De nuevo incluimos en nuestros miércoles gallísticos una brillante e interesantísima colaboración de “el Mazantini”. Si antes se ocupaba del “Patas Verdes” de Tazacorte, ahora lo hace del “Correlón” de don Pedro García Arocena, que se consagró con Domingo Prieto en Triana las temporadas del 60 y el 61. Aun en el 62 Israel Vargas y en el 63 Julián Castillo prepararían en el mismo partido grandes “correlones”, sin olvidar del propio don Pedro los “mata por ojo”. En el 60 le ganó sus dos primeras riñas el “Mata por ojo” original, que dejaba tuertos a sus contrarios para luego acabar con ellos.
miércoles, 31 de agosto de 2011
“El Correlón” de don Pedro García Arocena
El Mazantini
No es una exageración lo que voy a contar, y a las pruebas me remito. Hablo de un gallo de pelea que se llamaba “Correlón”, hijo de un colorado “Cola Larga” de cuatro peleas de don Nicolás Díaz de Aguilar, y de una gallina “Solimar” palmera regalada por don Antonio Falcón Santana a su compañero de partido don Pedro García Arocena. Los “solimares” eran gallos descubiertos por “el Foño”, que les puso el nombre de su hijo.
En el “Diccionario Gallístico”, página 334, leemos, al hablar de los “manzanitas”:
“Pancho casteó en Las Palmas el Manzanita, que se había traído de su segunda temporada en La Palma, con una gallina de Manuel Álvarez Peña, dando muchos manzanitas. Uno de los hijos, cruzado por Pedro García Arocena con una gallina de Antonio Falcón, dio la correlona vieja de García Arocena, de la que saldría, cruzada en los años 52 y 53 con el Cola Larga de Nicolás Díaz de Aguilar, el correlón legítimo de García Arocena. La minuciosa información que aportan García y Mesa en el certificado de raza y castío de una pollita nacida en 1979, añade que «las gallinas de Antonio Falcón regaladas a García Arocena provenían del Mascareño Patas Blancas de Pérez Ascanio, palmeros solimares misianes de Ramos Ferraz y cañones jerezanos nitros de José Villegas».”
Don Pedro tenía por costumbre hacer las echaduras en la azotea de su casa, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y posteriormente, cuando los pollitos eran más granditos, se los llevaba para su finca en el Norte, para después soltarlos en los campos.
Entre esos pollos sueltos estaba nuestro protagonista, un colorado de ojos negros, pico negro y espuelas negras. Después de la recogida de pollos a la edad de quince meses, ingresó en las filas del partido de Triana, cuidando por aquel entonces nuestro tristemente fallecido Domingo Prieto.
Veamos ahora sus peleas, que en la prensa de Las Palmas fueron comentadas por Montenegro (“Falange”) y por Martín Díaz (“Diario de Las Palmas”).
Primera pelea. 27 de marzo de 1960. Colorado de Antonio García Arocena casteado por don Pedro García Arocena de 3 libras y 14 onzas contra giro de Juan Ramírez López casteado por Antonio Falcón Armas de 3 libras y 13 y media onza. Una gran pelea. Dos gallos terribles. En este combate desenvainó las espadas el joselito para emplearlas a fondo; pero el colorado de García Arocena es muy mal enemigo, duro, espuelero y combativo, aparte de reñirse en condiciones magníficas. Chorreaba este animalito gran cantidad de sangre por una pata y a pesar de tan herido, dio siempre la cara a su terrible enemigo respondiéndole con sus perforantes armas para acribillarlo constantemente, hasta derribarlo en tierra sin que este hiciera por levantarse. Grandes aplausos resonaron en el circo al ser retirado el joselito y también muchos descontentos por considerarse un tanto precipitada la decisión del soltador, quien tan seguro estaba de que su gallo no habría de responder que no intentó probarlo entroncándolo con el adversario, cosa que siempre se hace, para satisfacción del público.
Segunda pelea. 24 de abril de 1960. Colorado de Antonio García Arocena casteado por don Pedro García Arocena con 3 libras y 15 onzas de una pelea contra colorado de Juan José Gonzáles Sintes casteado por los Señores Hermanos Falcón de 3 libras y 14 onzas y media. De los catorce gallos presentados en la 12 jornada de riñas, fue el colorado de don Pedro García Arocena el que más gustó. Fue el mismo gallo de la vez anterior: esquivador y espuelero. Las apuestas se inclinan por el de Triana. El de Triana acusa un cañazo en la pata izquierda. El trianero no da cuartel y hace trepidar a los aficionados en sus asientos. Las apuestas llegan 20-10 a favor del de don Pedro. Por último, fue retirado el joselito.
Tercera pelea. 15 de mayo de 1960. Colorado de Antonio García Arocena casteado por don Pedro García Arocena con 3 libras y 14 onzas y dos peleas contra colorado de Hermes Ortega Brito casteado por los señores Guerra y Martín de 3 libras y 13 onzas y media. La hazaña del castio de Pedro García Arocena deja boquiabierta a la afición. Dentro de un terrible “tú a tú” y de una emoción sin limites transcurrieron las riñas del domingo. Las apuestas están a favor de Triana. Pasan bien. El de San José es un gallo terrible, muy certero que causa gravísimas heridas al gallo que pretende el salto al generalato. Se teme por la vida del gallo de Arocena, mas aunque está muy destrozado busca su pelea, esquiva maravillosamente y poco a poco logra con sus recursos igualar la contienda. El público sigue sin pestañear sumido en la terrible emoción del forcejeo; el trianero está muy herido y se da por seguro que su rival al primer tiro que afiance puede dejarlo en tierra, pero él sigue haciendo su pelea con quiebros de cabeza y de cuello y de esta forma logra dominar a su oponente, que es retirado de la valla por su soltador cuando nada puede hacer por eliminar a un gallo que ha ganado con todos los honores el generalato.
Cuarta pelea. 29 de mayo de 1960. Por San José un giro de 3-12 del doctor don José Juan Mejías castío de don José Villegas Afonso. Pollo nuevo que había de enfrentarse nada menos que con el fenómeno de estos tiempos, con el colorado 3-11 y medio ganador de 3 peleas en esta temporada de don Antonio García Arocena castio de don Pedro García Arocena por el partido de Triana. Aquello fue una cosa terrible. Dos gallos soberbios. Pero aunque el pollo con toda su bravura no se resignaba a perder, no pudo contra los trucos de su práctico y habilidoso enemigo, que sabe escurrir el bulto e hincar la cabeza en el suelo en los momentos más precisos. La contienda fue rápida y el pollo sucumbió acribillado en lo que el diablo se estrega un ojo. Grandes aplausos para el gallo y el gallero. Al público le entusiasman las peleas rápidas y los gallos habilidosos. La verdad, es que con gallos de tal categoría y con un poquito de “buena preparación”, el triunfo está siempre asegurado, como ocurrió en este caso, aunque ganara San José las dos peleas restantes.
Quinta pelea. 2 de abril de 1961. Por San José, retinto de Fermín de Armas de peso 4-3 castío de los señores Hermanos Falcón contra el 4-2 y media con 4 peleas de Antonio García Arocena, castío de su hermano Pedro García Arocena. Pelea fantástica de gran emoción en el que el gallo de García Arocena destruye a su contrario desde la primera picada dejándolo “tirado” sin que pudiera valerse, en un tiro disparado por la espalda. Este gran gallo, por su arte guerrillero y por el empleo a fondo de sus mortíferos puñales desde que entra en batalla, es el mejor gallo que ha pisado la valla en los últimos tiempos y tan bueno como los mejores de cualquier época. A los 3 minutos le retiraron su rival acribillado aunque ofrecía dificultades el poder hacer blanco contra quien no ofrecía resistencia. La ovación del vencedor fue general. La enorabuena para los señores García Arocena, dueño y casteador de tal fenómeno.
Sexta pelea. 16 de abril de 1961. Martín Díaz refiere esta gran riña con todo detalle.
El Correlón –gallo de plumaje colorado, con 5 riñas en su haber y del castío de don Pedro García Arocena– figura ya con letras de buen tamaño en los anales gallísticos de Canarias. Su estilo de pelea y sus certeras estocadas concentraron la atención de los entendidos durante cinco encuentros que le hicieron ganar el generalato con calificaciones de sobresaliente. No faltaron, como es frecuente en estos casos –cada cual es muy dueño de pensar y opinar según su razón y conveniencia–, opiniones que pretendían establecer que el Correlón fue, más que un gran gallo, un gallo de suerte, en razón a que los enemigos que le fueron enfrentados no eran de calidad y por añadidura poco heridores, por lo que no se pudo comprobar la reacción del general al sentirse herido de verdad.
Ahora, frente al giro de 3 peleas del castío de José Villegas, la situación relativa al Correlón ha quedado, a nuestra manera de ver, completamente esclarecida. Cierto es que la brillante carrera del colorado ha sido parada en seco porque está en lo posible que no pueda volver nunca más a la valla, pero cierto es también que la difícil situación atravesada por este gallo pone de relieve de manera clara y precisa que el Correlón fue en todo momento un gallo extraordinario.
El anuncio de que el Correlón pretendía revalidar su fama de magnifico espadachín frente a un tres peleas del famosísimo castío de don José Villegas congregó más público de lo normal en la gallera del Cuyás. El lleno fue de los buenos y consecuentemente la expectación respondió al interés despertado ante un combate que bien podía catalogarse como el combate del año.
Cuando Domingo Prieto saltó a la valla con el colorado en la mano, sonaron no pocos aplausos en honor al gallo de García Arocena. El Correlón, como siempre, mostraba sus propias espuelas mientra que el giro ofrecía un par de postizos bien sujetos con las cintas de los colores del partido de San José. Las apuestas se inclinaban a favor del trianero y los joselitos pidieron momios, llegándose hasta la relación de 40 a 30, es decir, ofreciendo doscientas pesetas en el caso de que perdiera el de García Arocena y a cobrar ciento cincuenta si ocurría lo contrario.
Después del pesaje y limpieza de espuelas por parte de los soltadores Rafael Guerra y José Araña y después de que los galleros Domingo e Israel hicieron entrar en calor a los gallos, se efectuó la suelta correspondiente.
Por unos instantes pareció como si nadie respirase en la Gallera. Silencio y ojos en movimiento. Dentro del pecho los corazones de los aficionados revoloteaban presos del duro impacto que representaba semejante combate. La prueba era difícil para ellos y para los gallos. Tras las primeras fue creciendo la tensión hasta que de pronto surgió un “¡Fuerte pelea, Hermano!”. Un aficionado daba así rienda suelta a la enorme emoción que sentía.
El colorado se muestra más contundente en las embestidas, pero al poco tiempo inicia sus clásicos quiebros para desconcertar al fiero enemigo que se le enfrenta. Nos parecen sus movimientos más lentos que en anteriores encuentros; sin tiempo para considerar esto, el de Triana queda ciego del ojo derecho. Hay quien asegura que el gallo se ha herido él mismo, cosa difícil de apreciar, ya que el de Villegas no es manco, y aunque menos arriero que el general se muestra certero y deja constancia de sus espuelas y de su clase en el colorado.
Las apuestas se inclinan a favor del giro y los joselitos ven en puertas la gran oportunidad; no obstante, la suerte aún no está echada porque el Correlón se defiende y trata de nivelar la pelea. Lejos de conseguir frenar al de Villegas, la situación se le pone peor y la suerte juega en su contra y dos o tres gotas de sangre afloran en la arena. No es preciso más para que el ojo del aficionado se percate de la desgracia.
“¡El colorado tiene un cañazo!”–gritan. Efectivamente, el Correlón se ha herido con la espuela derecha en la cañera izquierda. La desilusión cunde entre los trianeros. Detenemos por un instante nuestra vista en Pedro García Arocena; sigue la riña como es habitual en él, sin pestañear, sin el menor movimiento, como si la sangre se le hubiese evaporado del cuerpo, pero eso sí, blanco como un cirio. Sin lugar a dudas su pensamiento se percata también de la gran tragedia que amenaza a su gallo.
Parece que la pelea está resuelta. El giro se mantiene entero y carga una y otra vez tratando de aventajar de manera definitiva. Ahora, más que al resultado de la pelea, los aficionados están atentos a las reacciones del general. Interesa saber hasta dónde llega en la dura prueba que está atravesando. Tras un ataque del joselito, el Correlón responde con certero revuelo y enorme clamor, esta vez dentro del ámbito de la gallera. Los trianeros han quedado paralizados, pues ven que el de García Arocena ha metido sus espuelas en las carnes del giro y que este acusa de manera ostensible la estocada. Inmediatamente, el Correlón busca recursos en la salida. Tras cada salida, entra con rabia; el joselito ha perdido bastante de su viveza inicial y se deja coger de buche en una de las embestidas, pero esta vez tiene suerte porque la estocada no fue certera.
Las salidas perjudican al Correlón; la pata juega y el hilo de sangre que sale por la cañera va dejando impresionante estela sobre la arena de la valla. “¡Ese animal terminará por entregarse!”, afirma alguien cercano a nosotros. Es el sentimiento que anida en cuantos saben las consecuencias de esta clase de heridas. Nuevo toma y daca y el giro cobra un puñalón en lo alto del matadero.
Un río de sangre va quedando tras el colorado. Las fuerzas han de fallarle de un momento a otro, pero resulta lo contrario. Ni las salidas ni la pérdida de sangre afectan gran cosa al general, y el de Villegas va perdiendo terreno, se muestra cansado. Nuevas salidas del trianero para revolverse ligero. Por unos instantes, el general parece loco. Corre con desesperación alrededor de los barrotes y a lo largo y ancho del coso. Se considera que el animal está a punto de entregarse y posiblemente de huirse. Ya no debe tener sangre, sin embargo vuelve al ataque. Los dos gallos están casi agotados. En el público hay quien pide tabla. Los de San José se oponen pensando que el Correlón va a caer en tierra de un momento a otro, pero ocurre que el giro canta un degüello y esto precipita la resolución final. Los soltadores acuerdan dejar en tabla la pelea y por lo tanto no hay vencedor ni vencido. El Correlón ha sido frenado en su brillante carrera, no sin antes demostrar que pertenece a una casta de gallos en la que se puede confiar plenamente. El giro de Villegas demostró también ser un gallo puntero; el solo hecho de bajarle los humos a un general ya es de por si una hazaña extraordinaria.
Descendencia y muerte del Correlón. Sus hijos fueron los “mauras” y “miuras” que sacó Agustín Cabrera Sánchez. Murió casteando con él, de la forma más injusta y cobarde, en el barrio del Polvorín, de una septicemia provocada por una pedrada que le habían dado unos chiquillos cuando estaba suelto con las gallinas.
No es una exageración lo que voy a contar, y a las pruebas me remito. Hablo de un gallo de pelea que se llamaba “Correlón”, hijo de un colorado “Cola Larga” de cuatro peleas de don Nicolás Díaz de Aguilar, y de una gallina “Solimar” palmera regalada por don Antonio Falcón Santana a su compañero de partido don Pedro García Arocena. Los “solimares” eran gallos descubiertos por “el Foño”, que les puso el nombre de su hijo.
En el “Diccionario Gallístico”, página 334, leemos, al hablar de los “manzanitas”:
“Pancho casteó en Las Palmas el Manzanita, que se había traído de su segunda temporada en La Palma, con una gallina de Manuel Álvarez Peña, dando muchos manzanitas. Uno de los hijos, cruzado por Pedro García Arocena con una gallina de Antonio Falcón, dio la correlona vieja de García Arocena, de la que saldría, cruzada en los años 52 y 53 con el Cola Larga de Nicolás Díaz de Aguilar, el correlón legítimo de García Arocena. La minuciosa información que aportan García y Mesa en el certificado de raza y castío de una pollita nacida en 1979, añade que «las gallinas de Antonio Falcón regaladas a García Arocena provenían del Mascareño Patas Blancas de Pérez Ascanio, palmeros solimares misianes de Ramos Ferraz y cañones jerezanos nitros de José Villegas».”
Don Pedro tenía por costumbre hacer las echaduras en la azotea de su casa, en la ciudad de Las Palmas de Gran Canaria, y posteriormente, cuando los pollitos eran más granditos, se los llevaba para su finca en el Norte, para después soltarlos en los campos.
Entre esos pollos sueltos estaba nuestro protagonista, un colorado de ojos negros, pico negro y espuelas negras. Después de la recogida de pollos a la edad de quince meses, ingresó en las filas del partido de Triana, cuidando por aquel entonces nuestro tristemente fallecido Domingo Prieto.
Veamos ahora sus peleas, que en la prensa de Las Palmas fueron comentadas por Montenegro (“Falange”) y por Martín Díaz (“Diario de Las Palmas”).
Primera pelea. 27 de marzo de 1960. Colorado de Antonio García Arocena casteado por don Pedro García Arocena de 3 libras y 14 onzas contra giro de Juan Ramírez López casteado por Antonio Falcón Armas de 3 libras y 13 y media onza. Una gran pelea. Dos gallos terribles. En este combate desenvainó las espadas el joselito para emplearlas a fondo; pero el colorado de García Arocena es muy mal enemigo, duro, espuelero y combativo, aparte de reñirse en condiciones magníficas. Chorreaba este animalito gran cantidad de sangre por una pata y a pesar de tan herido, dio siempre la cara a su terrible enemigo respondiéndole con sus perforantes armas para acribillarlo constantemente, hasta derribarlo en tierra sin que este hiciera por levantarse. Grandes aplausos resonaron en el circo al ser retirado el joselito y también muchos descontentos por considerarse un tanto precipitada la decisión del soltador, quien tan seguro estaba de que su gallo no habría de responder que no intentó probarlo entroncándolo con el adversario, cosa que siempre se hace, para satisfacción del público.
Segunda pelea. 24 de abril de 1960. Colorado de Antonio García Arocena casteado por don Pedro García Arocena con 3 libras y 15 onzas de una pelea contra colorado de Juan José Gonzáles Sintes casteado por los Señores Hermanos Falcón de 3 libras y 14 onzas y media. De los catorce gallos presentados en la 12 jornada de riñas, fue el colorado de don Pedro García Arocena el que más gustó. Fue el mismo gallo de la vez anterior: esquivador y espuelero. Las apuestas se inclinan por el de Triana. El de Triana acusa un cañazo en la pata izquierda. El trianero no da cuartel y hace trepidar a los aficionados en sus asientos. Las apuestas llegan 20-10 a favor del de don Pedro. Por último, fue retirado el joselito.
Tercera pelea. 15 de mayo de 1960. Colorado de Antonio García Arocena casteado por don Pedro García Arocena con 3 libras y 14 onzas y dos peleas contra colorado de Hermes Ortega Brito casteado por los señores Guerra y Martín de 3 libras y 13 onzas y media. La hazaña del castio de Pedro García Arocena deja boquiabierta a la afición. Dentro de un terrible “tú a tú” y de una emoción sin limites transcurrieron las riñas del domingo. Las apuestas están a favor de Triana. Pasan bien. El de San José es un gallo terrible, muy certero que causa gravísimas heridas al gallo que pretende el salto al generalato. Se teme por la vida del gallo de Arocena, mas aunque está muy destrozado busca su pelea, esquiva maravillosamente y poco a poco logra con sus recursos igualar la contienda. El público sigue sin pestañear sumido en la terrible emoción del forcejeo; el trianero está muy herido y se da por seguro que su rival al primer tiro que afiance puede dejarlo en tierra, pero él sigue haciendo su pelea con quiebros de cabeza y de cuello y de esta forma logra dominar a su oponente, que es retirado de la valla por su soltador cuando nada puede hacer por eliminar a un gallo que ha ganado con todos los honores el generalato.
Cuarta pelea. 29 de mayo de 1960. Por San José un giro de 3-12 del doctor don José Juan Mejías castío de don José Villegas Afonso. Pollo nuevo que había de enfrentarse nada menos que con el fenómeno de estos tiempos, con el colorado 3-11 y medio ganador de 3 peleas en esta temporada de don Antonio García Arocena castio de don Pedro García Arocena por el partido de Triana. Aquello fue una cosa terrible. Dos gallos soberbios. Pero aunque el pollo con toda su bravura no se resignaba a perder, no pudo contra los trucos de su práctico y habilidoso enemigo, que sabe escurrir el bulto e hincar la cabeza en el suelo en los momentos más precisos. La contienda fue rápida y el pollo sucumbió acribillado en lo que el diablo se estrega un ojo. Grandes aplausos para el gallo y el gallero. Al público le entusiasman las peleas rápidas y los gallos habilidosos. La verdad, es que con gallos de tal categoría y con un poquito de “buena preparación”, el triunfo está siempre asegurado, como ocurrió en este caso, aunque ganara San José las dos peleas restantes.
Quinta pelea. 2 de abril de 1961. Por San José, retinto de Fermín de Armas de peso 4-3 castío de los señores Hermanos Falcón contra el 4-2 y media con 4 peleas de Antonio García Arocena, castío de su hermano Pedro García Arocena. Pelea fantástica de gran emoción en el que el gallo de García Arocena destruye a su contrario desde la primera picada dejándolo “tirado” sin que pudiera valerse, en un tiro disparado por la espalda. Este gran gallo, por su arte guerrillero y por el empleo a fondo de sus mortíferos puñales desde que entra en batalla, es el mejor gallo que ha pisado la valla en los últimos tiempos y tan bueno como los mejores de cualquier época. A los 3 minutos le retiraron su rival acribillado aunque ofrecía dificultades el poder hacer blanco contra quien no ofrecía resistencia. La ovación del vencedor fue general. La enorabuena para los señores García Arocena, dueño y casteador de tal fenómeno.
Sexta pelea. 16 de abril de 1961. Martín Díaz refiere esta gran riña con todo detalle.
El Correlón –gallo de plumaje colorado, con 5 riñas en su haber y del castío de don Pedro García Arocena– figura ya con letras de buen tamaño en los anales gallísticos de Canarias. Su estilo de pelea y sus certeras estocadas concentraron la atención de los entendidos durante cinco encuentros que le hicieron ganar el generalato con calificaciones de sobresaliente. No faltaron, como es frecuente en estos casos –cada cual es muy dueño de pensar y opinar según su razón y conveniencia–, opiniones que pretendían establecer que el Correlón fue, más que un gran gallo, un gallo de suerte, en razón a que los enemigos que le fueron enfrentados no eran de calidad y por añadidura poco heridores, por lo que no se pudo comprobar la reacción del general al sentirse herido de verdad.
Ahora, frente al giro de 3 peleas del castío de José Villegas, la situación relativa al Correlón ha quedado, a nuestra manera de ver, completamente esclarecida. Cierto es que la brillante carrera del colorado ha sido parada en seco porque está en lo posible que no pueda volver nunca más a la valla, pero cierto es también que la difícil situación atravesada por este gallo pone de relieve de manera clara y precisa que el Correlón fue en todo momento un gallo extraordinario.
El anuncio de que el Correlón pretendía revalidar su fama de magnifico espadachín frente a un tres peleas del famosísimo castío de don José Villegas congregó más público de lo normal en la gallera del Cuyás. El lleno fue de los buenos y consecuentemente la expectación respondió al interés despertado ante un combate que bien podía catalogarse como el combate del año.
Cuando Domingo Prieto saltó a la valla con el colorado en la mano, sonaron no pocos aplausos en honor al gallo de García Arocena. El Correlón, como siempre, mostraba sus propias espuelas mientra que el giro ofrecía un par de postizos bien sujetos con las cintas de los colores del partido de San José. Las apuestas se inclinaban a favor del trianero y los joselitos pidieron momios, llegándose hasta la relación de 40 a 30, es decir, ofreciendo doscientas pesetas en el caso de que perdiera el de García Arocena y a cobrar ciento cincuenta si ocurría lo contrario.
Después del pesaje y limpieza de espuelas por parte de los soltadores Rafael Guerra y José Araña y después de que los galleros Domingo e Israel hicieron entrar en calor a los gallos, se efectuó la suelta correspondiente.
Por unos instantes pareció como si nadie respirase en la Gallera. Silencio y ojos en movimiento. Dentro del pecho los corazones de los aficionados revoloteaban presos del duro impacto que representaba semejante combate. La prueba era difícil para ellos y para los gallos. Tras las primeras fue creciendo la tensión hasta que de pronto surgió un “¡Fuerte pelea, Hermano!”. Un aficionado daba así rienda suelta a la enorme emoción que sentía.
El colorado se muestra más contundente en las embestidas, pero al poco tiempo inicia sus clásicos quiebros para desconcertar al fiero enemigo que se le enfrenta. Nos parecen sus movimientos más lentos que en anteriores encuentros; sin tiempo para considerar esto, el de Triana queda ciego del ojo derecho. Hay quien asegura que el gallo se ha herido él mismo, cosa difícil de apreciar, ya que el de Villegas no es manco, y aunque menos arriero que el general se muestra certero y deja constancia de sus espuelas y de su clase en el colorado.
Las apuestas se inclinan a favor del giro y los joselitos ven en puertas la gran oportunidad; no obstante, la suerte aún no está echada porque el Correlón se defiende y trata de nivelar la pelea. Lejos de conseguir frenar al de Villegas, la situación se le pone peor y la suerte juega en su contra y dos o tres gotas de sangre afloran en la arena. No es preciso más para que el ojo del aficionado se percate de la desgracia.
“¡El colorado tiene un cañazo!”–gritan. Efectivamente, el Correlón se ha herido con la espuela derecha en la cañera izquierda. La desilusión cunde entre los trianeros. Detenemos por un instante nuestra vista en Pedro García Arocena; sigue la riña como es habitual en él, sin pestañear, sin el menor movimiento, como si la sangre se le hubiese evaporado del cuerpo, pero eso sí, blanco como un cirio. Sin lugar a dudas su pensamiento se percata también de la gran tragedia que amenaza a su gallo.
Parece que la pelea está resuelta. El giro se mantiene entero y carga una y otra vez tratando de aventajar de manera definitiva. Ahora, más que al resultado de la pelea, los aficionados están atentos a las reacciones del general. Interesa saber hasta dónde llega en la dura prueba que está atravesando. Tras un ataque del joselito, el Correlón responde con certero revuelo y enorme clamor, esta vez dentro del ámbito de la gallera. Los trianeros han quedado paralizados, pues ven que el de García Arocena ha metido sus espuelas en las carnes del giro y que este acusa de manera ostensible la estocada. Inmediatamente, el Correlón busca recursos en la salida. Tras cada salida, entra con rabia; el joselito ha perdido bastante de su viveza inicial y se deja coger de buche en una de las embestidas, pero esta vez tiene suerte porque la estocada no fue certera.
Las salidas perjudican al Correlón; la pata juega y el hilo de sangre que sale por la cañera va dejando impresionante estela sobre la arena de la valla. “¡Ese animal terminará por entregarse!”, afirma alguien cercano a nosotros. Es el sentimiento que anida en cuantos saben las consecuencias de esta clase de heridas. Nuevo toma y daca y el giro cobra un puñalón en lo alto del matadero.
Un río de sangre va quedando tras el colorado. Las fuerzas han de fallarle de un momento a otro, pero resulta lo contrario. Ni las salidas ni la pérdida de sangre afectan gran cosa al general, y el de Villegas va perdiendo terreno, se muestra cansado. Nuevas salidas del trianero para revolverse ligero. Por unos instantes, el general parece loco. Corre con desesperación alrededor de los barrotes y a lo largo y ancho del coso. Se considera que el animal está a punto de entregarse y posiblemente de huirse. Ya no debe tener sangre, sin embargo vuelve al ataque. Los dos gallos están casi agotados. En el público hay quien pide tabla. Los de San José se oponen pensando que el Correlón va a caer en tierra de un momento a otro, pero ocurre que el giro canta un degüello y esto precipita la resolución final. Los soltadores acuerdan dejar en tabla la pelea y por lo tanto no hay vencedor ni vencido. El Correlón ha sido frenado en su brillante carrera, no sin antes demostrar que pertenece a una casta de gallos en la que se puede confiar plenamente. El giro de Villegas demostró también ser un gallo puntero; el solo hecho de bajarle los humos a un general ya es de por si una hazaña extraordinaria.
Descendencia y muerte del Correlón. Sus hijos fueron los “mauras” y “miuras” que sacó Agustín Cabrera Sánchez. Murió casteando con él, de la forma más injusta y cobarde, en el barrio del Polvorín, de una septicemia provocada por una pedrada que le habían dado unos chiquillos cuando estaba suelto con las gallinas.
Juan Guillermo
He aquí otra de las grandes obras de Juan Guillermo, y sin duda la menos conocida de los aficionados entre las que dedicó a los gallos.
Se titula “Arlequín con gallo”, y está datada en 1952. Conocemos pues cuatro preciosas pinturas gallísticas de este fino pintor grancanario: “Pescador con gallo” –que presentamos hace dos miércoles–, la de los gallos en revuelo y la del colorado “dróper” de don Ramón Rodríguez.
Se titula “Arlequín con gallo”, y está datada en 1952. Conocemos pues cuatro preciosas pinturas gallísticas de este fino pintor grancanario: “Pescador con gallo” –que presentamos hace dos miércoles–, la de los gallos en revuelo y la del colorado “dróper” de don Ramón Rodríguez.
Frontón Tenerife, 6 de abril de 1952
En esta segunda temporada de Pancho “el Músico” al mando de La Espuela a lo largo de los años 50, ya logró ganarle a Domingo “el Boyero”, aunque solo por 5 riñas y sufriendo un capote casi al final.
Lo más destacado de la temporada estuvo sin duda en la serie de grandes gallos que preparó Pancho, en particular el “Agapito”, que vino de Tazacorte con cuatro riñas –allí lo peleó Pepe Jiménez, discípulo del propio Pancho– y ganó tres más este año, el “Manzanita” de don Alonso Lecuona, el “Camurria” de Francisco López (que se lo regaló al legendario luchador) y el “Soldadito” de Totoño, ya famoso de la temporada anterior. Hubo también grandes gallos de Gregorio Cubas por La Espuela y, por supuesto, de los Acevedo por el Norte.
En esta jornada novena, ganó La Espuela por ventaja, y subió a 12 la general (llegaría a 15, para luego perder nada menos que la ventaja de 10 riñas en los últimos cuatro domingos). Su primer gallo del día no es otro que el “Agapito” ganando su séptima y última riña, ya que “el Boyero” se lo tumbaría a Pancho el día del capote. “Agapito” fue casteado por Pepe Gómez; en La Palma peleó a nombre de Policarpo Lorenzo, y en Tenerife de los sres. Hernández Cejas, como se ve en el programa. Ganó en 9:34, con su acometividad característica. En la cuarta le peleó a Pancho el “Manzanita”, que se hizo con su quinta antorcha. Este fabuloso gallo llegó a ser comparado, por su inteligencia, al celebérrimo gallo “Gente”.
La mejor riña fue la última, ganándole a un giro de Vicente Amador (“el Petudo”) un giro del palmero Ramos Ferraz, tan contundente que se lo bautizó al final de la pelea como “el Ametrallador”. La pelea fue el típico tiro a tiro, pero al final se la llevó de calle el de la Isla Bonita, que ganó en 3:59. La pelea más rápida (2:37) la ganó el colorado de don Ramón Rodríguez, pero también destacaron el colorado de los Acevedo de la tercera y el giro de Gregorio Cubas.
Una gran jornada en el Frontón de Santa Cruz de Tenerife, como casi todas las de estas temporadas, antes de que se instaurara cierta rutina en la contienda clásica, con Pancho además ya iniciando su declive.
Abajo a la derecha del programa aparece la publicidad de la Imprenta Cedrés, que llevaba José Cedrés, casteador de La Espuela y que además escribía las crónicas de las peleas, firmándolas como “Perillón”. Y en cuanto a las peleas que se anuncian para el 3 de mayo son las de La Espuela y San José cuyo cartel reproducíamos la semana pasada.
Lo más destacado de la temporada estuvo sin duda en la serie de grandes gallos que preparó Pancho, en particular el “Agapito”, que vino de Tazacorte con cuatro riñas –allí lo peleó Pepe Jiménez, discípulo del propio Pancho– y ganó tres más este año, el “Manzanita” de don Alonso Lecuona, el “Camurria” de Francisco López (que se lo regaló al legendario luchador) y el “Soldadito” de Totoño, ya famoso de la temporada anterior. Hubo también grandes gallos de Gregorio Cubas por La Espuela y, por supuesto, de los Acevedo por el Norte.
En esta jornada novena, ganó La Espuela por ventaja, y subió a 12 la general (llegaría a 15, para luego perder nada menos que la ventaja de 10 riñas en los últimos cuatro domingos). Su primer gallo del día no es otro que el “Agapito” ganando su séptima y última riña, ya que “el Boyero” se lo tumbaría a Pancho el día del capote. “Agapito” fue casteado por Pepe Gómez; en La Palma peleó a nombre de Policarpo Lorenzo, y en Tenerife de los sres. Hernández Cejas, como se ve en el programa. Ganó en 9:34, con su acometividad característica. En la cuarta le peleó a Pancho el “Manzanita”, que se hizo con su quinta antorcha. Este fabuloso gallo llegó a ser comparado, por su inteligencia, al celebérrimo gallo “Gente”.
La mejor riña fue la última, ganándole a un giro de Vicente Amador (“el Petudo”) un giro del palmero Ramos Ferraz, tan contundente que se lo bautizó al final de la pelea como “el Ametrallador”. La pelea fue el típico tiro a tiro, pero al final se la llevó de calle el de la Isla Bonita, que ganó en 3:59. La pelea más rápida (2:37) la ganó el colorado de don Ramón Rodríguez, pero también destacaron el colorado de los Acevedo de la tercera y el giro de Gregorio Cubas.
Una gran jornada en el Frontón de Santa Cruz de Tenerife, como casi todas las de estas temporadas, antes de que se instaurara cierta rutina en la contienda clásica, con Pancho además ya iniciando su declive.
Abajo a la derecha del programa aparece la publicidad de la Imprenta Cedrés, que llevaba José Cedrés, casteador de La Espuela y que además escribía las crónicas de las peleas, firmándolas como “Perillón”. Y en cuanto a las peleas que se anuncian para el 3 de mayo son las de La Espuela y San José cuyo cartel reproducíamos la semana pasada.
miércoles, 24 de agosto de 2011
Las peleas en Trasmontaña
Volvemos al interesante libro de José Domingo Pérez Falcón Trasmontaña – La era Grande. Apuntes para la historia de Arucas, de reciente aparición. En su página 87 encontramos el capítulo “Las peleas de gallos”, que paso a reproducir:
“En Trasmontaña ha existido afición a las peleas o riñas de gallos desde las primeras décadas del pasado siglo hasta la actualidad. El vecino Angelito Tejera llegó a componer una canción sobre esta peculiar afición.
En 1903 se edificó la gallera de Arucas en la calle San Juan, modificada al año siguiente para que sirviese de teatro-circo y terrero para la lucha canaria. En esa época ya contaba nuestro barrio con criadores de gallos como Pedro Pérez Pérez (¿1838?-1924), así como los hermanos Rafael y Sixto Henríquez, que tenían fincas en El Guincho, donde criaban los gallos que llevaban a pelear al Cine Cuyás en Las Palmas. Otro criador era Tomás Pérez Pérez, que pertenecía a la gallera de Triana, mientras que otros criadores pertenecían a la de San José, de la zona conocida por Fincas Unidas.
También criaban gallos Juan José González («Pepe el de Mayo»), Ninito, un señor de Cardones, en la finca de don Rafael Henríquez, y Antonio Pérez Pérez, en la finca El Cortijo. Otros gallos se soltaban en la finca de don Paco Lorenzo, junto al molino. En la finca de don Pedro Rosales, le cuidaban los gallos a Antonio Falcón, que subía desde Las Palmas los sábados y domingos para verlos y llevarlos a pelear al Cine Cuyás.
Maestro Fermín de Armas, cantero de profesión, padre de Pantaleón y Félix de Armas, llevaba a pelear sus gallos a la capital de la isla. A esta afición se sumaron sus hijos Félix y, muy especialmente, Valentín de Armas, que de pequeño llegó a organizar peleas de quíqueres, y de mayor tuvo otros gallos, uno que llegó a realizar cuatro peleas y otro, hijo del anterior, que también ganó varias riñas. Gracias a su afición, cuando hacía la mili en Tenerife, le dieron un mes de permiso, al ser el coronel encargado del regimiento un aficionado a estas peleas, hasta el punto de venir a nuestro barrio a ver los gallos en compañía de otros señores de renombre.
Algunos de estos vecinos acudían a las peleas antes de los años 20 del siglo pasado, y otros, no criadores, llegaron a ver peleas de gallos en Las Palmas, Cardones y Arucas. En los años 50, las riñas en Arucas se celebraban los domingos a las doce del mediodía.
Entre los criadores más recientes están varios de los hermanos Pérez Afonso, que tuvieron un gallo célebre por ganar muchas peleas en Cardones, y Efrén Ortiz Ortiz, nacido en 1934, que desde muy joven tenía sus gallos repartidos en fincas de El Guincho, Trasmontaña, la bajada al Pilotín, en la finca de don Daniel del Toro, etc. Efrén llevaba a pelear sus gallos a Cardones, tanto a La Sociedad como al cine, al salón de Martín Marrero y a la gallera de El Terrero en Arucas. Cuando dejó de competir, al dejar de celebrarse peleas en Cardones, sus gallos terminaron repartiéndose a criadores de Arucas y Telde.
En la actualidad, saliendo de El Guincho hacia Llano Blanco, Juan Ramírez, procedente de Tamaraceite, cría gallos de un modo muy profesional y los lleva a pelear.”
Este capítulo gallístico del libro de Pérez Falcón está lleno de sugerencias. Para empezar, cuánto daríamos por conocer la canción compuesta por Angelito Tejera. Asombro nos produce la foto de don Pedro Pérez Pérez, de quien no tenemos noticia alguna. Pasa a ser una de las mejores fotos antiguas de gallos que conocemos, a la altura de la de don Nicolás Lezcano: aficionados de principios del siglo XX, muy señoriales, que revelan una afición extraordinaria. Pedro Pérez debió ser un casteador limitado a la zona de Arucas y Cardones, ya que de otro modo nos lo hubiéramos encontrado en nuestras investigaciones de periódicos de Las Palmas. Ya conocido –todo un nombre clásico– es don Rafael Henríquez, a quien Pancho le peleó gallos de bandera en el Cuyás durante los años 30 y 40.
Fernando Ojeda, infatigable pesquisador grancanario, nos informa que don Antonio Falcón no soltaba sus gallos en la finca de don Pedro Rosales, sino en otra al lado, propiedad de don Cesáreo. Quien soltaba sus gallos en la finca de los Rosales era otro extraordinario aficionado –y bellísima persona, siempre tan bien recordado por quienes lo trataron–, el doctor don José Cuyás Hidalgo, que era muy amigo suyo. El abuelo de Fernando Ojeda era encargado de esa finca, y por tanto Fernando habla con conocimiento de causa.
El coronel a que se alude parece ser, casi seguro, don Luis Miranda, a quien conocimos en las peleas Norte-La Espuela a principios de los años 90. Era en efecto un gran aficionado y casteador, y que le echaba una mano a los soldados gallistas, ya que el palmero Armando Hernández (hermano del gallero Roberto) nos ha contado una historia similar.
Nada sabemos de Efrén Ortiz, ya que su nombre nos lo encontramos en las crónicas de la última época de Cardones-Arucas, lo que resulta extraño. ¿Quizás soltaba gallos de algún aficionado?
El autor de este trabajo nombra a aficionados más recientes, como en particular los hijos de Valentín Armas, a quienes yo veía siempre en el López Socas (de triste memoria) cuando viajaba a Las Palmas, y a Ramírez, que tuvo unos gallos tremendos hace no muchos años.
Ojeda nos apunta: “Habrá que hablar también de los casteadores de Las Chorreras, que es donde tengo la casa yo en Arucas. Casteadores de Las Chorreras son Antonio el Rubio, Mamores, Santiago Ravelo, El Cachopo y el Silopo (Ramón y Ricardo). Este último aparece en la foto del Diccionario en el apartado de Arucas donde salen todos”.
Estas notas de José Domingo Pérez Falcón muestran el valor que tienen los trabajos de tipo local. Nos recuerdan los que ha escrito, con respecto a Guía de Gran Canaria, Sergio Aguiar Castellano. ¡Aún faltan muchas cosas por descubrir en la riquísima historia gallística de nuestras islas!
“En Trasmontaña ha existido afición a las peleas o riñas de gallos desde las primeras décadas del pasado siglo hasta la actualidad. El vecino Angelito Tejera llegó a componer una canción sobre esta peculiar afición.
En 1903 se edificó la gallera de Arucas en la calle San Juan, modificada al año siguiente para que sirviese de teatro-circo y terrero para la lucha canaria. En esa época ya contaba nuestro barrio con criadores de gallos como Pedro Pérez Pérez (¿1838?-1924), así como los hermanos Rafael y Sixto Henríquez, que tenían fincas en El Guincho, donde criaban los gallos que llevaban a pelear al Cine Cuyás en Las Palmas. Otro criador era Tomás Pérez Pérez, que pertenecía a la gallera de Triana, mientras que otros criadores pertenecían a la de San José, de la zona conocida por Fincas Unidas.
También criaban gallos Juan José González («Pepe el de Mayo»), Ninito, un señor de Cardones, en la finca de don Rafael Henríquez, y Antonio Pérez Pérez, en la finca El Cortijo. Otros gallos se soltaban en la finca de don Paco Lorenzo, junto al molino. En la finca de don Pedro Rosales, le cuidaban los gallos a Antonio Falcón, que subía desde Las Palmas los sábados y domingos para verlos y llevarlos a pelear al Cine Cuyás.
Maestro Fermín de Armas, cantero de profesión, padre de Pantaleón y Félix de Armas, llevaba a pelear sus gallos a la capital de la isla. A esta afición se sumaron sus hijos Félix y, muy especialmente, Valentín de Armas, que de pequeño llegó a organizar peleas de quíqueres, y de mayor tuvo otros gallos, uno que llegó a realizar cuatro peleas y otro, hijo del anterior, que también ganó varias riñas. Gracias a su afición, cuando hacía la mili en Tenerife, le dieron un mes de permiso, al ser el coronel encargado del regimiento un aficionado a estas peleas, hasta el punto de venir a nuestro barrio a ver los gallos en compañía de otros señores de renombre.
Algunos de estos vecinos acudían a las peleas antes de los años 20 del siglo pasado, y otros, no criadores, llegaron a ver peleas de gallos en Las Palmas, Cardones y Arucas. En los años 50, las riñas en Arucas se celebraban los domingos a las doce del mediodía.
Entre los criadores más recientes están varios de los hermanos Pérez Afonso, que tuvieron un gallo célebre por ganar muchas peleas en Cardones, y Efrén Ortiz Ortiz, nacido en 1934, que desde muy joven tenía sus gallos repartidos en fincas de El Guincho, Trasmontaña, la bajada al Pilotín, en la finca de don Daniel del Toro, etc. Efrén llevaba a pelear sus gallos a Cardones, tanto a La Sociedad como al cine, al salón de Martín Marrero y a la gallera de El Terrero en Arucas. Cuando dejó de competir, al dejar de celebrarse peleas en Cardones, sus gallos terminaron repartiéndose a criadores de Arucas y Telde.
En la actualidad, saliendo de El Guincho hacia Llano Blanco, Juan Ramírez, procedente de Tamaraceite, cría gallos de un modo muy profesional y los lleva a pelear.”
Este capítulo gallístico del libro de Pérez Falcón está lleno de sugerencias. Para empezar, cuánto daríamos por conocer la canción compuesta por Angelito Tejera. Asombro nos produce la foto de don Pedro Pérez Pérez, de quien no tenemos noticia alguna. Pasa a ser una de las mejores fotos antiguas de gallos que conocemos, a la altura de la de don Nicolás Lezcano: aficionados de principios del siglo XX, muy señoriales, que revelan una afición extraordinaria. Pedro Pérez debió ser un casteador limitado a la zona de Arucas y Cardones, ya que de otro modo nos lo hubiéramos encontrado en nuestras investigaciones de periódicos de Las Palmas. Ya conocido –todo un nombre clásico– es don Rafael Henríquez, a quien Pancho le peleó gallos de bandera en el Cuyás durante los años 30 y 40.
Fernando Ojeda, infatigable pesquisador grancanario, nos informa que don Antonio Falcón no soltaba sus gallos en la finca de don Pedro Rosales, sino en otra al lado, propiedad de don Cesáreo. Quien soltaba sus gallos en la finca de los Rosales era otro extraordinario aficionado –y bellísima persona, siempre tan bien recordado por quienes lo trataron–, el doctor don José Cuyás Hidalgo, que era muy amigo suyo. El abuelo de Fernando Ojeda era encargado de esa finca, y por tanto Fernando habla con conocimiento de causa.
El coronel a que se alude parece ser, casi seguro, don Luis Miranda, a quien conocimos en las peleas Norte-La Espuela a principios de los años 90. Era en efecto un gran aficionado y casteador, y que le echaba una mano a los soldados gallistas, ya que el palmero Armando Hernández (hermano del gallero Roberto) nos ha contado una historia similar.
Nada sabemos de Efrén Ortiz, ya que su nombre nos lo encontramos en las crónicas de la última época de Cardones-Arucas, lo que resulta extraño. ¿Quizás soltaba gallos de algún aficionado?
El autor de este trabajo nombra a aficionados más recientes, como en particular los hijos de Valentín Armas, a quienes yo veía siempre en el López Socas (de triste memoria) cuando viajaba a Las Palmas, y a Ramírez, que tuvo unos gallos tremendos hace no muchos años.
Ojeda nos apunta: “Habrá que hablar también de los casteadores de Las Chorreras, que es donde tengo la casa yo en Arucas. Casteadores de Las Chorreras son Antonio el Rubio, Mamores, Santiago Ravelo, El Cachopo y el Silopo (Ramón y Ricardo). Este último aparece en la foto del Diccionario en el apartado de Arucas donde salen todos”.
Estas notas de José Domingo Pérez Falcón muestran el valor que tienen los trabajos de tipo local. Nos recuerdan los que ha escrito, con respecto a Guía de Gran Canaria, Sergio Aguiar Castellano. ¡Aún faltan muchas cosas por descubrir en la riquísima historia gallística de nuestras islas!
“La Gallera”, Realejo Bajo
Hace años que nos intrigaba, al pasar por la autovía del norte tinerfeño a la altura de Los Realejos, la aparición del nombre “La Gallera” en azulejos.
Al comienzo de la pasada temporada, Domingo G. Pacheco, que vive allí mismo, nos escribía a la página preguntándonos si sabíamos algo. Consulté a los conocedores, y en especial a Antonio “el Crusantero” y a Dominguito García, sin que me pudieran dar información alguna. Ello descartaba que los gallos del Norte hubieran estado encerrados allí en algún momento de las últimas siete décadas.
Como en los años inmediatamente anteriores a la guerra sabemos que funcionaba la gallera del Realejos, y celebrando contratas largas, la conclusión más sencilla es que allí estuvo instalada en los años 30 (y seguramente antes) la gallera realejera, donde cuidó por último uno de los más grandes cuidadores de la isla: Manuel Torres, “Gato Maruca”, que era de familia realejera y también del vecino Puerto de la Cruz, donde fallecería ya en los años 70.
El otro día pasé por allí con Tomás “Cho Pío” y me detuve para sacar este par de fotos, lamentando no estuviera el amigo Domingo, que nos había escrito para tomarnos unos vinos.
No solo los azulejos coronan el pórtico de la bella mansión, sino que dan nombre a la calle lateral y a la propia zona. Lo que revela la gran afición que también en aquella localidad hubo a las peleas de gallos.
Al comienzo de la pasada temporada, Domingo G. Pacheco, que vive allí mismo, nos escribía a la página preguntándonos si sabíamos algo. Consulté a los conocedores, y en especial a Antonio “el Crusantero” y a Dominguito García, sin que me pudieran dar información alguna. Ello descartaba que los gallos del Norte hubieran estado encerrados allí en algún momento de las últimas siete décadas.
Como en los años inmediatamente anteriores a la guerra sabemos que funcionaba la gallera del Realejos, y celebrando contratas largas, la conclusión más sencilla es que allí estuvo instalada en los años 30 (y seguramente antes) la gallera realejera, donde cuidó por último uno de los más grandes cuidadores de la isla: Manuel Torres, “Gato Maruca”, que era de familia realejera y también del vecino Puerto de la Cruz, donde fallecería ya en los años 70.
El otro día pasé por allí con Tomás “Cho Pío” y me detuve para sacar este par de fotos, lamentando no estuviera el amigo Domingo, que nos había escrito para tomarnos unos vinos.
No solo los azulejos coronan el pórtico de la bella mansión, sino que dan nombre a la calle lateral y a la propia zona. Lo que revela la gran afición que también en aquella localidad hubo a las peleas de gallos.
Frontón de Tenerife, 3 de mayo de 1952
Así se anunciaban estas riñas entre las huestes de Pancho y las de su discípulo Pepe Palmero, campeón este año de Gran Canaria en el partido de San José.
Estas peleas las ganó Pepe Palmero por ventaja, y fueron rápidas y excelentes. El mejor gallo fue el gran “Sacatripas” de don José Villegas, que ya sumaba dos victorias en la contrata de Las Palmas. También Pancho y Pepe Palmero midieron fuerzas en el Cuyás, considerándose esas las mejores riñas de la temporada en la catedral gallística de Canarias. Y también le ganó por ventaja el discípulo al maestro.
Como remate de una campaña gloriosa, al fin de la temporada el Palmero arrolló al Norte del “Boyero”, ganándole en el Cuyás por 5-2, y en Tenerife por 5-2 y 6-1. Se le ofreció entonces cuidar al año siguiente en el Norte, para reeditar las tremendas peleas de pocos años antes entre él y su maestro. Pero al gallero más cotizado de Canarias después de Pancho le vino una oferta aún mejor, de La Palma, en cuya gallera de Abajo cuidaría maravillosamente los dos últimos años de su breve vida.
Estas peleas las ganó Pepe Palmero por ventaja, y fueron rápidas y excelentes. El mejor gallo fue el gran “Sacatripas” de don José Villegas, que ya sumaba dos victorias en la contrata de Las Palmas. También Pancho y Pepe Palmero midieron fuerzas en el Cuyás, considerándose esas las mejores riñas de la temporada en la catedral gallística de Canarias. Y también le ganó por ventaja el discípulo al maestro.
Como remate de una campaña gloriosa, al fin de la temporada el Palmero arrolló al Norte del “Boyero”, ganándole en el Cuyás por 5-2, y en Tenerife por 5-2 y 6-1. Se le ofreció entonces cuidar al año siguiente en el Norte, para reeditar las tremendas peleas de pocos años antes entre él y su maestro. Pero al gallero más cotizado de Canarias después de Pancho le vino una oferta aún mejor, de La Palma, en cuya gallera de Abajo cuidaría maravillosamente los dos últimos años de su breve vida.
miércoles, 17 de agosto de 2011
Esto sí es un campeón...
¡27 riñas! Nuestros gallos de más peleas alcanzan la docena, pero este fenómeno del siglo XIX hizo, claro que con sus espuelitas de acero, nada menos que 27! Es el “héroe” del condado de Yorkshire, y su estampa nos la ofreció hace un par de años, enmarcada, el gran amigo y aficionado lagunero Pepe Amador, uno de esos fantásticos y vehementes aficionados que no transigen con lo de las ocho peleas, ni con las espuelas plásticas ni con los soltadores y cuidadores que se suben a la valla vestidos de machangos. Pepe Amador es como el héroe de Yorkshire, y por eso hay pocos aficionados como él.
¡27 riñas! ¡Ahí es nada! ¡Y qué apostura de combatiente inglés!
¡27 riñas! ¡Ahí es nada! ¡Y qué apostura de combatiente inglés!
Arrecife, 27 de abril de 1952
Estamos en la época clásica de las peleas de gallos en Lanzarote, cuando pelearon todos los gallos míticos: años 40 y 50. Lo bueno, si breve, dos veces bueno, y aquí en seis o siete jornadas subían a la valla gallos de fantasía, en medio de una emoción a raudales.
Las peleas se celebraban en el Círculo Mercantil, y la temporada duró este año 7 jornadas, con dos grandes galleros grancanarios al mando respectivo de los partidos Norte y Sur: Juan Jorge y Alejo Yánez. Alejo recuerda hoy perfectamente estas siete peleas, y en especial los dos pollos que le ganaron por tercera vez, en la segunda y la sexta. Y es que Alejo ha sido uno de los pocos cuidadores que han sabido preparar para la pelea a los pollos, una labor en verdad dificultosa y que requiere unas cualidades especiales.
Más que comentar estas peleas, hemos preferido reproducir la crónica de ese gran periodista que fue Guillermo Topham, “Guito”. La crónica apareció en el periódico de Las Palmas Canarias Deportiva, y además lleva al final una entrevista con el Maestro Alejo, quien muestra su gratitud hacia quienes lo han ayudado, con esa afabilidad y carácter maravilloso que todos le conocemos.
Lo único que hay que corregir es que el giro de don Rafael O’Shanahan, que no es otro que el terrible “Barco de Guerra”, peleó en San José, temporada de 1939, y no en Triana. Sí es cierto que ganó tres riñas consecutivas, como hace ahora el colorado de Alejo (realmente un colorado melado), pero con el valor añadido para este de ser solo un pollo y haberse enfrentado a tres gallos hechos y derechos. Nos informa Alejo que este pollo no era tinerfeño, sino del gran don Ramón Rodríguez, de Las Palmas.
La jornada se presentaba al rojo vivo, ya que el Sur solo llevaba una riña. Al ganar por 5-2, se proclamaba partido campeón, por 4 de ventaja. Alejo cantó el alirón en la quinta, con el giro de Vicente Alcalá
Mención especial merece el gran giro sureño de don Rafael Ramírez, casteador extraordinario. Ganó por quinta vez, y además se despachó al célebre “Sportman”, que nos dice Alejo no era casteado por él, sino por don José Villegas.
Alejo, con su memoria inoxidable, recuerda muy bien a la mayoría de los aficionados que aparecen en el programa: don Francisco Perdomo Espínola, el médico; don Andrés Cabrera Velázquez, el juez, y su hermano don Víctor; don Abelardo Fernández, practicante de Arrecife en San Bartolomé; don Rafael Ramírez, que tenía un depósito de gasolina y suegro de otro aficionado inolvidable, don Jesús López Socas; don Aquilino Fernández, que tenía una panadería y era para Alejo otra bellísima persona; don José Reguera, de Teguise, un artista haciendo espuelas; etc.
El ayudante de Alejo no era otro que Pedro Hernández, su cuñado y luego él mismo un fino cuidador, desaparecido hace unos pocos meses en la ciudad de Las Palmas.
Las peleas se celebraban en el Círculo Mercantil, y la temporada duró este año 7 jornadas, con dos grandes galleros grancanarios al mando respectivo de los partidos Norte y Sur: Juan Jorge y Alejo Yánez. Alejo recuerda hoy perfectamente estas siete peleas, y en especial los dos pollos que le ganaron por tercera vez, en la segunda y la sexta. Y es que Alejo ha sido uno de los pocos cuidadores que han sabido preparar para la pelea a los pollos, una labor en verdad dificultosa y que requiere unas cualidades especiales.
Más que comentar estas peleas, hemos preferido reproducir la crónica de ese gran periodista que fue Guillermo Topham, “Guito”. La crónica apareció en el periódico de Las Palmas Canarias Deportiva, y además lleva al final una entrevista con el Maestro Alejo, quien muestra su gratitud hacia quienes lo han ayudado, con esa afabilidad y carácter maravilloso que todos le conocemos.
Lo único que hay que corregir es que el giro de don Rafael O’Shanahan, que no es otro que el terrible “Barco de Guerra”, peleó en San José, temporada de 1939, y no en Triana. Sí es cierto que ganó tres riñas consecutivas, como hace ahora el colorado de Alejo (realmente un colorado melado), pero con el valor añadido para este de ser solo un pollo y haberse enfrentado a tres gallos hechos y derechos. Nos informa Alejo que este pollo no era tinerfeño, sino del gran don Ramón Rodríguez, de Las Palmas.
La jornada se presentaba al rojo vivo, ya que el Sur solo llevaba una riña. Al ganar por 5-2, se proclamaba partido campeón, por 4 de ventaja. Alejo cantó el alirón en la quinta, con el giro de Vicente Alcalá
Mención especial merece el gran giro sureño de don Rafael Ramírez, casteador extraordinario. Ganó por quinta vez, y además se despachó al célebre “Sportman”, que nos dice Alejo no era casteado por él, sino por don José Villegas.
Alejo, con su memoria inoxidable, recuerda muy bien a la mayoría de los aficionados que aparecen en el programa: don Francisco Perdomo Espínola, el médico; don Andrés Cabrera Velázquez, el juez, y su hermano don Víctor; don Abelardo Fernández, practicante de Arrecife en San Bartolomé; don Rafael Ramírez, que tenía un depósito de gasolina y suegro de otro aficionado inolvidable, don Jesús López Socas; don Aquilino Fernández, que tenía una panadería y era para Alejo otra bellísima persona; don José Reguera, de Teguise, un artista haciendo espuelas; etc.
El ayudante de Alejo no era otro que Pedro Hernández, su cuñado y luego él mismo un fino cuidador, desaparecido hace unos pocos meses en la ciudad de Las Palmas.
Plinio y su temporada con Los Amigos del Sur
Este año, Los Amigos del Sur comenzaron a llevar sus gallos a una nueva gallera, ubicada en el cauce del Guiniguada. Se encargó de ella desde diciembre Plinio Acevedo, con Yeray como ayudante. Buenos gallos peleó en apropiadas condiciones, faltándole poco para proclamarse campeón, ya que la temporada tuvo un final muy reñido entre Los Llanos de Telde, Telde y Los Amigos del Sur, solo quedando descolgado el partido de Gáldar.
Plinio es presencia habitual en las peleas que se celebran en la gallera galdense de Antonio Bolaños. Cuando pensé acudir a ellas para un reportaje –que al final motivos ajenos a mí impidieron–, le dijimos a la mujer de Bolaños por teléfono que quería fotografiar a su marido con su sombrero campesino. Respuesta: “Si te deja Plinio, porque siempre se lo quita...” Esto da una idea del buen ambiente que hay en esas riñas de los domingos, además con una cantina de primera, donde atienden las buenas cocineras de la casa.
Veremos si Plinio repite el próximo año en la gallera del Sur y logra doblegar a sus tres rivales, en una liga a la que sin duda si algo no le falta es emoción.
(Foto: Eduardo Fuentes)
Plinio es presencia habitual en las peleas que se celebran en la gallera galdense de Antonio Bolaños. Cuando pensé acudir a ellas para un reportaje –que al final motivos ajenos a mí impidieron–, le dijimos a la mujer de Bolaños por teléfono que quería fotografiar a su marido con su sombrero campesino. Respuesta: “Si te deja Plinio, porque siempre se lo quita...” Esto da una idea del buen ambiente que hay en esas riñas de los domingos, además con una cantina de primera, donde atienden las buenas cocineras de la casa.
Veremos si Plinio repite el próximo año en la gallera del Sur y logra doblegar a sus tres rivales, en una liga a la que sin duda si algo no le falta es emoción.
(Foto: Eduardo Fuentes)
miércoles, 10 de agosto de 2011
“Pescador con gallo”, de Juan Guillermo
Juan Guillermo Rodríguez Báez, fino pintor canario nacido en 1916 y fallecido en 1968, pintó varios cuadros con gallos de pelea canarios. El más conocido de ellos es el del “dróper” de su tío, don Ramón Rodríguez Marrero, legendario casteador grancanario, pero no menos excepcional es el de dos gallos en revuelo.
Esta de hoy es otra de las obras maestras de Juan Guillermo, el óleo sobre lienzo “Pescador con gallo”. El modesto pescador, quizás del barrio marinero de San Cristóbal, cachimba en mano, contempla su precioso gallito de grandes espuelas, atusado a la manera canaria y preparado para cumplir su deseo innato: pelear.
Esta de hoy es otra de las obras maestras de Juan Guillermo, el óleo sobre lienzo “Pescador con gallo”. El modesto pescador, quizás del barrio marinero de San Cristóbal, cachimba en mano, contempla su precioso gallito de grandes espuelas, atusado a la manera canaria y preparado para cumplir su deseo innato: pelear.
Rony, rey de los capotes
En las dos últimas temporadas, el resultado más espectacular de todas las contratas del Archipiélago lo obtuvo Samuel Mateo, cuando el año pasado le ganó a Güímar, donde cuidaba José Carlos, por un papayazo (8-0).
El mérito de Rony, aunque sin enfrentarse a un cuidador como José Carlos, pero sí a muy buenos gallos, es todavía mayor: tres capotes en dos temporadas, y dos de ellos al partido campeón, o sea Los Llanos.
El año pasado, en la cuarta jornada, se lo endosó a Los Amigos del Sur, ganándole un gallino de los Hermanos Santana Adán, dos colorados y un giro de Jesús David Santana, un giro y un pinto de los Sres. García y Mesa y Eduardo Fuentes y un colorado de Peña La Piedra. Solo el pinto era repetido, mientras que los contrarios traían dos gallos de una pelea.
A Los Llanos, Rony le ha ganado por capote rabón y por capote redondo. El capote glorioso tuvo lugar en la décima jornada de esta temporada. Su septeto de ases se compuso esta vez de un colorado y un gallino de los Sres. García Mesa y Eduardo Fuentes, un colorado de la Unión Palenque, un giro de Agropalma, un colorado “comanche” de los Hermanos Santana Adán, un colorado de José Luis Martín y un melado de Antonio Hernández. Esta vez tres gallos tenían una riña, mientras que por Los Llanos venía un melado de una riña de Raúl Medina y un colorado de dos de Manuel Acosta Lorenzo, el campeón de la última edición del Pollo de Oro.
Estos capotes han consagrado a este excelente cuidador dominicano, que trabaja solo en la casa de gallos y siempre con la mejor de las disposiciones. Su simpatía y su entusiasmo lo han hecho acreedor de la estima de los aficionados. Y encima logra estos resultados espectaculares, de los que se ven muy pocos a lo largo de la temporada, y a veces ninguno.
Quien se enfrente a Rony verá pesar sobre él la espada de Damocles de los capotes. Basta ir perdiendo con él las tres primeras riñas para que esa amenaza se cierna. Por nuestra parte, esperamos que siga aumentando su cosecha, para que se sitúe a la altura de los grandes confeccionadores de capotes canarios. Nuestros campeones son hasta el momento Pancho el Músico, Pablo Amador y Toño el Rebotallo, cada uno con 7 capotes en su haber, al menos por los datos que tenemos. Pero Rony va a capote por temporada...
El mérito de Rony, aunque sin enfrentarse a un cuidador como José Carlos, pero sí a muy buenos gallos, es todavía mayor: tres capotes en dos temporadas, y dos de ellos al partido campeón, o sea Los Llanos.
El año pasado, en la cuarta jornada, se lo endosó a Los Amigos del Sur, ganándole un gallino de los Hermanos Santana Adán, dos colorados y un giro de Jesús David Santana, un giro y un pinto de los Sres. García y Mesa y Eduardo Fuentes y un colorado de Peña La Piedra. Solo el pinto era repetido, mientras que los contrarios traían dos gallos de una pelea.
A Los Llanos, Rony le ha ganado por capote rabón y por capote redondo. El capote glorioso tuvo lugar en la décima jornada de esta temporada. Su septeto de ases se compuso esta vez de un colorado y un gallino de los Sres. García Mesa y Eduardo Fuentes, un colorado de la Unión Palenque, un giro de Agropalma, un colorado “comanche” de los Hermanos Santana Adán, un colorado de José Luis Martín y un melado de Antonio Hernández. Esta vez tres gallos tenían una riña, mientras que por Los Llanos venía un melado de una riña de Raúl Medina y un colorado de dos de Manuel Acosta Lorenzo, el campeón de la última edición del Pollo de Oro.
Estos capotes han consagrado a este excelente cuidador dominicano, que trabaja solo en la casa de gallos y siempre con la mejor de las disposiciones. Su simpatía y su entusiasmo lo han hecho acreedor de la estima de los aficionados. Y encima logra estos resultados espectaculares, de los que se ven muy pocos a lo largo de la temporada, y a veces ninguno.
Quien se enfrente a Rony verá pesar sobre él la espada de Damocles de los capotes. Basta ir perdiendo con él las tres primeras riñas para que esa amenaza se cierna. Por nuestra parte, esperamos que siga aumentando su cosecha, para que se sitúe a la altura de los grandes confeccionadores de capotes canarios. Nuestros campeones son hasta el momento Pancho el Músico, Pablo Amador y Toño el Rebotallo, cada uno con 7 capotes en su haber, al menos por los datos que tenemos. Pero Rony va a capote por temporada...
Marín Gómez, presidente de La Espuela
Marín Gómez, hombre clave desde hace un par de décadas en el partido de La Espuela, ha tomado las riendas del histórico partido. Le deseamos éxito en su difícil labor, ya que hoy no es nada fácil llevar una casa de gallos.
Marín Gómez es uno de los hijos –todos ellos aficionados a los gallos– del extraordinario casteador de Tazacorte Manolín Gómez. Al venirse a vivir a Tenerife, nada fue para él más natural que entrar en el partido de La Espuela, donde siempre ha habido una conexión con La Palma. No solo Marín ha sido un casteador con buenos gallos, sino que durante muchas temporadas ha sido el soltador de su partido, realizando siempre su labor con entrega y con honradez, sin los chanchullos en que incurren otros.
En esta foto lo vemos precisamente sobre la valla, en una de las clásicas confrontaciones con el Norte. A la izquierda, otro soltador bien conocido, Pedro el de las Tapias, y en el centro Antonio Galapún, soberbio aficionado también del Valle de Aridane y también instalado en la Isla Picuda.
Marín Gómez es uno de los hijos –todos ellos aficionados a los gallos– del extraordinario casteador de Tazacorte Manolín Gómez. Al venirse a vivir a Tenerife, nada fue para él más natural que entrar en el partido de La Espuela, donde siempre ha habido una conexión con La Palma. No solo Marín ha sido un casteador con buenos gallos, sino que durante muchas temporadas ha sido el soltador de su partido, realizando siempre su labor con entrega y con honradez, sin los chanchullos en que incurren otros.
En esta foto lo vemos precisamente sobre la valla, en una de las clásicas confrontaciones con el Norte. A la izquierda, otro soltador bien conocido, Pedro el de las Tapias, y en el centro Antonio Galapún, soberbio aficionado también del Valle de Aridane y también instalado en la Isla Picuda.
Teatro Atlante (La Orotava), 20 de mayo de 1951
Los aficionados tinerfeños que asistieron a las peleas de este día y aún viven –pensamos, por ejemplo, en Eduardo Pérez Ascanio, Antonio el Crusantero y Orlando Dorta–, sin duda que las considerarán las más emocionantes que han vivido, al menos en Tenerife. El Teatro Atlante se llenó hasta los topes para ver la jornada decisiva entre el Norte y La Espuela. Iba ganando el Norte por una riña, pero una jornada antes llevaba el partido del Valle la cómoda ventaja de 6 riñas.
Hay que situarse en la época. El Norte disfrutaba de una hegemonía sobre La Espuela: mejores campos, mejores gallos, mejor casa de gallos. A fines de la temporada 1949-1950, se hace cargo de La Espuela Francisco Dorta, tras que las peleas en Las Palmas se suspendieran por la peste aviar, que fue asoladora en los años 50, sobre todo en Gran Canaria. El estado en que se encuentra la gallera de La Espuela es desolador, poco menos que necesitándose partir de cero. Es lo que Pancho hace, pero cuando se abre la gallera en diciembre, los gallos son pocos y parece una misión imposible ganarle al poderoso partido del Norte, donde encima cuida Domingo el Boyero, un hombre que jamás se deja dormir en los laureles.
Para Orlando Dorta, que ya vivió con su padre las gloriosas temporadas del Cuyás en los años 30 y 40, o sea cuando ya era una proeza derrotar a San José, una gallera muy superior a la de Triana, esta fue la temporada más meritoria de su padre, ya que con pocos gallos, repetidos muchísimas veces, y en ocasiones sin las condiciones adecuadas, consiguió entablar la temporada en la última jornada.
Como se verá en el programa por los datos que escribió don Florencio González, el joyero de La Laguna a cuya hija debemos la propiedad de tantos documentos gallísticos, hubo muchos cambios en este tremendo día de mayo. Tres por cada partido.
En la primera riña sube a la valla el melado de 8 riñas de don Jerónimo Pérez. Este colosal gallo había peleado la semana anterior, ante un colorado de don Pedro Rodríguez de 4 riñas. Los gallos se tocaron de entrada y se quedaron fijos. Pancho dijo de su gallo: “Si lo pica, lo mata”. Y así fue. Ahora se las ve con un melado grancanario de don José Villegas, que tenía dos riñas, y al que liquidó a los 2 minutos y 42 segundos. La temporada estaba entablada y se volvía a empezar.
En la segunda riña, gana el Norte y así vuelve a ponerse por delante. 1 riña tenía el giro de los Sres. Acevedo –los mejores casteadores del Norte– y 2 riñas el giro de Pedro Dorta. De este gallo decía Pedro Dorta que venía de la gallina “Tamarán”, una de las mejores de Gran Canaria. La pelea duró 13 minutos.
La pelea más esperada de la jornada fue sin duda la tercera. 8 riñas sumaba el fantástico giro negro de los Hermanos Crusanteros, así llamado porque lo había criado uno de estos seis hermanos. Con el Boyero ganó dos peleas en el 49, 3 en el 50 y 3 este año, todas extraordinarias. Este año había peleado en las jornadas 8, 10 y 12, ganando en los tiempos respectivos de 1:20, 5:17 y 3:59. Pero cae ahora, en 7:17, ante un colorado palmero que venía a nombre del capitán Hodgson. El giro negro comenzó bien, y hasta la tenía ganada, pero un toque de cuerda lo dejó inútil. Cosas de los gallos. La foto de este gallo mítico puede verse en la página 362 del “Diccionario Gallístico de Canarias”.
De nuevo se volvía a empezar. Casi 30 minutos duró la cuarta riña, ganándole un giro de don Felipe Machado a un giro repetido de La Palma. Las cosas se ponen bien para el Norte, ya que también gana la siguiente, con un giro de 3 riñas del mismo casteador, que le gana a otro colorado palmero. 10 minutos.
El de la última del Norte pasó a la sexta, perdiendo ante un colorado de Gregorio Cubas en 55 segundos. El Norte seguía con la ventaja de 1 riña.
Mal se las veía Pancho, ya que el giro de la última venía incluso tuerto. No había gallos en la gallera de Santa Cruz, y de hecho los gallos de la cuarta, la quinta y esta última estaban en pésimas condiciones. Ya los otros dos habían perdido, y el de la quinta lo había peleado Pancho en otra jornada, huyéndose.
Pero este era un gallo de verdadera raza. Lo había traído de La Palma un hermano de don José Arnay, el dueño del gallo “Gente”, y decía que este giro era hermano del fantástico gallo “Gente”. Se enfrentaba a un colorado palmero a nombre de Miguel Lorenzo, el padre de Elías Lorenzo, que hasta hace una decena de años acudía a nuestras peleas, y casteaba por último con Antonio el Calvo y nuestro malogrado amigo Sarín. Como anota don Florencio, esta fue “la del lío”. Con los gallos muy malheridos, y bien pasada la media hora, Cecilio Acevedo se lleva su gallo, alegando que el otro no picaba (pero encima sin levantar el suyo), y pierde así la pelea. Aquello fue la de San Quintín.
Para La Espuela, en las condiciones referidas, la temporada fue un triunfo, que se confirmaría al año siguiente. Tan contentos quedaron los aficionados, que banquetearon a Pancho en el Hotel Camacho de Tacoronte.
En el programa aparece uno de los gallos sensacionales de la isla tinerfeña: el “Piedras Vivas”. Su imagen aparece en los programas del Norte desde los años 40 hasta el siglo XXI. Un gallo tan feroz que picaba hasta las piedras, y de ahí su nombre verdaderamente surrealista.
Hay que situarse en la época. El Norte disfrutaba de una hegemonía sobre La Espuela: mejores campos, mejores gallos, mejor casa de gallos. A fines de la temporada 1949-1950, se hace cargo de La Espuela Francisco Dorta, tras que las peleas en Las Palmas se suspendieran por la peste aviar, que fue asoladora en los años 50, sobre todo en Gran Canaria. El estado en que se encuentra la gallera de La Espuela es desolador, poco menos que necesitándose partir de cero. Es lo que Pancho hace, pero cuando se abre la gallera en diciembre, los gallos son pocos y parece una misión imposible ganarle al poderoso partido del Norte, donde encima cuida Domingo el Boyero, un hombre que jamás se deja dormir en los laureles.
Para Orlando Dorta, que ya vivió con su padre las gloriosas temporadas del Cuyás en los años 30 y 40, o sea cuando ya era una proeza derrotar a San José, una gallera muy superior a la de Triana, esta fue la temporada más meritoria de su padre, ya que con pocos gallos, repetidos muchísimas veces, y en ocasiones sin las condiciones adecuadas, consiguió entablar la temporada en la última jornada.
Como se verá en el programa por los datos que escribió don Florencio González, el joyero de La Laguna a cuya hija debemos la propiedad de tantos documentos gallísticos, hubo muchos cambios en este tremendo día de mayo. Tres por cada partido.
En la primera riña sube a la valla el melado de 8 riñas de don Jerónimo Pérez. Este colosal gallo había peleado la semana anterior, ante un colorado de don Pedro Rodríguez de 4 riñas. Los gallos se tocaron de entrada y se quedaron fijos. Pancho dijo de su gallo: “Si lo pica, lo mata”. Y así fue. Ahora se las ve con un melado grancanario de don José Villegas, que tenía dos riñas, y al que liquidó a los 2 minutos y 42 segundos. La temporada estaba entablada y se volvía a empezar.
En la segunda riña, gana el Norte y así vuelve a ponerse por delante. 1 riña tenía el giro de los Sres. Acevedo –los mejores casteadores del Norte– y 2 riñas el giro de Pedro Dorta. De este gallo decía Pedro Dorta que venía de la gallina “Tamarán”, una de las mejores de Gran Canaria. La pelea duró 13 minutos.
La pelea más esperada de la jornada fue sin duda la tercera. 8 riñas sumaba el fantástico giro negro de los Hermanos Crusanteros, así llamado porque lo había criado uno de estos seis hermanos. Con el Boyero ganó dos peleas en el 49, 3 en el 50 y 3 este año, todas extraordinarias. Este año había peleado en las jornadas 8, 10 y 12, ganando en los tiempos respectivos de 1:20, 5:17 y 3:59. Pero cae ahora, en 7:17, ante un colorado palmero que venía a nombre del capitán Hodgson. El giro negro comenzó bien, y hasta la tenía ganada, pero un toque de cuerda lo dejó inútil. Cosas de los gallos. La foto de este gallo mítico puede verse en la página 362 del “Diccionario Gallístico de Canarias”.
De nuevo se volvía a empezar. Casi 30 minutos duró la cuarta riña, ganándole un giro de don Felipe Machado a un giro repetido de La Palma. Las cosas se ponen bien para el Norte, ya que también gana la siguiente, con un giro de 3 riñas del mismo casteador, que le gana a otro colorado palmero. 10 minutos.
El de la última del Norte pasó a la sexta, perdiendo ante un colorado de Gregorio Cubas en 55 segundos. El Norte seguía con la ventaja de 1 riña.
Mal se las veía Pancho, ya que el giro de la última venía incluso tuerto. No había gallos en la gallera de Santa Cruz, y de hecho los gallos de la cuarta, la quinta y esta última estaban en pésimas condiciones. Ya los otros dos habían perdido, y el de la quinta lo había peleado Pancho en otra jornada, huyéndose.
Pero este era un gallo de verdadera raza. Lo había traído de La Palma un hermano de don José Arnay, el dueño del gallo “Gente”, y decía que este giro era hermano del fantástico gallo “Gente”. Se enfrentaba a un colorado palmero a nombre de Miguel Lorenzo, el padre de Elías Lorenzo, que hasta hace una decena de años acudía a nuestras peleas, y casteaba por último con Antonio el Calvo y nuestro malogrado amigo Sarín. Como anota don Florencio, esta fue “la del lío”. Con los gallos muy malheridos, y bien pasada la media hora, Cecilio Acevedo se lleva su gallo, alegando que el otro no picaba (pero encima sin levantar el suyo), y pierde así la pelea. Aquello fue la de San Quintín.
Para La Espuela, en las condiciones referidas, la temporada fue un triunfo, que se confirmaría al año siguiente. Tan contentos quedaron los aficionados, que banquetearon a Pancho en el Hotel Camacho de Tacoronte.
En el programa aparece uno de los gallos sensacionales de la isla tinerfeña: el “Piedras Vivas”. Su imagen aparece en los programas del Norte desde los años 40 hasta el siglo XXI. Un gallo tan feroz que picaba hasta las piedras, y de ahí su nombre verdaderamente surrealista.
miércoles, 3 de agosto de 2011
Homenaje joselito a Pancho, 1960
Francisco Dorta, que durante tantas temporadas derrotó al poderoso partido de San José, acabó siendo reconocido por este partido como lo que era: el mayor gallero de todos los tiempos. En 1960 le rindieron sus aficionados homenaje, y a ese homenaje pertenece esta foto. Lugar: el Club 31 de Las Palmas.
De izquierda a derecha están José Villegas, Fernando Falcón, Eduardo Pérez Ascanio, Isidoro Puga, Fernando Arencibia (sentado) e Ignacio Regidor.
Todos fueron grandes casteadores, pero en especial Villegas, Fernando Falcón y Pérez Ascanio, que es el único tinerfeño presente.
La admiración de Villegas y Pancho era mutua. Para Villegas no había cuidador como Pancho, y para Pancho no había casteador como Villegas. Es una pena que no aparezca otro gigante de la gallomaquia canaria: don José Hernández López, pero al dispararse esta foto se encontraba sentado de espalda. Otros presentes eran nada menos que Pedro Cárdenes y José Araña.
No debió faltar el humor de genio en esta jornada canaria, ya que el homenaje era también al “Gato Maruca”, no solo un gran cuidador, sino el personaje más fantástico que ha tenido la afición de las islas.
¡Cuánta sabiduría gallística se dio cita aquel día de junio de 1960 en el Club 31!
De izquierda a derecha están José Villegas, Fernando Falcón, Eduardo Pérez Ascanio, Isidoro Puga, Fernando Arencibia (sentado) e Ignacio Regidor.
Todos fueron grandes casteadores, pero en especial Villegas, Fernando Falcón y Pérez Ascanio, que es el único tinerfeño presente.
La admiración de Villegas y Pancho era mutua. Para Villegas no había cuidador como Pancho, y para Pancho no había casteador como Villegas. Es una pena que no aparezca otro gigante de la gallomaquia canaria: don José Hernández López, pero al dispararse esta foto se encontraba sentado de espalda. Otros presentes eran nada menos que Pedro Cárdenes y José Araña.
No debió faltar el humor de genio en esta jornada canaria, ya que el homenaje era también al “Gato Maruca”, no solo un gran cuidador, sino el personaje más fantástico que ha tenido la afición de las islas.
¡Cuánta sabiduría gallística se dio cita aquel día de junio de 1960 en el Club 31!
Tiempos felices
En esta foto íntima vemos a dos aficionados excepcionales, que fueron grandes amigos toda la vida: Pablo Amador (con el cigarrillo) y Emilio de la Cruz (sentado, con chaqueta negra).
Se celebraba la boda de Pablo Amador, uno de nuestros grandes cuidadores y maestro de cuidadores, así que a su derecha aparece su mujer, que era natural de Las Palmas y una persona encantadora, a quien aún hoy visitamos en su casa de La Laguna. Pepita Marrero Bolaños, muy generosamente, nos facilitó hace unos pocos años todo el material gallístico que tenía de su marido, cuyo recuerdo, en su casa de San Honorato, surge desde que uno entra en la casa: una foto del Maestro sobre la valla (por cierto que sacada por nosotros) y un bello cuadro de dos gallos en revuelo. En la sala de estar, las fotos de algunos de los mejores gallos que peleó en su era dorada de San José.
Emilio de la Cruz es uno de los más grandes aficionados que ha dado Santa Cruz de La Palma. Grandes gallos le pelearon Israel Vargas, Carmelo Acosta y el propio Pablo, e incluso hace un par de temporadas tenía un par de espadachines invencibles, que pasaron de las diez riñas.
Bella instantánea de momentos tan sencillos como felices, que la vida a veces nos brinda.
Se celebraba la boda de Pablo Amador, uno de nuestros grandes cuidadores y maestro de cuidadores, así que a su derecha aparece su mujer, que era natural de Las Palmas y una persona encantadora, a quien aún hoy visitamos en su casa de La Laguna. Pepita Marrero Bolaños, muy generosamente, nos facilitó hace unos pocos años todo el material gallístico que tenía de su marido, cuyo recuerdo, en su casa de San Honorato, surge desde que uno entra en la casa: una foto del Maestro sobre la valla (por cierto que sacada por nosotros) y un bello cuadro de dos gallos en revuelo. En la sala de estar, las fotos de algunos de los mejores gallos que peleó en su era dorada de San José.
Emilio de la Cruz es uno de los más grandes aficionados que ha dado Santa Cruz de La Palma. Grandes gallos le pelearon Israel Vargas, Carmelo Acosta y el propio Pablo, e incluso hace un par de temporadas tenía un par de espadachines invencibles, que pasaron de las diez riñas.
Bella instantánea de momentos tan sencillos como felices, que la vida a veces nos brinda.
Teatro Atlante, 11 de abril de 1948
En esta temporada, debutó “el Boyero” en el Norte, nada menos que ante “el Foño”, que tenía una buena casa de gallos, pero que acabó perdiendo por 7 riñas.
Los programas muchas veces no nos dicen lo esencial. Y lo esencial en este es que el gallo de La Espuela que peleó en la segunda no era otro que el famosísimo “Perillón” de don Adolfo “el Tejinero”, en su quinta pelea. Tal impacto causó en la afición que al año siguiente su estampa aparecería en los programas de La Espuela, y por muchas temporadas.
Orlando Dorta recuerda aun hoy estas riñas perfectamente. El primer gallo era un hermano del “Perillón”, grande, cabezón, que ganó de tres o cuatro tiros.
La pelea del “Perillón” dejemos que nos la cuente “Pica y Bate (“El Día”, 14 de abril de 1948), añadiendo tan solo que el gallo del Norte venía preparado para él:
“El silencio es enorme. Se encuentra en la valla el célebre Perillón, de don Adolfo González Rivero, por Santa Cruz, y por el Norte un colorado de los señores Domínguez y Casanova. El público del Norte está a la expectativa para armar la de San Quintín si pierde el gallo tejinero. No se cruzan apuestas, dada la calidad del Perillón. Sueltan los bichos y desde los primeros revuelos se observa que ya el colorado está herido. El público se levanta de sus asientos. La emoción aumenta por segundos, al aparecer el Perillón con sangre en un cachete. Está herido cerca del pico. Mete el pico y falla. La herida ha surtido efecto. Bate el de La Orotava, pero materialmente está desarmado, muy herido en el pecho, y carece de energías. El Perillón pierde su característica acometividad. No sabemos si será por no tener ganas de pelear o por heridas internas. El público grita, como deseoso de alentar al colorado, pero la extraordinaria calidad del bicho de don Adolfo no tiene límites. Tan pronto se nota herido, acaba con su rival, rindiéndolo muerto a sus plantas a los 6’34 minutos, entre la gran ovación de todos los buenos aficionados”.
Tras tanta euforia, La Espuela perdió todas las restantes, subiendo a la valla por el Norte tres gallos de los Acevedo, que esta temporada tuvieron, como de costumbre, gallos fabulosos en cantidad, y la estrella del Norte: el colorado de Juan de la Cruz. Este gallo ganó este año cuatro riñas, y volvería a pelear a la temporada siguiente. En esta largó a su rival patas arriba, tras no dejarlo ni pestañear.
El giro de Mateo Trujillo había peleado en la tercera jornada, y lo recuerda Orlando Dorta como un giro pinto maravilloso. Si la otra vez empleó hábiles salidas, ahora, herido en los revuelos, le cede el terreno picador al giro de los Acevedo y pierde a los 8 minutos. Pero ojo, porque no solo “el Foño” lo volvió a pelear, sino también “Caballerito” al año siguiente. Era un gallo de espuelas naturales enormes, pero esta vez, por malos consejos, “el Foño” se las recortó y no dio ni un tiro. Buenos gallos tenía Mateo Trujillo.
El de la sexta era del propio “Foño”, un buen giro negro picón, de patas negras. Pero cogido de oído, se queda dando vueltas. Dos riñas tenía ya el de los Acevedo, que entró con unos magníficos revuelos.
Orlando Dorta nos dice que el del Norte era un “bailarín” y el de La Espuela un gallo “ruin”. Vamos a las crónicas, y leemos en Asdrúbal: “Un bailarín y un penco”. Con razón hemos dicho más de una vez que Orlando Dorta es la persona con más memoria que hemos conocido en la vida!
Los programas muchas veces no nos dicen lo esencial. Y lo esencial en este es que el gallo de La Espuela que peleó en la segunda no era otro que el famosísimo “Perillón” de don Adolfo “el Tejinero”, en su quinta pelea. Tal impacto causó en la afición que al año siguiente su estampa aparecería en los programas de La Espuela, y por muchas temporadas.
Orlando Dorta recuerda aun hoy estas riñas perfectamente. El primer gallo era un hermano del “Perillón”, grande, cabezón, que ganó de tres o cuatro tiros.
La pelea del “Perillón” dejemos que nos la cuente “Pica y Bate (“El Día”, 14 de abril de 1948), añadiendo tan solo que el gallo del Norte venía preparado para él:
“El silencio es enorme. Se encuentra en la valla el célebre Perillón, de don Adolfo González Rivero, por Santa Cruz, y por el Norte un colorado de los señores Domínguez y Casanova. El público del Norte está a la expectativa para armar la de San Quintín si pierde el gallo tejinero. No se cruzan apuestas, dada la calidad del Perillón. Sueltan los bichos y desde los primeros revuelos se observa que ya el colorado está herido. El público se levanta de sus asientos. La emoción aumenta por segundos, al aparecer el Perillón con sangre en un cachete. Está herido cerca del pico. Mete el pico y falla. La herida ha surtido efecto. Bate el de La Orotava, pero materialmente está desarmado, muy herido en el pecho, y carece de energías. El Perillón pierde su característica acometividad. No sabemos si será por no tener ganas de pelear o por heridas internas. El público grita, como deseoso de alentar al colorado, pero la extraordinaria calidad del bicho de don Adolfo no tiene límites. Tan pronto se nota herido, acaba con su rival, rindiéndolo muerto a sus plantas a los 6’34 minutos, entre la gran ovación de todos los buenos aficionados”.
Tras tanta euforia, La Espuela perdió todas las restantes, subiendo a la valla por el Norte tres gallos de los Acevedo, que esta temporada tuvieron, como de costumbre, gallos fabulosos en cantidad, y la estrella del Norte: el colorado de Juan de la Cruz. Este gallo ganó este año cuatro riñas, y volvería a pelear a la temporada siguiente. En esta largó a su rival patas arriba, tras no dejarlo ni pestañear.
El giro de Mateo Trujillo había peleado en la tercera jornada, y lo recuerda Orlando Dorta como un giro pinto maravilloso. Si la otra vez empleó hábiles salidas, ahora, herido en los revuelos, le cede el terreno picador al giro de los Acevedo y pierde a los 8 minutos. Pero ojo, porque no solo “el Foño” lo volvió a pelear, sino también “Caballerito” al año siguiente. Era un gallo de espuelas naturales enormes, pero esta vez, por malos consejos, “el Foño” se las recortó y no dio ni un tiro. Buenos gallos tenía Mateo Trujillo.
El de la sexta era del propio “Foño”, un buen giro negro picón, de patas negras. Pero cogido de oído, se queda dando vueltas. Dos riñas tenía ya el de los Acevedo, que entró con unos magníficos revuelos.
Orlando Dorta nos dice que el del Norte era un “bailarín” y el de La Espuela un gallo “ruin”. Vamos a las crónicas, y leemos en Asdrúbal: “Un bailarín y un penco”. Con razón hemos dicho más de una vez que Orlando Dorta es la persona con más memoria que hemos conocido en la vida!
Y aquí tenemos al “Perillón”
Aquí lo tenemos, fotografiado para la inmortalidad. De él leemos lo siguiente, en el “Diccionario Gallístico de Canarias”, llamando la atención que se diga nunca fue herido, cuando en esta misma pelea se refiere que reaccionó a una herida cerca del pico:
Fabuloso giro de Adolfo González (“el Tejinero”), que ganó seis peleas de modo extraordinario. Lo preparó “Caballerito” en la temporada de 1947, haciéndole cuatro, y “el Foño” en la de 1948, ganando las dos restantes. Ambas temporadas, en La Espuela. Siempre se discutió su calidad, ya que nunca lo rasguñaron y lo que mostraba era ser un gallo de unas facultades físicas extraordinarias, ganando siempre, como el otro que dice, de un solo tiro. Escribía “Pica y Bate”:
“Pedro Pérez «el Foño» decía que un gallo que, ganando con tanta rapidez y no recibiendo ninguna herida, se ponía tan triste que ni comía después de la pelea, no podía ser un gallo de calidad, sino un animal de mucho poder, y que él no gastaría tiempo en ponerlo de criador con sus gallinas. El hermano del jefe del gobierno venezolano, Antonio Pérez Jiménez, que se pasó un año aquí en Tenerife, lo vio pelear en 1948 y se lo había dicho a su hermano, el cual ordenó que lo comprara por la cantidad que pidieran. A don Adolfo González Rivero, su propietario, aquello le sonó a fanfarronada de hombre poderoso, y le dijo a Antonio Pérez Jiménez que le dijera a su hermano que, cuando terminara de castear con él, se lo mandaría de regalo. Hubo la mala suerte de que un día, de forma inesperada y sin motivo que lo justificara, porque aparentemente daba señales de buena salud, apareció muerto.”
“El Perillón” peleaba de frente, y era en efecto un gallo de mucho poder, de mucho pulso. Tenía un cuello muy largo, por lo que “el Foño”, siempre ocurrente, decía que sacaba el cuello y metía el pico. Sus dos últimas peleas las hizo mal de pico, pero las ganó del mismo modo; la última fue el 23 de mayo de 1948 ante un giro de Felipe Zamora.
En los años 50, José Cedrés adoptaría su nombre para sus crónicas en La Tarde, y en los años 90 haría lo mismo Agustín Morales en Jornada. Además, un dibujo suyo ilustraría durante varias décadas, a partir de 1951 (realmente ya apareció en el 49), los programas de La Espuela.
Fabuloso giro de Adolfo González (“el Tejinero”), que ganó seis peleas de modo extraordinario. Lo preparó “Caballerito” en la temporada de 1947, haciéndole cuatro, y “el Foño” en la de 1948, ganando las dos restantes. Ambas temporadas, en La Espuela. Siempre se discutió su calidad, ya que nunca lo rasguñaron y lo que mostraba era ser un gallo de unas facultades físicas extraordinarias, ganando siempre, como el otro que dice, de un solo tiro. Escribía “Pica y Bate”:
“Pedro Pérez «el Foño» decía que un gallo que, ganando con tanta rapidez y no recibiendo ninguna herida, se ponía tan triste que ni comía después de la pelea, no podía ser un gallo de calidad, sino un animal de mucho poder, y que él no gastaría tiempo en ponerlo de criador con sus gallinas. El hermano del jefe del gobierno venezolano, Antonio Pérez Jiménez, que se pasó un año aquí en Tenerife, lo vio pelear en 1948 y se lo había dicho a su hermano, el cual ordenó que lo comprara por la cantidad que pidieran. A don Adolfo González Rivero, su propietario, aquello le sonó a fanfarronada de hombre poderoso, y le dijo a Antonio Pérez Jiménez que le dijera a su hermano que, cuando terminara de castear con él, se lo mandaría de regalo. Hubo la mala suerte de que un día, de forma inesperada y sin motivo que lo justificara, porque aparentemente daba señales de buena salud, apareció muerto.”
“El Perillón” peleaba de frente, y era en efecto un gallo de mucho poder, de mucho pulso. Tenía un cuello muy largo, por lo que “el Foño”, siempre ocurrente, decía que sacaba el cuello y metía el pico. Sus dos últimas peleas las hizo mal de pico, pero las ganó del mismo modo; la última fue el 23 de mayo de 1948 ante un giro de Felipe Zamora.
En los años 50, José Cedrés adoptaría su nombre para sus crónicas en La Tarde, y en los años 90 haría lo mismo Agustín Morales en Jornada. Además, un dibujo suyo ilustraría durante varias décadas, a partir de 1951 (realmente ya apareció en el 49), los programas de La Espuela.
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