Juan Rosales (“el Mopa”) nos envía esta fotografía que, de haberla conocido antes, hubiéramos incluido en el Diccionario gallístico de Canarias. De izquierda a derecha vemos a Fernando Castillo (hijo del mítico cuidador Julián Castillo), Adolfo Santana (“el Pichón”), Juan Rosales (inclinado), Manolo Hernández, Manolito Hernández y Gumersindo Toledo.
Nadie puede olvidar a Adolfo Santana, que llevaba los gallos en la sangre y que ha sido uno de los mejores cuidadores que ha tenido Canarias, logrando superar a su abuelo, el primer “Pichón”, quien también tiene inscrito su nombre con letras de oro en la historia gallística de las islas. Su desaparición hace unos pocos años fue muy sentida, ya que Adolfo, genio y figura, era, por decirlo así, el muchacho querido de la afición canaria, una persona sencilla pero a la vez muy singular, que se dejaba querer por su simpatía desbordante. La última vez que lo vi, en la gallera galdense de Antonio Bolaños, me dijo: “Maestro, si el año que viene cuido, que pienso cuidar, voy a regalarle un gallito de bandera”. Y sin duda que hubiera cuidado de la muerte no haberlo arrebatado, ya que Adolfo, como Pancho y pocos más, nunca estuvo una sola temporada sin cuidar en algún partido.
Manolo Hernández era hijo de un buen casteador, Manuel Hernández Crespo, y Manolito Hernández también heredó la afición de su padre, don José Hernández López, uno de los grandes casteadores del histórico partido de San José. No sólo casteó Manolito, sino que fue un destacado soltador.
Otra figura entrañable es Gumersindo Toledo, de quien sí hay una simpática foto en el Diccionario. Hombre campechano y muy querido, también murió joven. Gumersindo Toledo era natural de Lanzarote, pero vivía en Gran Canaria y allí peleaba sus gallitos.
Agradecemos el envío de esta foto a Juan Rosales, ese gran aficionado que formaba tándem con Adolfo Santana y Manuel Hernández. Eran los gallos de Hernández, Santana y Rosales. Esa persona toda corazón que es Juan Rosales sigue peleando sus gallos a nombre del gran trío de ases, aunque él sea el único sobreviviente. Los gallos de Hernández, Santana y Rosales han estado en las últimas décadas entre los mejores gallos salidos de los casteos grancanarios.
Esta foto retrata una época y nos trae memorias llenas de emoción, porque la afición a los gallos está tejida de historias y del calor de la amistad, en un mundo de autenticidad absoluta que ha sido y sigue siendo el de los gallos canarios.