Fue
uno de los más grandes aficionados que han tenido los gallos en Canarias a lo
largo de muchas décadas del siglo XX, eximio casteador y espejo de soltadores.
Pilar del partido de Triana desde los años 20 hasta los 60, el Músico le peleó
gallos soberbios y fantásticamente preparados en sus fulgurantes años en Las
Palmas, pero son infinidad los gallos memorables de este pluscuamperfecto
aficionado.
Cuando
muere, en 1976, era presidente honorario de la gallera de Las Palmas y el
decano de la afición. Su hijo, Nicolás Díaz de Lezcano y Mujica, continuaría un
tiempo con sus castas durante una década más.
Hoy
recogemos el bello artículo que le dedicó Santiago Aranda en La Provincia el
20 de octubre de 1976, y damos en seguida la historia del “Tuerto”, uno de sus
gallos más famosos. Me limito a reproducir la entrada del Diccionario
gallístico de Canarias, porque muchos no tienen el libro y porque nunca
está de más refrescar estas viejas gestas de nuestra afición.
Tuerto, el Fantástico
colorado dróper de José Díaz de Lezcano, casteado por Nicolás Díaz de
Aguilar y preparado por Domingo Prieto en las temporadas de 1958 y 1959. Hizo
cuatro peleas en el 58. La primera la entabló, en la jornada decimoprimera,
ante un colorado de Ramón Rodríguez, escribiendo Montenegro: “Se defendió muy
bien, recurriendo a sus habilidosas salidas al verse dominado por su rival,
pero tiene la mala suerte de alcanzar un cañazo y de perder un ojo. Por si
fuera poco, alcanza fuerte tajo en la cabeza y sangra. Siguen sus salidas y
ataca y perfora también la cabeza del joselito, y le tapa un farol. El de San
José, sin embargo, es valiente y potente y vuelve al ataque y domina. A su
favor se cantan las apuestas, mas el de Triana, gallo astuto, lo dejó ciego y
se produjeron las tablas salvadoras.” Gallo frío, tras perder el ojo se volvió
tremendamente desconfiado, poniendo toda su inteligencia en eliminar cuanto
antes al contrario. Dos jornadas después le ganó a un giro también repetido de
Villegas, que comenzó dominándolo; “el Tuerto” hizo sus oportunas salidas y
entró a matar, dejando de un espolazo fuera de combate al giro, en medio de una
salva de aplausos. Dos domingos después reapareció, ganándole a un giro de una
riña del propio Villegas; esta vez lo hizo de modo relámpago: “Una vez más
demuestra el trianero que es un gallo tremendo de espuelas. Hizo salir al
joselito con un farol roto de muy mala manera, e imposibilitado para seguir el
combate, por lo que fue inmediatamente retirado.” Acabada la temporada, “el
Tuerto” lo presenta Domingo, tres semanas después, ante La Espuela de su
maestro Pancho, en el Cuyás, y vuelve a repetir su hazaña, al ganar desde que
mete el pico, concretamente a un colorado de Ángel Benítez de Lugo, al que
cogió de tijera. El gran dróper, que subió a la valla con un peso entre
3.13½ y 3.15, fue, con “el Larraz” (otro dróper), el mejor gallo de la
temporada. A principios del 59 estaba casteando, pero resurgió el primer
domingo de la liguilla ganándole a un temible giro de dos peleas de Modesto
Torrens preparado por “el Boyero” en el Norte; con su frialdad de siempre,
realizó varias salidas hasta marear al contrario, y al final, esquivando y con
paso reposado y torero, atacó y salió hasta dominar por completo.