miércoles, 23 de noviembre de 2011

Circo Cuyás, 9 de mayo de 1954



En la temporada de 1954, se enfrentaron Pablo Amador por San José y Antonio Gutiérrez –discípulo de Pepe Palmero y maestro de Marcos Melián– por Triana. Fue una magnífica temporada, ganando el cuidador lagunero por 2 riñas, que es precisamente la ventaja que lleva tras el 4-3 de este domingo, el decimocuarto, que fue uno de los mejores, si no el mejor de todos. El aficionado que le envía el programa a don Florencio González le dice: “Los gallos de los dos partidos muy bien. Extraordinarias peleas. Gallos muy buenos”.
Las peleas duraron 19 minutos. Escribe Montenegro: “Tres riñas relámpagos en 4 minutos, y otras tres, las últimas, en 7. Lástima que desentonara la del centro, la cuarta pelea, al invertir ella sola 8 minutos, casi tanto como las seis restantes juntas”.
En las tres primeras liquidaron a sus contrarios el melado de dos riñas de don Antonio Falcón y el colorado del propio Montenegro (casteado con un gallo de Villegas, como dice Montenegro para, modestamente, no nombrarse) en 1 minuto, y el melado pinto de don Antonio Falcón en 2.
Las grandes peleas fueron las tres últimas. De la quinta, entre dos veteranos, escribe Montenegro: “Fue un gran combate, aunque también relámpago. En magníficas condiciones el trianero, peleando bien, dando medias vueltas y entrando a picar con maestría para disparar con toda potencia y afinación, hubiérase apuntado un triunfo más si no tiene que habérselas con gallo tan encontrado. Este se las sabía todas y le esperaba dispuesto a impedirle que se despachara a su gusto. Y así resultó que al minuto cae redondo al suelo el de Triana cogido de tijera. Fue una lástima que perdiera así, pero a su dueño le cabe la satisfacción de haberlo visto bregar en condiciones, en buena lid, sin mengua facultades. Y ya es bastante. Su contrario también tenía el mismo derecho”.
Este último comentario se explica porque Montenegro, al principio de su crónica, se ha quejado de que algunos gallos de Triana venían mermados de facultades.
Le toca ahora ganar a Triana, que establece el 3-3, tumbando además el colorado de 3 riñas de don Francisco Navarro al de 5 riñas de don Simón Doreste Estruch. Pelea pues muy esperada, y que no decepcionó: “Otro gran combate, de características iguales al anterior y que también tuvo que aplaudir el emocionado público. El gallo joselito, admirable peleador, dominaba a su contrario, zarandeándolo al principio, hasta que muy pronto este, también ducho en la materia, se atraviesa e impide los golpes enemigos. La refriega llegó al máximo de emoción cuando el trianero dispara con gran precisión y corta de vena, produciendo la gran hemorragia. El joselito entonces se manifiesta como gallo digno de las cinco victorias conquistadas y va al ataque con furia primera, segunda y tercera vez, hasta que su soltador, temiendo por su vida, salta a la valla y lo retira en medio de gran ovación, cuando habían transcurrido 3 minutos. Es que el gallo trianero es extraordinario y también tenía derecho”.
San José ha ganado las impares y Triana las pares. Todo se decide en la última, y la gana Pablo Amador, que ha llevado los gallos más regulares de cuida. Fue además la pelea de la jornada: “¡Vaya riña esta, caballeros! No puede pedirse nada mejor. ¡Qué tres minutos de emoción! Desde el principio, tuerto el joselito, y ¡de qué manera!, queda loco dando vueltas en medio de la valla. Su contrario continúa castigándole y le tiene ciego en pelea y malherido, consagrándose como gallo terrible de espuelas. El público le aplaude creyéndole ya vencedor. Pero el joselito no había dicho su última palabra. Estaba allí dispuesto a vencer o a morir, tirando siempre el pico en todas direcciones, hasta que en una de estas pilla y dispara con tal violencia y afinación, que su contrario, espantado, da un gran salto. Este se repone y vuelve al ataque, pero un tiro más del ciego y el trianero alcanza fuerte puñalón casi mortal. Entroncan enfurecidos los bichos y se disparan sendos tiros, como gallos no solo excelentes, sino en magnífico estado de cuido. Así da gusto. Uno había de llevarse la palma de la victoria y esta correspondió al fenómeno joselito, aunque su rival, herido de muerte, nunca quiso darse por vencido. Gran ovación”.