Hijo de Lope Acosta, Lopito fue un aficionado muy querido, y un apostador de los que más daban ambiente a las peleas de gallos en el esplendoroso Valle de Aridane.
Era tan gallista al cien por cien, que hasta casó con una hermana de Adelino Acosta, otro nombre señero de los gallos en aquella tierra. Así parecían conjuntarse las dos aficiones rivales: Tazacorte y Los Llanos.
Cuando le preguntamos por Lopito, hace unos días, a Arquímedes Acosta –bagañete en La Laguna de Tenerife–, los elogios salieron en cascada: “gran persona”, “muy noble”, “apostador pero nunca peleón”, “nunca ofendía a nadie”, “hombre de corazón”, “buena gente”, “tan querido en Tazacorte como en Los Llanos”...
Esta era su imagen habitual: campechano y con su sombrero. Y aficionado con locura a los gallos. Murió joven, pero vive en el recuerdo de todos los aficionados que lo conocieron.
Era tan gallista al cien por cien, que hasta casó con una hermana de Adelino Acosta, otro nombre señero de los gallos en aquella tierra. Así parecían conjuntarse las dos aficiones rivales: Tazacorte y Los Llanos.
Cuando le preguntamos por Lopito, hace unos días, a Arquímedes Acosta –bagañete en La Laguna de Tenerife–, los elogios salieron en cascada: “gran persona”, “muy noble”, “apostador pero nunca peleón”, “nunca ofendía a nadie”, “hombre de corazón”, “buena gente”, “tan querido en Tazacorte como en Los Llanos”...
Esta era su imagen habitual: campechano y con su sombrero. Y aficionado con locura a los gallos. Murió joven, pero vive en el recuerdo de todos los aficionados que lo conocieron.