miércoles, 4 de agosto de 2010

El retorno de la hipocresía

Una nueva campaña contra los gallos finos canarios, marcada por la habitual hipocresía, se desencadenó hace unos días en la prensa. Como siempre, prima el total desconocimiento de la naturaleza del gallo de pelea, así como el desprecio de una riquísima afición secular que ha dejado huellas hasta en nuestro lenguaje pero que a algunos les duele aceptar como signo de identidad de un pueblo en el que ya no se reconocen. En concreto, el periódico “La Opinión” revela de nuevo sus métodos evocadores del fascismo (o el estalinismo), no dando sino una versión de las cosas (la basada en la ignorancia) y hasta reproduciendo el engendro de artículo publicado hace dos años por un cagatintas sensacionalista, ya que cuesta llamarlo “periodista”. Es por ello que a su vez reproducimos nuevamente la contestación de nuestro amigo Antonio Juan Izquierdo a este oscuro personajillo, y de paso la nota del mismo que provocaron unos versos de grosería inenarrable lanzados en el hemiciclo por el diputado Cabrera, nieto descastado de quien fuera a la vez un gran aficionado y un hombre de bien. Pero comenzamos con sendas notas de “Pico y Espuela” y de “El Mazantini”, enviadas desde Las Palmas.
Los políticos parlamentarios debieran informarse antes de hablar, por ejemplo consultando el “Diccionario gallístico de Canarias” publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria en 2008, realización del director de la página “Espuela y Fiscorno”, el catedrático don José Miguel Pérez Corrales, y que ha merecido el siguiente comentario del también catedrático y prestigioso humanista don Antonio de Bethencourt Massieu en el último número del "Índice Histórico Español" de Barcelona:
“Obra muy meritoria de un solo autor. Reúne de forma intachable los vocablos referentes a los gallos de pelea o gallos ingleses, su crianza, cuidado, cuidadores, preparación, suelta en el campo, aspectos y variedades de la lucha, lances, denominación del pelaje y un largo etcétera. La afición es muy antigua en las Islas, bien conocida en el siglo XVIII. Trata especialmente de los siglos XIX y XX, con una buena muestra de la historia oral y hemeroteca. Aunque se mantiene la afición, con cierto deterioro, EL CESE DE LAS PELEAS IMPLICARÍA LA EXTINCIÓN DEL GÉNERO CON SU ATRACTIVA BELLEZA”.
Una afición como la gallística en Canarias nunca podrá morir. La prohibición por unos políticos circunstanciales de una pasión centenaria, muchas veces heredada de los abuelos, lo único que conseguiría es darle más trabajo a la Seprona y obligar al Estado a ampliar las cárceles. Esto, que no se dude un instante.
En cuanto al político de El Sauzal, debieran advertir sus correligionarios que su partido ya puede dar por perdidas las elecciones en la Isla Bonita, sin cuyos votos actualmente no estaría gobernando.

PICO Y ESPUELA
En un articulo en “La Provincia/Diario de Las Palmas” de julio de 2005, leemos: “La justicia dice que las peleas de gallos no son delito: La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha archivado las diligencias abiertas tras la denuncia de Ben Magec contra las peleas de gallos en el municipio de Telde, alegando que están permitidas en las Islas. Después de las pesquisas realizadas por el Seprona, la fiscalía cree que estas peleas no constituyen ningún hecho delictivo. El delito de maltrato directo requiere, según dice, que se le cause la muerte o lesiones graves, y la falta precisa el maltrato cruel directo o en espectáculos publico no autorizados legalmente. Sin embargo, la ley Canaria de protección de los animales no prohíbe las peleas de gallos.”
Cabrera Pérez Camacho y ahora Paulino quieren prohibir, si fuera por ellos, las peleas de gallos. Esta gente es culo veo culo quiero. Cuando vengan las elecciones, voy a votar yo por ellos, bueno, estos no son de Gran Canaria. Como los catalanes prohibieron las corridas de toros, estos dos enseguida a vestirse de luces como los toreros. No tienen otra cosa que hacer. Yo creo que Zapatero le dijo a los catalanes lo de las corridas de toros para tener al país entretenido y ellos inflándose a robar dinero.

EL MAZANTINI
Con lo pasado en Cataluña la semana pasada sobre el tema de los toros, aquí en Canarias el gallinero se ha alborotado. En 1991 se sacó de la manga el señor Pérez-Camacho una ley de protección animal. Su interés estaba basado en exterminar las peleas de gallos y por tanto al gallo fino canario pero no lo consiguió, lo que logró fue abolir los toros sabiendo que en Canarias no ha habido afición a los toros.
Estos días, el señor Pérez-Camacho está contento porque dice que fue un adelantado de su tiempo (prohibir una actividad en un lugar donde no hay tradición lo ve como un logro), diciendo que él también propuso la prohibición de los gallos y que los criadores (todavía no sabe que se llaman casteadores) le habían puesto a caer de un burro. Todavía pretende que lo felicitemos por querer quitarnos nuestra pasión por el gallo fino canario.
La ley no nos prohíbe las peleas de gallos. Nos ha puesto muchas piedras en el camino, por ejemplo: no conceder dinero público para mantener esta tradición canaria, aunque sin embargo hay dinero para subvencionar deportes foráneos. Lo verdaderamente canario cada vez interesa menos, y eso que tenemos un gobierno que se supone que son “nacionalistas”.
A mí personalmente, no me gustan los toros, pero hay una cosa que me gusta menos y es la prohibición, porque recuerda los cuarenta años de prohibición que tuvimos, que no sirvieron para nada, sino para el sufrimiento de las personas. Vivimos en democracia, por lo tanto se hace lo que diga la mayoría, pero sin olvidarnos de las minorías, a las cuales hay que respetar, para que no se sientan desatendidos ni desprotegidos.
Ya aguantamos la dejadez de las instituciones públicas, aguantamos toda clase de insultos por defender libremente una tradición y un amor hacia el gallo al cual nadie más quiere sino esta pequeña familia gallística. No recibimos ayudas de nadie, todo lo tenemos que hacer nosotros para mantener una tradición heredada de nuestros antepasados, importada por España, pero que caló muy hondo en el sentimiento del pueblo canario, y ahora somos nosotros los perseguidos.
Frente a amenazas tenemos que estar más unidos que nunca, reflejarnos en el propio gallo que tanto amamos, porque como todos sabemos el gallo luchará hasta la muerte por defender su territorio. Es el mejor ejemplo que se me ocurre.

ANTONIO JUAN IZQUIERDO
I
Los que aún pensábamos que “La Opinión” era un periódico serio, ya podemos perder nuestras ilusiones después de haber leído el alegato antigallos del pasado domingo. Y es que, pese a que en la portada –de prensa amarilla– se promete “recoger los distintos puntos de vista”, lo que se encuentra dentro es una biliosa arremetida contra los gallos finos, apoyada en Miguel Cabrera y en los que a sí mismos se llaman “ecologistas”. Pase el primero, que está en su derecho de querer prohibir hasta el (mal) aire que respiramos, pero no los segundos, que se dicen amantes de la naturaleza, pero a la que luego quieren moralizar haciéndola “buena”, y por tanto intentando exterminar todo lo que en ella haya de salvaje, o sea de verdaderamente natural, como le pasó al pobre diablo de la película de Herzog, que quiso hacerse amigo de los osos, demostrar que los osos son “buenos”, hasta que uno se lo comió, con su cámara de filmar y su novia incluidos en el menú. Un ecologista que quisiera hacer honor a su nombre debería ser un entusiasta del gallo fino, cuyo placer, guste o no guste, es la pelea a muerte con sus semejantes por el deseo de la hembra. Esa es su naturaleza. Claro que el ecologismo dominante no es hoy otra cosa que una muleta del Estado, y su verdadera misión, aparte su ansia de poder, es la de ir adaptando a las poblaciones al cada vez más degradado entorno del mundo industrial y tecnológico. Véase si no cómo hace unos años se oponían a los transgénicos y hoy se conforman con que se señale la distinción entre unos alimentos y otros, o cómo defienden las energías alternativas, incluidos los perniciosos molinos eólicos, sin nunca tocar la cuestión central, que es la del modo de vida derrochista y antinatural que la sociedad tiene. En la cuestión de los gallos, todos están del lado de la Muerte: prohibición, y consecuente exterminio (¿en cámaras de gas?) de los miles de pollitos, gallinas y gallos que los aficionados crían con todo entusiasmo y sacrificio, en Canarias, desde hace siglos. Que vayan a ver los ecologistas y “amigos de los animales” las instalaciones de cualquier casteador para que vean lo que son animalitos bien alimentados y bien atendidos, cuando no están sueltos en libertad. Para que vean lo que es VIDA. Y es que los verdaderos ecologistas somos los que, en el reino del asfalto y el cemento, defendemos a esta raza, o especie, o como quieran llamarla, de hermosura y bravura sin igual. Pero esto es esperar mucho de estos fanáticos a los que marea la sangre, aunque luego no sean vegetarianos y hasta se zampen un pollo de aviario criado en las más deplorables circunstancias.
En el escrito donde supuestamente se recogen los “distintos puntos de vista” –eso es lo que se llama prensa mentirosa, ya que todo apoya un punto de vista–, aparte la ignorancia del que escribe al llamar “criadores” a los casteadores y desconocer que un gallo huido es, por el reglamento de la contrata, retirado inmediatamente de la valla, la hipocresía máxima se alcanza cuando un grupo “verde” afirma, utilizando el mismo lenguaje reaccionario del viejo régimen, que las peleas “dañan la salud mental de los niños que las presencian”. ¡Atreverse a decir eso en una sociedad gobernada por la T.V., en la que niños y no niños asisten a las mayores barbaridades y brutalidades reales y virtuales, a la disposición de cualquiera las 24 horas del día! Ojalá desde tierna edad los niños canarios aprendieran a amar a los gallos de pelea, a admirar su valor y su nobleza, ya que sin duda no saldrían tan rastreros como todos estos personajes.
En cuanto al panfletista Daniel Millet, su columna lateral es el perfecto autorretrato del “progresista” engreído e intolerante que es el mismo en Santa Cruz, en Nueva York o en Tokyo, o sea en cualquier punto del “primer mundo”. Viene a la gallera apasionado por “el toma y daca fenomenal de Federer y Nadal en la final del torneo de tenis de Australia”, pero luego las riñas le parecen “monótonas”. No sólo detesta una noble afición canaria, sino que disfruta con un “sport” cosmopolita de millonarios pasado por la T.V. Lo que le gusta a éste fanatiquillo es “fenomenal”, y lo que no entiende “monótono”, siendo incapaz de reconocer que lo contrario puede ocurrir (y sin duda ocurre: a mí mismo me apasionan los muchísimos lances de una buena riña, mientras que me pareció siempre el tenis, por no hablar del automovilismo, algo amormante, y en el segundo caso con cosecha roja de vidas humanas, aunque estas a estos hipócritas les traen sin cuidado).
Tras la cuarta pelea, Daniel Millet sintió “náuseas”, que es lo que habrán sentido los aficionados a los gallos al acabar de leerlo a él, lo mismo que los ocupas y que los vecinos de Cho Vito, maltratados en la misma “Opinión” por su arrogancia y su mezquindad. Qué tristeza la de estos pequeños personajes de plástico, niñitos mentales sin raíces, sin sangre, sin agallas, sin espíritu. Y son los que quieren gobernar el mundo con sus prohibiciones, haciéndonos dudar si no estaremos mejor, por impresentables que sean, con los que ya están.
II
“Ay, Paquita Luengo Oriol
Me despido en re bemol
Sin rencor te ofrezco un higo
Mi afecto te llega al moño
Si lo aceptas tan amigo
Y si no te vas pal [coño].”
Si se nos dijera que estos versos fueron leídos en un hemiciclo político, pensaríamos que se trataba de una república bananera cualquiera. Pero no: fueron recitados por Miguel Cabrera Pérez-Camacho, diputado del Partido Popular, hace no muchos días, y además en un debate sobre el estado (para colmo, verdaderamente crítico) de la sociedad canaria. Casualmente, este Miguel Cabrera Pérez-Camacho es también conocido como el enemigo público número 1 de los gallos finos canarios, siendo su obsesión exterminarlos y desaparecerlos de la faz de la tierra canaria. ¿Casualidad? Tal vez no. El descerebramiento galopante de este triste Miguel Cabrera Pérez-Camacho, todo un desprestigio para uno de los dos principales partidos con que cuenta la sociedad española para solucionar sus graves problemas, queda repetidamente en evidencia ahora que se lo ha nombrado, tras la lectura de sus versos, portavoz del Partido Popular. [Poco después sería rebajado de esta misión.]¡Qué versos machistas y soeces para proferirlos un diputado de un Parlamento europeo! ¡A qué extremos de desvergüenza ha llegado la política en Canarias, verdaderamente tercermundista con políticos como este Miguel Cabrera Pérez-Camacho! Esperemos que los políticos sensatos vayan arrinconando a quien se ha revelado como modelo de zafiedad y de grosería, y que no resulta extraño sienta odio hacia la belleza y la nobleza de los bravos gallitos de pelea canarios, que son todo un insulto hacia esa grosería y esa zafiedad de que es campeón incontestable en el Parlamento Canario este político-poeta patán y tercermundista de nombre Miguel Cabrera Pérez-Camacho.