lugar: un guachinche de Santa Úrsula, con los típicos manteles de hule. Acompañantes, de izquierda a derecha: Pancho Almeida, con quien estar era una fiesta; Manuel Luis, tan polemista como campechano y buen amigo; Alberto Plasencia, el jefe, siempre inteligente y ojo avizor; “Naranjito”, un taxista que se unió un par de temporadas a la claque de esta profesión muy amante de los gallos; Tomás Hernández “Cho Pío”, forofo del Norte que transige menos con las “modernizaciones” que yo mismo; y Tomás Luis, un puntal, el hombre clave del cuerpo de taxistas tinerfeños, siempre sereno al volante o sin él.
Son momentos como los que retrata esta foto los que merecen vivirse, muy lejos de las ambiciones y las mezquindades que envenenan la vida. Y muchos momentos de estos vivimos con nuestro siempre recordado amigo Manuel Martín Regalado.


Ya que estamos hablando de taxistas, aquí tenemos a uno de los verdaderos maestros: Julio Castellano, que era de Güímar aunque su afición iba también para La Espuela. Hombre alto, de voz ronca, que parecía levantar un temporal, pero que en el fondo era todo simpatía. En el “Diccionario” destaco en él que fue también un maestro de amistades, y nombro a Pablo Amador, Emilio de la Cruz y Alfredo Martín, en cuya gallera de El Agujero saqué precisamente esta fotografía, con un gallino que no quería salir en el retrato. Julio Castellano criaba también sus gallos, y su afición la ha continuado su hijo Julio, otro gran amigo, que contribuye mucho a darle ambiente a las peleas con su vozarrón que también no es sino la expresión de un corazón enorme, como el de su padre.


Esta es la única foto que tengo donde aparece Eusebio Mora, a quien yo asocio a Güímar porque allí le vi pelear unos gallos soberbios, sobre todo cuando cuidaba Jorge Benítez, que es uno de los cuidadores a quien mejor partido he visto sacar de los gallos verdaderamente finos. Pero Eusebio Mora tuvo también muchos gallos muy buenos en La Espuela, en cuya gallera se hizo esta foto. Era un hombre serio, reservado, inteligente, buen conversador. Él es el cuarto por la derecha, de pie, y a su lado aparecen por la izquierda, Juan Díaz, Agapito Ramos y los hermanos Anselmo y Luis Sánchez, y por la derecha, Felipe López, Julián Castillo y José Antonio Pulido. Agachados, Né, Eusebio Luzardo, Francisco Martín, Manuel Espejo, Jorge Benítez y, con el gallo, Chicho Morales (no identifico al último). Esto fue cuando una visita a la gallera de Julián, y la foto apareció en las crónicas que en “Jornada” hacía José Antonio, hijo de don Horacio Pulido.


Conozco amantes de la música canaria en la isla de Gran Canaria que consideraban a Dacio Ferrera la mejor voz de la música de las islas. Poco puedo añadir a este reportaje aparecido el 18 de febrero de 2007 en el periódico tinerfeño La Opinión, ya que a Dacio Ferrera no llegué a tratarlo, porque no se dieron las circunstancias. Eso sí, me llamaba mucho la atención ver a una estrella como él no solo asistiendo a las peleas con bastante regularidad, sino incluso participando en el juego de las apuestas. Era una persona conocida y estimada por la afición gallística, y de su gusto por las peleas da cuenta el propio reportaje, que hace caso omiso de la vergüenza que para este Archipiélago ha significado el hecho de que una de sus más bellas y antiguas costumbres haya pasado a ser “mal vista”. El anatema que los políticos de turno hicieron caer sobre nuestros gallos no hizo mella alguna en Dacio Ferrera, hombre de bien, que merece por ello ser siempre recordado entre nosotros. Yo lo seguiré viendo en medio de la afición, levantando su voz de oro para apostar al giro o al colorado, en el Bar Carnaval de Arafo o en el viejo cine de Güímar: Dacio Ferrera, un gallo fino, valiente, de pura sangre canaria.


Esta foto la saqué en la gallera de Güímar cuando cuidaba Joel Bethencourt. A su derecha aparece Gonzalo Alberto, el alma mater del partido, y a su izquierda vemos a Luis Armas, Antonio Jorge (“el Cenizo”) y de nuevo Alberto Plasencia. Luis Armas fue ayudante en Güímar varios años, con diversos galleros. Hombre humilde, murió joven, y lo recordamos aquí porque hay que reconocer la labor de brega que en las casas de gallos han hecho trabajadores modestos como él.
Cerraremos estas evocaciones tinerfeñas con tres grandes cuidadores que me honraron con su amistad: Pablo Amador, Álvaro Tapia y Jorge Benítez.

miércoles, 19 de diciembre de 2012

Rafael el soltador: un aficionado inolvidable


¿Qué aficionados antiguos nos quedan, que aún sigan interesados en los gallos? Los que pueden hablarnos de las peleas de los años 30 y 40 ya podemos contarlos con los dedos de una mano.
El primero de ellos es Alejo Yánez en Gran Canaria, que es el patriarca de la afición, con 96 años, y que andaba por las galleras de su isla ya en la década de los años 30, cuando incluso aparecen gallos a su nombre en los programas del Cuyás. No solo es una memoria viva de las peleas en Gran Canaria, sino en Lanzarote, donde fue cuidador siempre recordado por sus dotes y por su bonhomía.
En Gran Canaria está también Julián Castillo, quien por su parte puede hablarnos no solo de los gallos en esa isla sino de las peleas antiguas en Santa Cruz de La Palma, de donde es natural y donde fue ayudante juvenil y luego cuidador.
Si pasamos a La Palma, tenemos a Totoño, otro de los grandes, y, como Alejo y Julián, un memorión de tomo y lomo. Aún va a las peleas, en gran parte porque en su área geográfica es donde la calidad del espectáculo más se ha mantenido.
En Tenerife, Orlando Dorta ya hace años que no va a los gallos, y su salud está muy mermada. Pero es el único ser viviente que puede resucitar en todo su esplendor las grandes temporadas del Cuyás en los años 30 –cima de la afición gallística canaria, por no decir mundial– y las cuatro no menos sensacionales temporadas en que se enfrentaron “el Músico” y su discípulo, Pepe Palmero, o sea los mejores artistas de la cuida gallística que ha tenido Canarias. Como Totoño y Julián, Orlando es además un conocedor excepcional de los casteos y su complicada genealogía. Cualquiera de ellos se acuerda de los gallos de bandera que ha habido como si los estuvieran viendo ahora mismo.
Más joven que ellos es Eduardo Pérez de Ascanio, pero su afición nació podemos decir que en la infancia, y así, pudo codearse con los grandes casteadores clásicos no solo tinerfeños sino también grancanarios (Villegas, Hernández López, don Ramón Rodríguez). Y quien quiera oír hablar de los “duelos” entre “el Músico” y “el Boyero”, sobre todo los de primeros años 50, tiene que recurrir a Antonio “el Crusantero”, que vive en la Calendaria del Lomo (La Orotava), entre viñas y bodegas. Pero con estos aficionados ya hemos pasado a fines de los 40 y a la década de los 50, y ahí surgen ya muchos nombres: Vicente Sosa, Antonio “el Morrocollo”, Francisco Martín Cabrera, Emilio de la Cruz, Juan Rodríguez Drincourt, etc.
Es por todo ello que resulta una pérdida irreparable la desaparición de un hombre como Rafael Hernández Martín, más conocido como Rafael el soltador, si no fuera porque además era una persona cautivadora, muy sencilla, con mucho sentido del humor, siempre bien dispuesto, bromeando sin nunca la menor malicia, y dejando bromear a los demás.
La última vez que quise hablar con él por teléfono ya no me oía bien, y era para una consulta sobre por qué se interrumpieron las riñas entre Tazacorte y Los Llanos en 1954, y por algunas temporadas. Sí se que hubo hasta bastonazos entre los directivos. Hace unos días nos daban como argumento a favor de las espuelas plásticas que así no se darían los problemas que se han dado con las naturales, y que han llevado hasta la suspensión de contratas, pero por esa regla de tres quitemos también a las directivas, a los soltadores (esto ya lo han hecho algunos), a los cuidadores (ídem), etc. Demos ya el paso hacia los campeonatos de casteadores solamente, y punto.
En esta y otras cuestiones, lo más curioso es que, teniendo como tenemos las batallas hace tiempo perdidas, nuestros puntos de vista levanten tanta hostilidad, como si no se aceptara ninguna discrepancia de la opinión dominante. Aquí solo se aplaude si está uno de acuerdo con todo y con todos.
Pero esto nos lleva por otros derroteros. Hoy lo que hemos querido es, por una parte, recordar a nuestro entrañable Rafael Hernández, con quien tantas buenas horas compartimos y a quien vemos aquí tras un ágape en Puerto Espínola (acompañado aquel día de dos de sus mejores amigos, Roberto el cuidador y José Luis Melquiades), a la vez que llamar la atención acerca de los sabios y venerables aficionados que aún tenemos, y que merecen todo nuestro respeto, afecto y admiración.

miércoles, 12 de diciembre de 2012

Afición lagunera


Varias veces hemos hablado de la buena afición que aún hay a los gallos en la ciudad de La Laguna, una de las capitales gallísticas del Archipiélago desde hace siglos. Por la zona de la Manzanilla, cría los gallos muy bien el casteador de La Espuela Eduardo Fernández de la Puente, a quien visitamos periódicamente para admirar sus ejemplares y departir un rato de nuestra afición, partiendo luego hacia algún templo vinícola del Norte o de la cordillera de Anaga, espacios que además él conoce muy bien por su labor activa, o sea útil y no de gabinete, en los servicios de Protección Civil. Bellísimos melados, colorados y giros, entre ellos algunos veteranos con varias antorchas, se muestran allí ufanos y saludables.
En esta foto, lo acompaña otro de los puntales de la afición lagunera, que desde hace ya no pocas décadas no falta a una pelea: Pepe Amador, persona que, como Eduardo, es todo franqueza y entusiasmo, y que ostenta en su apellido sus créditos gallísticos, al ser familia del cuidador Pablo Amador, uno de los grandes entre los grandes. Añadamos que sus hijos también van con frecuencia a los gallos, como animosa claque de La Espuela. Y así se perpetúa la afición lagunera, una afición que, aunque mermada con respecto a eras anteriores, nunca podrá morir.


miércoles, 5 de diciembre de 2012

Una mantilla del “Músico” a su discípulo Domingo Prieto


El único discípulo de Pancho que logró ganarle fue Pepe Palmero en 1948, pero Pancho le ganó las otras tres veces en que se enfrentaron. A “Pola Vieja” le dio una cuerada en 1961, y ahora, en 1965, se la da a Domingo Prieto. Con Julián nunca se enfrentó.
No quería “el Músico” que apareciera su nombre en el programa, así que no constan los nombres de los cuidadores. El corredor era Anastasio, que aquí, cuando ya no era un muchacho, pudo aprender lo que luego sabría de gallos, aunque no fue un cuidador tan fino como los discípulos citados de Pancho.
En esta jornada y en la siguiente, Pancho ganó por mantilla, resolviendo así la temporada. Obsérvese que, gracias al apunte de don Florencio González, sabemos que el melado de don Eduardo Pérez de Ascanio traía de la temporada anterior nada menos que 5 peleas. Su otro melado ya reñido venía a nombre de Tomás León Sánchez, o sea el gran cuidador palmero “Maso”, siempre tan gratamente recordado por los aficionados. Otro dato curioso de esta temporada, y que este programa registra, es que Domingo Hernández Luis tuvo gallos en ambas galleras, y de mucha calidad. Quizás los tuvo también en el Norte, su partido, que esta temporada solo celebró unas cuantas jornadas con San Cristóbal.
La Espuela no debía andar bien de gallos, porque los dos primeros se huyeron, y eso que el gallino de Marcelino había ganado 3 riñas. Solo el giro de Casañas y Asdrúbal escapó de la quema.
Es una pena no tener los programas de las peleas de San Cristóbal con San José que se celebraron a final de temporada, porque fueron el canto del cisne del “Músico”. El 17 de junio, en el Viana, ganó por mantilla rabona, y tres días después, en Las Palmas, por capote. Por tanto, Pancho sopló su fliscorno gallístico por última vez, potente y afinadísimo, el 20 de junio de 1965 en el Circo Cuyás de sus tiempos más dorados. ¡No podía pedir más!

miércoles, 28 de noviembre de 2012

Un brindis por las galleras de Los Llanos y Tazacorte

El Mazantini
Grata es la noticia que me ha llegado desde ese lugar mágico del Archipiélago Canario, situado en la parte más occidental de la isla de La Palma, muy concretamente de Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Por muy increíble que sea, han decidido estas dos casas de gallos enfrentarse en la próxima temporada con espuelas naturales.
Casi ni me lo creí, y tuve que pedirle al emisor de esta noticia me lo volviese a repetir, y despacio. Mientras que en el resto de las “casas de gallos” del archipiélago las espuelas están plastificadas, estas dos grandes casas de gallos han optado por seguir la tradición sin cambiar un matiz desde el siglo XV hasta el siglo XXI. Atrás queda el libro de artesanía canaria de Francisco Osorio Acevedo, que habla en un capítulo de las espuelas para las peleas de gallos, resaltando su calidad y la artesanía que genera las mismas para la exportación hacia América Latina, donde eran muy apreciadas en los países gallísticos. Sin embargo, a día de hoy importamos el plástico.
No entraré en la cuestión de porqué utilizar plástico, siendo la primera respuesta que por razones económicas, pero por razones económicas deberíamos quitar las casas de gallos, los galleros, las medicinas, los alimentos, etc. Todos sabemos que los gallos son un deporte bastante caro, y también sabemos que nadie nos va a echar una mano, y que si los gallos han durado a día de hoy es por el esfuerzo de los aficionados y casteadores. Nadie nos ha regalado nada, solo que la unión hace la fuerza y no el individualismo imperante en nuestros días. He oído expresiones como: “Mientras ganen mis gallos, los de los demás me da igual”, refiriéndose a sus “compañeros” de partido. Sin más, quiero felicitar a estas dos casas de gallos que siguen empeñadas en cuidar y mimar esta tradición en todos los sentidos. Quiero felicitar a sus presidentes, a sus casteadores y aficionados y darles las gracias, porque por lo menos queda algo de la canariedad en los gallos en un rinconcito del Archipiélago.

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Como nos refiere en su artículo anterior “el Mazantini”, la mejor noticia imaginable de la pretemporada nos ha llegado de la Isla Bonita: las galleras de Tazacorte y Los Llanos seguirán un año más valiéndose de las espuelas naturales.
La noticia merece la misma alegría que muestran estos aficionados de la Villa y Puerto ante una de las victorias de su partido, hace ya algunas décadas.
Y es que así están las tradiciones gallísticas en Canarias: abandonadas, humilladas o, como esta, pendientes de un hilo.
En unos tiempos en que se han generalizado las espuelas de plástico, hasta convertidas ya en un negocio, y auspiciadas por quien debiera velar por nuestras costumbres, los dos partidos más antiguos de Canarias tienen la valentía de continuar con este capítulo de la artesanía canaria y de preferir la autenticidad a la adulteración.
Este año habrá una contrata de primera división: Tazacorte y Los Llanos, e innumerables contratas de segunda, tercera y hasta cuarta división en ese reino de taifas en que se han convertido las peleas de gallos canarias.
Felicitamos, con “el Mazantini”, a las directivas y a la afición de Tazacorte y Los Llanos por su sabia decisión, que tanto los honra.

miércoles, 21 de noviembre de 2012

Aficionados en el recuerdo: Tenerife (3)

Hoy nos centramos en el partido Norte, aunque ya hemos hablado de grandes aficionados como Cecilio Acevedo, Florencio González o Domingo García. Este partido abundaba en gallistas sabios, apareciendo hoy muy mermado, porque no ha habido el relevo suficiente. A ello ha contribuido la pérdida de su casa de gallos y también el no disponer de un lugar de peleas en el Valle de La Orotava, como había ocurrido siempre. Actualmente, ya hay una casa de gallos adecuada, aunque no esté situada en el Valle, sino en El Sauzal. Lo otro es cuestión más grave, ya que es inadmisible que el Norte esté celebrando sus jornadas como anfitrión... en la gallera rival.
El inolvidable "Remache"
En el Parque San Francisco, a principios de los años 90, cuando se juntaban unas 300 personas, recuerdo perfectamente a don Modesto Torrens, sentado en las gradas con su mujer alemana y la hija de esta. Era todo un señor, con finos gallos desde los años 50. Entre el público que se ponía de pie tras las sillas, estaba siempre su hijo, un gran amigo hasta hoy mismo, con los programas de las peleas entre Garachico y Güímar, que por aquellos años tenían una gran calidad, a la altura de las del Norte y La Espuela, e incluso, el año que cuidó Pablo Amador en Garachico, por encima de estas. Yo, que entonces era un lego, y más o menos sigo siéndolo fuera del aspecto histórico de los gallos, me sentaba a ver las peleas con el librero Francisco Lemus, sobrino de los legendarios Hermanos Crusanteros. Gracias a él, hice amistad inmediata con el más simpático y extrovertido de los hermanos, o sea, Antonio, quien aún vive, y muy bien, en la Calendaria del Lomo de La Orotava, porque, aunque conocidos como los Crusanteros, ya habían nacido en la Villa. Menos traté al “Remache”, que vemos en esta primera foto, y que moriría en una playa de Fuerteventura al intentar salvar a Antonio. El “Remache” tenía una casa de comidas muy famosa en la subida para el estadio, donde se combinaba la cocina canaria con la venezolana, ya que él había estado en Venezuela y además su muy bella mujer era venezolana. Allí almorcé decenas de veces, platos como el pabellón criollo, y allí se reunían los partidarios, sobre todo en los grandes años de Paquito Falcón. El “Remache” era uno de los aficionados que más generoso apoyo brindaban al partido del Norte.
Entre los aficionados sabios a que me refería antes, he de nombrar a algunos con los que tuve cierto trato, o a los que solía ver, no solo en las peleas, sino en Casa Genaro, en Santa Úrsula. Genaro, un bodeguero excepcional, era compadre de Manuel Fariña, pieza decisiva del partido, un hombre serio, como Pepe Borges Acevedo, que aparecía allí a almorzar todos los domingos con su familia, después de las peleas. A Fariña y Pepe Borges he de sumar el nombre de Vicente Amador (“el Petudo”), que siempre estaba metido en la casa de gallos, y de quien pienso a veces como uno de esos aficionados cuya presencia junto a los cuidadores suponía antaño una garantía para el partido. Con gente como Vicente Amador, no ocurrirían los disparates que hoy ocurren en las casas de gallos, por falta de conocimientos, o de experiencia, de cuidadores noveles o que son de otros países e ignoran las costumbres gallísticas canarias.
Vicente Amador, que murió en un accidente automovilístico, era de Los Realejos, donde ha habido siempre una afición tremenda. Otros dos grandes aficionados de allí que solían aparecer a echarse el vaso de vino en Casa Genaro antes o/y después de las peleas, eran Pepe Rico y Víctor Barreto. Pepe Rico, de la Cruz Santa, era un gran personaje, muy bien recordado en Los Realejos. Víctor Barreto era un hombre serio y trabajador, que sacó unos gallos tremendos en los años 90.

Tirso García y Dominguito Prieto

Aquí tenemos a otro aficionado realejero, Tirso García sosteniéndole un gallo a Domingo Prieto. La fecha es fácil de determinar: 1977 o 1978, ya que son los años en que este fino cuidador estuvo a cargo de los gallos del Norte. Tirso era otro personaje de cuidado, contándose de él anécdotas deliciosas. Una vez se escapó un león no sé si del pequeño zoo que había por El Ramal, y vino a parar a su casa; Tirso estaba en el jardín leyendo el periódico, lo vio y se levantó flemáticamente para meterse dentro de la casa. Otra vez, dos extranjeras le pusieron no sé qué afrodisiaco en la bebida y tuvo que ir al hospital para que se le pudiera bajar el priapismo. Tirso era un hombre simpático y mujeriego. En una ocasión, subía yo con una amiga por la calle Carrera, y él ni me vio, ya que su mirada fue absorbida completamente por el descote de mi amiga.

En la gallera del Norte

En esta foto, que saqué en la gallera de Santa Úrsula, aparece a la izquierda un casteador extraordinario del partido Norte: Manuel de León. Hubo un par de temporadas en que los gallos suyos y los de Luis Machado casi que se bastaban para llenar las listas del Norte. Eso levantaba algunas críticas, pero amigos ¡qué gallos tenían uno y otro! Manuel de León murió de una enfermedad rápida, y lo mismo ocurrió con Cesáreo Cáceres, que aparece al fondo con camisa azul, junto a Juan Díaz. Lo conocíamos como “Sarín”, y era en verdad una excelente persona, de maravilloso trato. Casteaba junto a Elías y a Antonio González, a quien vemos en la siguiente fotografía:

En Casa Genaro (Santa Úrsula)

Todos lo llamábamos Antonio “el Calvo”, para distinguirlo de otros Antonios. Sabía de gallos, y había estado antes en La Espuela. No faltaba a una sola pelea, y también con él hice mucha amistad. En esta foto vemos tras la barra a Genaro Martín, que es quien único vive de los cuatro. A mí me impresiona que Luis López, un buen aficionado, haya ya desaparecido, según Genaro, porque no tengo otra fuente de información. Era un hombre fuerte y aún joven, pero ya sabemos que eso poco significa. A la derecha, Manolo Torres, que tenía una tienda de ropa en la calle Herradores de La Laguna. Era un amigo fabuloso, siempre de buen humor, cuya muerte supuso un duro golpe para la afición lagunera y no digamos para los que disfrutábamos de su amistad. También sabía mucho de gallos, y con él y Ángel Bolaños iba yo muchas veces después de las peleas a probar los vinos norteños.

En la gallera del Norte

Acabamos este periplo de hoy con dos buenos aficionados que ya nos faltan: Pepe López y Jerónimo Herrera. Ninguno era casteador, pero ambos animaban la afición. Pepe López apoyaba mucho al partido, y “Momo” (por su nombre no lo conocíamos) formaba parte de la claque de los taxistas, que en gallos ha sido siempre muy importante, con el gusto por las apuestas, ya por aquellos años 90 completamente inocentes. Pepe López murió de modo fulminante en la gallera de Telde hace unos pocos años, y “Momo” murió, a los 65 años, el 30 de marzo de 2008. En esta foto tenemos, de izquierda a derecha, a Pepe López, “Momo”, Jorge Jova, Juan Díaz, Humberto Sierra y Juan Antonio Díaz. Estamos en junio de 1997, ya que se trata del festejo de fin de temporada el año en que cuidaron los cubanos Jova y Sierra.

lunes, 12 de noviembre de 2012

Una gran victoria de Álvaro Tapia sobre Domingo Prieto


1964 fue un gran año para Álvaro Tapia. Pese a perder por una riña en Lanzarote, el cuidador de Santa Cruz se lució con buenos gallos y buenas peleas, y allí dejó un buen recuerdo, como me contó en su taller de Teguise Juanele Morales, el gran artesano de timples. Precisamente de su hermano, Simón Morales, peleó Tapia, este día en el Viana, un melado, que ganó.
Los únicos que le perdieron a Tapia fueron el de la primera y el de la última. El de la primera era de uno de los grandes aficionados lanzaroteños, don Rafael Ramírez. El de la última, de don Alonso Lecuona, casteador tinerfeño igualmente muy bien conocido. Don Alonso tuvo este año una legión de gallos blancos, y Antonio Tejera, que en ausencia de Tapia llevaba el partido Nuevo, dio la nota en Lanzarote al aparecer, para unas peleas con Teguise en el Teatro Municipal, nada menos que con siete gallos blancos. ¡Lo nunca visto!
El primero de los gallos de don Alonso Lecuona era el llamado “Calzones”. Ese gallo, tras su segunda victoria consecutiva, se picaba él mismo, y Tapia, para poderlo pelear a la semana siguiente, le puso unos calzones para que no se picara. Ganó por tercera vez consecutiva, como volvió a hacerlo este domingo en La Laguna.
La tanda de Tapia combinó gallos de Tenerife con gallos de Lanzarote. Resaltemos el nombre de los Hermanos Blancas, que por estos años tuvieron un gallo fabuloso: el “Peña Redonda”, colorado pinto que hizo tres peleas en Las Palmas y seis en Teguise, una de ellas esta temporada, al cuido pues de Tapia. Sería un buen gallo de casteo, originando los llamados “peñitas”.

miércoles, 7 de noviembre de 2012

Roberto Hernández / Rafael Hernández


Nos entristece dar la noticia de la desaparición casi simultánea de estos dos extraordinarios aficionados y amigos de Los Llanos de Aridane, que aparecen en esta foto sacada un inolvidable día en que, con José Luis Melquiades al volante, dábamos la vuelta a la isla. Paramos en la gallera Guerra para saludar a Samuel y a Salvita, que aparecen a la derecha, y luego almorzamos en Puerto Espínola, sin que faltara nunca el buen humor. Saboreando de aperitivo unos camarones fresquísimos, advertimos de pronto que la botella de vino blanco, situada al lado de Rafael, ya iba por menos de la mitad, lo que provocó en los demás un bombardeo de pullas a las que Rafael, siempre sonriente, respondió justificándose con la necesidad de un buen “entrenamiento”.
A mi visita siguiente, la excursión del cuarteto fue a Garafía, con parada en Tijarafe para probar un vino de tea y Puntagorda para almorzar como faraones, esta vez las carnes de cabrito. Ya estaban los almendros en flor, toda una belleza. Estos trayectos acababan siempre en el Casino de Los Llanos, con Roberto apoyando al Barcelona y Rafael al Real Madrid, y picándose en esto sin dejar nunca de ser lo amigos íntimos que eran. Junto a los gallos, la gran afición de Roberto era el dómino, y la de Rafael llevarse bien con todo el mundo.
Rafael llegó a los 89 años, Roberto a los 70. Ambos, aunque también con las amarguras de algunos tiempos y situaciones difíciles, tuvieron una vida bastante rica, y dejan detrás amistades y aprecios incontables.
Rafael Hernández era el hombre clave en la historia de los gallos de Los Llanos de Aridane, un memorión de tomo y lomo que se lo sabía todo desde los años 40 en adelante. Mucho me ayudó en mis trabajos, y siempre con la sonrisa a flor de labios, mucho calor humano y un humor irresistible.
Roberto era más reservado, y a veces podía parecer algo brusco, pero tras conocerlo bastante bien, pude caracterizarlo así, en la semblanza del “Diccionario”: “Personalidad recia y noble, hombre a la vez serio y cordial, Roberto Hernández pasa a la historia como uno de los nombres más importantes de la cuida gallística palmera en el conjunto de los últimos 50 años”.
El 20 de julio de 2005 le dediqué un artículo en “Jornada”, celebrando su trayectoria gallística, de unas 30 temporadas, entre las cuales algunas legendarias, como la de los “villegas”, en 1967. Hay que corregir que, en el año anterior, a pesar de hacer al final un gran papel, ganó Israel por 1 riña.



Y concluimos, por una parte, haciendo llegar nuestras condolencias, y la de los buenos aficionados que siguen esta página, a la afición de Los Llanos, y en particular al hermano de Roberto, Armando Hernández, que siempre fue para los aficionados tinerfeños como un embajador gallístico de La Palma, y por otra con una pequeña galería fotográfica.
Vemos en primer lugar a Roberto junto a Carola y a Arnoldo, y a la derecha Roberto con “el Capirote”, uno de los extraordinarios “villegas” sacados por José Roberto Pérez Yanes (“Melquiades”). En seguida tenemos a Roberto junto a otro puntal de Los Llanos, Pepín, y un muy joven Pedrito, hoy todo un gran cuidador, en la gallera llanense, y a la derecha con una copa del Campeonato Regional, mereciendo recordarse que Roberto hizo papeles excepcionales en estos campeonatos, antes de que cayeran bajo las garras de la Federación. Las dos fotos siguientes son muy valiosas, ya que se trata de uno de los magníficos “duelos” que Roberto y Adolfo “el Pichón” sostuvieron en Lanzarote. Ganó esta vez Roberto, con el gallo que levanta victorioso; Adolfo, aunque con cara de circunstancia, no perdió la compostura de los maestros y posó aquí junto a su rival. Y cerramos, por fin, con una imagen de Roberto sosteniendo un gallito, como el verdadero maestro que también era.


  
  

miércoles, 31 de octubre de 2012

Aficionados en el recuerdo: Tenerife (2)


Hoy, nuevamente, traemos a esta página a auténticos sabios de los gallos. Allá por los últimos años del siglo que ya pasó, me asombro hoy de haber podido disfrutar la compañía de aficionados tinerfeños tan extraordinarios como Antonio Casañas, Ramón Trujillo y Agustín Morales. En más de una ocasión, acabadas las peleas del Norte y La Espuela, me iba con ellos a almorzar, por ejemplo al pueblo marinero de San Andrés las temporadas que se celebraron en Valle Jiménez.
Antonio Casañas no precisa de presentaciones. Se lo recuerda como una persona del más elegante trato y como uno de los grandes soltadores que tuvo la isla de Tenerife en los años 50 y 60, soltándole los gallos a Pancho “el Músico”, o sea los gallos de La Espuela, partido del que fue presidente algunas temporadas. Por suerte, tenemos aquí la entrevista que le hice en 1998, y en la que nos dice mucho de su vida gallística y de sus ideas sobre los gallos, aunque más sea lo que falte por contar:


El chófer de nuestro equipo era Agustín Morales, familiarmente conocido como Chicho. Yo venía a Santa Cruz desde La Orotava, en guagua, y me daba un salto a la plaza aledaña a la redacción del periódico “El Día”, que era donde él tenía su piso. Íbamos a recoger a Casañas a su casa del barrio de Salamanca, y luego a Ramón Trujillo por la Avenida de Anaga. Ramón era como un hermano mayor de Chicho, y recuerdo que yo me tenía que pasar al sillón de atrás para que él fuera más cómodo. Detalles que me parecían, y siguen pareciendo, muy graciosos. Ramón Trujillo fue otro aficionado a los gallos de toda la vida, y casteaba con sus hermanos, que tuvieron grandes gallos con Pancho allá por los años 50. Era una persona muy señorial, pero a la vez muy simpática, simpatía que prodigaba conmigo, porque le gustaba hablar con la gente joven. Sin duda el que a mí me interesaran tanto los gallos, y me preocupara por su pasado y por su historia, le debía resultar tan grato como a Casañas. Cuando murió, en 2002 (aún iba a las peleas), el periódico “El Día” le dedicó una larga columna de obituario, que muestra lo apreciado que era en la ciudad santacrucera. Aquí tenemos el comienzo de esa nota, muy merecida, donde además no deja de aludirse a su afición a los gallos, ya que, pese a que unos desalmados hubieran arremetido contra esta noble afición una decena de años antes, Ramón Trujillo, a diferencia de otros, ni se retiró de los gallos ni dejó nunca de hacer gala de su afición.
Agustín Morales era un personaje de órdago. Extraordinario. Verdadero genio y figura, hasta la sepultura. Fue un amigo íntimo, insuperable, y ya he dicho que, con Ángel Bolaños y José Luis Melquiades, el más grande que he tenido en los gallos. Me llevaba a mí 24 años, pero eso la verdad es que no significaba nada. Fue él quien me animó a escribir de gallos, lo que yo hice a condición de que me ayudara y firmara conmigo. Escribimos juntos un par de temporadas, él con el apodo de “Perillón”, ya que ese gallo legendario era su favorito de todos los tiempos que llevaba viendo peleas, o sea desde niño, porque su padre había sido hasta presidente de La Espuela. Algunos lo llamaban “Caruso”, porque había sido un gran cantante de ópera. Tenía una energía y una vitalidad asombrosas, y a veces podía ser sumamente colérico. En el mejor sentido de la expresión, puede decirse de Agustín Morales que estaba “medio loco”, pero con lo que de genialidad tiene cierta locura. Loco era sin duda por las mujeres, y nunca olvidaré una vez que íbamos caminando y de pronto, como quien actúa ante la platea de un público de teatro, o sea más dirigiéndose a ese público ideal que a mí, dijo: “A lo largo de mi vida, me he montado a más de MIL mujeres”. Tal proeza donjuanesca sin duda que era hiperbólica, pero es cierto que, con su voz de barítono, que prodigaba cantando por ejemplo boleros en las salas de fiesta del Puerto de la Cruz, debió derretir muchos femeninos corazones.
Hombre de carácter muy abierto, bastó conocer a mi amigo, colega y escritor Nilo Palenzuela Borges, que iba de vez en cuando a los gallos, y que este le dijera cuánto le gustaría criar un gallo, para que se lo regalara, y precioso, de la casta más fina. Porque aún criaba sus gallitos, junto a Eusebio Luzardo, en la finca de los Mascareños, donde yo le saqué la foto casi bíblica con que encabezo este capítulo evocativo de hoy (por desgracia, ya perdí el original y solo puedo reproducir la copia de “Jornada”). Le da, regocijado, de comer a los pollitos, que era lo que más le gustaba de su afición.
En los últimos años de su vida, Agustín Morales, que estaba hacía años separado, reencontró el amor con una mujer, estupenda, de Güímar. Disfrutó unos buenos y serenos años, pero que no fueron todos los que se merecía, falleciendo a los 71 años el 31 de mayo de 2002. Una de las últimas veces que lo vi fue en unas peleas en Güímar. Siguiendo ese repugnante vicio de no quitar los gallos cuando se encuentran en un estado deplorable, aquel día volvió a pasarse la frontera que va del espectáculo a la vergüenza. Agustín Morales, que además había ido a las peleas con su mujer, tuvo uno de sus grandiosos accesos de cólera y se levantó protestando, hasta incluso decir que los gallos, a tenor de los que allí se estaba viendo, harían muy bien en prohibirlos.
Por suerte, guardo este recorte de una entrevista que le hizo Óscar Zurita, y donde el gran Chicho Morales queda perfectamente retratado:


En la foto de Casañas viendo unas peleas, aparece a su lado otro histórico de La Espuela, don Luis Miranda, que era general. Pero a él solo lo conocí de vista. En la siguiente fotografía, de 2002, aparecen otros dos grandes aficionados de La Espuela también desaparecidos: Antoñito Martín (primero por la izquierda) y José Fortuny (segundo por la derecha, de pie). El primero sabía mucho de gallos, y sobre todo era un maestro haciendo espuelas para su partido. De Fortuny hablé hará un año, con motivo de su muerte, que todos sentimos mucho, porque era hombre de la más extrema simpatía, siempre de buen humor. Por estos años, Fortuny era también partidario de Güímar, y son aficionados güimareros quienes aparecen aquí, entre ellos Agustín Delgado, Adrián Mederos, Felipe López, Iván Darias, el cuidador José Carlos Rodríguez, Tato Reyes y el amigo galdense Antonio Montesdeoca.


Por último, en esta otra foto de conjunto, año 2008, sacada en la gallera de La Espuela, aparece a la izquierda otro muy apreciado aficionado de ese partido, aunque él, como su hermano Anselmo, procedía de Tazacorte. Se trata de Luis Sánchez, gran animador de la afición, y que hasta se ponía a vender las entradas a la puerta de la gallera. Junto a él, Carlos Camacho, Chicho, Eduardo Fernández de la Puente, el coronel Tabares, Vicente Sosa, el cuidador Valentín Lorenzo y Rogelio Galván. Luis Sánchez murió hace tres años, habiendo sido la última gran pérdida del histórico partido santacrucero. Era un gran fumador de puros palmeros, que con solo ver la tripa conocía la calidad, y alguna vez me asesoré yo con él. Ni que decir tiene que, como los nombres hoy traídos a colación, sigue bien vivo en el recuerdo de los buenos aficionados.

miércoles, 24 de octubre de 2012

La despedida gloriosa del “Gato Maruca”


Pocos cuidadores han tenido un adiós a los gallos más grande que el que tuvo Manuel Torres “Gato Maruca”. En 1963 doblegó a Pancho por 15 riñas, la mayor ventaja que en 50 años de cuida nadie le sacó al “Músico”. Al año siguiente, como ya vimos, le ganó por 1 riña, en la jornada decisiva, a Domingo Prieto, que esperaba desquitarse de la derrota de su maestro. Pero no solo eso, sino que en esta temporada le ganó a todos los partidos con que se enfrentó.
Aquí tenemos para empezar un programa de la contrata complementaria que el partido de San Cristóbal celebró con el de Garachico, donde cuidaba Antonio Salud, como había hecho el año anterior y haría el siguiente. Se trata de un bonito programa, y valioso además porque no tenemos muchos de Garachico. Lo curioso de esta jornada es que el gallo de la tercera iba con 4 onzas de más, lo que obligó a ir subiendo los gallos... y a pelear dos veces el gallino de Luis Machado... que ganó las dos. Algo muy poco visto en los anales gallísticos. Manuel Torres le tumbó este día un 4 peleas del grancanario Luis Cabrera Brito a Antonio Salud, lo que también debió hacerlo saltar de alegría.


Pasamos de marzo a mayo. La temporada está acabando y de Lanzarote viene con sus gallos Álvaro Tapia, quien, pese a perder por 1 riña ha hecho una gran temporada (aparte dejar allí un reguero de simpatías). No sé si le ganó el de la última, pero sí lo hizo el giro de sus mejores casteadores, los Hermanos Blancas (Julio Blancas fue quien lo contrató). “Gato Maruca” le ganó por mantilla, o por mantilla rabona, que es lo único que podemos saber por lo apuntado en este programa de don Antonio Monteverde, quien de su gallo ha escrito: “Bien. Jugador a lo largo”, sin duda una bella manera de pelear. El gallo de la quinta de San Cristóbal era sin duda del palmero don Francisco Lavers, cuyo nombre aparece mal escrito.



Ya en junio, recibe "Gato Maruca" la visita de los otros dos grandes discípulos del “Músico”: Julián Castillo y Pablo Amador. En una temporada irregular, con muchas enfermedades de los gallos, Julián había ganado por 9 riñas. Entre Triana y San Cristóbal, no sabemos el resultado de la última riña, por lo que pudo darse un 3-3 o una victoria por 4-2 o 4-3 para el gallero tinerfeño. Por esa mala costumbre de no apuntar la última riña, tampoco sabemos el resultado final de las peleas con Pablo, pero “Gato Maruca” ganó 4 riñas y por tanto la confrontación.
En las peleas con Triana, llaman la atención los gallos grandes de San Cristóbal: un giro de 3 riñas de Francisco González Casanova que ganó, un gallino de 5 de Luis Machado (dos en 1963 y tres en 1964) que entabló y un melado de 4 de Pérez de Ascanio que hizo huir a un pinto de una pelea. Peleó luego Julián tres gallos seguidos de uno de sus mejores casteadores: el doctor don José Cuyás.

miércoles, 17 de octubre de 2012

Valentín en el Norte

Decíamos la semana pasada que estaba en el Norte como gallero José Carlos, pero al final se trató de un típico bulo.
¿Cómo nacen los bulos? Aquí tenemos un ejemplo. Pedro el de las Tapias, conocido soltador del Norte (también conocido por su carácter bromista), recibe una llamada de Cecilio Acevedo, ahora algo distanciado del partido, y cuando este le pregunta que quién va a ser el cuidador este año, Pedro le dice que José Carlos. Cecilio lo comenta, y así llega a oídos de los aficionados de La Espuela, diciéndomelo a mí a su vez Arquímedes Acosta, el ex presidente de este partido. Ahora, ya de fuente directa del Norte, nos informan que está apalabrado Valentín, pero sin confirmarnos nada. Recordemos que en La Espuela va a cuidar, en principio, Samuel Acosta, quien ha hecho buenas campañas recientes en La Lucha.
En mis tiempos de "El Día", nunca le hice caso a Pedro el de las Tapias, un muy buen amigo para tomar unas copas por los guachinches del Norte y para hablar de gallos horas y horas, pero también un trolero de mucho cuidado. Otra cosa es Arquímedes Acosta, un hombre serio, de cuya palabra me fío, aunque aquí le venía ya la batata caliente.
En La Palma, Josito el Menso repite en Tazacorte y Quico Acosta va a Los Llanos. En la Nueva está Toño y en la Guerra sigue Pedrito. En El Pinito sigue Orestes y en La Choza cuida Óliver. La Lucha no sabe, mientras que en El Paso estará Samuel Mateo. En La Orilla cuida Pedrín y en El Laurel iba a estar el decano de nuestros cuidadores, Roberto Hernández, pero la salud quizás no se lo permita. Argual y la gallera Pulido pudieran unirse.
Bulos aparte, agradecemos a estos amigos sus informaciones, sobre las que ya volveremos. Hasta que comience la temporada seguiremos en la brecha, iniciando hoy mismo el primer capítulo de recuerdos de casteadores tinerfeños ya desaparecidos físicamente, pero no en la memoria de los buenos aficionados.

Aficionados en el recuerdo: Tenerife (1)

Hace dos semanas fallecía, a los 82 años, uno de los buenos aficionados de la Villa de La Orotava: Domingo García, quien fue, además de casteador, administrador de la casa de gallos del Norte durante toda la época de Domingo Morales “el Boyero”, o sea desde fines de los años 40 hasta principios de los años 60.
Conocí a Domingo García en su muy bonita casa de la calle Verde de La Orotava, tan llena de sabor antiguo, y donde yo mismo había vivido años atrás. Fue con motivo de la elaboración del “Diccionario gallístico de Canarias”, y él no solo me revivió la figura del “Boyero”, de quien guardaba un recuerdo maravilloso (hasta llegó el gran cuidador aruquense a quedarse en su casa), sino que me facilitó la hoja del reportaje que una revista alemana hizo en la gallera del Norte, con su tocayo en destaque y, sobre todo, la curiosidad de ser un reportaje a todo color.
Son muchos los gallistas que he de evocar en esta serie de recuerdos de aficionados desaparecidos, y, como hice en el capítulo de Gran Canaria, comenzaré por los más antiguos. En la siguiente foto aparecen juntos dos de los más grandes: don Eduardo Pérez de Ascanio y don Florencio González. Eran de ideologías políticas contrarias (franquista el primero, republicano el segundo), pero la amistad desde la infancia, unida a la pasión por los gallos, podía más que esas discrepancias que a veces nos envenenan. Al primero no lo traté, pero tampoco necesita presentaciones: fue uno de los casteadores más extraordinarios que tuvo la isla de Tenerife durante muchas décadas, y además su hijo, de todos conocido, continuó la afición con su mismo fervor. A don Florencio sí lo traté bastante, en las peleas tanto como en su pequeña joyería de la calle Herradores de La Laguna, donde por último solía estar leyendo el periódico como el gran señor que era, y merecedor ya de un buen descanso. Era un hombre serio, grave, de respeto, y también culto e inteligente. Lo entrevisté para “Jornada”, pero entonces yo no conocía bien la historia de los gallos en Tenerife, y hoy me queda pena no haber indagado más en su memoria, que venía de fines de los años 20. Esta foto fue realizada por Nicolás Lezcano en 1992, y tiene el interés de tratarse de la última jornada de riñas a que asistió don Eduardo, quien aparece a la izquierda.


La siguiente imagen no le va a la zaga en sabiduría gallística: nada menos que Asdrúbal Bethencourt, Totoño y Cecilio Acevedo aparecen reunidos en una foto que les saqué en una casa de comidas del barrio marinero de San Cristóbal, con motivo de su asistencia a un campeonato regional celebrado en Las Palmas. Se trata de tres verdaderos gigantes de la afición canaria, sobreviviendo solo Totoño, sabio aficionado de Tazacorte. Asdrúbal fue el cronista de muchas décadas y verdaderamente vivía para los gallos. Cecilio Acevedo, legendario soltador de las citadas temporadas del Boyero, era uno de los pilares del Norte, a diferencia de Asdrúbal, que era partidario de La Espuela. Como yo vivía en La Orotava, fue a don Cecilio a quien pude tratar bien, ya que, con más de 80 años, seguía yendo a las peleas, como había hecho toda la vida. Hombre de gran poderío físico, en su manera de ser poseía la misma fortaleza, yo diría que granítica. Era una persona también de mucha simpatía, y lo recuerdo con especial afecto.


Vemos por último a otro gran aficionado de Santa Cruz de Tenerife: don Alonso Lecuona, uno de los muchos médicos aficionados a los gallos (era un prestigioso pediatra). Con él hablé muchas veces en las peleas, tanto en las de La Espuela y el Norte como en las de Garachico y Güímar. Asistía a todas, en compañía de Antoñito Martín y de Monteverde. En esta foto lo vemos recibiendo una placa de homenaje. A su lado, Nayra Martín, Virgilio Pérez, Cecilio Acevedo (hijo) y Francisquito Martín. Don Alonso recibía un justo homenaje por sus años de aficionado, habiendo casteado muchos gallos, entre los que destaca, sin duda, el célebre “Manzanita” que le peleó “el Músico” en los dorados años 50.



miércoles, 10 de octubre de 2012

La entrevista a Adolfo

Hemos vuelto a publicar la interesante entrevista a Adolfo "el Pichón" en mejores condiciones de lectura. Aprovechamos para señalar algunas noticias. En Gran Canaria, Telde actuará esta temporada sin cuidador, como el Sur y Los Llanos. Se mantiene con cuidador Gáldar, que cuenta, al parecer, con los servicios del cubano Yougs. En Tenerife, se dio a Nerín como gallero de La Espuela, pero al final vuelve Valentín, quien ya hizo allí una gran temporada, aunque entonces tenía una galería de grandes gallos de Juan Díaz. En el Norte cuida el hijo de "Piquito". En La Palma, Toño "el Rebotallo" parece firme en la gallera Nueva.

Teatro Viana, final de la temporada de 1964



En la temporada de 1963, cuidó por última vez en La Espuela Francisco Dorta. Tuvo una despedida sin gloria, ya que perdió por 15 riñas ante un buen gallero, pero muy distante de su genio: Manuel Torres, más conocido por “Gato Maruca”. Nunca antes había perdido “el Músico” por tanta diferencia. ¿Qué fue lo que pasó? Con 72 años, Francisco Dorta perdió el tino, y cuenta José Cabrera (Pepe “el Negro”) que cerraba la gallera antes de tiempo para quedarse solo y meter allí a una bella palmera –tan trastornado lo trajo que hasta pensó en vender su pequeña finca de La Orotava. Creo que ya no tiene importancia contar estas historias, que a fin de cuentas lo que hacen es humanizar a personas que son mitos con toda la razón del mundo, pero que también tenían sus flaquezas y cometían errores. Francisco Dorta cuidó 52 temporadas, algo que ningún cuidador ha hecho, pero es que, además, ganó 40 y entabló 2, contándose no pocas de ellas como las más extraordinarias de la historia gallística de Canarias. De las que perdió, solo dos se deben a él mismo, o sea al abandono de su proverbial seriedad, ya que en otras imperó la suerte o no tenía gallos: esas temporadas oscuras fueron la del 63 y la de 1948, cuando cayó ante su discípulo Pepe Palmero por convertir, junto a su ayudante Pablo Amador, la gallera de Barranco Seco en una fiesta, con entradas de bellezas negras incluida. Es otra historia que nunca contaron ni la prensa ni los libros...
“Gato Maruca” repitió triunfo al año siguiente, ahora frente a uno de los mejores discípulos del propio Pancho: Domingo Prieto. Domingo Prieto fue un gran cuidador, pero carecía de la regularidad de su maestro, o de condiscípulos como Pablo Amador o Julián Castillo, por no hablar de Pepe Palmero, que era muy superior a todos ellos. Perdía el “tilín”. Así, este año tuvo un declive fatal a fin de temporada, perdiendo la contrata y también, rotundamente, las peleas que hizo con Álvaro Tapia (Teguise), anunciadas precisamente en este programa.
Esta era la última jornada de la temporada, y debió haber una expectación enorme, ya que La Espuela llevaba solo dos riñas de ventaja y podía pasar de todo, ante un perro viejo como el “Gato Maruca” (valga la contradicción). “Gato Maruca” llegó a llevarle a Domingo 8 riñas, pero tras una mantilla pudo este adelantársele después en 2.
En la despedida y cierre, San Cristóbal ganó las tres primeras y por tanto se puso por delante. Las esperanzas renacen cuando La Espuela se hace con las dos siguientes, pero en las dos últimas gana el “Gato Maruca” la temporada. Tremenda de emoción fue la riña séptima, con dos grandes gallos frente a frente, y el colorado de don Eduardo Pérez de Ascanio matando al final al giro de una riña de don Felipe Zamora.
La tanda de San Cristóbal no deja dudas acerca de quiénes fueron los casteadores de punta laguneros, mientras que en la capitalina predominan los gallos de don Ángel Benítez de Lugo. Hubo muy buenos gallos, como un gallino de Luis Machado que ganó su quinta y entablaría ante Triana, el colorado “Albañil” de don Pedro Tabares que entabló su cuarta, un giro de don Juan Santana que entabló su quinta, un colorado de Pérez de Ascanio que ganó su quinta, un colorado de don Pedro Rodríguez que ganó su tercera y, con tres en la misma temporada, un bayo de Pérez de Ascanio y un melado palmero de Diego Olmos.
“Gato Maruca” cerraba así una trayectoria muy larga, ya que empezó a cuidar en 1928. Se retiró a su casa de Punta Brava, donde disfrutó sus últimos años en compañía de sus más de veinte nietos.

miércoles, 3 de octubre de 2012

Una entrevista a Adolfo Santana (“el Pichón”)

Nos limitamos hoy a reproducir esta interesante entrevista que se le hizo a Adolfo Santana para la revista Lancelot, y que apareció el 14 de marzo de 1987. Cuidaba entonces en la gallera de Teguise, y ganó este año como lo hizo el anterior, pero las peleas fueron ahora muy superiores, con mucho público desde las primeras jornadas. En Lancelot, se publicaron crónicas detalladas de todas las jornadas, firmadas por Fecele.




miércoles, 26 de septiembre de 2012

Aficionados en el recuerdo: Gran Canaria (y 3)

Siguiendo el criterio de la edad, concluyo hoy con tres grandes aficionados grancanarios que desaparecieron prematuramente y no hace muchos años.
Los dos primeros fueron cuidadores, maestro y discípulo: Adolfo Santana “el Pichón” y Antonio Hernández “el Dandi”.


No vamos a referir aquí el historial deportivo de cada uno, ya que está detalladamente descrito en el “Diccionario gallístico de Canarias”. De Adolfo puede decirse que nació para los gallos, y, como Pancho “el Músico” o Toño “el Rebotallo”, no dejaba ni una temporada sin cuidar, lo que hizo desde los 17 años hasta el año mismo de su muerte. Realmente a los 17 años ya sabía mucho de gallos, puesto que entró como ayudante de Pablo Amador en el partido de San José cuando solo tenía 13. Fue en cierta manera un niño prodigio de los gallos; tan en la sangre lo llevaba, que su abuelo no era otro que el legendario José Déniz, de quien heredó ese magnífico apodo de “el Pichón”. De él dijo “el Músico” que era el mejor cuidador de Gran Canaria, como su nieto lo sería posteriormente.
Yo conocí al “Pichón” cuando hacía las crónicas del López Socas en “La Provincia” y me trasladaba de Tenerife a Las Palmas de vez en cuando. Esta foto se la saqué allí, cuando aún no lo había tratado. Al principio era como desconfiado, y hasta me enteré que le molestaba que yo lo llamara en el periódico solo “el Pichón”, sin poner su nombre y primer apellido, lo que, al enterarme, comencé a hacer. Luego coincidimos en los campeonatos y ya trabamos una amistad que pudo ser mayor si nos hubiéramos visto más y si hubiera vivido hasta el momento en que me puse a trabajar en el “Diccionario”, ya que infinidad de cosas y hechos que él había conocido me habrían interesado a mí sobremanera. La última vez que lo vi fue en el campeonato que hacía Antonio Bolaños al fin de temporada en su casa de Gáldar. Nunca olvidaré sus palabras: “Maestro, si el año que viene cuido, que pienso cuidar, voy a regalarle un gallo”. Ese año –2003– no solo había ganado en su partido de Arucas, sino que se proclamó campeón de Canarias. Remontaba así un declive que había tenido en temporadas anteriores, por motivos personales, y también de salud. Lo que me llamó la atención de sus palabras fue sobre todo eso: que no se imaginara una temporada sin él cuidar gallos.


Adolfo Santana es hoy una leyenda de los gallos canarios. Muchos aprendieron con él, y sus grandes temporadas, sobre todo en Arucas y en las galleras de Lanzarote, son inolvidables. Era una de esas personas que se dejan querer, que tienen una fragilidad por la que es difícil tenerles en cuenta lo que pueda disgustarnos de ellos en un momento determinado. En la foto que sigue lo vemos con un conjunto muy importante de cuidadores. A su derecha, Joel Bethencourt, Añón y “el Dandi”; a su izquierda, Toño “el Rebotallo” y Quico Acosta; y en primer plano, Samuel Acosta, Fisio, Nerín y José Carlos Rodríguez. Diez profesionales con mucho que contar, destacando el poder verlo aquí codo a codo con el “Rebotallo”, porque ambos protagonizaron una serie de temporadas espectaculares en Lanzarote, así como debe señalarse la presencia de dos de sus mejores discípulos: Samuel y “el Dandi”.


El otro cuidador grancanario que hemos perdido es Antonio Hernández “el Dandi”. Tuvo una trayectoria más reducida, pero era en las galleras un hombre de confianza, que llevaba los gallos en buenas condiciones. Vino a Tenerife, para cuidar en la gallera del Norte, la temporada 2004. En el Campeonato Regional de 2003 presentó los gallos de Telde como campanas, lo que llevó a la directiva de La Orotava a contratarlo. No tuvo suerte, ya que estuvo lesionado de una pierna toda la temporada, pero solo perdió por 5 riñas y sus gallos iban afinados. Además, en esa temporada, ya la degradación de las tradiciones iba avanzando, no ocurriéndosele a las inteligentes directivas de La Espuela y el Norte otra genial idea que la de pelear 9 gallos por jornada, para así superar la aberración de Los Llanos y Tazacorte, que fueron los primeros en abandonar las 7 peleas, cargándose así el más que consagrado lenguaje gallístico. Los “granjeros” empezaban a imponer su ley. Y aún así, con 32 peleas más y sin condiciones físicas por su parte, “el Dandi” supo capear el temporal.
Lo recuerdo como a un caballero, un hombre serio y cordial, que agradecía mi labor informativa, a diferencia de otros que solo esperan la mínima ocasión para criticar. Su desaparición, en uno de tantos accidentes estúpidos de circulación, nos impresionó mucho a todos los que lo tratamos y tanto lo apreciábamos. Aquí lo vemos, en otra foto mía, junto a Braulio Díaz, otro entusiasta gallista de la extraordinaria afición aruquense.


Del último de estos grandes aficionados grancanarios podríamos hablar también en el capítulo que pienso dedicar a la isla de Tenerife, ya que Ángel Bolaños vivía en la ciudad de La Laguna y fue en esa isla donde lo conocí y traté. Era yerno de uno de los más grandes aficionados que ha tenido Tenerife: don Florencio González, el joyero de la calle Herradores de La Laguna, gallista de pro desde los años 30 hasta el fin de siglo.
Es muy triste para mí que los tres más grandes, enormes amigos que he tenido en el mundo gallístico, hayan ya desaparecido: Agustín Morales (“Caruso”), Ángel Bolaños y, muy recientemente, José Luis Melquiades. Aún viven Orlando Dorta, con 85 años, y Alejo Yánez, con 95, pero ellos son más maestros amados y admirados que personas con quien se mantiene esa relación fraterna que sí tenía yo con aquellos.
Ángel Bolaños no faltaba a una jornada gallística, como partidario del partido Norte, pero sin que nunca perdiera una ecuanimidad que no es frecuente en los medios gallísticos ni en ningún otro medio deportivo. Sabía de gallos, y llevaba los casteos de su suegro, quien todas las temporadas obtenía algunos pocos gallitos de calidad, porque don Florencio sí que no tenía nada de “granjero”. Desde que dejé La Orotava y pasé a vivir en La Laguna, era en el coche de Ángel Bolaños como yo iba a las peleas de Santa Úrsula o de Valle Jiménez. Persona siempre bien dispuesta, era un verdadero amigo de los amigos, como los que se reunían en el bar de La Carpintería, entre ellos Pedro Rivero, Arquímedes Acosta, Ángel Benítez de Lugo, Eduardo Fernández de la Puente o Rogelio Galván, aunque yo prefería pasar por su joyería para comentar las peleas y las noticias de la temporada, encontrándome allí alguna que otra vez con Eduardo Pérez de Ascanio, un gran amigo de la familia.
En esta foto lo acompañan Goyito, aficionado de La Orotava, y un sobrino mío. Asistíamos al campeonato de gallos que se celebraba en el López Socas y, acabadas las peleas, nos fuimos a ver el partido de la Unión Deportiva tras pasar por el restaurante de los Hermanos Rodríguez, equidistante del López Socas y el Estadio Insular.
Volvía yo de uno de mis largos viajes a Portugal –mes de febrero de 2003–, cuando pasé al día siguiente de mi llegada por su joyería, y era a él a la primera persona que iba a ver en Tenerife. Su mujer, persona llena de delicadeza y simpatía, me dio la noticia, y me quedé tan abrumado que fue ella la que me dio ánimos, y no yo a ella.
Sabemos que estamos de paso en este mundo lleno de misterio, y que la muerte forma parte de la vida, pero nunca podemos evitar la sorpresa, y menos el dolor, que nos produce la desaparición de las personas queridas. Morimos con cada una de esas personas que se nos van y que dieron sentido y belleza a nuestras vidas, pero al menos nos queda de ellas un recuerdo luminoso y entrañado, como el que yo guardo de mi amigo Ángel Bolaños.