Esta es una temporada marcada por el inicio de la hostilidad política contra las riñas de gallos canarias.
Es una tarea enojosa
comenzar a relatar paso por paso esta batalla cuya consecuencia fue no la
prohibición sino una debilitación progresiva de la afición, dadas las
restricciones impuestas como mal menor. El tonto del culo que puso en marcha
todo esto llegaría a afirmar: “Bruselas intervendrá”, pero por suerte las
peleas sobrevivirían aún tres décadas, solo ahora mismo, por la dictadura
sanitaria en curso y un nuevo proyecto de prohibición por parte de la chusma
política, viéndose definitivamente amenazadas.
Me limito a reproducir al
final dos documentos. Un artículo espléndido del fino periodista Alonso
Plasencia y un reportaje en que intervienen aficionados palmeros. De todo lo de
este año, resta como lo más memorable la declaración genial de Toño “el
Rebotallo”: “Habrá que encerrarnos a todos y tendrán que hacer las cárceles más
grandes, porque de una forma u otra se seguirá con las riñas de gallos”. Estoy
convencido de que en el Valle de Aridane eso ocurriría incluso hoy.
El efecto paradójico de
esta sórdida campaña de los años 90-92 es que gracias a ella me animé yo a
escribir de gallos en la prensa de las islas (El Día y La Provincia)
y gracias a ella me puse a trabajar la historia gallística de Canarias, con el
resultado pocos años después de los libros del “Músico” y el DGC.
*
Pero vayamos a las peleas
de este año y empecemos por la Isla Bonita.
En la Banda, nueva proeza
de nuestro citado Toño: se cambia a Los Llanos y Maso a Tazacorte, ganándole
por 27 riñas... sin los gallos por tanto del “Venezolano”. Tomó el mando desde
la quinta jornada, para luego ampliar muchísimo la ventaja, que se cerró con un
capote en la jornada última. De nuevo tuvo gallos de muchas peleas: un colorado
de Peña Argual de cinco, un melado de Adelto Cabrera de cuatro y un gallino de
Rodríguez Acosta y un melado de Neno Pereira de tres. Este melado ganaría dos
más la temporada siguiente. El gallo campeón de Los Llanos fue un colorado de
cuatro de José Rodríguez “el Venezolano”.
Mientras, en la capital,
Quico cuida en la Guerra sacándole 6 de ventaja a Nerín. Fue una buena
temporada en que la Nueva fue casi siempre por delante para al final Quico
dominar la contrata.
Esta es la primera de las
tres grandes temporadas consecutivas de Quico en la Guerra. Se preparaba para
tomar el relevo de Toño como cuidador más importante del Archipiélago, lo que
se cumpliría en 1992, al ganarle a este que cuidaba en la Nueva.
El gallo campeón de Quico
fue un giro de Crispín, y por la Guerra hubo dos: un retinto de los Hermanos
Melini y un colorado de Silo Acosta.
*
En Tenerife, el Norte con
Francisco Falcón le saca cuatro riñas a La Espuela con Anastasio. Fue una
temporada llena de alternativas. Con dos mantillas rabonas, el Norte llegó a
tener seis de ventaja, pero una mantilla de La Espuela más adelante la puso por
delante en una riña. Se llegó a la última jornada con cuatro de ventaja para el
Norte, entablándose en ella y proclamándose campeón el partido de Valle con un
colorado de Neno Pereira. Parece que no abundaron este año los gallos en esta
isla, ya que el Norte se reforzó al final con gallos palmeros y La Espuela con
gallos que tenía encerrados don Eduardo Pérez Ascanio en Güímar. Curiosamente,
don Eduardo estaba en el Norte, dándose la situación anómala de que, en las
últimas jornadas, aparecían gallos suyos en ambos partidos. El gallo de más riñas
fue un melado suyo, mientras que tres hicieron un gallino de Emilio de la Cruz,
otro de Víctor Barreto y un retinto de Luis Machado. El gallero de Arucas peleó
buenos gallos también de Manuel León, Juan Díaz, los Crusanteros y Peña Las
Tapias.
La Espuela tuvo tres
gallos de tres riñas: un giro de Manolín Gómez, un melado de Díaz y Pérez y un
giro de Peña Gallardete. Son tres nombres que fueron durante muchos años
puntales del partido. En la cuarta jornada peleó un giro de Alfredo Martín muy
elogiado por “Pica y Bate” en El Día, pero al final de temporada se
deshizo este en críticas a Anastasio, por pelear muchos gallos de su pariente Agustín
Delgado y por sus propios métodos: “Anastasio Acosta sigue con su conducta de
trabajar él menos y destrozar a los gallos a base de pechas y más pechas. Las
peleas no se ganan en las charlas de la enfermería sino en la valla con un buen
lote de careadores. A las pocas semanas ya los animales estaban desplumándose
por el pecho por las continuas palizas. Un gallero este de La Espuela que
quiere que le lleven gallos de muchas fuerzas y luego los pelea arrastrándose
por el suelo”. Como “Pica y Bate” era de La Espuela y no se distanciaba nada de
esa condición, sus crónicas acostumbraban ser partidistas, aparte no decir la mayoría
de las veces nada concreto sobre las peleas, a diferencia de lo que hacían los
grandes cronistas de Las Palmas. Aquí se deja llevar quizás por el enojo de
perder su partido la temporada.
Las jornadas pares de
esta temporada las vi yo en el Parque San Francisco del Puerto, con mi amigo el
librero Paco Lemus, hijo de uno de los Hermanos Crusanteros, fallecido ya por
entonces. El ambiente era magnífico, con unas trescientas personas.
Al mismo tiempo hacían su
contrata Güímar y Garachico. En Güímar empezó Pablo Amador con Jorge Benítez,
lo que permitió a este partido sacar una rápida ventaja. Luego hubo no sé qué
problemas y al final estaba Álvaro Tapia. La ventaja final fue de 13 y la mayor
de la temporada de 15. En Garachico cuidaba Florencio Hernández (“Fisio”), de
quien lamentaba “Pica y Bate” que careciera de “experiencia”, como si la
mayoría de los cuidadores no hubieran empezado desde muy jóvenes. Experiencia
la va a obtener pronto, para convertirse en un cuidador clave de la última
década del XX y la primera del XXI. Fisio sería el cuidador por excelencia del
nuevo partido de Garachico, con temporadas muy buenas, y a la desaparición de
este partido pasaría a hacer muy buenas campañas en La Palma.
Pese a la ventaja amplia,
se trató de una buena temporada, y, como siempre en estos dos partidos, de una
extraordinaria deportividad. Además, tras las primeras siete jornadas, la
igualdad fue suma, de tal modo que, si la jornada octava comenzó con 14 riñas
de ventaja para Güímar, la última se cerró con 13.
Los gallos campeones
fueron un melado de Filiberto López y un retinto de Aníbal Velázquez por
Garachico y un giro de Peña Pío Pío por Güímar.
En la lista de Güímar,
abren y cierran la tanda dos “clásicos” del partido: Chicho y Mederos,
bellísimas personas que tuve el honor de tratar continuadamente. Como
propietarios de un gallo, Peña Las Lajas es también uno de los nombres
emblemáticos de este partido. Pérez Ascanio, Manuel Espejo y Emilio de la Cruz
no necesitan presentaciones, pero es que también contaba Güímar con gallos de
Eusebio Mora, don Alonso Lecuona y Gonzalo Alberto. En fin, una temporada que no
podía fallar.
*
Pasemos a la provincia de
Las Palmas. En la gallera del López Socas se vio una buena temporada, y muy
equilibrada. Suso en Telde le gana a Arnoldo en Arucas. Recordemos que Arnoldo
ya había cuidado en Telde la temporada de 1984. Creo que él ha sido el único
gallero de élite que ha cuidado en las cuatro islas gallísticas. La primera vez
que lo vi, en Los Llanos, recuerdo que le dije: “Tiene usted pinta de viejo
lobo de mar”. Persona muy simpática, formidable, y un verdadero conocedor; hoy
debe ser el decano de la afición. En cuanto a Suso, también lo traté, cuando
estuvo en el Norte, y era una persona excelente, muy sereno y sin esa afición a
la caña tan frecuente en los cuidadores de su isla adoptiva. Aunque nacido en
Santa Úrsula (Tenerife), se aclimató en Gran Canaria y fue un cuidador
emblemático del partido de Telde.
Lamento no tener
informaciones de esta temporada. Nadie, además, nos echa una mano en la
cuestión documental, porque seguro que alguien habrá guardado programas y
tendrá fotos. Sí que, por suerte, contamos con este espléndido registro
fotográfico, aparecido en uno de tantos reportajes periodísticos sobre los
gallos que avivó el furor prohibicionista (los políticos van de mal en peor, y
ahora mismo estos seres despreciables preparan aquí las normas que convertirán a los que,
por diversos motivos de lo más respetable, han decidido no pincharse, en judíos del III reich):
Suso Yanes y Arnoldo Pérez, Las Palmas, 1990 |
“Si cierro los ojos, de
todas las imágenes de esa época la que puedo ver con más nitidez es la de mi
tío abuelo, Pedro García Arozena, ya mayor, domingo tras domingo y siempre
temprano, bajando por las escaleras del López Socas, acompañado por sus hijos
Pepe, o Tolo, o por mi padre, y sentarse en su sitio que siempre tenía
reservado en las sillas de la primera fila tras la valla”.
Traigo este recuerdo a
colación no porque pude conocer, en compañía de su hijo, a don Pedro, casteador
extraordinario donde los hubo, sino porque entre las numerosas muestras de
apoyo a la afición gallística de aquel año de 1990, la del novelista J. J.
Armas Marcelo (“La guaracha del gallo Camacho”, en Canarias 7) se le
refería de esta manera: “El asunto de los gallos viene de antiguo, mucho más
que el fútbol, y recuerdo uno de los profesores más queridos de los jesuitas en
los años en que éramos felices e indocumentados, Pedro García Arocena, que
tenía gallos y, sin embargo, era sumamente civilizado”. ¿Es preciso añadir que
para el gran cuidador Julián Castillo las dos personas, de las muchas que había
conocido en su vida, que para él respondían perfectamente al concepto de
“caballero” eran Francisco Dorta y don Pedro García Arocena?
*
Terminamos en Lanzarote,
con una floja temporada. Adolfo vuelve a Arrecife y no tiene ni que quitarse la
chaqueta para doblegar al partido de Teguise, donde continuaba un José Carlos
(“Caballo de bastos”) aún bisoño. El resultado fue una temporada aburrida, con
Adolfo durmiéndose en las dos últimas jornadas, que permitieron a Teguise
reducir de 16 a 9 la ventaja de Arrecife, después de que Adolfo hubiera ganado
nueve jornadas y entablado una. Así al menos es como lo vio el cronista de Lancelot,
a quien hay que tirarle de las orejas por no poner en sus doce crónicas
semanales el nombre de los casteadores sino el de los propietarios de los
gallos. De este modo, la información se vacía, y solo gracias a que en
Lanzarote pude yo acceder a los programas, tengo algunos datos. Recuerdo que
una tarde en Garachico, cuando yo empezaba la afición, me comentaba Antonio el
Crusantero, con su desparpajo característico, al explicarme la diferencia entre
el “casteador” y el “propietario” del gallo, tal y como vienen en los
programas: “Este es un polla boba”, decía del propietario. Por supuesto, solo
es una manera gráfica de explicar la diferencia, ya que el propietario del
gallo tantas veces disfruta de un bonito rasgo de amistad, como a mí mismo me
ocurrió muchas veces con Eduardo Pérez Ascanio.
Todos los gallos con
varias peleas fueron de Arrecife. El giro “Chochito” de los Hermanos González
Díaz entabló su quinta, dos giros de los Hermanos Cabrera Santana ganaron su
cuarta y el colorado “el Tardío” de los Hermanos Negrín y un colorado de
Domingo y Felipe ganaron su tercera. Todas las peleas se celebraron en la carpa
de Tegueste, un espacio espléndido como saben todos los que allí han asistido a
peleas.
*
El cuarto Campeonato
Regional se celebró en Tenerife (Parque San Francisco y antiguo cine de
Garachico) y ganó La Palma, pero fue algo descafeinado, ya que por enfermedad
de los gallos no participó Gran Canaria, usándose un sistema de liguilla. Como
en todos o casi todos los campeonatos, Lope Acosta destacó especialmente, esta
vez con el gallo más rápido, preparado por Quico, quien siempre llevaba sus
gallos a los campeonatos en un estado primoroso.
*