miércoles, 11 de agosto de 2010

Samuel Mateo en la gallera de Tazacorte y Roberto Hernández en la de Los Llanos

Samuel Mateo ha sido contratado por la gallera de Tazacorte, en su deseo de aliar la juventud a la experiencia. Temible partido será el año próximo el de Tazacorte, si a los grandes casteadores con que cuenta suma los gallos de los Hermanos Elvira.
Sólo que delante tendrá a un cuidador maestro como es Roberto Hernández, y además –también aliando así el partido experiencia y juventud– a Salvador Díaz. En fin, imposible pedir más para la contrata reina de Canarias.


Más sobre el retorno de la hipocresía

Ha llegado a nuestras manos, gracias a la amabilidad de nuestro amigo venezolano Manuel Urbano, un documento magnífico sobre la polémica en torno a las riñas de gallos, que constantemente avivan quienes sólo piensan en exterminar a este animal único en toda la Naturaleza, como si su belleza y valentía fuera una afrenta a su mediocridad o bajeza de espíritu.
Se trata de un comunicado de la Federación Colombiana de Criadores de Gallos de Combate, miembro de la Asociación Mundial Protectora del Gallo de Combate, enviado el 2 de agosto a la Corte Suprema de Justicia de Colombia, ante la demanda de inconstitucionalidad del artículo que permite las riñas de gallos. En él, “las personas que nos dedicamos a la crianza y CONSERVACIÓN de la milenaria especie del gallo de combate” intentan exponer sus puntos de vista, señalando “los aspectos biológicos, genéticos, naturales, culturales, históricos y sociales que ameritan la salvaguarda de esta actividad para el bien de estas bellas aves y para la cultura nacional”. “Como preámbulo a una discusión más profunda de carácter científico y profesional –seguimos leyendo–, queremos traer a discusión algunos principios que son desconocidos, incluso por aquellos que se autodenominan protectores de los animales, y que podrían llevar a los legisladores a tomar decisiones equivocadas para la misma especie; acciones que propiciarían daños ecológicos generando la extinción de estas aves y causando daños económicos irremediables a todas las personas que obtienen el sustento de esta antiquísima actividad.”
Algunos de los puntos son perfectamente transponibles a la realidad canaria, empezando por el primero: “El juego de gallos finos de pelea hace parte del patrimonio histórico y cultural del país”. Si en Canarias ya no se puede decir que sea “la actividad lúdica y deportiva a la que más asisten los colombianos”, sí que se puede afirmar que, atestiguada nada menos que en 1700, la afición gallística canaria fue, con la lucha canaria, la principal que tuvieron los insulares durante el siglo XVIII, el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, para lo que basta consultar el estudio clásico de don Antonio de Bethencourt Massieu, la prensa canaria desde sus orígenes decimonónicos o el Diccionario gallístico de Canarias.
El segundo punto (unas 200.000 personas obtienen en Colombia el sustento económico gracias a esta actividad) no es aplicable a Canarias, ya que aquí, en la pasada temporada, sólo una veintena de personas (14 cuidadores –vean qué palabra tan bonita designa a quien prepara al gallo para el combate que es su instinto– y unos pocos ayudantes) vivían de los gallos. Pero esto nos parece una razón más a nuestro favor: en efecto, en Canarias los gallos no han sido JAMÁS lucrativos para nadie, antes al contrario es a costas de grandes sacrificios como la afición se ha mantenido, y no digamos hoy en día, cuando tenemos que vivir con el desprecio de los poderes públicos. Tampoco en Canarias han tenido ni tienen la mínima importancia, salvo la lúdica más inocente, las apuestas gallísticas.
Veamos otro de los puntos: “La naturaleza –código genético- de estos animales hace que se enfrenten sin la intervención del hombre; es falso, desinformado o mal intencionado pensar que los criadores les enseñamos a pelear, que los obligamos torturándolos o que los maltratamos. Nada ofende más a un criador de gallos de pelea que el mal trato hacia sus animales.” Esto, que es una evidencia, lo hemos repetido mil veces, pero con la gente de mala fe es evidente que nunca se entrará en razones. Y lo curioso es que les basta a uno de estos fanáticos con visitar el casteadero de alguno de nuestros aficionados para ver lo que es el gallo fino y cómo es criado.
Igualmente aplicable a Canarias es el siguiente punto: “Sin los parámetros de crianza, cuidado, encaste, CONSERVACIÓN, protección y selección que brindan los criadores a estos animales, por si solos se habrían extinguido. Somos consientes que poseemos bajo nuestro cuidado un banco genético de innegables beneficios para el estudio de la naturaleza y el aprovechamiento en aspectos como la salud y la alimentación humana. Por no caer en apreciaciones subjetivas no mencionamos el goce estético que produce el fenotipo y el comportamiento de estos animales a quienes los criamos.”
Capital nos parece el siguiente punto: “Las experiencias prohibicionistas de otros países en este aspecto deberán servirnos por analogía o ejemplo para tomar el mejor camino. Donde se prohibieron las peleas de gallos y su respectiva cría, se fomentó la matanza de estas aves a manos de la policía ecológica y de las ONG ambientalistas, como consecuencia a primera vista, la extinción de la especie para estos países.” Nos gustaría saber si los políticos que abogan por el prohibicionismo, y la caterva de siniestros “verdes” que nos rodea, están dispuestos a comprometerse en la cuida de nuestros gallos, gallinas y pollitos para hacer que lleven una vida feliz. Recordemos que un alienígena de Ben Magec (¡vaya nombre para una asociación que intenta acabar con una afición tan canaria!) afirmó en la TV hace algunos años que los gallos finos “no son necesarios para la biodiversidad”, afirmación que tal vez recuerde algo a nuestros lectores. ¿Pensarán en hornos crematorios para acabar con ellos?
Otro interesante apartado: “Actualmente existen en el mundo más de 70 países donde NO son prohibidas las peleas de gallos y en más de 100 de ellos se dan de manera cotidiana. Hay algunos países como Francia o Bélgica que a pesar de haberlas prohibido en tiempos recientes, últimamente han aceptado de nuevo su realización; esto gracias al conocimiento genético del ave y al respeto por el patrimonio cultural inmaterial de cada región. En otras regiones, como en Puerto Rico, República Dominicana o Cuba, esta actividad es completamente avalada y regulada por el Estado brindando su total protección. Los índices de violencia de países como Puerto Rico, donde es considerado el deporte nacional, son considerablemente más bajos comparados con los colombianos.”
El discurso moralizante e ignorante de los ecologistas y “protectores” de los animales (en esta materia como en tantas otras) es objeto de los dos últimos puntos: “Es falsa e inconsecuente la aseveración que busca causalidades a las expresiones violentas de nuestra sociedad en las peleas de gallos. La prohibición de las peleas de gallos NO bajará los índices de homicidios que se presentan en el país con causas más profundas como el desempleo, el hambre, la iniquidad económica, política y social. Las familias que criamos gallos finos de pelea hemos aprendido de ellos el valor por el respeto al Otro, a la Naturaleza y a la Vida. El comportamiento natural del gallo de pelea en su defensa a muerte del territorio y de su familia nos ha llevado a encontrar tratamientos pedagógicos en la crianza de nuestros hijos y de la imposición de las costumbres dialogales antes que los enfrentamientos violentos para solucionar los conflictos. Sentimos un gran respeto por la Palabra.” Esto nos recuerda por nuestra parte a un robot verde español, de cara de matón, que decía el otro día en la prensa que a la juventud andaluza ya no le gustan los toros. ¿Qué argumento es ese? ¿Qué modelo es la juventud actual? Entonces, como lo que sí le gusta es la droga, habría que servírsela en bandeja (algo que, en fin, realmente ya se hace).
“Son falsas las afirmaciones de los demandantes donde acusan a las peleas de gallos de propiciar la vulneración a un ambiente social y cultural sano; de atentar contra la paz y la convivencia y de violar el libre desarrollo de la personalidad. Estas acusaciones requieren de un mínimo de conocimiento del animal en cuestión, de un mínimo de acercamiento a la definición del “Ser cultural colombiano” y de por lo menos, un mínimo de esfuerzo por entender el concepto de Libertad en una sociedad moderna. Estas afirmaciones deben tener los suficientes soportes científicos para demostrar que efectivamente tienden a causar las consecuencias que los demandantes presumen afectan a nuestra sociedad; de lo contrario serán solamente opiniones encubiertas en el manto de la doble moralidad y el egoísmo con el que los humanos, y en especial nuestra sociedad, aprehendemos la naturaleza.”
Los argumentos contra los detractores de las peleas son muchos y obvios. Pero el fanático no entiende de razones. La sociedad que nos toca vivir abunda en esos fanáticos, que sólo piensan en corregirnos y en prohibir. Defender los gallos de pelea en Canarias no debemos hacerlo tan sólo por defenderlos frente a quienes quieren exterminarlos o por defender una genuina tradición canaria, repleta de elementos rituales y culturales sólo nuestros, y que nos viene de nuestros abuelos, sino que debe verse como una parte de la lucha por la Libertad que está en juego en un mundo cada vez más antinatural e inhumano, y que va camino de ser dominado completamente por el fanatismo y la ignorancia.

Antes salvajes que criminales
Antonio Juan Izquierdo

A pedido nuestro, Antonio Juan Izquierdo, que tan bien supo responder al artículo-basura de Daniel Millet y a los versos soeces vomitados en el Parlamento canario por Miguel Cabrera, se ocupa ahora de los nuevos ataques a los gallos finos de Canarias. Y nuestro amigo en Lanzarote vuelve a mostrar que sus espuelas saben dar donde duelen.

No ha habido época en la historia de la Humanidad tan atroz como el siglo XX: dos guerras mundiales, nazismo, regímenes comunistas con un saldo de cien millones de muertos, todo tipo de dictaduras fascistas en todas partes del globo, bombas atómicas, catástrofes nucleares… Sin embargo, oíamos decir: “¡En pleno siglo XX!”, como si hubiéramos alcanzado la cima de la bondad humana.
Algunos memos, a pesar de que el siglo XXI está tan solo comenzando, dicen ya: “¡En pleno siglo XXI!”. Hace poco, el presidente del gobierno de Canarias, quien concluye ahora un mandato grisáceo para el cual ha demostrado no estar a la altura (ni siquiera sabe expresarse con soltura), afirmaba que las riñas de gallos “no son muy edificantes en pleno siglo XXI”.
Lo que sí parece ser muy edificante “en pleno siglo XXI”, al parecer, es el paro terrible que asola nuestra tierra, la plaga incontenible de la droga entre los jóvenes (y los que no son tan jóvenes), la debacle del mundo rural o el “traslado ilegal de menores” de que se acusaba al propio presidente hace algunos días. No sabemos si esas acusaciones, formuladas por el gobierno de Andalucía, estarán justificadas, pero sí que apuntan a una realidad –el “traslado de menores” como si fuera ganado– que no parece nada edificante en el siglo XXI del señor presidente. Sobre todo esto, no le oímos decir que “nos toque evolucionar”.
Políticos y periodistas que deshonran su oficio nos han llamado estos días “salvajes”. También el gallo fino es un animal salvaje, y es tal vez su belleza salvaje lo que odian estos políticos y periodistas indignos, al igual que los mal llamados “ecologistas” y “protectores” de los animales, ya que lo único que buscan es EXTERMINAR a esta casta animal, y cometer así otro crimen mayúsculo contra la naturaleza viviente. Nuestra posición al respecto no puede ser más clara: nos consideramos gente de bien, pero si se nos llama “salvajes”, desde luego que antes preferimos ser salvajes que criminales.

Ecologismo y ecofascismo
M.P. Corrales

¿Qué es el ecologismo? En principio, un loable movimiento colectivo contra la destrucción del mundo natural. Sólo que el ecologismo, ávido de un protagonismo que las urnas le niegan, ha acabado convertido en un ecofascismo, al que poco o nada le importa la naturaleza concreta, sino sólo sus propios tejemanejes políticos. Grupúsculos de iluminados, dominados por el fanatismo, condenando todo pensamiento que no sea el de ellos mismos, sólo piensan en dictar reglas y prohibiciones, encontrando además eco en los poderes políticos, que les tienen miedo tan sólo por la jarana que arman. Los ecofascistas atacan las riñas de gallos cuando, si fueran consecuentes (si fueran ecologistas y no ecofascistas), tendrían que defender la presencia en el espacio canario de estos animales únicos en la naturaleza. Igualmente lamentable es ver a políticos que presumen de canarios despreciar un patrimonio –material e inmaterial– como lo es el del mundo gallístico canario a lo largo de tantos siglos. Pero amigos, como se ha dicho siempre del fascismo: No pasarán.