miércoles, 21 de diciembre de 2011

Una carta de Pedro Cárdenes a Francisco Dorta

Uno de los mejores aficionados a los gallos que ha tenido Canarias es, sin género de dudas, don Pedro Cárdenes. Vivió décadas doradas, desde principio de siglo hasta los años 80, muchas veces acompañando el devenir de los gallos con maravillosas crónicas que inflamaban a la afición. En particular sus escritos de los años 30 y 40 son auténticas joyas. Y además fue quien más indagó en los orígenes y la historia de los gallos en Canarias.
En los años 30 cayó bajo el hechizo de las notas gallísticas que afinaba Francisco Dorta con sus fieras trianeras. Y esa devoción le duró el resto de su vida, ya que para don Pedro no hubo nunca un gallero como Pancho.
Acostumbrado a Pancho, no ve con buenos ojos a los cuidadores de esta temporada, pero esta carta merece ser bien contextualizada.
En efecto, el Picador, gran bebedor de caña, ya iniciaba su declive, pero no olvidemos que Pancho lo consideraba el mejor cuidador de Gran Canaria, y que cuando Pepe Palmero se vio en la tesitura de enfrentarse a su maestro, en 1947, lo primero que hizo fue llamarlo como segundo de a bordo.
Más duro es Pedro Cárdenes con Domingo el Boyero, pero resulta que en esta misma temporada, ya al final, Domingo presentó los gallos en plena forma, y dándole con las espuelas, hasta el punto de que se habló de desafiar al Músico. Hasta habría unas peleas en Tenerife, ganadas, eso sí, por Pancho por 5-2. (No se debe, con todo, hacer mucho caso de estas jornadas de fin de temporada.) El prestigio de Domingo como gran gallero lo alcanzaría en Tenerife, cuidando muchísimas temporadas en el partido Norte, que era uno de los más importantes de las islas. Allí protagonizó míticas temporadas precisamente ante el Músico, incluso ganándole en dos de ellas.
En 1944, como en 1943, cuidan el Picador en Triana y el Boyero en San José. El año pasado había ganado el Picador por 8 riñas, y este se desquita el Boyero, haciéndolo por 9. La temporada en efecto no fue buena, con algunos domingos muy malos y con los gallos trianeros a veces en pésima forma. Pero también hubo grandes jornadas, y sobre todo gallos espectaculares muy bien presentados, empezando por el González Guerra, que peleó el Picador nada menos que cinco veces, siendo la quinta su octavo triunfo. Tan solo eso haría inolvidable esta temporada, pero, por parte de Triana, también pelearon el Montaña Alta de don José Juan Mejías y los topolinos de que habla Pedro Cárdenes (raza que llegó a los años 50), y por San José, le hizo a Domingo tres riñas el torero Mazantini y se cubrió de gloria con unos fenómenos de don Pedro Rodríguez, el gran casteador del Puerto de la Cruz: un canabuey que ganó tres domingos consecutivos (y que llegaría a las 7 riñas) y el famoso Niño, de la casta de los cabañas. Estos gallos de don Pedro, como el Atorrado o el Bizco, campeones también en San José, venían de un célebre canabuey de don Felipe Machado, gallo de impresionantes espuelas amarillas y fabuloso como animal de casteo.
Al año siguiente, el Boyero se pasaría a Triana, pero ya nadie podía hacer nada ante Pepe Palmero, que le ganó por 13 riñas. En el 46, Pepe le gana al Pichón por 22, y así llegamos a los años 47-50, entre Pancho y Pepe. Lo que seguirá, pese a que haya habido grandes temporadas, es un declive irreversible. En 1950, con la peste aviar, se cerraba la edad de oro de los gallos en la isla de Gran Canaria.
Escribe Pedro Cárdenes esta carta tras la décima jornada, cuando lleva San José 4 de ventaja. En esa jornada los gallos joselitos fueron en “lamentable condición”, escribía Montenegro, y dos de Triana perdieron por “agotamiento físico”. Aún peor sería la siguiente jornada.
De la última jornada escribe Ele en “La Provincia” que al final subió él mismo a la valla para entregarle a don Ramón Rodríguez la copa donada por el Cabildo, por resultar su partido vencedor de la temporada. “El público, puesto de pie, aplaudió frenétAñadir imagenicamente a los vencedores, en particular a don Domingo Morales, preparador de los gallos, que una vez más obtiene un gran triunfo, ganándose por sus propios méritos, para el próximo año, el puesto que hoy ocupa, que con tanto tesón y cariño ha sabido defender. La enhorabuena, Domingo”.
Una carta de don José Araña
El 3 de mayo de este mismo año, don José Araña, en nombre del partido de Triana, le pedía gallos de refuerzo a Pancho:
“Estimado amigo Pancho: En vista de lo deficiente que está el partido de Triana de gallos de 4.3, 4.2, 4.1 y 4 libras, y que con toda seguridad a Vd. le sobrarán esos pesos, recurrimos a Vd. para que, mediante una gratificación de 500 a 700 pesetas, nos remita dichos gallos en un número de 6 u 8, que al terminar las peleas se les devolverán a sus respectivos dueños. Es conveniente que todas las gestiones se lleven a efecto con el mayor secreto posible, de lo contrario perderíamos la ventaja, ya que el enemigo ataca por el peso grande, del cual escaseamos. Los gallos que Vd. remita estará de más decirle que serán gallos buenos y sometidos al trabajo que Vd. tan solo sabe darles y que inspira toda nuestra confianza.”
Esos refuerzos no llegarían, porque no se ven gallos tinerfeños encabezando las tandas trianeras en las pocas jornadas que restaban. Como en los años 30, San José poseía una casa de gallos superior, y con muchos gallos grandes. Como nos dijo una vez Julián Castillo, “era muy difícil ganarle a San José”.