lunes, 13 de agosto de 2012

Lanzarote: un capote legendario

Hoy viajamos en el tiempo a fines del siglo XIX. Este es un documento excepcional, pero que fue ya publicado, en la revista Lancelot del 24 de marzo de 1990 (n. 354). Lo reprodujeron Alexis Falero y A. Montelongo, indicando tratarse de los recuerdos de unas riñas celebradas en el siglo XIX, por un aficionado. No señalan, por desgracia, el periódico en que apareció, quizás por solo disponer del recorte. Nos ha facilitado el artículo impreso la catedrática de la Universidad de La Laguna Dolores Corbella, a quien agradecemos su amabilidad.
Como se apreciará, en esa época ya se peleaban siete gallos, con los soltadores, los corredores y, más que cuidadores, las personas entendidas que se responsabilizaban por la dirección deportiva de la gallera, en este caso nada menos que los hermanos Spínola por Teguise. Obsérvese que quien sube a la valla con el gallo es el corredor, y también que estamos en una era anterior a la de la existencia de programas, ni siquiera anunciándose los gallos sobre la valla, como se deduce del comentario de la riña de “la Vieja Mariana”.
La reseña, llena de detalles deliciosos, lo dice todo acerca de la pasión con que se vivían los gallos en Lanzarote. Tras una cruda derrota ante el eterno rival –arrimándosele las culpas a Pancho Spínola–, asistimos nada menos que a un capote, obra de la sabiduría de su hermano Manuel. Se nos refiere incluso su método de preparación para ponerlos a punto de caramelo, lo que logra hacer con éxito absoluto.
Tal vez lo más destacado sea la presencia en la tanda de uno de los gallos legendarios de Lanzarore: “la Vieja Mariana”, sobre el que hay una entrada en el Diccionario gallístico de Canarias. Recordemos los versos que se le dedicaron: “Viva la Vieja Mariana, / Siempre joven y bonita, / Que se muere y resucita / Siempre que le da la gana”. Sin duda que respondía a una peculiaridad suya en las primeras peleas que hizo.
El primer capote de que yo tenía noticia se data en 1882 y se lo propinó el partido de San Nicolás al de San José en el Cuyás viejo. Luego, si no es anterior, vendría este de Teguise a Arrecife.
Pancho y Manuel Spínola –grandes luchadores, además– aparecen en la foto siguiente, que fue sacada en la gallera de Teguise, sentados en las sillas de los extremos:


“Hoy, cabizbajos, llegaron a Teguise los aficionados, y casi llorando los que traían los gallos heridos o muertos. Montero y Cantero estaban envenenados de coraje, y cuando don Manuel se informó de tan gran derrota, montó en cólera y exclamó: «¡A, jo! Para el próximo domingo haré yo el apartado de gallos que han de pelear y vengaremos la derrota».
Esa noche hubo lágrimas en Teguise, muchos dimes, diretes y puntillas a don Pancho; que si perdió los libros, etc...
El lunes, a las seis de la mañana, llegó don Manuel a la casa de gallos y en ella encontró a Montero, a Cantero y al corredor Eugenio Machín, al que ordenó que en el acto sacara al patio la tanda que tenía preparada para la próxima contienda (domingo de carnaval), a los que seguidamente les dio una pecha, pues manifestó que su amigo Mamerto Perdomo le había dicho que los gallos perdieron porque estaban muy torpes, revolcones y que perdían muchos tiros, o sea, lo que en Cuba llaman «pasados de cuido».
Pude apreciar que los pesaba, les daba una fuerte pecha y que de ellos iba haciendo un apartado y escribía unos números en las jaulas, pero no me atreví a preguntarle a qué obedecía tal separación.
Ese día mucho se habló y bebió en la casa de gallos. Algunos partidarios salieron dando traspiés y cantando. Por la tarde, otra visita a los gallos y luego a la plaza de la iglesia a descansar, hacer comentarios y pronósticos, coincidiendo todos en que el triunfo sería rotundo, pues tenían mucha fe en las palabras dichas por don Manuel.
El viernes, a las cinco de la tarde, ya estaban casados los pesos de los gallos y vimos que la tanda era de padre y muy señor mío. Primero, el Taliyazo; 2, el Brujo; 3, el Pollo; 4, el Manco; 5, La Vieja Mariana; 6, Dinamita; y séptimo, Relámpago.
El domingo, a las siete de la mañana, ya iban camino de Arrecife Montero, Cantero, Machín y Cho Félix, llevando los gallos, y Montero, muy ufano, repetía: «¡Hoy no llevamos gallos, sino demonios!».
A las dos de la tarde ya estaba el local en el que iban a celebrarse las riñas atestado de público, y desde que se tiró a la valla el Talizayo comienza el griterío de los teguiseños, haciendo apuestas. Precisamente en esos días habían llegado de Barcelona los Valenzuela; de la isla de Cuba, los García, y de la Argentina, los Ramírez, todos muy aficionados y locos partidarios de Teguise. Soltador de Arrecife, don P. Hernández, y por Teguise, un señor comandante retirado del Ejército cuyo nombre no recuerdo.
Desde que principia la pelea observamos que Talizayo está fuerte como un roque, pelea sin precipitarse, está en su punto de buen cuido, pica de coronilla y pronto despacha a su adversario.
El Brujo tuvo un golpe de suerte: en los revuelos hiere a su contrario y luego, con un formidable espolazo de hoya, deja fuera de combate a su adversario.
Se presenta Eugenio Machín con el Pollo, que por cierto se trata de un gallo precioso. Giro pecho negro, pata amarilla. Desde que los sueltan en la valla empiezan los teguiseños a cantar momios, y un señor de Arrecife se acerca a don Pancho y le dice: «Pero ¿qué es esto? ¿Cómo se atreven a cantar momios en contra de mi gallo ganador de cinco peleas?» Don Pancho le contestó: «Se trata de un pollo que pecha muy bien. Ya usted lo verá». El Pollo pelea de frente, esquiva los tiros de su contrario, pica de barbilla y a los tres tiros mata al de Arrecife. Mucha algarabía por parte de los teguiseños.
Le toca el turno al Manco, el gran gallo de Pepe Luis López. Se cruzan muchas apuestas. Me parece que los estoy viendo pelear. Ambos son gallos excelentes, grandes peleadores. Entran a pico y parece que se temen; el de Arrecife le da un fuerte golpe y el Manco, como huido, mete la cabeza en las rejas, pero en seguida sale y como una verdadera fiera se va dentro, tira un revuelo, pica de buche y le da un golpe de gracia. Aplausos y griterío general.
Quinta riña. Al soltar este gallo se oyen voces de «Esta es la Vieja Mariana». Por cierto que era un gallo de muchos recursos y ese día se batía con otro buen gallo, que no lo dejaba salir. Mucha saliva tragaron los de la Villa, pero al fin venció la Vieja Mariana y a sacarla de la valla se tiró Montero, ocasión que aprovecharon los de Arrecife para darle una gran gritería, a la que contestaba con puños cerrados.
El Dinamita y el Relámpago con facilidad se deshicieron de sus enemigos y terminaron las riñas con muchos aplausos de los teguiseños.
Al salir, presenciamos en la calle otra riña, en la que Montero le hinchó los morros a un señor de Arrecife, porque a bocajarro le dijo: «Trompetero, la vieja Mariana es una pu...»”.