Giro La Isleña |
El
Mazantini
Con un
árbol genealógico similar a las grandes dinastías europeas, nuestro ejemplar de
hoy fue el resultado de unos cruces atinados e incluso rechazados por los
grandes casteadores canarios.
En una
época donde ya no se criaba a las orillas del Guiniguada ni en las huertas del
Pambaso, las comunicaciones cada vez eran más fluidas tanto dentro de la isla
como con el exterior. Nuestro protagonista posee sangre española, cubana,
portorriqueña y carga en sus plumas giradas apellidos como Villegas, Sintes,
Rodríguez Marrero, Hernández y Pérez Ascanio, estos dos últimos de Tenerife.
Siguiendo
siempre la línea de su madre llegamos a su tátara-tátara abuela, es decir, a
una gallina del mejor casteador que ha tenido el archipiélago canario, don José
Villegas Afonso, que descendía de sus famosos pintos, y que, al ser ligada con
el gallino de Utrera que le regalaron a don Manuel Hernández (hijo de don José
Hernández López) dio lugar a otra magnífica gallina: la gallina de don Jaime
Sintes.
Remitimos
al lector a la historia del gallo cubano campeón de Pinar del Río que se
encuentra recogida en el libro de Pedro Cárdenes y en el Diccionario
Gallístico Canario. De aquel regalito cubano que le hizo el famoso
empresario tabacalero don Eufemiano Fuentes Cabrera a don Ramón Rodríguez (y
que a don José Villegas, por cierto, no le convencía), nace la bisabuela de
nuestro giro.
Don Ramón
Rodríguez persuadió después de muchos intentos a su compañero de partido don José
Villegas para que casteara con el gallo cubano e hiciera milagros como él sabía
hacerlos. Con esa majadería que caracterizaba al casteador de Tamaraceite y con
muy poco interés por esa liga, soltó a la aventura de Dios al cubano con la
gallina de don Jaime Sintes, en una finca en la zona de los castañeros en la
villa mariana de Teror.
De esa
aventura salieron dos gallinas espectaculares, bautizadas como “La Cubana I” y “La
Cubana II” de don Ramón Rodríguez. A “La Cubana I” le puso don Ramón el gallo negro
de Luis Hernández de dos peleas que había preparado Domingo e Boyero en el
Norte, dando lugar a la abuela materna de nuestro giro, la famosa “Cubana
teja”.
Reforzando
la sangre de la liga, se decide aportar un gallo portorriqueño que se trajo don
Alejandro Sánchez Prats de la isla Boricua, dando como resultado la madre de
nuestro protagonista: “La Morena Cubana”.
Cuidando
Adolfo el Pichón en Lanzarote prepara un giro verde de Eduardo Pérez Ascanio cuyo
propietario era Víctor Pérez Ascanio. Adolfo le hizo al giro tres grandes
peleas.
Soltado el
giro verde, que don Eduardo regaló a Rodríguez Drincourt, en el Cortijo de don Ramón Rodríguez en Firgas, con “La Morena Cubana”
nace nuestro héroe entre cercados de plataneras.
Con un peso
de cuatro libras o como mucho cuatro uno, nuestro protagonista es preparado por
las manos sabias de un gallero palmero, Quico Acosta, en 1984 en la casa de
gallos de Arucas. Hizo tres peleas en una temporada y no necesitaba hacer más
ya que lo que demostró en la valla venciendo a gallos de élites.
Todas sus
peleas fueron en el polideportivo de la ciudad de Telde. Su primera pelea nada
más y nada menos con el colorado “Niña María” de seis peleas de don Agustín
Cabrera, dejándolo muerto sobre la valla.
Su segunda
pelea fue contra el pinto “El Pimpi” de seis peleas de Antonio Hernández de
Telde, dejándolo enroscado en el centro de la valla. Debemos decir que el Pimpi le sacaba cuatro onzas al
giro de la Isleña.
Su tercera
y última pelea fue contra un muy buen colorado de Pedro Silva de varias riñas,
que descendía de los famosos colorados “vinos tintos” de Antonio Hernández.
En su
descendencia todos sus hijos fueron gallos extraordinarios. Se le pusieron dos
gallinas, una la “cabra-cola larga” de Domingo Díaz y otra la “cola larga” de
Manuel de León. Con la gallina de Domingo Diaz salió el colorado de siete peleas
de don Juan Rodríguez Drincourt, y con la “cola larga” de Manuel de León salió
la raza de los ciegos.
Esta base
genética no solo se quedó en la isla de Gran Canaria sino que viajó a La Palma
en concreto a ese maravilloso rinconcito del Atlántico llamado Los Llanos de
Aridane. Y es que Quico el Malaire se llevó para su tierra un hermano de “La Isleña”,
cediéndoselo a José Rodríguez (“El Venezolano”), quien fue por muchos años el
mejor casteador de Los Llanos de Aridane.