miércoles, 26 de septiembre de 2012

Aficionados en el recuerdo: Gran Canaria (y 3)

Siguiendo el criterio de la edad, concluyo hoy con tres grandes aficionados grancanarios que desaparecieron prematuramente y no hace muchos años.
Los dos primeros fueron cuidadores, maestro y discípulo: Adolfo Santana “el Pichón” y Antonio Hernández “el Dandi”.


No vamos a referir aquí el historial deportivo de cada uno, ya que está detalladamente descrito en el “Diccionario gallístico de Canarias”. De Adolfo puede decirse que nació para los gallos, y, como Pancho “el Músico” o Toño “el Rebotallo”, no dejaba ni una temporada sin cuidar, lo que hizo desde los 17 años hasta el año mismo de su muerte. Realmente a los 17 años ya sabía mucho de gallos, puesto que entró como ayudante de Pablo Amador en el partido de San José cuando solo tenía 13. Fue en cierta manera un niño prodigio de los gallos; tan en la sangre lo llevaba, que su abuelo no era otro que el legendario José Déniz, de quien heredó ese magnífico apodo de “el Pichón”. De él dijo “el Músico” que era el mejor cuidador de Gran Canaria, como su nieto lo sería posteriormente.
Yo conocí al “Pichón” cuando hacía las crónicas del López Socas en “La Provincia” y me trasladaba de Tenerife a Las Palmas de vez en cuando. Esta foto se la saqué allí, cuando aún no lo había tratado. Al principio era como desconfiado, y hasta me enteré que le molestaba que yo lo llamara en el periódico solo “el Pichón”, sin poner su nombre y primer apellido, lo que, al enterarme, comencé a hacer. Luego coincidimos en los campeonatos y ya trabamos una amistad que pudo ser mayor si nos hubiéramos visto más y si hubiera vivido hasta el momento en que me puse a trabajar en el “Diccionario”, ya que infinidad de cosas y hechos que él había conocido me habrían interesado a mí sobremanera. La última vez que lo vi fue en el campeonato que hacía Antonio Bolaños al fin de temporada en su casa de Gáldar. Nunca olvidaré sus palabras: “Maestro, si el año que viene cuido, que pienso cuidar, voy a regalarle un gallo”. Ese año –2003– no solo había ganado en su partido de Arucas, sino que se proclamó campeón de Canarias. Remontaba así un declive que había tenido en temporadas anteriores, por motivos personales, y también de salud. Lo que me llamó la atención de sus palabras fue sobre todo eso: que no se imaginara una temporada sin él cuidar gallos.


Adolfo Santana es hoy una leyenda de los gallos canarios. Muchos aprendieron con él, y sus grandes temporadas, sobre todo en Arucas y en las galleras de Lanzarote, son inolvidables. Era una de esas personas que se dejan querer, que tienen una fragilidad por la que es difícil tenerles en cuenta lo que pueda disgustarnos de ellos en un momento determinado. En la foto que sigue lo vemos con un conjunto muy importante de cuidadores. A su derecha, Joel Bethencourt, Añón y “el Dandi”; a su izquierda, Toño “el Rebotallo” y Quico Acosta; y en primer plano, Samuel Acosta, Fisio, Nerín y José Carlos Rodríguez. Diez profesionales con mucho que contar, destacando el poder verlo aquí codo a codo con el “Rebotallo”, porque ambos protagonizaron una serie de temporadas espectaculares en Lanzarote, así como debe señalarse la presencia de dos de sus mejores discípulos: Samuel y “el Dandi”.


El otro cuidador grancanario que hemos perdido es Antonio Hernández “el Dandi”. Tuvo una trayectoria más reducida, pero era en las galleras un hombre de confianza, que llevaba los gallos en buenas condiciones. Vino a Tenerife, para cuidar en la gallera del Norte, la temporada 2004. En el Campeonato Regional de 2003 presentó los gallos de Telde como campanas, lo que llevó a la directiva de La Orotava a contratarlo. No tuvo suerte, ya que estuvo lesionado de una pierna toda la temporada, pero solo perdió por 5 riñas y sus gallos iban afinados. Además, en esa temporada, ya la degradación de las tradiciones iba avanzando, no ocurriéndosele a las inteligentes directivas de La Espuela y el Norte otra genial idea que la de pelear 9 gallos por jornada, para así superar la aberración de Los Llanos y Tazacorte, que fueron los primeros en abandonar las 7 peleas, cargándose así el más que consagrado lenguaje gallístico. Los “granjeros” empezaban a imponer su ley. Y aún así, con 32 peleas más y sin condiciones físicas por su parte, “el Dandi” supo capear el temporal.
Lo recuerdo como a un caballero, un hombre serio y cordial, que agradecía mi labor informativa, a diferencia de otros que solo esperan la mínima ocasión para criticar. Su desaparición, en uno de tantos accidentes estúpidos de circulación, nos impresionó mucho a todos los que lo tratamos y tanto lo apreciábamos. Aquí lo vemos, en otra foto mía, junto a Braulio Díaz, otro entusiasta gallista de la extraordinaria afición aruquense.


Del último de estos grandes aficionados grancanarios podríamos hablar también en el capítulo que pienso dedicar a la isla de Tenerife, ya que Ángel Bolaños vivía en la ciudad de La Laguna y fue en esa isla donde lo conocí y traté. Era yerno de uno de los más grandes aficionados que ha tenido Tenerife: don Florencio González, el joyero de la calle Herradores de La Laguna, gallista de pro desde los años 30 hasta el fin de siglo.
Es muy triste para mí que los tres más grandes, enormes amigos que he tenido en el mundo gallístico, hayan ya desaparecido: Agustín Morales (“Caruso”), Ángel Bolaños y, muy recientemente, José Luis Melquiades. Aún viven Orlando Dorta, con 85 años, y Alejo Yánez, con 95, pero ellos son más maestros amados y admirados que personas con quien se mantiene esa relación fraterna que sí tenía yo con aquellos.
Ángel Bolaños no faltaba a una jornada gallística, como partidario del partido Norte, pero sin que nunca perdiera una ecuanimidad que no es frecuente en los medios gallísticos ni en ningún otro medio deportivo. Sabía de gallos, y llevaba los casteos de su suegro, quien todas las temporadas obtenía algunos pocos gallitos de calidad, porque don Florencio sí que no tenía nada de “granjero”. Desde que dejé La Orotava y pasé a vivir en La Laguna, era en el coche de Ángel Bolaños como yo iba a las peleas de Santa Úrsula o de Valle Jiménez. Persona siempre bien dispuesta, era un verdadero amigo de los amigos, como los que se reunían en el bar de La Carpintería, entre ellos Pedro Rivero, Arquímedes Acosta, Ángel Benítez de Lugo, Eduardo Fernández de la Puente o Rogelio Galván, aunque yo prefería pasar por su joyería para comentar las peleas y las noticias de la temporada, encontrándome allí alguna que otra vez con Eduardo Pérez de Ascanio, un gran amigo de la familia.
En esta foto lo acompañan Goyito, aficionado de La Orotava, y un sobrino mío. Asistíamos al campeonato de gallos que se celebraba en el López Socas y, acabadas las peleas, nos fuimos a ver el partido de la Unión Deportiva tras pasar por el restaurante de los Hermanos Rodríguez, equidistante del López Socas y el Estadio Insular.
Volvía yo de uno de mis largos viajes a Portugal –mes de febrero de 2003–, cuando pasé al día siguiente de mi llegada por su joyería, y era a él a la primera persona que iba a ver en Tenerife. Su mujer, persona llena de delicadeza y simpatía, me dio la noticia, y me quedé tan abrumado que fue ella la que me dio ánimos, y no yo a ella.
Sabemos que estamos de paso en este mundo lleno de misterio, y que la muerte forma parte de la vida, pero nunca podemos evitar la sorpresa, y menos el dolor, que nos produce la desaparición de las personas queridas. Morimos con cada una de esas personas que se nos van y que dieron sentido y belleza a nuestras vidas, pero al menos nos queda de ellas un recuerdo luminoso y entrañado, como el que yo guardo de mi amigo Ángel Bolaños.

viernes, 21 de septiembre de 2012

Fotos antiguas

Nuestro buen amigo Tomás Hernández (“Cho Pío”), nos dice, desde La Orotava, que una de las fotos de riñas a principios del siglo XX que publicamos la semana pasada, fue expuesta en el convento de Garachico hace unos años. Creemos que esta información deja prácticamente resuelta la duda que teníamos, por lo que el texto que acompañaba a dichas fotos ya ha sido rectificado. Se trata pues del convento de San Francisco de aquella villa y no de un convento del Puerto de la Cruz. Agradecemos la información a este buen aficionado del Norte.

miércoles, 19 de septiembre de 2012

Puerto de la Cruz, 13 de mayo de 1962


Esta fue la última temporada en que se enfrentaron Domingo “el Boyero” y Pancho “el Músico”, y la última del gallero de Arucas en Tenerife. Ganó “el Músico” por 14 riñas, pero la temporada fue muy buena, y con gallos de gran calidad por ambas partes. El Norte se unió este año a San Cristóbal. Recordemos que el año anterior el Norte, con “el Boyero”, peleó con el partido Nuevo de Tapia, mientras que La Espuela lo hizo con San Cristóbal, donde cuidó Pablo Amador (“Pola Vieja”).
En Santa Cruz se celebraron las peleas primero en el Palacio de los Deportes (recova) y luego en el Cine Avenida. Las peleas anfitrionadas por el Norte fueron todas en el Teatro Topham.
Cuando se llegó a este domingo, llevaba La Espuela 7 riñas de ventaja, que subieron a 9 tras el 4-2 y una tabla.
Esta jornada destaca por haber supuesto la cuarta y última victoria de uno de los grandes gallos de la época, “el Ramblero” de don Ángel Benítez de Lugo. Una riña tenía del año anterior, como pollo, y tres sumó esta temporada. Fue una pelea sensacional, ya que casó con otro gallo fantástico: el giro verde “Relámpago” de don Antonio Monteverde, que había ganado el año anterior dos veces de dos tiros, como recordamos al comentar la jornada del 28 de mayo de 1961. Por suerte, disponemos del programa del propio casteador, quien escribió por detrás del mismo, tres días después:
“Ante una expectación enorme, con un lleno completo del teatro, se llegó a la tercera pelea. Mi gallo perdió por una puñalada en un sitio muy raro, encima de la espuela de la pata izquierda, lo que le restó el 50% de sus posibilidades en los comienzos de la misma. A pesar de ello, tenía la pelea ganada, pues el contrario estaba todo apuñalado, cuando súbitamente, de un tiro inesperado, lo dejó tendido en el suelo como muerto”.
El “Relámpago” era un gallo muy bonito, con una forma muy particular de revolear. El “Ramblero” lo mató de oído, y al subir a la valla Domingo “el Boyero” le estiró el pescuezo para ver si reaccionaba, pero nada había que hacer.
Otra riña esperada debió ser la última, ya que peleaban dos gallos de dos antorchas, y además de dos puntales de sus respectivos partidos: don Horacio Pulido y don Domingo Hernández Luis (quien, por cierto, hizo una temporada extraordinaria). También aquí se llevó la victoria el veterano del “Músico”, mientras que “el Boyero” logró tumbarle a Pancho los dos gallos que contaban una pelea. Uno de estos era un “cascarita” de don Felipe Ravina. ¿Por qué se llamaban así? Porque su casteador dijo en la gallera que lo mejor para los pollos eran las cascaritas, y Asdrúbal, que se lo tomó a la chacota, bautizó así a sus gallos, que hicieron bastantes peleas, pero sin ser nada del otro mundo. Don Felipe Ravina, suegro del capitán Hodgson, era un hombre modesto, que trabajaba en el Cabildo, y tenía ocurrencias peregrinas, recordándole a Orlando Dorta la manera de ser de don Rafaelito Massieu, el gran aficionado de Las Palmas.
En la tanda de La Espuela, los nombres, aparte los dos citados, son muy conocidos: Vicente Fortuny, Manolo Henríquez (que casteaba con Sebastián Gil), Óscar Martín. La lista del Norte se abría con uno de los grandes de Gran Canaria: don José Araña. A Luis Machado le ganaron este día sus dos gallos, pero su época gloriosa estaba por llegar. Por último, no podían faltar los principales casteadores del Norte y San Cristóbal respectivamente, o sea don Pedro Acevedo (por la familia Acevedo) y don Eduardo Pérez de Ascanio. El gallo de don Eduardo va a nombre de Rogelio Galván, quien actualmente, con Luis Machado, creo que es el único sobreviviente de todos los nombres que hay en el programa. Destaquemos también al extraordinario aficionado lanzaroteño Domingo Negrín, recientemente fallecido. La verdad es que fue una jornada pintoresca, pues aparte del “Ramblero” y el “Cascarita”, hubo un “Mirlo”, un “Caoba” y un “Volcán”.
Aparte el “Ramblero” hay que recordar de esta temporada a dos fenómenos. Uno fue el colorado de Montañés, un gallo que ganó seis peleas y llegó a muy viejo. Pancho lo consideró una vez como uno de los mejores gallos que había cuidado. El otro era un melado de don Eduardo Pérez de Ascanio que ganó esta temporada tres riñas para sumárselas a las otras tres del año anterior.
Una gran jornada y una gran temporada, en suma, hace ahora exactamente medio siglo.

miércoles, 12 de septiembre de 2012

Cuatro fotos extraordinarias


Hoy se viste de gala esta página, gracias a la amabilidad de uno de los más grandes aficionados con que cuentan las islas, aparte un caballero y un amigo siempre atento: Eduardo Pérez de Ascanio, quien nos ha hecho llegar cuatro maravillosas fotografías que podemos datar a principios del siglo XX, probablemente en su primera década.
Manuel González Jorge debe ser el Manuel González que aparece en una tanda del Puerto de la Cruz en 1922. Otro Manuel González fue el cuidador llamado “el Zurraco”, un discípulo de Adolfito que cuidaba en Garachico allá por los años 30, pero que no hizo mucha historia.
En sus maravillosas memorias, Francisco Dorta nombra al “colorado de la Costa”, que él vio pelear y ganar en la mítica jornada penúltima de la temporada de 1901 entre La Orotava y La Laguna, celebrada en el Teatro Viana. Quizás se trate de este gallo, aunque es raro peleara en el partido de La Orotava.
Este gallo campeón debió pelear en temporadas sin eco periodístico. La prensa daba informaciones muy irregulares, dependiendo siempre de la expectación que hubiera y de las personas que decidían escribir. Además, como los periódicos principales estaban en la capital, siempre las peleas más comentadas eran las de los partidos de Santa Cruz o el de La Laguna, o las de esos partidos con los de otras localidades.
Tales dudas no restan valor a una foto tan admirable, con un gallo precioso y el personaje además ¡haciendo un solitario!


Esta segunda foto quizás sea aún más valiosa, y, como la anterior, hubiera tenido un espacio obligado en el “Diccionario gallístico de Canarias”. Se trata de unas peleas en el convento de San Francisco de Garachico, donde se estuvieron haciendo hasta mitad de los años 90. Ese era por entonces, sin discusión posible, el mejor escenario de riñas de gallos que había en Canarias. Sobre la valla se están pesando los gallos, y los presentes miran con gravedad, asumiendo la seriedad que hasta hace poco tiempo tenían los gallos en Canarias. Nos cuentan viejos aficionados que, efectivamente, en el patio se colocaba antiguamente un toldo, que en este caso más parece para protección del sol que de la lluvia.
Las otras dos fotos se sacaron, como todo parece indicar, el mismo día:



Agradecemos de nuevo al amigo Pérez de Ascanio el habernos hecho llegar estos fantásticos documentos fotográficos, para nuestro deleite y el de los aficionados que siguen esta página.

miércoles, 5 de septiembre de 2012

Aficionados en el recuerdo: Gran Canaria (2)


Si el otro día evocávamos a don Pedro García Arocena y a don José Navarro Calderín, hoy vamos a continuar con otro aficionado longevo: Pedro Aguiar Suárez, puntal de la afición galdense, en los últimos años de su vida asociado a la gallera de Antonio Bolaños, sita en la Montaña de Gáldar. En esta foto lo vemos, con una copa, junto a Alejo Yánez (quien, como es bien sabido, es hoy el más antiguo aficionado del Archipiélago, con 95 años y plenitud de facultades mentales).
Aficionado se siempre, Pedro Aguiar era ante todo un hombre de simpatía, a quien se le estaban gastando siempre bromas inocentes, que él era el primero en festejar. A fines de los 90, tuve ocasión de tratarlo frecuentemente, ya que acudía a las peleas de Güímar y Gáldar que se celebraban en el enclave gallístico sureño de Tenerife. Incluso en una ocasión viajé con Bolaños y él a Las Palmas en el ferry de la Olsen, y no paramos de hablar de gallos hasta que me dejaron en Gáldar para seguir yo hacia Las Palmas.


Quien sigue es otro aficionado extraordinario: Argeo Hernández. Era natural de Tenerife, e hijo de uno de los más grandes casteadores que tuvo La Orotava en las legendarias temporadas del “Boyero”: Domingo Hernández Luis. Para Gran Canaria se marchó y acabó siendo tan de allí como de su isla natal. En Tenerife ya le peleó “el Boyero” algunos gallos, fenomenales los de la temporada de 1961. Llegó a tiempo de participar en la histórica contrata entre Triana y San José, pero su partido fijo sería el de Arucas, que contó siempre con finos gallos suyos. A Argeo Hernández lo traté bastante, aunque solo en las peleas del López Socas, cuando yo aparecía por allí, o en los campeonatos. Nuestra conversación giraba tanto sobre gallos como sobre la gente que él recordaba de La Orotava, en particular del barranco de Tafuriaste, que es donde yo iba diariamente para almorzar en la casa de Doña Emilia, maravilloso punto de reunión de las gentes populares de la zona. A Argeo le hacía gracia que él fuera un orotavense en Las Palmas mientras que yo, nacido en Las Palmas, vivía en La Orotava y me movía por su territorio natal. Creo que al principio era algo suspicaz conmigo, pero en seguida, supongo que al advertir que yo no iba de enterado, mantuvo una relación de plena franqueza y cordialidad conmigo. Recordábamos a sus amistades de Tenerife y me contaba proezas de grandes gallos. Creo que Argeo era un aficionado sabio, que conocía los gallos, y que casteaba con seriedad. Su pérdida para la afición aruquense fue irreparable. En esta foto lo vemos de pie a la derecha, muy sonriente, con aficionados de Güímar y de Gran Canaria. Aunque no se aprecie bien, creo que abajo, a la izquierda, está precisamente Pedro Aguilar, y otros presentes son José Luis Martín, José Carlos Rodríguez, Antonio Bolaños, Tato Reyes, Agustín Delgado, David Pérez Moreno, Antonio Montesdeoca...


Y concluimos este segundo capítulo con un aficionado también extraordinario, en este caso habiendo sido además el motor de la afición grancanaria durante décadas. Y no digo aruquense solo, sino grancanaria, ya que Miguel Ángel Santana, conocido por todo el mundo como “Machín”, se desvivía porque las peleas en su isla no desfallecieran. Nadie se movía más que él, no significando para ello nada su enorme corpulencia ni, al final, el peso también de los años. Le sacamos esta foto en Güímar, cuando, en el año 1997, acudía a Tenerife con una selección de gallos de Telde y Arucas. Y no olvidemos el apoyo que daba a los desaparecidos campeonatos regionales, a los que aportaba una espectacular copa. Machín llegó a encomendar a sus hijos que, desaparecido él, la copa se siguiera otorgando, pero la puñalada trapera que se le dio a estos eventos justificó plenamente que esa continuidad no se diera. Recuerdo a uno de sus hijos, que llevaba el bar del López Socas, y sobre todo al menor, Yeray, muy buen muchacho, que fue ayudante –trabajador y competente– en diferentes galleras de las islas. A Yeray lo vi por última vez, hará unos seis años, en Teguise, y le hablé de poder acceder al archivo de don Pedro Cárdenes, que se lo había legado a su padre, para enriquecer el “Diccionario gallístico de Canarias”. Por desgracia, le perdí la pista y mis intentos de contactar con su madre, a través de Antonio Hernández, no dieron resultado. Piénsese que el archivo de don Pedro Cárdenes es el más rico de Canarias, y que, aunque afortunadamente vertió parte de él en su libro de Edirca, el propio Yeray me dijo que contenía mucho más de lo presente en el libro. Quizás algún día alguien tenga más suerte que yo.
Pero me voy por las ramas, ya que aquí solo quería recordar a este fantástico aficionado, que fue, claro está, no solo un ejemplar directivo sino un fino casteador, siempre con buenos gallos, que sacó un tiempo junto a otro inolvidable aficionado, Gregorio Pérez Ponce. De Machín concluyo mi evocación con un recuerdo en el que me parece estarlo viendo: yo había publicado en “La Provincia” una foto de la afición teldense, y a la vez siguiente que fui al López Socas se me acercó para decirme: “Maestro, nosotros también tenemos nuestra aficioncita”, ello dicho con aquella sonrisa ancha, de hombre bondadoso, que él tenía. Nada mejor que despedir esta nota con esa foto, que está en el “Diccionario”, pero que aquí tenemos en color. Aparecen en ella Domingo “el Zapatero”, Ramírez, Carlos Llarena, “el Coronel”, Manolo Ruiz, Braulio Díaz, Adolfo “el Pichón”, Quico Pérez, Manolo “Kubala”, “el Mopa”, Chano, Domingo Díaz y otros, y al fondo, la hinchada femenina, con la que, por cierto, nuestro gran Machín nunca dejaba de tener sus detalles y delicadezas.