lunes, 16 de agosto de 2021

Temporada de 1990

Esta es una temporada marcada por el inicio de la hostilidad política contra las riñas de gallos canarias.

Es una tarea enojosa comenzar a relatar paso por paso esta batalla cuya consecuencia fue no la prohibición sino una debilitación progresiva de la afición, dadas las restricciones impuestas como mal menor. El tonto del culo que puso en marcha todo esto llegaría a afirmar: “Bruselas intervendrá”, pero por suerte las peleas sobrevivirían aún tres décadas, solo ahora mismo, por la dictadura sanitaria en curso y un nuevo proyecto de prohibición por parte de la chusma política, viéndose definitivamente amenazadas.

Me limito a reproducir al final dos documentos. Un artículo espléndido del fino periodista Alonso Plasencia y un reportaje en que intervienen aficionados palmeros. De todo lo de este año, resta como lo más memorable la declaración genial de Toño “el Rebotallo”: “Habrá que encerrarnos a todos y tendrán que hacer las cárceles más grandes, porque de una forma u otra se seguirá con las riñas de gallos”. Estoy convencido de que en el Valle de Aridane eso ocurriría incluso hoy.

El efecto paradójico de esta sórdida campaña de los años 90-92 es que gracias a ella me animé yo a escribir de gallos en la prensa de las islas (El Día y La Provincia) y gracias a ella me puse a trabajar la historia gallística de Canarias, con el resultado pocos años después de los libros del “Músico” y el DGC.

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Pero vayamos a las peleas de este año y empecemos por la Isla Bonita.

En la Banda, nueva proeza de nuestro citado Toño: se cambia a Los Llanos y Maso a Tazacorte, ganándole por 27 riñas... sin los gallos por tanto del “Venezolano”. Tomó el mando desde la quinta jornada, para luego ampliar muchísimo la ventaja, que se cerró con un capote en la jornada última. De nuevo tuvo gallos de muchas peleas: un colorado de Peña Argual de cinco, un melado de Adelto Cabrera de cuatro y un gallino de Rodríguez Acosta y un melado de Neno Pereira de tres. Este melado ganaría dos más la temporada siguiente. El gallo campeón de Los Llanos fue un colorado de cuatro de José Rodríguez “el Venezolano”.


Lo que más me sorprendía en los programas de estas peleas era la presencia de nada menos que veinte apoyos publicitarios. Esto bastaba para ver lo insertada que estaba (y creo que sigue estando) la afición gallística en el hermoso Valle de Aridane.

Mientras, en la capital, Quico cuida en la Guerra sacándole 6 de ventaja a Nerín. Fue una buena temporada en que la Nueva fue casi siempre por delante para al final Quico dominar la contrata.

Esta es la primera de las tres grandes temporadas consecutivas de Quico en la Guerra. Se preparaba para tomar el relevo de Toño como cuidador más importante del Archipiélago, lo que se cumpliría en 1992, al ganarle a este que cuidaba en la Nueva.

El gallo campeón de Quico fue un giro de Crispín, y por la Guerra hubo dos: un retinto de los Hermanos Melini y un colorado de Silo Acosta.

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En Tenerife, el Norte con Francisco Falcón le saca cuatro riñas a La Espuela con Anastasio. Fue una temporada llena de alternativas. Con dos mantillas rabonas, el Norte llegó a tener seis de ventaja, pero una mantilla de La Espuela más adelante la puso por delante en una riña. Se llegó a la última jornada con cuatro de ventaja para el Norte, entablándose en ella y proclamándose campeón el partido de Valle con un colorado de Neno Pereira. Parece que no abundaron este año los gallos en esta isla, ya que el Norte se reforzó al final con gallos palmeros y La Espuela con gallos que tenía encerrados don Eduardo Pérez Ascanio en Güímar. Curiosamente, don Eduardo estaba en el Norte, dándose la situación anómala de que, en las últimas jornadas, aparecían gallos suyos en ambos partidos. El gallo de más riñas fue un melado suyo, mientras que tres hicieron un gallino de Emilio de la Cruz, otro de Víctor Barreto y un retinto de Luis Machado. El gallero de Arucas peleó buenos gallos también de Manuel León, Juan Díaz, los Crusanteros y Peña Las Tapias.

La Espuela tuvo tres gallos de tres riñas: un giro de Manolín Gómez, un melado de Díaz y Pérez y un giro de Peña Gallardete. Son tres nombres que fueron durante muchos años puntales del partido. En la cuarta jornada peleó un giro de Alfredo Martín muy elogiado por “Pica y Bate” en El Día, pero al final de temporada se deshizo este en críticas a Anastasio, por pelear muchos gallos de su pariente Agustín Delgado y por sus propios métodos: “Anastasio Acosta sigue con su conducta de trabajar él menos y destrozar a los gallos a base de pechas y más pechas. Las peleas no se ganan en las charlas de la enfermería sino en la valla con un buen lote de careadores. A las pocas semanas ya los animales estaban desplumándose por el pecho por las continuas palizas. Un gallero este de La Espuela que quiere que le lleven gallos de muchas fuerzas y luego los pelea arrastrándose por el suelo”. Como “Pica y Bate” era de La Espuela y no se distanciaba nada de esa condición, sus crónicas acostumbraban ser partidistas, aparte no decir la mayoría de las veces nada concreto sobre las peleas, a diferencia de lo que hacían los grandes cronistas de Las Palmas. Aquí se deja llevar quizás por el enojo de perder su partido la temporada.


Aquí tenemos el programa de la última jornada, un programa anómalo donde los haya. En el Norte, que, por regla general de siempre, solo se peleaban gallos del norte de la isla, o mayoritariamente del norte de la isla, aparecen nada menos que cuatro gallos de fuera, en concreto el retinto de Felipe y Domingo (Lanzarote) y tres de La Palma. La otra anomalía es ver gallos del mismo casteador en ambos partidos, como dijimos, Recuerdo que años después Antonio el Crusantero, ocurriendo lo mismo en unas peleas a que asistíamos, me señaló lo malo que era eso, ya que podían coincidir hermano contra hermano. Supongo que don Eduardo se decepcionó ese año con el Norte y acabó llevando a La Espuela gallos que tenía en Güímar, considerados “muy buenos” por el exigente y sabedor “Pica y Bate”.

Las jornadas pares de esta temporada las vi yo en el Parque San Francisco del Puerto, con mi amigo el librero Paco Lemus, hijo de uno de los Hermanos Crusanteros, fallecido ya por entonces. El ambiente era magnífico, con unas trescientas personas.

Al mismo tiempo hacían su contrata Güímar y Garachico. En Güímar empezó Pablo Amador con Jorge Benítez, lo que permitió a este partido sacar una rápida ventaja. Luego hubo no sé qué problemas y al final estaba Álvaro Tapia. La ventaja final fue de 13 y la mayor de la temporada de 15. En Garachico cuidaba Florencio Hernández (“Fisio”), de quien lamentaba “Pica y Bate” que careciera de “experiencia”, como si la mayoría de los cuidadores no hubieran empezado desde muy jóvenes. Experiencia la va a obtener pronto, para convertirse en un cuidador clave de la última década del XX y la primera del XXI. Fisio sería el cuidador por excelencia del nuevo partido de Garachico, con temporadas muy buenas, y a la desaparición de este partido pasaría a hacer muy buenas campañas en La Palma.

Pese a la ventaja amplia, se trató de una buena temporada, y, como siempre en estos dos partidos, de una extraordinaria deportividad. Además, tras las primeras siete jornadas, la igualdad fue suma, de tal modo que, si la jornada octava comenzó con 14 riñas de ventaja para Güímar, la última se cerró con 13.

Los gallos campeones fueron un melado de Filiberto López y un retinto de Aníbal Velázquez por Garachico y un giro de Peña Pío Pío por Güímar.


Este es el único programa que poseo. Ganó Garachico este día por ventaja y redujo a 14 riñas. En su lista destaquemos cuatro casteadores capitales en la época dorada que estaba por venir: la Peña Arango, la Peña Ucanca, la Peña El Boquerón y Álvaro González. Todos con gallos magníficos, y en un ambiente de camaradería, teniendo en la cuida a Fisio como hombre de confianza, lograrían un partido de campanillas. A esos cuatro nombres habría que añadir el del doctor Filiberto López.

En la lista de Güímar, abren y cierran la tanda dos “clásicos” del partido: Chicho y Mederos, bellísimas personas que tuve el honor de tratar continuadamente. Como propietarios de un gallo, Peña Las Lajas es también uno de los nombres emblemáticos de este partido. Pérez Ascanio, Manuel Espejo y Emilio de la Cruz no necesitan presentaciones, pero es que también contaba Güímar con gallos de Eusebio Mora, don Alonso Lecuona y Gonzalo Alberto. En fin, una temporada que no podía fallar.

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Pasemos a la provincia de Las Palmas. En la gallera del López Socas se vio una buena temporada, y muy equilibrada. Suso en Telde le gana a Arnoldo en Arucas. Recordemos que Arnoldo ya había cuidado en Telde la temporada de 1984. Creo que él ha sido el único gallero de élite que ha cuidado en las cuatro islas gallísticas. La primera vez que lo vi, en Los Llanos, recuerdo que le dije: “Tiene usted pinta de viejo lobo de mar”. Persona muy simpática, formidable, y un verdadero conocedor; hoy debe ser el decano de la afición. En cuanto a Suso, también lo traté, cuando estuvo en el Norte, y era una persona excelente, muy sereno y sin esa afición a la caña tan frecuente en los cuidadores de su isla adoptiva. Aunque nacido en Santa Úrsula (Tenerife), se aclimató en Gran Canaria y fue un cuidador emblemático del partido de Telde.

Lamento no tener informaciones de esta temporada. Nadie, además, nos echa una mano en la cuestión documental, porque seguro que alguien habrá guardado programas y tendrá fotos. Sí que, por suerte, contamos con este espléndido registro fotográfico, aparecido en uno de tantos reportajes periodísticos sobre los gallos que avivó el furor prohibicionista (los políticos van de mal en peor, y ahora mismo estos seres despreciables preparan aquí las normas que convertirán a los que, por diversos motivos de lo más respetable, han decidido no pincharse, en judíos del III reich):

Suso Yanes y Arnoldo Pérez, Las Palmas, 1990

Recientemente me escribía Néstor García-Cuyás, a propósito de la crónica anterior, correspondiente a la temporada de 1989:

“Si cierro los ojos, de todas las imágenes de esa época la que puedo ver con más nitidez es la de mi tío abuelo, Pedro García Arozena, ya mayor, domingo tras domingo y siempre temprano, bajando por las escaleras del López Socas, acompañado por sus hijos Pepe, o Tolo, o por mi padre, y sentarse en su sitio que siempre tenía reservado en las sillas de la primera fila tras la valla”.

Traigo este recuerdo a colación no porque pude conocer, en compañía de su hijo, a don Pedro, casteador extraordinario donde los hubo, sino porque entre las numerosas muestras de apoyo a la afición gallística de aquel año de 1990, la del novelista J. J. Armas Marcelo (“La guaracha del gallo Camacho”, en Canarias 7) se le refería de esta manera: “El asunto de los gallos viene de antiguo, mucho más que el fútbol, y recuerdo uno de los profesores más queridos de los jesuitas en los años en que éramos felices e indocumentados, Pedro García Arocena, que tenía gallos y, sin embargo, era sumamente civilizado”. ¿Es preciso añadir que para el gran cuidador Julián Castillo las dos personas, de las muchas que había conocido en su vida, que para él respondían perfectamente al concepto de “caballero” eran Francisco Dorta y don Pedro García Arocena?

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Terminamos en Lanzarote, con una floja temporada. Adolfo vuelve a Arrecife y no tiene ni que quitarse la chaqueta para doblegar al partido de Teguise, donde continuaba un José Carlos (“Caballo de bastos”) aún bisoño. El resultado fue una temporada aburrida, con Adolfo durmiéndose en las dos últimas jornadas, que permitieron a Teguise reducir de 16 a 9 la ventaja de Arrecife, después de que Adolfo hubiera ganado nueve jornadas y entablado una. Así al menos es como lo vio el cronista de Lancelot, a quien hay que tirarle de las orejas por no poner en sus doce crónicas semanales el nombre de los casteadores sino el de los propietarios de los gallos. De este modo, la información se vacía, y solo gracias a que en Lanzarote pude yo acceder a los programas, tengo algunos datos. Recuerdo que una tarde en Garachico, cuando yo empezaba la afición, me comentaba Antonio el Crusantero, con su desparpajo característico, al explicarme la diferencia entre el “casteador” y el “propietario” del gallo, tal y como vienen en los programas: “Este es un polla boba”, decía del propietario. Por supuesto, solo es una manera gráfica de explicar la diferencia, ya que el propietario del gallo tantas veces disfruta de un bonito rasgo de amistad, como a mí mismo me ocurrió muchas veces con Eduardo Pérez Ascanio.

Todos los gallos con varias peleas fueron de Arrecife. El giro “Chochito” de los Hermanos González Díaz entabló su quinta, dos giros de los Hermanos Cabrera Santana ganaron su cuarta y el colorado “el Tardío” de los Hermanos Negrín y un colorado de Domingo y Felipe ganaron su tercera. Todas las peleas se celebraron en la carpa de Tegueste, un espacio espléndido como saben todos los que allí han asistido a peleas.

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El cuarto Campeonato Regional se celebró en Tenerife (Parque San Francisco y antiguo cine de Garachico) y ganó La Palma, pero fue algo descafeinado, ya que por enfermedad de los gallos no participó Gran Canaria, usándose un sistema de liguilla. Como en todos o casi todos los campeonatos, Lope Acosta destacó especialmente, esta vez con el gallo más rápido, preparado por Quico, quien siempre llevaba sus gallos a los campeonatos en un estado primoroso.

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Y me despido con los dos documentos a que me refería al principio: