miércoles, 26 de octubre de 2011

El Ramblero


Tenemos aquí a uno de los gallos más legendarios del último medio siglo en la isla de Tenerife. Ganó cuatro peleas, preparado siempre primorosamente por Pancho el Músico en la gallera de La Espuela.
El Ramblero se llamaba así por haberse criado en la finca de don Antonio Ruiz, alcalde de San Juan de La Rambla. Era hijo del Asturiano de don José Ramos Ferraz, uno de los mejores casteadores de La Palma. Muchos de los gallos de Ramos Ferraz, cuando en 1957 desapareció la gallera de Abajo, fueron comprados por Asdrúbal Bethencourt y Antonio Casañas, quienes, con el Músico y don Ángel Benítez de Lugo, formaban una verdadera peña. El Ramblero fue el gran gallo de este último, un aficionado sumamente estimado, que fue alcalde de la ciudad de La Laguna. El Ramblero peleaba a nombre de los “señores Casañas y Bethencourt”.
De color colorado, hizo su primera pelea de pollo el 21 de mayo de 1961, en el Cine Avenida de Santa Cruz de Tenerife, jornada 13 de la temporada. Pancho le llevaba 13 riñas de ventaja a Pablo Amador, que cuidaba en San Cristóbal, y ganó esta jornada por 5-2. Con un peso de 3.9, su rival fue un gallo de Isaías Pérez Lorenzo, y ya este día mostró el Ramblero ser un gallo de espuelas. Es recordada esta como una pelea de espuelas por ambas partes. El ayudante de Pancho era Julián Castillo. Pues bien: al año siguiente, cuando el Ramblero se hizo famoso, Julián Castillo, que se había ido a su isla de La Palma para cuidar en Los Llanos (donde hizo una temporada de sensación), al oír que un gallo de don Ángel Benítez de Lugo era el mejor en Tenerife, en seguida recordó al pollo: tenía que ser aquel.
Las otras tres peleas las ganó a la siguiente temporada, última en que se enfrentaron Pancho y el Boyero, ganando aquel por 14 riñas.
Sube a la valla el 11 de marzo de 1962, en el Palacio de Deportes chicharrero, con un peso de 4.2. Delante tiene nada menos que al giro de tres peleas de Domingo Hernández Luis, uno de los mejores casteadores de la isla. Sueltan los gallos y un peninsular, llevado de la fama del giro o porque ya lo había visto pelear, grita: “Mil pesetas al Norte”. El Monchi, aficionado de La Espuela, dice: “¡Van!”. Y cae muerto el giro al primer tiro. El peninsular dijo: “Es el segundo más caro de mi vida”. El Monchi era albañil, y trabajaba en la Refinería, uno de tantos grandes aficionados que ha tenido el partido de la capital.

La pelea de consagración del Ramblero fue la tercera. Viaja ahora al Puerto de la Cruz, en concreto al Teatro Topham. 15 de abril de 1962. Peso de 4.1 y delante un precioso pinto de Eduardo Pérez de Ascanio propiedad del orotavense Domingo Negrín. Esta fue una pelea descomunal. El pinto cogió al Ramblero y le partió el cachete. Otro gran aficionado de La Espuela, el Zúñiga (era apostador, pero formando parte de una vaca), le seguía apostando, pese a que la tenía claramente perdida. “Que gana”, seguía diciendo. Y de hecho, desde que el Ramblero pudo coger al pinto, lo destrozó a puñaladas.
Con un 4.1 y medio reaparece en el Topham el día 13 de mayo, ya recuperado por el cuidador que mejor ha sabido curar los gallos en Canarias en todos los tiempos (Pancho era el mejor en todo: poniendo espuelas, dándole con ellas los gallos, corriéndolos, seleccionándolos, curándolos, dosificando la temporada, etc.). Delante, trae el Boyero a otro gallo famoso, el giro de Antonio Monteverde, de varias peleas. Esta pelea duró 4 minutos y medio. Recibe el Ramblero una puñalada en el pecho y sale con la boca abierta, pero se rehace y acaba matando al giro por el oído. El Boyero, tanta confianza tenía en su gallo, se puso a darle masajes, pero nada de nada.

En las fotos que se hicieron Pancho, Asdrúbal, Antonio Henríquez, Domingo Prieto y Orlando Dorta con el Ramblero (y en la que encabeza este artículo), se aprecia cómo el gallo tiene el pecho pelado, ya que fueron sacadas tras esta pelea. El Ramblero aparece en las manos de una aficionada.
Algunos aficionados sugirieron que se le enviara el gallo a Villegas, ya que este, cruzándolo con una de sus gallinas, seguro que sacaría maravillas. Pero no se llegó a hacer, y no se conoce gran descendencia de este fantástico gallo. De broma decían en La Espuela: “No, no le mandes ese, mándale el del Monchi”. ¿Cuál era el gallo del Monchi? Con motivo de unas peleas en Las Palmas, llevaron un melado suyo. Los cañonazos se oían en Tafira. En Las Palmas, que estaban acostumbrados a gallos quebrados que metían las espuelas, se quedaron perplejos con aquel tiesto que ni palos daba. De un gallo palero se dice que a ver si se le escapa una espuela. Del melado del Monchi se dijo que a ver si se le escapaba un palo. Y en una de estas le da un palo en la cabeza al gallo de Las Palmas y lo deja saltando. Cosas de los gallos.
Y esto es lo que queríamos contar del Ramblero, dedicando esta página a nuestro buen amigo Ángel Benítez de Lugo, hijo del gran aficionado y casteador, que con todo entusiasmo y entrega ha seguido la afición de su padre, por supuesto que siempre en el entrañable partido de La Espuela.

Dos sabios de los gallos


De mayo de 2006 es esta fotografía en que vemos a dos de los aficionados más sabios de Canarias: Julián Castillo y Orlando Dorta. Grandes amigos entre sí, ambos tienen en común haber estado en las galleras con Pancho el Músico. Orlando Dorta no se dedicó a la cuida, pero sí Julián, y siempre con éxito. La afición la llevan en la sangre, ya que arraiga en sus años infantiles, Julián en Santa Cruz de La Palma y Orlando con su padre en las gloriosas campañas trianeras de los años 30. Pero sobre todo, ambos son personas sumamente inteligentes y de una memoria extraordinaria, verdaderos libros abiertos, de quien un buen aficionado nunca dejará de aprender.

Una carta de Asdrúbal Bethencourt a Francisco Dorta


Asdrúbal Bethencourt fue uno de los mejores aficionados a los gallos que ha tenido la isla de Tenerife. Le unió gran amistad al Músico, desde sus años mozos hasta la desaparición de este.
En 1938, Pancho está cuidando en Las Palmas y Asdrúbal asiste a una de las mejores temporadas que se han visto en la isla tinerfeña. Curiosamente, él está no en La Espuela, sino en el Sur (ambos partidos, de Santa Cruz de Tenerife). Se enfrentan Pedro Dorta (hermano del Músico) por el Sur y el gran Foño por La Espuela.
Debemos decir que hay que añadir un dato a esta gran temporada, comentada en la página 207 del Diccionario gallístico de Canarias. Y es que el Foño no cogió la casa de gallos al principio, sino cuando la dejó Antonio Salud, con 6 riñas en contra. Como perdió el Foño por una sola riña, queda en su descargo que realmente le ganó a Pedro Dorta por 5 riñas.
Hay en esta carta nombres conocidos. Elio era uno de los hijos del Músico. El doctor Miguel Mascareño, un muy conocido aficionado. Pepe es Pepe Palmero. La Murga es una peña de los años 30, dirigida por Eloy González. Las primeras peñas de que tenemos noticias son precisamente de esa década: el Cuarteto y el Trío de la Bencina (nombre tomado de unos personajes graciosos de una película alemana de moda) en Triana, y La Murga en La Espuela.
El Joselito, giro de Manuel Rodríguez Acevedo –sin duda el gallo más famoso que tuvo este gran aficionado del Valle de La Orotava– hizo época. Se lo llamó así por su pelear torero, aunque en la jornada 8 de esta temporada –dos días antes de que Asdrúbal le escriba al Músico– le pasó lo que le pasó, muchos aficionados juzgando que fue un error retirarlo. Le ganó el Bailador de Antonio Pérez Díaz, otro clásico de la afición tinerfeña, en este caso de Granadilla de Abona.
Digamos, por último, que la gallina Cachimba venía sin duda del célebre Cachimba, el gallo que más le gustó nunca a Pedro Dorta, comprado a maestro Manuel Cachimba en el Puerto de la Cruz la década anterior, y con el que castearía don Ernesto Huerta, saliendo de ahí, sin ir más lejos, los tremendos cabezaperros de don Hugo Pérez, que tanta gloria le darían al Músico en Las Palmas.

viernes, 21 de octubre de 2011

El Reglamento venezolano de 1954



Entre los papeles, publicaciones y documentos que conservaba Francisco Dorta, se encontraba el Reglamento del Club Gallístico de Caracas, elaborado por Luis G. Márquez, de quien hablábamos el otro día, al reseñar el segundo número de "El gallo de cría".
Hace unos años le regalé ese Reglamento a un aficionado venezolano que acudía a las peleas en Güímar, y por eso lo que reproduzco hoy procede de una fotocopias que hice. Dicho aficionado me dijo luego que al mostrarlo en Venezuela pasó por tantas manos que acabó perdiéndolo.
Luis Márquez era el propietario-gerente del Club, y en la foto exhibe disecado un gallo zambo de don Carlos Osío, campeón a inicios del siglo XX y que atesoraba el club como una reliquia histórica.
Esta preciosa publicación, de 43 páginas, se compone del “Reglamento” propiamente dicho, un “Índice divulgativo de las heridas de los gallos de pelea” (con 24 expresiones), un capítulo titulado “El más sencillo de los métodos empleados para preparar los gallos de pelea”, una “Nominatura del color del plumaje de los gallos”, el “Sistema de peso”, el “Sistema de apuestas imperante en las peleas de gallos” y el “Significado de algunas frases típicas, usuales en la gallera criolla”.
En conjunto, se trata de una publicación tan breve como rica, que, de haber lectores interesados, tendríamos mucho gusto en publicar íntegramente dentro de la página “Espuela y Fiscorno”, a que este blog está adosado.

Segunda carta de Araña y Bordes a Francisco Dorta




Esta segunda carta de José Araña y Armando Bordes a Pancho el Músico vuelve a mostrar la gran afición que había en la ciudad de Las Palmas, y el empeño de los casteadores por sacar buenos gallos.
Como en la carta anterior y en la de Pepe Palmero, se plasman los conflictos de aquel año, aunque al final serían solventados. Más interesantes son las referencias a los casteos, que empiezan hablando de Guillermo Soto, gran aficionado tinerfeño especialista en gallos de casteo.
El “camarada López” era otro de los componentes de la Peña El Cuarteto, o sea uno de los socios de Araña y Bordes, de quien era chófer. Se lo recuerda como persona muy afable y educada. Sus amigos ironizan aquí de él, como de los “madrugones” en lo que es la parte más sabrosa de la carta.
José Rodríguez Tascón es otro aficionado grancanario, que tuvo algunos buenos gallos, aunque a su nombre, o sea no como casteador, a no ser que se trate del cuarto miembro del componente, que se llamaba José (¿o es el Pepito Rodríguez nombrado más atrás?).
El colorado de Manuel Marrero, campeón de la temporada, era un gallo extraordinario, de raza toscón y medio-loco. Véase cómo, pese a ser de San José, Araña y Bordes esperan hacerse con algunos hijos suyos.
En una carta del 23 de diciembre, don Federico León Santanach le dirá a Pancho: "Como Vd. ya sabe, el partido de Triana se disolvió cuando los líos con San José, no existiendo por lo tanto, para efectos oficiales, dicho partido. Ahora bien, como los partidarios que componíamos dicho partido éramos buenos aficionados al deporte gallístico, y previniendo algún arreglo de última hora (como siempre ha sucedido) con San José, no nos disolvimos moralmente, sino siempre esperando el tan deseado arreglo, como así sucedió. El partido de San José pensó bien las descabelladas proposiciones que hizo al partido de Triana y vio que eran completamente absurdas, por lo que decidieron reunir al partido. En dicha reunión acordaron darle un voto de confianza a don Juan Domínguez y don José Juan Mejías, que fueron a dar con don Gregorio León”.
La carta está incompleta, pero como sabemos las cosas se resolvieron y volvió a darse otra gran temporada entre el Músico y el Picador.

miércoles, 19 de octubre de 2011

Caja de espuelas de Jean Paul Suarez

Jean Paul Suarez, inteligente aficionado panameño que vive en Tampa (Florida), nos ha hecho llegar curiosos artículos antiguos sobre la afición gallística canaria, y también vídeos de peleas y la bonita canción “Mi gallo pinto” de Sylvia de Grasse, que hemos insertado en nuestra página.
Ahora nos ha obsequiado con una muy bella pareja de espuelas de carey hechas por él mismo. En Panamá, las espuelas de carey se hacen con una técnica llamada por compresión, ligándoselas y poniéndolas a hervir con componentes como leche, raspadura, azúcar morena, etc., para así darles su forma. Los artesanos panameños han comprobado que, hirviendo el material con estos ingredientes, no se queman o resecan tanto como con agua. Muchas otras culturas practican esta técnica de compresión para darle forma a sus espuelas naturales, pero con agua, y entre ellos los cubanos. En cuanto a los otros elementos del cocido de este material, los artesanos panameños hablan muy poco de ello.
Para los panameños, el carey amarillo es el más exquisito, y, a la vez, el más escaso.

Pocas noticias sobre la próxima temporada

Como tenemos hoy problemas para introducir el material que pensábamos aportar esta semana, aprovechamos para dar unas pocas noticias, cuando solo faltan dos meses para que se abran las casas de gallos.
La contrata estelar de la próxima temporada parece que será la de Santa Cruz de La Palma, ya que se hacen cargo de las galleras dos de nuestros mejores cuidadores: Quico Acosta repitiendo en la Nueva y Pedro Pérez en la Guerra. Con el primero, el Zepelín, y con el segundo, Salvita. Mejor, imposible.
Los Llanos y Tazacorte, en cambio, no se han definido. Hay mar de fondo en la gallera de Los Llanos, y Tazacorte está a la expectativa.
En Tenerife, esperemos se confirme que el Norte va a encerrar en El Pris, ya que es una zona maravillosa para los gallos. Pero ni ellos ni La Espuela tienen aún cuidador.
Si las cosas no cambian, Güímar seguirá con sus cuidadores cubanos, pero aparte celebrar peleas con el Sur y con El Hierro, habrá dos jornadas con El Volcán, donde al parecer repite Nerín.
El próximo miércoles, si no este viernes, reanudaremos nuestra serie de notas y artículos. Próximamente nos ocuparemos de El Ramblero de don Ángel Benítez de Lugo, que hace ya medio siglo fue uno de los últimos gallos fuera de serie que han peleado en la isla de Tenerife. Y preparado por Pancho el Músico.

lunes, 10 de octubre de 2011

Santa Cruz de Tenerife, 1 de abril de 1945


Eduardo Pérez de Ascanio

Un amigo conocedor de mi afición a los gallos me envió un ejemplar de un libro cuyo autor es Ernesto González Sotomayor, de título “Pequeñas aventuras de Martín Pomar”, y, entre otras muchas cosas de su infancia, cuenta cómo una noche, en medio de un profundo sueño, fue despertado al amanecer por el canto de un gallo que se criaba en una finca de plataneras próxima a la refinería:

“El canto de este gallo trajo a mi mente la afición de los chicharreros por este deporte vernáculo, ya que siempre se anunciaban sus riñas y eran muy famosas las de la gallera de la Vuelta de los Pájaros, así que decidí conocerla la próxima semana.

Acompañado de mi amigo Santiago cogimos el tranvía que nos costaba media peseta y nos trasladamos a ese lugar.

Después de subir por la Rambla de Pulido y rebasar la Plaza de la Paz, pasamos frente al Cinema Victoria, el Teatro Baudet y la Cuesta de Piedra, donde estaba situada Vitabana, que se dedicaba a fabricar harina de plátano. Al llegar al sitio donde se encontraba la gallera, estaban estacionados varios coches negros; uno de ellos, de mayor envergadura, lucía en uno de sus guardafangos una bandera española con cuatro estrellas, símbolo de que allí se encontraba el Capital General. En los alrededores había varios soldados que le acompañaban. Nosotros, por la edad, no pudimos acceder al recinto pero sí pudimos oír todo el barullo y los gritos que se producían dentro del mismo.

En vista de que nos prohibían su acceso, decidimos volver en el primer tranvía que pasara. Al otro día, leyendo el periódico, encontré la reseña que hacía el reportero de este evento, Asdrúbal Bethencourt Lugo, bajo el seudónimo de Pica y Bate, y que titulaba «El General García Escámez asiste a una riña de gallos». Las peleas eran entre los partidos La Laguna y la Espuela, y su desarrollo era referido así:

«Primera pelea. Dos magníficos ejemplares. El primero en herir fue el lagunero, que lo hace en la rabadilla de su rival. El de La Espuela, gallo de mucho dominio, no está con el deseo de la pelea anterior, pero no por ello deja de picar ni una vez y lo hace en la cuerda del contrario. Duró 2 minutos y 31 segundos.

Segunda. Otra buena pelea. Enérgico el de La Espuela, y con un poco de más calidad. Se hieren ambos pronto. Aunque pelean muy empechugados, pierde un ojo el de Antonio y se queda como una estatua. Mal asunto. El contrario observa el defecto y se voltea. En una de sus embestidas, le toca la cuerda a los 4 minutos y 32 segundos.

Tercera. El gallo de La Espuela inicia la pelea de corrido sin que el contrario hiciera gran cosa por impedirlo. Cuando la pelea ya estaba casi resuelta por el de abajo, el giro del señor Pérez de Ascanio da unos tiros y al de La Espuela, gallo muy frío y falto de calidad, le da por no picar. El de arriba se crece y termina dueño y señor del combate a los 7 minutos y 11 segundos.

Cuarta. Una pelea rápida y muy espectacular. Se revuelan con mucha furia. Ambos están en buenas condiciones, pero solo uno tiene que ganar. Hay en ellos mucha calidad, y gana al minuto y medio el giro de La Espuela, también por cogida de cuerda. Los dos son procedentes de los señores Acevedo, del Norte.

Quinta. Otra pelea formidable. El de La Espuela peleó solo, hirió todo lo que le dio la gana, de frente, de lado, por todas partes, haciendo uso de sus espuelas. Ganó a los 2 minutos y 34 segundos.

Sexta. El giro de La Espuela, repetido del domingo anterior, es presentado en muy malas condiciones. Falto de deseo, hirió un poco hasta que el gallo de La Laguna lo picó a gusto un par de veces. El giro de abajo, por su falta de celo, perdió el control de la riña y fue retirado por su soltador a los 11 minutos y 21 segundos, antes de que llegara a fatales consecuencias por su falta de preparación.

Séptima. El giro de La Orotava, de don José González Pérez, es presentado por La Laguna. Entran ambos muy alterados. El lagunero hiere a su rival en un ala, pero el contrario es degollado y claramente va perdiendo la batida. El de La Espuela no es gallo de mucho coraje y da lugar a que se le vayan las fuerzas. Para no prolongar la riña, los soltadores la dan tabla a los 14 minutos y 8 segundos. Con el triunfo de La Espuela, es ahora este partido el que lleva la ventaja.

Por nuestro estimado amigo, actual decano de este tradicional deporte y presidente del partido La Espuela, don Adolfo González Rivero, fue obsequiado el Capitán General de Canarias, don Francisco García Escámez e Iniesta, con un magnifico gallo giro terciopelo, que muy pronto hará su aparición en el círculo de combate. El señor García Escámez se mostró muy satisfecho del desarrollo de las riñas de gallos».”

El partido de los gallos de la Espuela, fue fundado en el año 1921 y comenzó su actividad cinco años después en la Vuelta de los Pájaros, donde se construyeron sus instalaciones, que se mantienen en la actualidad.

Sin embargo no se tienen datos de que se hayan hecho peleas en la gallera, habilitada solo hace unos pocos años, y en la que sin duda no había espacio para recibir a los muchísimos aficionados que entonces acudían a los gallos. El programa que presentamos, como se verá, las sitúa en el Frontón Tenerife, que es donde se celebró toda esta temporada de 1945. Más bien parece que Ernesto González Sotomayor confunde los lugares, o que antes o después de las peleas –más antes que después, ya que se celebraban a las dos, y la gente ya había almorzado– hubo algún evento en la gallera, con asistencia de ese gran aficionado que era García Escámez, cuya presencia era también habitual en las galleras de Las Palmas, recordándolo perfectamente Alejo Yánez en la de San José.

Con su triunfo esta jornada por 4-2 y una tabla, Manuel Torres, más conocido por “Gato Maruca”, se adelantaba en una pelea a “Caballerito”. Al final, “Gato Maruca” ganaría por 4 riñas.

Las riñas de gallos en la Isla Reunión




Nuestro amigo y colega Nilo Palenzuela nos trae de la Isla Reunión una interesante publicación: se trata del librito n. 7 de una colección dedicada a los aspectos singulares de aquella isla, que en este caso se ocupa de las peleas de gallos. Lleno de fotos, de las que es autor Nicolas Tchenio, aporta informaciones breves pero preciosas sobre la afición gallística.
La Isla Reunión, en el Océano Índico, al este de Madagascar, es un departamento ultramarino de Francia, por lo que hay que sumarlo a los lugares de la Unión Europea donde, como en Canarias, se celebran riñas de gallos legales. Al igual que en Canarias, son permitidas por su valor patrimonial, en su caso por ley del año 1964.
Los gallos finos fueron allí importados por los esclavos y los comerciantes de la India que han poblado la isla.
Los gallos reciben cada ocho días ejercicios de 10 a 15 minutos, con saltos, pérdidas de equilibrio, corridas y simulación manual. Luego, cada 15 días, se someten a pequeños combates de iniciación, de 20 a 25 minutos (nuestras “pechas”). Y a los 10 y 12 meses, a pelear.
Las peleas, donde las apuestas son sin duda más importantes que en Canarias, se celebran en los gallódromos, sin valla, o sea en un círculo que forman los espectadores. Muchas veces el casteador –ya que, por supuesto, no se da nuestra estructuración en partidos– interrumpe la pelea para salvar a su gallo. También hay pausas en las que, a veces, se los refresca con una esponja de agua y zamal (cannabis local). Un gallo pierde si sale se tres veces del redondel, y las tablas, si ninguno abdica, llegan... a las dos horas.
El ambiente es tan entusiasta y apasionado como en cualquier lugar del mundo. En las fotos que ofrecemos, vemos a dos típicos gallos de aquella isla estudiándose y dos momentos de peleas.

Una carta de Pepe Palmero a Francisco Dorta


La carta que a continuación transcribimos se sitúa en el mismo contexto de la que hace siete días dábamos a conocer, dirigida por José Araña y Armando Bordes al Músico. A última hora los problemas se resolverían, abandonando San José sus pretensiones. Pero en tanto el partido de Triana se había disuelto, y solo reaparecerá en enero con el nombre de Las Palmas.
“Las Palmas 26 de septiembre de 1937.
Sr. Don Francisco Dorta.
Apreciable amigo: Alegrándome mucho que al recibo de esta se halle bien en unión de su familia. Nosotros por aquí bien, gracias a Dios.
Francisco, esta es con el objeto de decirle que, para yo poder hacer la instancia de la escopeta, tengo que saber el número de ella y marca. Yo agradecería que si usted viera a Rafaelito, que él tiene la guía de la escopeta, y Vd. apunta con un papel el número y marca de ella y me la manda, y si no se lo dice a mi padre a ver si lo ve, pues de lo contrario no puedo hacer nada sin eso.
Francisco, de gallos le diré que aquí hay una de comentarios tremendos, pues, según me dijo Luis Cabrera, Don Adolfo González estuvo aquí y dice que había contratado 16 domingos de peleas con los de San José, pero con la condición de que el gallero de D. Adolfo tenía que ser Vd., y con las mismas condiciones que los de San José le habían dicho a los de Triana. A mí, desde luego, me parece imposible que Vd. fuera a aceptar después de que los de Triana no admitieran esas condiciones. Yo creo que todo sean cuentos, pues en San José hay dos o tres que siempre están con los mismos requisitos: Juanito Mesa, Sarmiento y alguno más, pues los demás están conformes en pelear con Triana sin necesidad de contrato ni nada. Están conformes Don Francisco Aguilar, Villegas, el médico Mejías y todos los demás. Los únicos son esos dos o tres, como le digo, que no saben la forma de buscar con quien echar peleas para no pelear con nosotros, pero no les queda otro remedio, pues ellos le hablaron a los de Arucas y no pudieron, a los de La Palma tampoco porque veían que les era un fracaso, y de dividirse unos con otros tampoco, y ahora han buscado lo de Tenerife, pero siempre que sea con las mismas condiciones que antes yo le he dicho. Ellos dicen también que Don Adolfo les había dicho que no aceptaba las peleas de cualquier forma que fueran y que por eso contrataba los 16 domingos, y yo le dije a Luis Cabrera que, no permitiéndolo el partido de Triana, no iba Vd. ahora a permitirlo. Yo no lo creo, más bien creo que sean cuentos de esa gente. Yo tengo la seguridad de que las peleas son San José y Triana como siempre.
Sin más por hoy, besos de Juan José para todos y de Ramona y míos.
Su amigo que lo aprecia,
José Palmero.
Recuerdos de Pepe Nuez y familia y de todos los amigos.”
La foto que acompaña esta carta no es de aquella época, sino de 1953, cuando Pepe Palmero cuidaba en el partido de Abajo. Aparecen grandes aficionados de Santa Cruz de La Palma, como Silvestre Carrillo, Francisco Brito, Ernesto Mocán, Pepe Sardina, Isidro Acosta, Gilberto Hernández, Anatervo, Geno Concepción, Felipe Borbón...

lunes, 3 de octubre de 2011

Alejo Yánez habla para nuestra página



Es para nosotros una alegría y un orgullo presentar esta semana las palabras que el gran Alejo Yánez, decano de nuestra afición, ha grabado para nosotros. Ojalá otros aficionados siguieran su ejemplo y nos hicieran llegar sus memorias y sus impresiones gallísticas como él ha hecho. No vamos aquí a presentar a Alejo, ya que de él hemos hablado en otras ocasiones con amplitud. Alejo estuvo en las casas de gallos de Gran Canaria y Lanzarote durante los años 30, 40 y 50, pero además mantuvo la afición toda su vida. Maestro de amistad, las amistades que ha hecho son incontables, y aquí solo alude a unas pocas. Faltan sin duda cosas, pero él nos ha puesto lo que en el momento le parecía lo principal. Así, no nos cuenta cómo el Boyero quiso llevárselo a Tenerife, ni la gran amistad que lo unió a Manuel Rodríguez Acevedo y a su familia. Tampoco, la vez que lo hicieron asistir a un fusilamiento, ni el momento en que, al relevar en las trincheras del Ebro, un 1 de enero, a un compañero, al par de segundos una bala le atravesó a este la cabeza. Vivencias amargas a veces, felices otras, pero que llenan una vida muy rica. Centrándose aquí en los gallos, Alejo, que también nos grabó en la misma cinta su voz a la guitarra, nos ofrece el testimonio entrañable de una personalidad gallística irrepetible. Como él, no habrá otro igual.

Me llamo Alejo Yánez Ramírez, nacido en Teror el 12 de mayo de 1917.
De pequeño me dio el tifus, epidemia de la que por entonces morían dos y tres personas en la misma casa. Como mi padre tocaba la guitarra, para verme contento me compró una pequeñilla, diciéndome que era para que fuera aprendiendo a tocarla.
Mi padre era el encargado del Convento de las Dominicas en Teror. La Madre Margarita, madre superiora del convento, le dijo a mi padre: “Maestro, qué bien canta su hijo”. “Sí, le gusta, y además le estoy enseñando a tocar la guitarra”. Y ella: “Muchacho, ven acá, si tú quieres aprender, yo te pongo una profesora”. Y así aprendí música y también a leer.
A los 16 años me metí en la Banda de Música de Teror. Un tal Tomás, a quien le gustaba la música, formó un pequeño grupo, hasta reunir unos 21. Esto era en El Álamo.
Ya entonces yo estaba en los gallos. Había en Teror dos casas de gallos, la de El Bloque y la de El Pino, donde estaba Domingo el Boyero con maestro Nemesio. Yo estaba en El Bloque. Cuando tenía 17 años, apareció en busca mía don Simón Doreste Estruch, director del Banco Hispanoamericano de Las Palmas. Le dijo a mi padre: “Maestro, vengo en busca de Alejo, ya que dicen que le gustan mucho los gallos”. “Sí, él ha estado en la casa de gallos de El Bloque”. “Me lo voy a llevar para Las Palmas”. “¿Cómo se lo va a llevar para Las Palmas? ¿Dónde va este muchacho?”. Porque para él éramos todavía niños. Don Simón le preguntó si yo no tenía a nadie en Las Palmas, y mi padre le dijo que dos hermanas. “Pues se queda con ellas, o si no en la casa de gallos”. “Como quiera él”, dijo mi padre, y yo le dije que, si me dejaba ir, iba.
Don Simón Doreste me llevó a la casa de gallos de San José y me presentó al preparador, que era Pepe el Picador. Por cierto que me fue muy bien con él. Lo que me enseñó mucho se lo agradezco, y además fue muy bueno conmigo, un amigo de los grandes. Pasé muchos años con él, primero en San José y luego en Triana. Yo en la casa de gallos era el de atrás, y los que estaban conmigo en la parte de atrás fueron después ayudantes míos cuando yo me hice cuidador. Hablo de Frasquito (que estaría dos años conmigo), de Pepe Suárez, de Rafael Bobería.
El 26 de julio de 1936, a las dos de la mañana, tocaron a la puerta de mi casa una pareja de guardias civiles y le preguntaron a mi padre por mí. Me dijeron que tenía que acompañarlos, y mi padre, con aquel sentimiento, les dijo si podía ir con nosotros. Le dijeron que no. Frente del Royal, en el Puente del Pino, había una furgoneta con dos detenidos. Estaban el teniente de la guardia civil y el guardia de quiebramontes. El teniente le dijo al guardia: “Pregúntale si no fueron él y Guillermo Ascanio quienes repartieron los programas que decían «Arriba, pueblo, que nos quitan el agua»”. Yo no sabía lo que era, y así se lo dije, porque yo no había repartido programas ni nada. Me manda subir al furgón y me llevan al colegio Don José Pérez, donde tenían unos palos y unas porras que metían miedo, pero a mí no me hicieron nada. El teniente vino luego a las once de la mañana y me dijo: “Te has escapado por lo que te dije, porque si no estarías donde los otros dos”. Quería decir que los echaron a la Sima Jinámar.
En 1944 llevé a Lanzarote al Cotorro, que tenía once meses. Lo atusé el sábado y lo peleé el domingo. El lunes fui a curarlo a casa de don Andrés Fajardo, uno de los casteadores más grandes que ha tenido Lanzarote. Don Rafael Ramírez Bazo, que era profesor de instituto, me dijo: “El gallo está muy mal, ¿se morirá?”. Le respondí que no, que le echara plátanos y que lo curara con lo que yo le había indicado, que podía estar tranquilo. Eso era a la una de la tarde y el barco en que yo volvía a Las Palmas salió a las 4 de la tarde. Pues bien: cuando llegué a mi casa, me llamó don Andrés Cabrera Velázquez, que era juez, y presidente del partido Sur, para decirme que, cuando salió el barco, murió don Rafael Ramírez Bazo. El Cotorro hizo once riñas, y cuando murió le hicieron un entierro como si fuera una persona.
Hace unas semanas me preguntaba el amigo Miguel por la temporada que hice en Lanzarote el año 1952. Yo cuidaba en el partido Sur contra Juan Jorge en el Norte. En Las Palmas, Leandro Perdomo Fajardo, que era periodista de Lanzarote, me entrevistó, y la entrevista apareció en el periódico. Cuando llegué allá, don Andrés Cabrera Velázquez me dice: “Prepárese, Alejo”. “¿Por qué, don Andrés?”. “Porque usted dijo en las crónicas de Las Palmas que iba a pegarle una paliza a Juan Jorge. Y él tiene el periódico preparado para sacarlo el último domingo de peleas”. Le digo: “Don Andrés, no crea que yo puedo decir una cosa de esas. Que vengo a ver si puedo ganar, sí, pero que yo le voy a ganar, no, porque eso no se puede decir, no se sabe. Yo no soy capaz de decirlo”. Me enseñó el periódico, y eso es lo que decía. Ese año fue uno de los de mejores peleas que se hicieron allí en Lanzarote, y salí triunfador. Cuando acabó la temporada, me dijo don Andrés: “Oiga, Alejo, se ha salvado por la campaña que ha hecho, porque si no Juan tenía el periódico preparado para sacarlo”. Y le volví a decir que yo aquello no lo había dicho.
En la última jornada de aquel año pelearon y ganaron dos pollos, que no tenían el año. Uno era de don Abelardo Fernández, el practicante, casteado por don Andrés Cabrera Velázquez, y el otro de don Tito Borges, sacado por don Ramón Rodríguez. Este hizo cuatro peleas en tres domingos. Los pollos hay que saberlos pelear. Hoy les dan leña como si fuera un gallo grande, y los pollos son niños. A mí me gusta más un pollo que tenga salud, que vaya bien, que un gallo, porque va con más brío y es mejor. Yo he ido a las pechas de hoy, invitado, y me he echado fuera del coraje que me da en ver pechar los gallos. Les dan leña que los dejan negros, y después, en vez de darles sopa como hacíamos nosotros (pan de remojo y leche), les ponen millo, cuando esos gallos tienen fiebre de los golpes que les dan. Al acabar las pechas, les echan millo. ¡A quién se le ocurre!
Otra cosa es el correr los gallos. No se le puede dar una carrera a un pollo como a un gallo, porque los huesos están más blandos. Al pollo hay que darle cuando más y mucho cinco o seis minutos, pero no les den más, porque ya con la fuerza y el brío con que viene del campo tiene, y esos son los que hacen las peleas. Hoy da hasta pena ver todo esto. Les dejan el agua delante todo el día y las latas se las quitan por la noche. Cuando nosotros cuidábamos, ningún cuidador hacía eso. Eso viene de viejo. El gallo cuando da la vuelta, ya no quiere más agua, porque si no se llena el buche y la larga por el pico.
Hoy corren los gallos con la cabeza en alto, y después si un gallo queda tuerto se queda picando en el aire, y si queda ciego ese es que ya no hace nada. En aquel entonces, un gallo ciego o tuerto cogía y, como estaba bien corrido, picaba en el suelo y se podía levantar. Hoy no, para no agacharse mucho pasándosele por delante, el gallo sigue con la cabeza levantada. El gallo tiene que correr y sacarlo fuera, y cuando viene que venga a picar el suelo. Entonces el gallo, cuando esté ciego o tuerto, donde pica, porque está acostumbrado, es al suelo. Esa es la voluntad del gallo.
A mí no me da vergüenza decir que yo aprendí de una carta que Pancho le mandó a don Manuel Hernández Garavote. Don Manuel le escribió a Pancho que mis gallos estaban muy bien corridos, muy bien trabajados, pero que no me picaban. Pancho le dijo que yo cogiera de afuera una tanda y que le diera una pecha a esos gallos, pero fuerte, y que después les pusiera sopita. Al otro día, media ración de millo. Y que después los peleara a los 15 ó 22 días, y mucho paseo. El gallo lo que quiere es muchas salidas, tenerlos paseando en la jaula, sacando en la platanera, que lo llamen con el cachiporro para que venga, y siempre con voluntad, no quietos los gallos. Nosotros trabajábamos eso desde que se hacía de día hasta la misma noche. Llegábamos un domingo de pelear y en seguida a sacar los gallos del salón para afuera. Un día los corríamos y al otro en el revolcadero, los poníamos al solito un día y a lavarlos. Día por día. Luego un par de días de descanso, y pecha general. El gallo lo que quiere es alegría. Nada de tenerlos en el salón cerrados. Todo esto lo aprendí yo de Pancho el Músico, y por eso pude ganarle a él, con las mismas armas suyas.
Cuando yo conocí a Miguel en uno de los campeonatos de Lanzarote, nos pusimos a hablar de gallos, y me preguntó: “¿Usted le ganó a Pancho?”. “Sí: a Las Palmas llevó Julián una tanda y gané por 5-2, y allá lo hice por 4-1. Eso fue lo que pasó”. Cuando fui a pelear con él a Tenerife, don Manuel Hernández Garavote me dio un regalo para que se lo entregara. Pancho lo llamó después para agradecérselo, y le dijo: “Pelearon los gallos suyos. Tan bien como ese muchacho no hay quien los prepare”. También llevé una tanda buena: dos gallos de don Rafael Guerra Medina que entre ellos sumaron unas ocho peleas; uno de don Nicolás Díaz de Aguilar que tenía tres e hizo una gran pelea; un gallino de Manuel de Tamaraceite; otro de don Pedro Morales; otro de don Pedro Quintana... Me salió muy bien.
Los aficionados del partido de San José se reunían todas las tardes en la farmacia de don Manuel Araña. Allí aparecían Melito Suárez, don Ramón Rodríguez, don Agustín Díaz, don Nicolás Díaz, don José Araña y muchos más. Un día, don Agustín Díaz dijo: “Yo sería capaz de pagarle una temporada a Alejo para que se fuera con Pancho, porque sería un buen cuidador”. Eso me lo contó don Ramón Rodríguez. Pancho era el número uno, aunque también había otros buenos cuidadores, como Domingo el Boyero, Pepe el Picador, Pepe Palmero o Juan Lucas.
Pancho peleó al Barbero de Teror en 1938 con un degüello, y soltando sangre por el pico, y corriendo, corriendo. Se vira entonces para atrás y mata al otro. Aquello fue un escándalo. Ese gallo se lo vendió a Juan Díaz, que era el panadero de frente al Cuyás, el barbero Juan Santos, de Teror.
En aquellos tiempos se llenaba el Cuyás, y se ponía en la puerta una pareja de la policía armada para que no entrara más gente. La ponía don Alonso Castro, que era de Tenerife, pero comisario en Las Palmas. Un gran aficionado, y muy buena persona, el Señor lo tenga en la gloria. Era impresionante ver a toda aquella gente con aquellos sombreros, el gentío que había a la salida y a la entrada.
Es bonito recordar a los grandes aficionados, porque ya no se habla de ellos. Don Francisco Aguilar, de Tamaraceite; don Juan Suárez, del Molino; don Antonio Falcón, capitán de ingenieros. Llevaban 20, 25, 30 gallos a San José, y fueron ello quienes levantaron los gallos en Las Palmas. Cada vez que llegaba don Antonio Falcón a la casa de gallos, me decía: “Alejo, eche los gallos fuera, no los tenga ahí dentro, que no hay corriente ni frío”. Creo que acertaba. Los gallos hay que estarlos moviendo, porque si uno se mueve no hay frío. No es eso de tenerlos con las puertas cerradas, que si hace frío, que si tal y cual. Hay que trabajarlos mucho. Tener las correderas para poner los dos gallos que se han pechado y seguir luego con la siguiente pareja. Desde las ocho de la mañana hasta las dos de la tarde no parábamos los cinco empleados que tenía la casa de gallos de San José. Dos en la valla y tres atrás.
Otros casteadores grandes que tenía San José eran don José Villegas, don Ezequiel Betancor, don José Hernández López, don Ramón Rodríguez, don Simón Doreste, don Fernando Falcón, Melito Suárez, don Pablo León Espino. Por la gallera pasaba todo el mundo. Hasta García Escámez, el capitán general, iba a comer allí. Los sábados a la noche se reunían muchos aficionados a hacerle guardia a los gallos. Se cocinaban un par de gallos, se jugaba a la baraja, se hablaba de nuestra afición.
No me olvido de don José Juan Mejías. Procedía de Arucas y era dueño de la clínica Santa Catalina. Un caballero. Fue presidente de San José, como don Pablo León Espino de Triana.
Trianeros eran también don Manuel Álvarez Peña, don José Cuyás, don Rafael Guerra Medina, don Martín Castillo. Don José Cuyás estuvo primero en San José. Le dije que si quería sacar gallos y me dijo que cómo iba a empezar tan tarde. Yo lo animé, cogí un dos peleas muy bueno de don Manuel Álvarez Peña, que había salido muy malherido, y una gallina, y de ahí salieron los mataporojo, grandes gallos de muchas peleas. Don Manuel Álvarez Peña era de Telde, fue alcalde. Pancho le peleó una docena de gallos y luego yo once, que casi todos ganaron. Don Rafael Guerra era el soltador de Triana, muy buen aficionado, como pocos.
Quiero nombrar también a don José Navarro, de Telde, que murió con 96 años. Iba a todas las islas, y no dejaba un domingo de ir a los gallos. Un melado pinto que yo le peleé hizo cinco riñas. También quiero nombrar a un pobre: Manuel Mananá, muy célebre en Las Palmas. Tenía muchos gallos en Molino de Viento, y tuvo uno de cuatro riñas. Me dijo don Pedro García Arocena: “Alejo, no lo pelee, que Manuel me lo da para sacar”. “Mañana mismo se lo lleva usted”, le dije. Yo era amigo de dar lo que me pidieran, porque lo que yo quería era que sacaran gallos. Hoy, en cambio, hasta que no termina la temporada no se llevan un gallo.
Un gran amigo de los gallos fue para mí don Fernando Bello, el médico, que era como el otro que dice dueño de medio Sur. Le peleé un gallo muy bueno. Tres días antes de morir jugábamos al dómino.
Hoy está Pepín el Cubano, que todos los años saca unos pocos gallos, pero que sobresalen. Este año fue campeón de Gáldar, con tres gallos que le ganaron en unos seis minutos. Gran aficionado. Pepín escribe de gallos, como Leandro Perdomo, que ya lo nombré, Martín Díaz, que según las peleas proclamaba coroneles y generales, don Fermín Romero Montenegro, don Pedro Cárdenes. Hoy empieza Fernando Ojeda, que es otro buen aficionado, le gustan mucho los gallos y es un muchacho joven.
Esta cinta la he hecho para el amigo Miguel sin papeles delante, solo con la cabeza que Dios me ha dado. Los médicos me han dicho que cuando me muera les deje la cabeza y las manos. Mi cabeza, y ya voy para los 95 años, está perfecta, de todo me acuerdo. Y con las manos he tocado la guitarra, cantando, para el amigo Miguel. Mucho más tengo para contar, pero quede con lo que he puesto aquí.

Segundo número de “El gallo de cría”


Recibimos el segundo número de la excelente revista venezolana “El gallo de cría”, de nuevo con riqueza fotográfica e informativa.
Este número se abre con otro interesante trabajo del doctor Peña González, “Renovación de águilas, gallos y hombres”, donde, entre otras cosas, señala cómo lo esencial para todos los aficionados a los gallos es “convivir con un animal que ha sido por siglos sinónimo de valentía y orgullo”.
Diferentes campeonatos de Venezuela reciben especial atención. Así, el del Club Gallístico Maturín, dedicado a los pollos de media cresta y que es el que abre la temporada en el país. Este Club Gallístico fue fundado hace ya 40 años. Mucho público vemos en otros dos campeonatos: el de Barquisimeto –en su cuarta edición– y el de la Partida de Santa Rosa de Lima, en Anzoátegui. Al VIII Campeonato Internacional de Cali dedica Germán Patiño un gran reportaje; aparte gallos colombianos, hubo representación de Puerto Rico, Aruba, Miami, Perú, Ecuador y, por supuesto, Venezuela.

Grandes aficionados reciben también atención. Curioso es el caso del Kid Rodríguez, ya que es una figura muy notable del béisbol y a la vez lleva como casteador la Cuerda Mampote. Un poco como los aficionados canarios que han sido grandes figuras de la lucha canaria. Edgar Martínez “el Ronco” es otro gran aficionado, que lleva, con su mujer Albanelis, la gallera El Recoleo, en la población de San Jaime, estado de Monagas. Esto nos lleva a una de las páginas más atractivas de este número, la entrevista que Luis Flores le hace a una maravillosa aficionada, Solanny Yaguaracuto, que es una de las excepciones al carácter predominantemente masculino de la afición gallística. El entrevistador nombra a otras muchas aficionadas, y recuerda en especial a la legendaria Eva Hernández, que era una gran apostadora de gallos y de mesas de juego hará medio siglo. Solanny, mujer joven, bella y despierta, tiene su cuerda en Guayabal de Piritu, estado de Anzoátegui, y, sorprendentemente, no es de familia gallística, lo que le concede más mérito aun. A la pregunta de cuál es su pluma preferida, responde: “las plumas gira y jabada, porque para mí mientras más feos mejor, ya que se tiene la ventaja de que todo el mundo le pone la mirada al más bonito”. Su mejor recuerdo gallístico es el de su gallo “Pata de Mula”: “Era un canagüey chatito, pero de fuerte corpulencia, y peleaba por debajo. Recuerdo que pegamos con un gallo gallino negro, que según los comentarios venía de ganar en un mundial en Maturín. Teníamos desventajas, pero la fe era tan grande que al principio de la pelea lo tumbaron, pero en un abrir y cerrar los ojos el gallo canagüey lo picó y lo mató”. A Solanny la vemos en la foto que aquí reproducimos.
Otros buenos aficionados de que nos habla la revista son el cuidador Kendry Pierre Ballesteros, natural de Barquisimeto, la familia Guillén, que lleva la Partida El Kilombo de Naricual, y el maestro don Pedro Figuera, que a sus ochenta años conserva intacta su afición en sus instalaciones de El Marañón, cerca de Maturín. Triste en cambio es la noticia de la muerte, en el propio Club Gallístico Maturín, de Manuel González “la Chiva”, un aficionado extraordinario y muy estimado.
Completan este número sendos trabajos sobre la sanidad en los gallos finos, obra de Carlos Cogorno, y sobre el oficio de gallero, por Pedro Vargas. Trabajos de los que siempre se aprende algo.

Desde el punto de vista histórico, llaman la atención distintas fotos de los años 60 tomadas de la revista “Gallerías” (una de las cuales, de 1961, reproducimos aquí) y, ante todo, del ensayo que Manuel Urbano ha realizado en torno a la Convención de Carora, celebrada en 1961. Como uno de los presentes era don Luis Márquez, autor de un reglamento gallístico que poseemos, hablaremos de este trabajo próximamente.
Un nuevo póster acompaña la revista: se trata de la foto de un apuesto gallo zambo propiedad de Adermo Rodríguez, de la Cuerda La Comunera de San Carlos Cojedes.
Gran trabajo, en fin, este segundo número, hecho, como es costumbre en Manuel Urbano, con la cabeza y con el corazón. Y viva siempre la afición gallística.

Una carta de José Araña y Armando Bordes a Francisco Dorta





No todo fue “caballerosidad” entre los dos grandes partidos de San José y Triana, a pesar de que esa fue la conducta predominante. A algunos joselitos les costó digerir la grandeza del “Músico”, y en una carta de Pepe Palmero a Pancho que publicaremos el próximo lunes, veremos nombrados a dos: Miguel Sarmiento y, sobre todo, Juanito Mesa. El hermano del célebre Mesa y López era todopoderoso en San José hasta la llegada de Pancho, que supuso el fin de la hegemonía de San José. Después de que Pancho, en su segundo año, le diera una cuerada, Juanito Mesa tuvo que dejar la cuida, que en su caso era más bien, al estilo antiguo, la dirección técnica de la casa de gallos, ya que quien trabajaba de verdad era “el Picador”, quien se convertiría posteriormente en un excepcional gallero.
José Araña y Armando Bordes eran grandes aficionados trianeros, que formaban la peña El Cuarteto, protagonista de una de las más deliciosas anécdotas gallísticas de Canarias, que referimos en la página 151 del DGC. Entusiastas de Pancho y de Pepe Palmero, al ponerse este a cuidar en San José, acabarían por pasarse a este partido, donde Araña militaría hasta la desaparición del Histórico, en 1968.
Hablando de “histórico”, obsérvese la sorna con que comienza la carta, ya que al partido de Triana lo llama con la misma designación.
Las suspicacias con Pancho duraron, entre esos pocos aficionados, toda su etapa de los años 30, y aún en los 40 pretendieron que se registraran sus gallos, a lo que se opuso el propio Palmero, a quien le parecía una monstruosidad tener él la mínima desconfianza de su maestro y amigo. Posteriormente, cada vez que Pancho visitaba Las Palmas para peleas de fin de temporada, la ovación que recibía era monumental, fueran trianeros o joselitos. El tiempo acaba por hacer justicia.
La rivalidad –enorme entre los dos partidos– justifica las burlas que Araña y Bordes hacen de dos extraordinarios aficionados: don Simón Doreste y don Ramón Rodríguez, el segundo además convirtiéndose posteriormente en uno de los grandes casteadores del Archipiélago.
La referencia irónica a Juan Lucas “orador de valla” tiene que ver con su intervención como árbitro en una bochornosa pelea que tuvo lugar en la jornada 13 de esta temporada del 37, y que fue la típica vergüenza a que los buenos aficionados asistimos de vez en cuando –hoy, sin duda, más que antes–: la de los dos gallos para quitar y que los soltadores mantienen a base de marrullerías durante un tiempo eterno. Nadie ha logrado nunca extirpar esta gangrena gallística, que ha alejado justificadamente de las galleras a mucho público.
Más interesantes son las referencias a gallos y casteos que aparecen al final de la carta, nombrándose el famoso gallino de Soto, del que Araña sacaría grandes gallos. Guillermo Soto era uno de los grandes amigos tinerfeños del “Músico”. Aunque Pancho no se dedicó al casteo –salvo algunas excepciones–, sí fue, como se apreciará aquí mismo, un hombre que daba consejos, y buenos, a los aficionados, para que sacaran gallos de calidad.
La carta va dirigida a la Carretera de La Laguna. Fielato n. 27, en la Vuelta de los Pájaros, donde Francisco Dorta vivía en su temporada de músico.