Así, en la primera página del periódico, se anunciaban las peleas de gallos entre los partidos del Puerto de la Cruz y La Orotava el año de gracia de 1908.
Esa temporada fue sensacional, y está comentada en la página 528 del “Diccionario gallístico de Canarias”. Cuidaban Solís en el Puerto y Antonio “el Redoblante” en La Orotava. Pero un cuidador muy superior a ellos asistía a las peleas como espectador (y casteador): era el Maestro Severiano, de quien aprendió Adolfito, a su vez maestro de Pancho. Esta figura de Guía de Gran Canaria era prácticamente desconocida hasta hace bien poco, ya que solo Asdrúbal Bethencourt se había referido a él, por habérselo oído nombrar al “Músico”.
Las peleas, en ocho jornadas, congregaban la friolera de mil personas, según información del propio “Diario del Norte”. Era lo contrario de la actualidad: mucho público y pocos casteadores, pocas peleas y gallos de calidad extraordinaria, entre los que es obligado nombrar al “Banderín”, que cuando perdió hizo pegar un legendario grito de alegría a Severiano, ya que dos semanas antes le había tumbado a un gran giro. Al acabar las peleas, la chiquillada del Puerto cantaba estos versos recordados por Pancho en sus “Memorias”:
“Mató Miranda a Cosmito,
Bethencourt mató al Picón,
Don Maximino al Negrito
Y Severiano dio un grito
Cuando el Banderín perdió”.
No era para menos, ya que se trataba de la última jornada y en ella lograba proclamarse el Puerto campeón por dos riñas de ventaja.
El pinto de Cosmito Lugo era otro gran gallo, de cuatro riñas. El colorado “Picón”, de don Nicolás Hernández, también ostentaba cuatro antorchas, y cayó ante el “Pica-Pica” de Bethencourt (“gallo melado diestro, jugador y de espuelas como el sol”). Por último, el “Negrito” de don Federico Padrón cayó ante un gallino negro lanzaroteño del tal don Maximino.
Aún habría unas peleas del Puerto contra Santa Cruz, donde cuidaba Adolfito, famosas por haber subido a la valla uno de los grandes gallos tinerfeños de todos los tiempos: el “Centén de América”, retratado en uno de las más bellas fotos de gallos que se hayan hecho nunca y que los buenos aficionados sin duda conocen.