Este fue un acontecimiento único en la historia gallística de Canarias, enfrentándose en seis grandes jornadas los dos partidos de Gran Canaria y los dos de Tenerife. Por eso lo hemos relatado con todo detalle en el DGC.
San José, con Israel Vargas (el Artillero), naufragó. El Norte de Domingo Morales (el Boyero) no pasó de la medianía. Así que todo estaba entre La Espuela de Pancho (el Músico) y Triana, que capitaneaba su discípulo Domingo Prieto. Fue este el mayor triunfo deportivo que tuvo Domingo en toda su carrera, ya que en la última jornada, que comentaremos la próxima semana, consiguió doblegar al Músico. A Triana se le habían enfermado los gallos, y Domingo ganó sobre todo con pollos traídos del campo.
Sin restarle méritos a Domingo Prieto, el verdadero campeón fue Francisco Dorta, ya que La Espuela fue el partido que ganó más peleas, el que sacó más ventaja global y el único que le ganó a los tres rivales correspondientes. ¿Entonces? Pues muy sencillo: se cometió el error de calificar por puntos, al modo futbolístico, y no por la ventaja, que es lo gallístico de toda la vida (o era, ya que este fue el ejemplo seguido para otras liguillas). Así que, al año siguiente, no habría repetición de esta interesante fórmula, que se pensó extender a Lanzarote.
Pancho, con todo, debió hacerlo mejor, ya que fue el único que perdió con San José, en la primera jornada, y luego se dejó sorprender por el Norte, partido al que le había sacado 22 riñas. En esta jornada, le gana a Triana y de paso le empata, quedando todo para decidir en el Cuyás siete días después.
Todas las peleas fueron excelentes. La Espuela ganó las dos primeras, con gallos de sus casteadores punteros: José Ramos Ferraz y Ángel Benítez de Lugo. El primero, tras desaparecer los partidos de Abajo y Arriba, le había vendido los gallos a Casañas y Asdrúbal, mientras que el segundo estaba en sus años de apogeo. En la tercera hay otro gallo palmero, de Emilio de la Cruz (único sobreviviente de los casteadores y cuidadores que aquí aparecen), pero que perdió ante el giro de don Nicolás. Pelea muy ovacionada, aunque la siguiente, ganada por La Espuela, fue aun mejor. Al ganar Pancho la quinta, ya se aseguraba los dos puntos. Siguieron unas tablas, rápidas, y la pelea cumbre, a pesar de que ya nada se jugaban unos y otros. El giro de Augusto Díaz sucumbió de un venazo ante el formidable colorado de don Nicolás, que peleó como una verdadera anguila. Lamento no tener a mano las crónicas de la época, que me hubieran permitido detallar más estas peleas.
La tanda trianera la formaban gallos de grandes casteadores, a la cabeza don José Lezcano, quien desde los años 20 se caracterizó por tener pocos pero siempre extraordinarios bichos. Luego están los hermanos Guerra Medina en sus mejores años (Rafael Guerra era el soltador de Triana) y el ineludible don Nicolás Díaz de Aguilar, cuyos gallos fueron decisivos para el triunfo de Domingo.
El Norte le ganaba esta jornada a San José, por lo que se producía un triple empate en la cabeza. En la última jornada, se pensaba que el Norte le ganaría a San José y La Espuela a Triana, pero aquellos empataron y Triana ganaría por 4-3.
San José, con Israel Vargas (el Artillero), naufragó. El Norte de Domingo Morales (el Boyero) no pasó de la medianía. Así que todo estaba entre La Espuela de Pancho (el Músico) y Triana, que capitaneaba su discípulo Domingo Prieto. Fue este el mayor triunfo deportivo que tuvo Domingo en toda su carrera, ya que en la última jornada, que comentaremos la próxima semana, consiguió doblegar al Músico. A Triana se le habían enfermado los gallos, y Domingo ganó sobre todo con pollos traídos del campo.
Sin restarle méritos a Domingo Prieto, el verdadero campeón fue Francisco Dorta, ya que La Espuela fue el partido que ganó más peleas, el que sacó más ventaja global y el único que le ganó a los tres rivales correspondientes. ¿Entonces? Pues muy sencillo: se cometió el error de calificar por puntos, al modo futbolístico, y no por la ventaja, que es lo gallístico de toda la vida (o era, ya que este fue el ejemplo seguido para otras liguillas). Así que, al año siguiente, no habría repetición de esta interesante fórmula, que se pensó extender a Lanzarote.
Pancho, con todo, debió hacerlo mejor, ya que fue el único que perdió con San José, en la primera jornada, y luego se dejó sorprender por el Norte, partido al que le había sacado 22 riñas. En esta jornada, le gana a Triana y de paso le empata, quedando todo para decidir en el Cuyás siete días después.
Todas las peleas fueron excelentes. La Espuela ganó las dos primeras, con gallos de sus casteadores punteros: José Ramos Ferraz y Ángel Benítez de Lugo. El primero, tras desaparecer los partidos de Abajo y Arriba, le había vendido los gallos a Casañas y Asdrúbal, mientras que el segundo estaba en sus años de apogeo. En la tercera hay otro gallo palmero, de Emilio de la Cruz (único sobreviviente de los casteadores y cuidadores que aquí aparecen), pero que perdió ante el giro de don Nicolás. Pelea muy ovacionada, aunque la siguiente, ganada por La Espuela, fue aun mejor. Al ganar Pancho la quinta, ya se aseguraba los dos puntos. Siguieron unas tablas, rápidas, y la pelea cumbre, a pesar de que ya nada se jugaban unos y otros. El giro de Augusto Díaz sucumbió de un venazo ante el formidable colorado de don Nicolás, que peleó como una verdadera anguila. Lamento no tener a mano las crónicas de la época, que me hubieran permitido detallar más estas peleas.
La tanda trianera la formaban gallos de grandes casteadores, a la cabeza don José Lezcano, quien desde los años 20 se caracterizó por tener pocos pero siempre extraordinarios bichos. Luego están los hermanos Guerra Medina en sus mejores años (Rafael Guerra era el soltador de Triana) y el ineludible don Nicolás Díaz de Aguilar, cuyos gallos fueron decisivos para el triunfo de Domingo.
El Norte le ganaba esta jornada a San José, por lo que se producía un triple empate en la cabeza. En la última jornada, se pensaba que el Norte le ganaría a San José y La Espuela a Triana, pero aquellos empataron y Triana ganaría por 4-3.