domingo, 6 de septiembre de 2020

El giro “La Isleña”

Giro La Isleña

El Mazantini
Con un árbol genealógico similar a las grandes dinastías europeas, nuestro ejemplar de hoy fue el resultado de unos cruces atinados e incluso rechazados por los grandes casteadores canarios.
En una época donde ya no se criaba a las orillas del Guiniguada ni en las huertas del Pambaso, las comunicaciones cada vez eran más fluidas tanto dentro de la isla como con el exterior. Nuestro protagonista posee sangre española, cubana, portorriqueña y carga en sus plumas giradas apellidos como Villegas, Sintes, Rodríguez Marrero, Hernández y Pérez Ascanio, estos dos últimos de Tenerife.
Siguiendo siempre la línea de su madre llegamos a su tátara-tátara abuela, es decir, a una gallina del mejor casteador que ha tenido el archipiélago canario, don José Villegas Afonso, que descendía de sus famosos pintos, y que, al ser ligada con el gallino de Utrera que le regalaron a don Manuel Hernández (hijo de don José Hernández López) dio lugar a otra magnífica gallina: la gallina de don Jaime Sintes.
Remitimos al lector a la historia del gallo cubano campeón de Pinar del Río que se encuentra recogida en el libro de Pedro Cárdenes y en el Diccionario Gallístico Canario. De aquel regalito cubano que le hizo el famoso empresario tabacalero don Eufemiano Fuentes Cabrera a don Ramón Rodríguez (y que a don José Villegas, por cierto, no le convencía), nace la bisabuela de nuestro giro.
Don Ramón Rodríguez persuadió después de muchos intentos a su compañero de partido don José Villegas para que casteara con el gallo cubano e hiciera milagros como él sabía hacerlos. Con esa majadería que caracterizaba al casteador de Tamaraceite y con muy poco interés por esa liga, soltó a la aventura de Dios al cubano con la gallina de don Jaime Sintes, en una finca en la zona de los castañeros en la villa mariana de Teror.
De esa aventura salieron dos gallinas espectaculares, bautizadas como “La Cubana I” y “La Cubana II” de don Ramón Rodríguez. A “La Cubana I” le puso don Ramón el gallo negro de Luis Hernández de dos peleas que había preparado Domingo e Boyero en el Norte, dando lugar a la abuela materna de nuestro giro, la famosa “Cubana teja”.
Reforzando la sangre de la liga, se decide aportar un gallo portorriqueño que se trajo don Alejandro Sánchez Prats de la isla Boricua, dando como resultado la madre de nuestro protagonista: “La Morena Cubana”.
Cuidando Adolfo el Pichón en Lanzarote prepara un giro verde de Eduardo Pérez Ascanio cuyo propietario era Víctor Pérez Ascanio. Adolfo le hizo al giro tres grandes peleas.
Soltado el giro verde, que don Eduardo regaló a Rodríguez Drincourt, en el Cortijo de don Ramón Rodríguez en Firgas, con “La Morena Cubana” nace nuestro héroe entre cercados de plataneras.
Con un peso de cuatro libras o como mucho cuatro uno, nuestro protagonista es preparado por las manos sabias de un gallero palmero, Quico Acosta, en 1984 en la casa de gallos de Arucas. Hizo tres peleas en una temporada y no necesitaba hacer más ya que lo que demostró en la valla venciendo a gallos de élites.
Todas sus peleas fueron en el polideportivo de la ciudad de Telde. Su primera pelea nada más y nada menos con el colorado “Niña María” de seis peleas de don Agustín Cabrera, dejándolo muerto sobre la valla.
Su segunda pelea fue contra el pinto “El Pimpi” de seis peleas de Antonio Hernández de Telde, dejándolo enroscado en el centro de la valla. Debemos  decir que el Pimpi le sacaba cuatro onzas al giro de la Isleña.
Su tercera y última pelea fue contra un muy buen colorado de Pedro Silva de varias riñas, que descendía de los famosos colorados “vinos tintos” de Antonio Hernández.
En su descendencia todos sus hijos fueron gallos extraordinarios. Se le pusieron dos gallinas, una la “cabra-cola larga” de Domingo Díaz y otra la “cola larga” de Manuel de León. Con la gallina de Domingo Diaz salió el colorado de siete peleas de don Juan Rodríguez Drincourt, y con la “cola larga” de Manuel de León salió la raza de los ciegos.
Esta base genética no solo se quedó en la isla de Gran Canaria sino que viajó a La Palma en concreto a ese maravilloso rinconcito del Atlántico llamado Los Llanos de Aridane. Y es que Quico el Malaire se llevó para su tierra un hermano de “La Isleña”, cediéndoselo a José Rodríguez (“El Venezolano”), quien fue por muchos años el mejor casteador de Los Llanos de Aridane.