Abundan las serpientes de verano gallísticas, sobre todo en La Palma y en Tenerife, ya que en Gran Canaria parece que se va a repetir la fórmula de años anteriores, o sea liguilla de cuatro partidos, con Ronny en Telde y Flavio en Gáldar. Hemos de felicitar a los grancanarios por seguir con el reloj, la mejor manera de evitar uno de los mayores males de los gallos en Canarias, y que tantos aficionados ha alejado de las galleras. En La Palma, donde predominan los buenos gallos, eso no suele ser un problema, ya que las peleas acostumbran ser rápidas, pero en otros lugares, y con ciertos galleros, el espectáculo acaba por ser deplorable, cuando no una verdadera vergüenza. Incluso nos gustaría que el reloj sonara no a los 15 sino a los 10 minutos, como se hace en los campeonatos de casteadores (ahí por necesidad, debido a lo malas que son las peleas).
En Tenerife se especula con una liguilla de tres, o sea entre Güímar, La Espuela y el Norte, a partir de la noticia de que Alonso Plasencia se ha hecho cargo de la gallera sureña. Es un cuidador muy fino, y además con una caja de espuelas que ya quisieran otros, lo que podría hacer olvidar allí la idea de las espuelas de plástico. Sigamos con las espuelas naturales, hagamos un esfuerzo y si hace falta, por qué no, permitamos el casquillo, que carece de ninguna importancia. En La Espuela se habló de retomar a Joel, pero segundas partes nunca fueron buenas, y parece que también habrá cuidador palmero. ¿Y el Norte? ¿Por qué no Toño “el Rebotallo”? Hizo allí una gran campaña y conoce bien a los casteadores. La Espuela y el Norte también podrían apostar por Quico Salere, aunque parece que este no quiere alejarse de las muchas amigas que tiene en su isla.
Como siempre, Tazacorte y Los Llanos dan ejemplo, y ya tienen sus tareas hechas: Samuel el Canario en Tazacorte y Roberto con Salvita en Los Llanos. Prometen una gran temporada. Quico quizás repita en El Paso, lo que le daría un sabor extraordinario, de revancha o muerte, a la contrata con La Lucha. En la capital, se perfila un duelo entre Pedrito en la Guerra y José Carlos en la Nueva.
En Lanzarote, hoy se sabía si Nerín sigue en Teguise. En caso contrario, tal vez lo veamos en El Paso, aunque sin duda que, tras la gran campaña que hizo el año pasado, lo tendremos cuidando en diciembre.
¿300 espectadores?
Los periódicos son expertos en manipular o malinterpretar las declaraciones, por lo que sin duda que no es un error de fuente la afirmación de nuestro amigo José Luis Martín, presidente de la Federación, cuando, según EuropaPress, ha dicho que asisten en la temporada, cada semana, unas 300 personas a los gallos. Por nuestras cuentas, pasan de las 700. Más de 300 se registran en la época de auge tan sólo en el Valle de Aridane.
Paseando por la Red
Echando un vistazo a las páginas de Paulino Rivero y Dulce Xerach, encontramos comentarios realmente aberrantes. No los de ellos, ya que Paulino Rivero ha declarado que no es partidario de las prohibiciones, y de Dulce Xerach, en quien aún tenemos una cierta confianza (se supone que alguien con su sensibilidad cultural atiende a razones), pensamos que habla de lo que desconoce (el gallo que muere en la valla –un 6%, según estableció estadísticamente Alonso Plasencia– no muere por “diversión”, por “deporte”, por “cultura” o por “arte”: muere porque sigue su instinto natural).
Nos referimos a algunos exaltados que comentan sus opiniones, y de los que el mejor botón de muestra es un ser espeluznante llamado Rainman (un nombre muy canario), en la página de Dulce Xerach. Al argumento de la “belleza” que puede haber en las peleas, responde: “Torturar a una persona puede ser muy estético: el látigo zumbando en el aire y restallando contra la piel desnuda, el cuerpo contorsionándose en tensión, la sangre tintando la piel y creando dibujos en el suelo, la ritualidad”. Uno no da crédito a lo que lee. Que se nos busque UN SOLO aficionado a los gallos que declare encontrar “belleza” en tal horror. Y estos son los personajes que vienen a darnos lecciones de moral. He aquí un detractor de los gallos que, inconscientemente, se nos pone al desnudo. ¡Cuántos no habrá así!
Y es que, para hablar de gallos hay:
Primero, que saber lo que es el gallo de combate, conocer su naturaleza que lo lleva a destruir en la época de celo a todo semejante por la posesión de la hembra. Caso único en la naturaleza. De ahí que sean las peleas de gallos las que “protegen” a este animal admirable y dan vida donde de otro modo no habría sino NADA (más asfalto y más cemento, si acaso).
Segundo, conocer cómo crían los gallos los casteadores, con un mimo de que muy pocos animales disfrutan. Porque la pelea es sólo un momento del proceso. El único gallo que me regalaron, en La Palma, era un precioso colorado que me traje a Tenerife, peleando en la gallera de La Espuela. Ganó una riña y perdió otra, pero mostrando una gran calidad. Este gallo lo retiré para casteo, regalándoselo a mi vez a un aficionado lagunero, en cuyas espléndidas instalaciones del camino de San Diego ha llevado la vida de un marajá. Ya hijos suyos han peleado.
Tercero, saber lo que han sido los gallos en Canarias, ya atestiguados en 1700 (lo cual no quiere decir que antes no se hicieran ya peleas en varias islas) y hasta mitad del siglo XX la principal afición de los canarios junto a la luchada. Ello, ya que los canarios que sepamos no son seres atrasados, originó toda una cultura de la que hoy algunos canarios (que de canarios sólo parecen tener el carnet de identidad) reniegan en una mezcla de ruindad y de incultura.
viernes, 20 de agosto de 2010
miércoles, 11 de agosto de 2010
Samuel Mateo en la gallera de Tazacorte y Roberto Hernández en la de Los Llanos
Samuel Mateo ha sido contratado por la gallera de Tazacorte, en su deseo de aliar la juventud a la experiencia. Temible partido será el año próximo el de Tazacorte, si a los grandes casteadores con que cuenta suma los gallos de los Hermanos Elvira.
Sólo que delante tendrá a un cuidador maestro como es Roberto Hernández, y además –también aliando así el partido experiencia y juventud– a Salvador Díaz. En fin, imposible pedir más para la contrata reina de Canarias.
Más sobre el retorno de la hipocresía
Ha llegado a nuestras manos, gracias a la amabilidad de nuestro amigo venezolano Manuel Urbano, un documento magnífico sobre la polémica en torno a las riñas de gallos, que constantemente avivan quienes sólo piensan en exterminar a este animal único en toda la Naturaleza, como si su belleza y valentía fuera una afrenta a su mediocridad o bajeza de espíritu.
Se trata de un comunicado de la Federación Colombiana de Criadores de Gallos de Combate, miembro de la Asociación Mundial Protectora del Gallo de Combate, enviado el 2 de agosto a la Corte Suprema de Justicia de Colombia, ante la demanda de inconstitucionalidad del artículo que permite las riñas de gallos. En él, “las personas que nos dedicamos a la crianza y CONSERVACIÓN de la milenaria especie del gallo de combate” intentan exponer sus puntos de vista, señalando “los aspectos biológicos, genéticos, naturales, culturales, históricos y sociales que ameritan la salvaguarda de esta actividad para el bien de estas bellas aves y para la cultura nacional”. “Como preámbulo a una discusión más profunda de carácter científico y profesional –seguimos leyendo–, queremos traer a discusión algunos principios que son desconocidos, incluso por aquellos que se autodenominan protectores de los animales, y que podrían llevar a los legisladores a tomar decisiones equivocadas para la misma especie; acciones que propiciarían daños ecológicos generando la extinción de estas aves y causando daños económicos irremediables a todas las personas que obtienen el sustento de esta antiquísima actividad.”
Algunos de los puntos son perfectamente transponibles a la realidad canaria, empezando por el primero: “El juego de gallos finos de pelea hace parte del patrimonio histórico y cultural del país”. Si en Canarias ya no se puede decir que sea “la actividad lúdica y deportiva a la que más asisten los colombianos”, sí que se puede afirmar que, atestiguada nada menos que en 1700, la afición gallística canaria fue, con la lucha canaria, la principal que tuvieron los insulares durante el siglo XVIII, el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, para lo que basta consultar el estudio clásico de don Antonio de Bethencourt Massieu, la prensa canaria desde sus orígenes decimonónicos o el Diccionario gallístico de Canarias.
El segundo punto (unas 200.000 personas obtienen en Colombia el sustento económico gracias a esta actividad) no es aplicable a Canarias, ya que aquí, en la pasada temporada, sólo una veintena de personas (14 cuidadores –vean qué palabra tan bonita designa a quien prepara al gallo para el combate que es su instinto– y unos pocos ayudantes) vivían de los gallos. Pero esto nos parece una razón más a nuestro favor: en efecto, en Canarias los gallos no han sido JAMÁS lucrativos para nadie, antes al contrario es a costas de grandes sacrificios como la afición se ha mantenido, y no digamos hoy en día, cuando tenemos que vivir con el desprecio de los poderes públicos. Tampoco en Canarias han tenido ni tienen la mínima importancia, salvo la lúdica más inocente, las apuestas gallísticas.
Veamos otro de los puntos: “La naturaleza –código genético- de estos animales hace que se enfrenten sin la intervención del hombre; es falso, desinformado o mal intencionado pensar que los criadores les enseñamos a pelear, que los obligamos torturándolos o que los maltratamos. Nada ofende más a un criador de gallos de pelea que el mal trato hacia sus animales.” Esto, que es una evidencia, lo hemos repetido mil veces, pero con la gente de mala fe es evidente que nunca se entrará en razones. Y lo curioso es que les basta a uno de estos fanáticos con visitar el casteadero de alguno de nuestros aficionados para ver lo que es el gallo fino y cómo es criado.
Igualmente aplicable a Canarias es el siguiente punto: “Sin los parámetros de crianza, cuidado, encaste, CONSERVACIÓN, protección y selección que brindan los criadores a estos animales, por si solos se habrían extinguido. Somos consientes que poseemos bajo nuestro cuidado un banco genético de innegables beneficios para el estudio de la naturaleza y el aprovechamiento en aspectos como la salud y la alimentación humana. Por no caer en apreciaciones subjetivas no mencionamos el goce estético que produce el fenotipo y el comportamiento de estos animales a quienes los criamos.”
Capital nos parece el siguiente punto: “Las experiencias prohibicionistas de otros países en este aspecto deberán servirnos por analogía o ejemplo para tomar el mejor camino. Donde se prohibieron las peleas de gallos y su respectiva cría, se fomentó la matanza de estas aves a manos de la policía ecológica y de las ONG ambientalistas, como consecuencia a primera vista, la extinción de la especie para estos países.” Nos gustaría saber si los políticos que abogan por el prohibicionismo, y la caterva de siniestros “verdes” que nos rodea, están dispuestos a comprometerse en la cuida de nuestros gallos, gallinas y pollitos para hacer que lleven una vida feliz. Recordemos que un alienígena de Ben Magec (¡vaya nombre para una asociación que intenta acabar con una afición tan canaria!) afirmó en la TV hace algunos años que los gallos finos “no son necesarios para la biodiversidad”, afirmación que tal vez recuerde algo a nuestros lectores. ¿Pensarán en hornos crematorios para acabar con ellos?
Otro interesante apartado: “Actualmente existen en el mundo más de 70 países donde NO son prohibidas las peleas de gallos y en más de 100 de ellos se dan de manera cotidiana. Hay algunos países como Francia o Bélgica que a pesar de haberlas prohibido en tiempos recientes, últimamente han aceptado de nuevo su realización; esto gracias al conocimiento genético del ave y al respeto por el patrimonio cultural inmaterial de cada región. En otras regiones, como en Puerto Rico, República Dominicana o Cuba, esta actividad es completamente avalada y regulada por el Estado brindando su total protección. Los índices de violencia de países como Puerto Rico, donde es considerado el deporte nacional, son considerablemente más bajos comparados con los colombianos.”
El discurso moralizante e ignorante de los ecologistas y “protectores” de los animales (en esta materia como en tantas otras) es objeto de los dos últimos puntos: “Es falsa e inconsecuente la aseveración que busca causalidades a las expresiones violentas de nuestra sociedad en las peleas de gallos. La prohibición de las peleas de gallos NO bajará los índices de homicidios que se presentan en el país con causas más profundas como el desempleo, el hambre, la iniquidad económica, política y social. Las familias que criamos gallos finos de pelea hemos aprendido de ellos el valor por el respeto al Otro, a la Naturaleza y a la Vida. El comportamiento natural del gallo de pelea en su defensa a muerte del territorio y de su familia nos ha llevado a encontrar tratamientos pedagógicos en la crianza de nuestros hijos y de la imposición de las costumbres dialogales antes que los enfrentamientos violentos para solucionar los conflictos. Sentimos un gran respeto por la Palabra.” Esto nos recuerda por nuestra parte a un robot verde español, de cara de matón, que decía el otro día en la prensa que a la juventud andaluza ya no le gustan los toros. ¿Qué argumento es ese? ¿Qué modelo es la juventud actual? Entonces, como lo que sí le gusta es la droga, habría que servírsela en bandeja (algo que, en fin, realmente ya se hace).
“Son falsas las afirmaciones de los demandantes donde acusan a las peleas de gallos de propiciar la vulneración a un ambiente social y cultural sano; de atentar contra la paz y la convivencia y de violar el libre desarrollo de la personalidad. Estas acusaciones requieren de un mínimo de conocimiento del animal en cuestión, de un mínimo de acercamiento a la definición del “Ser cultural colombiano” y de por lo menos, un mínimo de esfuerzo por entender el concepto de Libertad en una sociedad moderna. Estas afirmaciones deben tener los suficientes soportes científicos para demostrar que efectivamente tienden a causar las consecuencias que los demandantes presumen afectan a nuestra sociedad; de lo contrario serán solamente opiniones encubiertas en el manto de la doble moralidad y el egoísmo con el que los humanos, y en especial nuestra sociedad, aprehendemos la naturaleza.”
Los argumentos contra los detractores de las peleas son muchos y obvios. Pero el fanático no entiende de razones. La sociedad que nos toca vivir abunda en esos fanáticos, que sólo piensan en corregirnos y en prohibir. Defender los gallos de pelea en Canarias no debemos hacerlo tan sólo por defenderlos frente a quienes quieren exterminarlos o por defender una genuina tradición canaria, repleta de elementos rituales y culturales sólo nuestros, y que nos viene de nuestros abuelos, sino que debe verse como una parte de la lucha por la Libertad que está en juego en un mundo cada vez más antinatural e inhumano, y que va camino de ser dominado completamente por el fanatismo y la ignorancia.
Antes salvajes que criminales
Antonio Juan Izquierdo
A pedido nuestro, Antonio Juan Izquierdo, que tan bien supo responder al artículo-basura de Daniel Millet y a los versos soeces vomitados en el Parlamento canario por Miguel Cabrera, se ocupa ahora de los nuevos ataques a los gallos finos de Canarias. Y nuestro amigo en Lanzarote vuelve a mostrar que sus espuelas saben dar donde duelen.
No ha habido época en la historia de la Humanidad tan atroz como el siglo XX: dos guerras mundiales, nazismo, regímenes comunistas con un saldo de cien millones de muertos, todo tipo de dictaduras fascistas en todas partes del globo, bombas atómicas, catástrofes nucleares… Sin embargo, oíamos decir: “¡En pleno siglo XX!”, como si hubiéramos alcanzado la cima de la bondad humana.
Algunos memos, a pesar de que el siglo XXI está tan solo comenzando, dicen ya: “¡En pleno siglo XXI!”. Hace poco, el presidente del gobierno de Canarias, quien concluye ahora un mandato grisáceo para el cual ha demostrado no estar a la altura (ni siquiera sabe expresarse con soltura), afirmaba que las riñas de gallos “no son muy edificantes en pleno siglo XXI”.
Lo que sí parece ser muy edificante “en pleno siglo XXI”, al parecer, es el paro terrible que asola nuestra tierra, la plaga incontenible de la droga entre los jóvenes (y los que no son tan jóvenes), la debacle del mundo rural o el “traslado ilegal de menores” de que se acusaba al propio presidente hace algunos días. No sabemos si esas acusaciones, formuladas por el gobierno de Andalucía, estarán justificadas, pero sí que apuntan a una realidad –el “traslado de menores” como si fuera ganado– que no parece nada edificante en el siglo XXI del señor presidente. Sobre todo esto, no le oímos decir que “nos toque evolucionar”.
Políticos y periodistas que deshonran su oficio nos han llamado estos días “salvajes”. También el gallo fino es un animal salvaje, y es tal vez su belleza salvaje lo que odian estos políticos y periodistas indignos, al igual que los mal llamados “ecologistas” y “protectores” de los animales, ya que lo único que buscan es EXTERMINAR a esta casta animal, y cometer así otro crimen mayúsculo contra la naturaleza viviente. Nuestra posición al respecto no puede ser más clara: nos consideramos gente de bien, pero si se nos llama “salvajes”, desde luego que antes preferimos ser salvajes que criminales.
Ecologismo y ecofascismo
M.P. Corrales
¿Qué es el ecologismo? En principio, un loable movimiento colectivo contra la destrucción del mundo natural. Sólo que el ecologismo, ávido de un protagonismo que las urnas le niegan, ha acabado convertido en un ecofascismo, al que poco o nada le importa la naturaleza concreta, sino sólo sus propios tejemanejes políticos. Grupúsculos de iluminados, dominados por el fanatismo, condenando todo pensamiento que no sea el de ellos mismos, sólo piensan en dictar reglas y prohibiciones, encontrando además eco en los poderes políticos, que les tienen miedo tan sólo por la jarana que arman. Los ecofascistas atacan las riñas de gallos cuando, si fueran consecuentes (si fueran ecologistas y no ecofascistas), tendrían que defender la presencia en el espacio canario de estos animales únicos en la naturaleza. Igualmente lamentable es ver a políticos que presumen de canarios despreciar un patrimonio –material e inmaterial– como lo es el del mundo gallístico canario a lo largo de tantos siglos. Pero amigos, como se ha dicho siempre del fascismo: No pasarán.
Sólo que delante tendrá a un cuidador maestro como es Roberto Hernández, y además –también aliando así el partido experiencia y juventud– a Salvador Díaz. En fin, imposible pedir más para la contrata reina de Canarias.
Más sobre el retorno de la hipocresía
Ha llegado a nuestras manos, gracias a la amabilidad de nuestro amigo venezolano Manuel Urbano, un documento magnífico sobre la polémica en torno a las riñas de gallos, que constantemente avivan quienes sólo piensan en exterminar a este animal único en toda la Naturaleza, como si su belleza y valentía fuera una afrenta a su mediocridad o bajeza de espíritu.
Se trata de un comunicado de la Federación Colombiana de Criadores de Gallos de Combate, miembro de la Asociación Mundial Protectora del Gallo de Combate, enviado el 2 de agosto a la Corte Suprema de Justicia de Colombia, ante la demanda de inconstitucionalidad del artículo que permite las riñas de gallos. En él, “las personas que nos dedicamos a la crianza y CONSERVACIÓN de la milenaria especie del gallo de combate” intentan exponer sus puntos de vista, señalando “los aspectos biológicos, genéticos, naturales, culturales, históricos y sociales que ameritan la salvaguarda de esta actividad para el bien de estas bellas aves y para la cultura nacional”. “Como preámbulo a una discusión más profunda de carácter científico y profesional –seguimos leyendo–, queremos traer a discusión algunos principios que son desconocidos, incluso por aquellos que se autodenominan protectores de los animales, y que podrían llevar a los legisladores a tomar decisiones equivocadas para la misma especie; acciones que propiciarían daños ecológicos generando la extinción de estas aves y causando daños económicos irremediables a todas las personas que obtienen el sustento de esta antiquísima actividad.”
Algunos de los puntos son perfectamente transponibles a la realidad canaria, empezando por el primero: “El juego de gallos finos de pelea hace parte del patrimonio histórico y cultural del país”. Si en Canarias ya no se puede decir que sea “la actividad lúdica y deportiva a la que más asisten los colombianos”, sí que se puede afirmar que, atestiguada nada menos que en 1700, la afición gallística canaria fue, con la lucha canaria, la principal que tuvieron los insulares durante el siglo XVIII, el siglo XIX y la primera mitad del siglo XX, para lo que basta consultar el estudio clásico de don Antonio de Bethencourt Massieu, la prensa canaria desde sus orígenes decimonónicos o el Diccionario gallístico de Canarias.
El segundo punto (unas 200.000 personas obtienen en Colombia el sustento económico gracias a esta actividad) no es aplicable a Canarias, ya que aquí, en la pasada temporada, sólo una veintena de personas (14 cuidadores –vean qué palabra tan bonita designa a quien prepara al gallo para el combate que es su instinto– y unos pocos ayudantes) vivían de los gallos. Pero esto nos parece una razón más a nuestro favor: en efecto, en Canarias los gallos no han sido JAMÁS lucrativos para nadie, antes al contrario es a costas de grandes sacrificios como la afición se ha mantenido, y no digamos hoy en día, cuando tenemos que vivir con el desprecio de los poderes públicos. Tampoco en Canarias han tenido ni tienen la mínima importancia, salvo la lúdica más inocente, las apuestas gallísticas.
Veamos otro de los puntos: “La naturaleza –código genético- de estos animales hace que se enfrenten sin la intervención del hombre; es falso, desinformado o mal intencionado pensar que los criadores les enseñamos a pelear, que los obligamos torturándolos o que los maltratamos. Nada ofende más a un criador de gallos de pelea que el mal trato hacia sus animales.” Esto, que es una evidencia, lo hemos repetido mil veces, pero con la gente de mala fe es evidente que nunca se entrará en razones. Y lo curioso es que les basta a uno de estos fanáticos con visitar el casteadero de alguno de nuestros aficionados para ver lo que es el gallo fino y cómo es criado.
Igualmente aplicable a Canarias es el siguiente punto: “Sin los parámetros de crianza, cuidado, encaste, CONSERVACIÓN, protección y selección que brindan los criadores a estos animales, por si solos se habrían extinguido. Somos consientes que poseemos bajo nuestro cuidado un banco genético de innegables beneficios para el estudio de la naturaleza y el aprovechamiento en aspectos como la salud y la alimentación humana. Por no caer en apreciaciones subjetivas no mencionamos el goce estético que produce el fenotipo y el comportamiento de estos animales a quienes los criamos.”
Capital nos parece el siguiente punto: “Las experiencias prohibicionistas de otros países en este aspecto deberán servirnos por analogía o ejemplo para tomar el mejor camino. Donde se prohibieron las peleas de gallos y su respectiva cría, se fomentó la matanza de estas aves a manos de la policía ecológica y de las ONG ambientalistas, como consecuencia a primera vista, la extinción de la especie para estos países.” Nos gustaría saber si los políticos que abogan por el prohibicionismo, y la caterva de siniestros “verdes” que nos rodea, están dispuestos a comprometerse en la cuida de nuestros gallos, gallinas y pollitos para hacer que lleven una vida feliz. Recordemos que un alienígena de Ben Magec (¡vaya nombre para una asociación que intenta acabar con una afición tan canaria!) afirmó en la TV hace algunos años que los gallos finos “no son necesarios para la biodiversidad”, afirmación que tal vez recuerde algo a nuestros lectores. ¿Pensarán en hornos crematorios para acabar con ellos?
Otro interesante apartado: “Actualmente existen en el mundo más de 70 países donde NO son prohibidas las peleas de gallos y en más de 100 de ellos se dan de manera cotidiana. Hay algunos países como Francia o Bélgica que a pesar de haberlas prohibido en tiempos recientes, últimamente han aceptado de nuevo su realización; esto gracias al conocimiento genético del ave y al respeto por el patrimonio cultural inmaterial de cada región. En otras regiones, como en Puerto Rico, República Dominicana o Cuba, esta actividad es completamente avalada y regulada por el Estado brindando su total protección. Los índices de violencia de países como Puerto Rico, donde es considerado el deporte nacional, son considerablemente más bajos comparados con los colombianos.”
El discurso moralizante e ignorante de los ecologistas y “protectores” de los animales (en esta materia como en tantas otras) es objeto de los dos últimos puntos: “Es falsa e inconsecuente la aseveración que busca causalidades a las expresiones violentas de nuestra sociedad en las peleas de gallos. La prohibición de las peleas de gallos NO bajará los índices de homicidios que se presentan en el país con causas más profundas como el desempleo, el hambre, la iniquidad económica, política y social. Las familias que criamos gallos finos de pelea hemos aprendido de ellos el valor por el respeto al Otro, a la Naturaleza y a la Vida. El comportamiento natural del gallo de pelea en su defensa a muerte del territorio y de su familia nos ha llevado a encontrar tratamientos pedagógicos en la crianza de nuestros hijos y de la imposición de las costumbres dialogales antes que los enfrentamientos violentos para solucionar los conflictos. Sentimos un gran respeto por la Palabra.” Esto nos recuerda por nuestra parte a un robot verde español, de cara de matón, que decía el otro día en la prensa que a la juventud andaluza ya no le gustan los toros. ¿Qué argumento es ese? ¿Qué modelo es la juventud actual? Entonces, como lo que sí le gusta es la droga, habría que servírsela en bandeja (algo que, en fin, realmente ya se hace).
“Son falsas las afirmaciones de los demandantes donde acusan a las peleas de gallos de propiciar la vulneración a un ambiente social y cultural sano; de atentar contra la paz y la convivencia y de violar el libre desarrollo de la personalidad. Estas acusaciones requieren de un mínimo de conocimiento del animal en cuestión, de un mínimo de acercamiento a la definición del “Ser cultural colombiano” y de por lo menos, un mínimo de esfuerzo por entender el concepto de Libertad en una sociedad moderna. Estas afirmaciones deben tener los suficientes soportes científicos para demostrar que efectivamente tienden a causar las consecuencias que los demandantes presumen afectan a nuestra sociedad; de lo contrario serán solamente opiniones encubiertas en el manto de la doble moralidad y el egoísmo con el que los humanos, y en especial nuestra sociedad, aprehendemos la naturaleza.”
Los argumentos contra los detractores de las peleas son muchos y obvios. Pero el fanático no entiende de razones. La sociedad que nos toca vivir abunda en esos fanáticos, que sólo piensan en corregirnos y en prohibir. Defender los gallos de pelea en Canarias no debemos hacerlo tan sólo por defenderlos frente a quienes quieren exterminarlos o por defender una genuina tradición canaria, repleta de elementos rituales y culturales sólo nuestros, y que nos viene de nuestros abuelos, sino que debe verse como una parte de la lucha por la Libertad que está en juego en un mundo cada vez más antinatural e inhumano, y que va camino de ser dominado completamente por el fanatismo y la ignorancia.
Antes salvajes que criminales
Antonio Juan Izquierdo
A pedido nuestro, Antonio Juan Izquierdo, que tan bien supo responder al artículo-basura de Daniel Millet y a los versos soeces vomitados en el Parlamento canario por Miguel Cabrera, se ocupa ahora de los nuevos ataques a los gallos finos de Canarias. Y nuestro amigo en Lanzarote vuelve a mostrar que sus espuelas saben dar donde duelen.
No ha habido época en la historia de la Humanidad tan atroz como el siglo XX: dos guerras mundiales, nazismo, regímenes comunistas con un saldo de cien millones de muertos, todo tipo de dictaduras fascistas en todas partes del globo, bombas atómicas, catástrofes nucleares… Sin embargo, oíamos decir: “¡En pleno siglo XX!”, como si hubiéramos alcanzado la cima de la bondad humana.
Algunos memos, a pesar de que el siglo XXI está tan solo comenzando, dicen ya: “¡En pleno siglo XXI!”. Hace poco, el presidente del gobierno de Canarias, quien concluye ahora un mandato grisáceo para el cual ha demostrado no estar a la altura (ni siquiera sabe expresarse con soltura), afirmaba que las riñas de gallos “no son muy edificantes en pleno siglo XXI”.
Lo que sí parece ser muy edificante “en pleno siglo XXI”, al parecer, es el paro terrible que asola nuestra tierra, la plaga incontenible de la droga entre los jóvenes (y los que no son tan jóvenes), la debacle del mundo rural o el “traslado ilegal de menores” de que se acusaba al propio presidente hace algunos días. No sabemos si esas acusaciones, formuladas por el gobierno de Andalucía, estarán justificadas, pero sí que apuntan a una realidad –el “traslado de menores” como si fuera ganado– que no parece nada edificante en el siglo XXI del señor presidente. Sobre todo esto, no le oímos decir que “nos toque evolucionar”.
Políticos y periodistas que deshonran su oficio nos han llamado estos días “salvajes”. También el gallo fino es un animal salvaje, y es tal vez su belleza salvaje lo que odian estos políticos y periodistas indignos, al igual que los mal llamados “ecologistas” y “protectores” de los animales, ya que lo único que buscan es EXTERMINAR a esta casta animal, y cometer así otro crimen mayúsculo contra la naturaleza viviente. Nuestra posición al respecto no puede ser más clara: nos consideramos gente de bien, pero si se nos llama “salvajes”, desde luego que antes preferimos ser salvajes que criminales.
Ecologismo y ecofascismo
M.P. Corrales
¿Qué es el ecologismo? En principio, un loable movimiento colectivo contra la destrucción del mundo natural. Sólo que el ecologismo, ávido de un protagonismo que las urnas le niegan, ha acabado convertido en un ecofascismo, al que poco o nada le importa la naturaleza concreta, sino sólo sus propios tejemanejes políticos. Grupúsculos de iluminados, dominados por el fanatismo, condenando todo pensamiento que no sea el de ellos mismos, sólo piensan en dictar reglas y prohibiciones, encontrando además eco en los poderes políticos, que les tienen miedo tan sólo por la jarana que arman. Los ecofascistas atacan las riñas de gallos cuando, si fueran consecuentes (si fueran ecologistas y no ecofascistas), tendrían que defender la presencia en el espacio canario de estos animales únicos en la naturaleza. Igualmente lamentable es ver a políticos que presumen de canarios despreciar un patrimonio –material e inmaterial– como lo es el del mundo gallístico canario a lo largo de tantos siglos. Pero amigos, como se ha dicho siempre del fascismo: No pasarán.
miércoles, 4 de agosto de 2010
El retorno de la hipocresía
Una nueva campaña contra los gallos finos canarios, marcada por la habitual hipocresía, se desencadenó hace unos días en la prensa. Como siempre, prima el total desconocimiento de la naturaleza del gallo de pelea, así como el desprecio de una riquísima afición secular que ha dejado huellas hasta en nuestro lenguaje pero que a algunos les duele aceptar como signo de identidad de un pueblo en el que ya no se reconocen. En concreto, el periódico “La Opinión” revela de nuevo sus métodos evocadores del fascismo (o el estalinismo), no dando sino una versión de las cosas (la basada en la ignorancia) y hasta reproduciendo el engendro de artículo publicado hace dos años por un cagatintas sensacionalista, ya que cuesta llamarlo “periodista”. Es por ello que a su vez reproducimos nuevamente la contestación de nuestro amigo Antonio Juan Izquierdo a este oscuro personajillo, y de paso la nota del mismo que provocaron unos versos de grosería inenarrable lanzados en el hemiciclo por el diputado Cabrera, nieto descastado de quien fuera a la vez un gran aficionado y un hombre de bien. Pero comenzamos con sendas notas de “Pico y Espuela” y de “El Mazantini”, enviadas desde Las Palmas.
Los políticos parlamentarios debieran informarse antes de hablar, por ejemplo consultando el “Diccionario gallístico de Canarias” publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria en 2008, realización del director de la página “Espuela y Fiscorno”, el catedrático don José Miguel Pérez Corrales, y que ha merecido el siguiente comentario del también catedrático y prestigioso humanista don Antonio de Bethencourt Massieu en el último número del "Índice Histórico Español" de Barcelona:
“Obra muy meritoria de un solo autor. Reúne de forma intachable los vocablos referentes a los gallos de pelea o gallos ingleses, su crianza, cuidado, cuidadores, preparación, suelta en el campo, aspectos y variedades de la lucha, lances, denominación del pelaje y un largo etcétera. La afición es muy antigua en las Islas, bien conocida en el siglo XVIII. Trata especialmente de los siglos XIX y XX, con una buena muestra de la historia oral y hemeroteca. Aunque se mantiene la afición, con cierto deterioro, EL CESE DE LAS PELEAS IMPLICARÍA LA EXTINCIÓN DEL GÉNERO CON SU ATRACTIVA BELLEZA”.
Una afición como la gallística en Canarias nunca podrá morir. La prohibición por unos políticos circunstanciales de una pasión centenaria, muchas veces heredada de los abuelos, lo único que conseguiría es darle más trabajo a la Seprona y obligar al Estado a ampliar las cárceles. Esto, que no se dude un instante.
En cuanto al político de El Sauzal, debieran advertir sus correligionarios que su partido ya puede dar por perdidas las elecciones en la Isla Bonita, sin cuyos votos actualmente no estaría gobernando.
PICO Y ESPUELA
En un articulo en “La Provincia/Diario de Las Palmas” de julio de 2005, leemos: “La justicia dice que las peleas de gallos no son delito: La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha archivado las diligencias abiertas tras la denuncia de Ben Magec contra las peleas de gallos en el municipio de Telde, alegando que están permitidas en las Islas. Después de las pesquisas realizadas por el Seprona, la fiscalía cree que estas peleas no constituyen ningún hecho delictivo. El delito de maltrato directo requiere, según dice, que se le cause la muerte o lesiones graves, y la falta precisa el maltrato cruel directo o en espectáculos publico no autorizados legalmente. Sin embargo, la ley Canaria de protección de los animales no prohíbe las peleas de gallos.”
Cabrera Pérez Camacho y ahora Paulino quieren prohibir, si fuera por ellos, las peleas de gallos. Esta gente es culo veo culo quiero. Cuando vengan las elecciones, voy a votar yo por ellos, bueno, estos no son de Gran Canaria. Como los catalanes prohibieron las corridas de toros, estos dos enseguida a vestirse de luces como los toreros. No tienen otra cosa que hacer. Yo creo que Zapatero le dijo a los catalanes lo de las corridas de toros para tener al país entretenido y ellos inflándose a robar dinero.
EL MAZANTINI
Con lo pasado en Cataluña la semana pasada sobre el tema de los toros, aquí en Canarias el gallinero se ha alborotado. En 1991 se sacó de la manga el señor Pérez-Camacho una ley de protección animal. Su interés estaba basado en exterminar las peleas de gallos y por tanto al gallo fino canario pero no lo consiguió, lo que logró fue abolir los toros sabiendo que en Canarias no ha habido afición a los toros.
Estos días, el señor Pérez-Camacho está contento porque dice que fue un adelantado de su tiempo (prohibir una actividad en un lugar donde no hay tradición lo ve como un logro), diciendo que él también propuso la prohibición de los gallos y que los criadores (todavía no sabe que se llaman casteadores) le habían puesto a caer de un burro. Todavía pretende que lo felicitemos por querer quitarnos nuestra pasión por el gallo fino canario.
La ley no nos prohíbe las peleas de gallos. Nos ha puesto muchas piedras en el camino, por ejemplo: no conceder dinero público para mantener esta tradición canaria, aunque sin embargo hay dinero para subvencionar deportes foráneos. Lo verdaderamente canario cada vez interesa menos, y eso que tenemos un gobierno que se supone que son “nacionalistas”.
A mí personalmente, no me gustan los toros, pero hay una cosa que me gusta menos y es la prohibición, porque recuerda los cuarenta años de prohibición que tuvimos, que no sirvieron para nada, sino para el sufrimiento de las personas. Vivimos en democracia, por lo tanto se hace lo que diga la mayoría, pero sin olvidarnos de las minorías, a las cuales hay que respetar, para que no se sientan desatendidos ni desprotegidos.
Ya aguantamos la dejadez de las instituciones públicas, aguantamos toda clase de insultos por defender libremente una tradición y un amor hacia el gallo al cual nadie más quiere sino esta pequeña familia gallística. No recibimos ayudas de nadie, todo lo tenemos que hacer nosotros para mantener una tradición heredada de nuestros antepasados, importada por España, pero que caló muy hondo en el sentimiento del pueblo canario, y ahora somos nosotros los perseguidos.
Frente a amenazas tenemos que estar más unidos que nunca, reflejarnos en el propio gallo que tanto amamos, porque como todos sabemos el gallo luchará hasta la muerte por defender su territorio. Es el mejor ejemplo que se me ocurre.
ANTONIO JUAN IZQUIERDO
I
Los que aún pensábamos que “La Opinión” era un periódico serio, ya podemos perder nuestras ilusiones después de haber leído el alegato antigallos del pasado domingo. Y es que, pese a que en la portada –de prensa amarilla– se promete “recoger los distintos puntos de vista”, lo que se encuentra dentro es una biliosa arremetida contra los gallos finos, apoyada en Miguel Cabrera y en los que a sí mismos se llaman “ecologistas”. Pase el primero, que está en su derecho de querer prohibir hasta el (mal) aire que respiramos, pero no los segundos, que se dicen amantes de la naturaleza, pero a la que luego quieren moralizar haciéndola “buena”, y por tanto intentando exterminar todo lo que en ella haya de salvaje, o sea de verdaderamente natural, como le pasó al pobre diablo de la película de Herzog, que quiso hacerse amigo de los osos, demostrar que los osos son “buenos”, hasta que uno se lo comió, con su cámara de filmar y su novia incluidos en el menú. Un ecologista que quisiera hacer honor a su nombre debería ser un entusiasta del gallo fino, cuyo placer, guste o no guste, es la pelea a muerte con sus semejantes por el deseo de la hembra. Esa es su naturaleza. Claro que el ecologismo dominante no es hoy otra cosa que una muleta del Estado, y su verdadera misión, aparte su ansia de poder, es la de ir adaptando a las poblaciones al cada vez más degradado entorno del mundo industrial y tecnológico. Véase si no cómo hace unos años se oponían a los transgénicos y hoy se conforman con que se señale la distinción entre unos alimentos y otros, o cómo defienden las energías alternativas, incluidos los perniciosos molinos eólicos, sin nunca tocar la cuestión central, que es la del modo de vida derrochista y antinatural que la sociedad tiene. En la cuestión de los gallos, todos están del lado de la Muerte: prohibición, y consecuente exterminio (¿en cámaras de gas?) de los miles de pollitos, gallinas y gallos que los aficionados crían con todo entusiasmo y sacrificio, en Canarias, desde hace siglos. Que vayan a ver los ecologistas y “amigos de los animales” las instalaciones de cualquier casteador para que vean lo que son animalitos bien alimentados y bien atendidos, cuando no están sueltos en libertad. Para que vean lo que es VIDA. Y es que los verdaderos ecologistas somos los que, en el reino del asfalto y el cemento, defendemos a esta raza, o especie, o como quieran llamarla, de hermosura y bravura sin igual. Pero esto es esperar mucho de estos fanáticos a los que marea la sangre, aunque luego no sean vegetarianos y hasta se zampen un pollo de aviario criado en las más deplorables circunstancias.
En el escrito donde supuestamente se recogen los “distintos puntos de vista” –eso es lo que se llama prensa mentirosa, ya que todo apoya un punto de vista–, aparte la ignorancia del que escribe al llamar “criadores” a los casteadores y desconocer que un gallo huido es, por el reglamento de la contrata, retirado inmediatamente de la valla, la hipocresía máxima se alcanza cuando un grupo “verde” afirma, utilizando el mismo lenguaje reaccionario del viejo régimen, que las peleas “dañan la salud mental de los niños que las presencian”. ¡Atreverse a decir eso en una sociedad gobernada por la T.V., en la que niños y no niños asisten a las mayores barbaridades y brutalidades reales y virtuales, a la disposición de cualquiera las 24 horas del día! Ojalá desde tierna edad los niños canarios aprendieran a amar a los gallos de pelea, a admirar su valor y su nobleza, ya que sin duda no saldrían tan rastreros como todos estos personajes.
En cuanto al panfletista Daniel Millet, su columna lateral es el perfecto autorretrato del “progresista” engreído e intolerante que es el mismo en Santa Cruz, en Nueva York o en Tokyo, o sea en cualquier punto del “primer mundo”. Viene a la gallera apasionado por “el toma y daca fenomenal de Federer y Nadal en la final del torneo de tenis de Australia”, pero luego las riñas le parecen “monótonas”. No sólo detesta una noble afición canaria, sino que disfruta con un “sport” cosmopolita de millonarios pasado por la T.V. Lo que le gusta a éste fanatiquillo es “fenomenal”, y lo que no entiende “monótono”, siendo incapaz de reconocer que lo contrario puede ocurrir (y sin duda ocurre: a mí mismo me apasionan los muchísimos lances de una buena riña, mientras que me pareció siempre el tenis, por no hablar del automovilismo, algo amormante, y en el segundo caso con cosecha roja de vidas humanas, aunque estas a estos hipócritas les traen sin cuidado).
Tras la cuarta pelea, Daniel Millet sintió “náuseas”, que es lo que habrán sentido los aficionados a los gallos al acabar de leerlo a él, lo mismo que los ocupas y que los vecinos de Cho Vito, maltratados en la misma “Opinión” por su arrogancia y su mezquindad. Qué tristeza la de estos pequeños personajes de plástico, niñitos mentales sin raíces, sin sangre, sin agallas, sin espíritu. Y son los que quieren gobernar el mundo con sus prohibiciones, haciéndonos dudar si no estaremos mejor, por impresentables que sean, con los que ya están.
II
“Ay, Paquita Luengo Oriol
Me despido en re bemol
Sin rencor te ofrezco un higo
Mi afecto te llega al moño
Si lo aceptas tan amigo
Y si no te vas pal [coño].”
Si se nos dijera que estos versos fueron leídos en un hemiciclo político, pensaríamos que se trataba de una república bananera cualquiera. Pero no: fueron recitados por Miguel Cabrera Pérez-Camacho, diputado del Partido Popular, hace no muchos días, y además en un debate sobre el estado (para colmo, verdaderamente crítico) de la sociedad canaria. Casualmente, este Miguel Cabrera Pérez-Camacho es también conocido como el enemigo público número 1 de los gallos finos canarios, siendo su obsesión exterminarlos y desaparecerlos de la faz de la tierra canaria. ¿Casualidad? Tal vez no. El descerebramiento galopante de este triste Miguel Cabrera Pérez-Camacho, todo un desprestigio para uno de los dos principales partidos con que cuenta la sociedad española para solucionar sus graves problemas, queda repetidamente en evidencia ahora que se lo ha nombrado, tras la lectura de sus versos, portavoz del Partido Popular. [Poco después sería rebajado de esta misión.]¡Qué versos machistas y soeces para proferirlos un diputado de un Parlamento europeo! ¡A qué extremos de desvergüenza ha llegado la política en Canarias, verdaderamente tercermundista con políticos como este Miguel Cabrera Pérez-Camacho! Esperemos que los políticos sensatos vayan arrinconando a quien se ha revelado como modelo de zafiedad y de grosería, y que no resulta extraño sienta odio hacia la belleza y la nobleza de los bravos gallitos de pelea canarios, que son todo un insulto hacia esa grosería y esa zafiedad de que es campeón incontestable en el Parlamento Canario este político-poeta patán y tercermundista de nombre Miguel Cabrera Pérez-Camacho.
Los políticos parlamentarios debieran informarse antes de hablar, por ejemplo consultando el “Diccionario gallístico de Canarias” publicado por el Centro de la Cultura Popular Canaria en 2008, realización del director de la página “Espuela y Fiscorno”, el catedrático don José Miguel Pérez Corrales, y que ha merecido el siguiente comentario del también catedrático y prestigioso humanista don Antonio de Bethencourt Massieu en el último número del "Índice Histórico Español" de Barcelona:
“Obra muy meritoria de un solo autor. Reúne de forma intachable los vocablos referentes a los gallos de pelea o gallos ingleses, su crianza, cuidado, cuidadores, preparación, suelta en el campo, aspectos y variedades de la lucha, lances, denominación del pelaje y un largo etcétera. La afición es muy antigua en las Islas, bien conocida en el siglo XVIII. Trata especialmente de los siglos XIX y XX, con una buena muestra de la historia oral y hemeroteca. Aunque se mantiene la afición, con cierto deterioro, EL CESE DE LAS PELEAS IMPLICARÍA LA EXTINCIÓN DEL GÉNERO CON SU ATRACTIVA BELLEZA”.
Una afición como la gallística en Canarias nunca podrá morir. La prohibición por unos políticos circunstanciales de una pasión centenaria, muchas veces heredada de los abuelos, lo único que conseguiría es darle más trabajo a la Seprona y obligar al Estado a ampliar las cárceles. Esto, que no se dude un instante.
En cuanto al político de El Sauzal, debieran advertir sus correligionarios que su partido ya puede dar por perdidas las elecciones en la Isla Bonita, sin cuyos votos actualmente no estaría gobernando.
PICO Y ESPUELA
En un articulo en “La Provincia/Diario de Las Palmas” de julio de 2005, leemos: “La justicia dice que las peleas de gallos no son delito: La Fiscalía del Tribunal Superior de Justicia de Canarias ha archivado las diligencias abiertas tras la denuncia de Ben Magec contra las peleas de gallos en el municipio de Telde, alegando que están permitidas en las Islas. Después de las pesquisas realizadas por el Seprona, la fiscalía cree que estas peleas no constituyen ningún hecho delictivo. El delito de maltrato directo requiere, según dice, que se le cause la muerte o lesiones graves, y la falta precisa el maltrato cruel directo o en espectáculos publico no autorizados legalmente. Sin embargo, la ley Canaria de protección de los animales no prohíbe las peleas de gallos.”
Cabrera Pérez Camacho y ahora Paulino quieren prohibir, si fuera por ellos, las peleas de gallos. Esta gente es culo veo culo quiero. Cuando vengan las elecciones, voy a votar yo por ellos, bueno, estos no son de Gran Canaria. Como los catalanes prohibieron las corridas de toros, estos dos enseguida a vestirse de luces como los toreros. No tienen otra cosa que hacer. Yo creo que Zapatero le dijo a los catalanes lo de las corridas de toros para tener al país entretenido y ellos inflándose a robar dinero.
EL MAZANTINI
Con lo pasado en Cataluña la semana pasada sobre el tema de los toros, aquí en Canarias el gallinero se ha alborotado. En 1991 se sacó de la manga el señor Pérez-Camacho una ley de protección animal. Su interés estaba basado en exterminar las peleas de gallos y por tanto al gallo fino canario pero no lo consiguió, lo que logró fue abolir los toros sabiendo que en Canarias no ha habido afición a los toros.
Estos días, el señor Pérez-Camacho está contento porque dice que fue un adelantado de su tiempo (prohibir una actividad en un lugar donde no hay tradición lo ve como un logro), diciendo que él también propuso la prohibición de los gallos y que los criadores (todavía no sabe que se llaman casteadores) le habían puesto a caer de un burro. Todavía pretende que lo felicitemos por querer quitarnos nuestra pasión por el gallo fino canario.
La ley no nos prohíbe las peleas de gallos. Nos ha puesto muchas piedras en el camino, por ejemplo: no conceder dinero público para mantener esta tradición canaria, aunque sin embargo hay dinero para subvencionar deportes foráneos. Lo verdaderamente canario cada vez interesa menos, y eso que tenemos un gobierno que se supone que son “nacionalistas”.
A mí personalmente, no me gustan los toros, pero hay una cosa que me gusta menos y es la prohibición, porque recuerda los cuarenta años de prohibición que tuvimos, que no sirvieron para nada, sino para el sufrimiento de las personas. Vivimos en democracia, por lo tanto se hace lo que diga la mayoría, pero sin olvidarnos de las minorías, a las cuales hay que respetar, para que no se sientan desatendidos ni desprotegidos.
Ya aguantamos la dejadez de las instituciones públicas, aguantamos toda clase de insultos por defender libremente una tradición y un amor hacia el gallo al cual nadie más quiere sino esta pequeña familia gallística. No recibimos ayudas de nadie, todo lo tenemos que hacer nosotros para mantener una tradición heredada de nuestros antepasados, importada por España, pero que caló muy hondo en el sentimiento del pueblo canario, y ahora somos nosotros los perseguidos.
Frente a amenazas tenemos que estar más unidos que nunca, reflejarnos en el propio gallo que tanto amamos, porque como todos sabemos el gallo luchará hasta la muerte por defender su territorio. Es el mejor ejemplo que se me ocurre.
ANTONIO JUAN IZQUIERDO
I
Los que aún pensábamos que “La Opinión” era un periódico serio, ya podemos perder nuestras ilusiones después de haber leído el alegato antigallos del pasado domingo. Y es que, pese a que en la portada –de prensa amarilla– se promete “recoger los distintos puntos de vista”, lo que se encuentra dentro es una biliosa arremetida contra los gallos finos, apoyada en Miguel Cabrera y en los que a sí mismos se llaman “ecologistas”. Pase el primero, que está en su derecho de querer prohibir hasta el (mal) aire que respiramos, pero no los segundos, que se dicen amantes de la naturaleza, pero a la que luego quieren moralizar haciéndola “buena”, y por tanto intentando exterminar todo lo que en ella haya de salvaje, o sea de verdaderamente natural, como le pasó al pobre diablo de la película de Herzog, que quiso hacerse amigo de los osos, demostrar que los osos son “buenos”, hasta que uno se lo comió, con su cámara de filmar y su novia incluidos en el menú. Un ecologista que quisiera hacer honor a su nombre debería ser un entusiasta del gallo fino, cuyo placer, guste o no guste, es la pelea a muerte con sus semejantes por el deseo de la hembra. Esa es su naturaleza. Claro que el ecologismo dominante no es hoy otra cosa que una muleta del Estado, y su verdadera misión, aparte su ansia de poder, es la de ir adaptando a las poblaciones al cada vez más degradado entorno del mundo industrial y tecnológico. Véase si no cómo hace unos años se oponían a los transgénicos y hoy se conforman con que se señale la distinción entre unos alimentos y otros, o cómo defienden las energías alternativas, incluidos los perniciosos molinos eólicos, sin nunca tocar la cuestión central, que es la del modo de vida derrochista y antinatural que la sociedad tiene. En la cuestión de los gallos, todos están del lado de la Muerte: prohibición, y consecuente exterminio (¿en cámaras de gas?) de los miles de pollitos, gallinas y gallos que los aficionados crían con todo entusiasmo y sacrificio, en Canarias, desde hace siglos. Que vayan a ver los ecologistas y “amigos de los animales” las instalaciones de cualquier casteador para que vean lo que son animalitos bien alimentados y bien atendidos, cuando no están sueltos en libertad. Para que vean lo que es VIDA. Y es que los verdaderos ecologistas somos los que, en el reino del asfalto y el cemento, defendemos a esta raza, o especie, o como quieran llamarla, de hermosura y bravura sin igual. Pero esto es esperar mucho de estos fanáticos a los que marea la sangre, aunque luego no sean vegetarianos y hasta se zampen un pollo de aviario criado en las más deplorables circunstancias.
En el escrito donde supuestamente se recogen los “distintos puntos de vista” –eso es lo que se llama prensa mentirosa, ya que todo apoya un punto de vista–, aparte la ignorancia del que escribe al llamar “criadores” a los casteadores y desconocer que un gallo huido es, por el reglamento de la contrata, retirado inmediatamente de la valla, la hipocresía máxima se alcanza cuando un grupo “verde” afirma, utilizando el mismo lenguaje reaccionario del viejo régimen, que las peleas “dañan la salud mental de los niños que las presencian”. ¡Atreverse a decir eso en una sociedad gobernada por la T.V., en la que niños y no niños asisten a las mayores barbaridades y brutalidades reales y virtuales, a la disposición de cualquiera las 24 horas del día! Ojalá desde tierna edad los niños canarios aprendieran a amar a los gallos de pelea, a admirar su valor y su nobleza, ya que sin duda no saldrían tan rastreros como todos estos personajes.
En cuanto al panfletista Daniel Millet, su columna lateral es el perfecto autorretrato del “progresista” engreído e intolerante que es el mismo en Santa Cruz, en Nueva York o en Tokyo, o sea en cualquier punto del “primer mundo”. Viene a la gallera apasionado por “el toma y daca fenomenal de Federer y Nadal en la final del torneo de tenis de Australia”, pero luego las riñas le parecen “monótonas”. No sólo detesta una noble afición canaria, sino que disfruta con un “sport” cosmopolita de millonarios pasado por la T.V. Lo que le gusta a éste fanatiquillo es “fenomenal”, y lo que no entiende “monótono”, siendo incapaz de reconocer que lo contrario puede ocurrir (y sin duda ocurre: a mí mismo me apasionan los muchísimos lances de una buena riña, mientras que me pareció siempre el tenis, por no hablar del automovilismo, algo amormante, y en el segundo caso con cosecha roja de vidas humanas, aunque estas a estos hipócritas les traen sin cuidado).
Tras la cuarta pelea, Daniel Millet sintió “náuseas”, que es lo que habrán sentido los aficionados a los gallos al acabar de leerlo a él, lo mismo que los ocupas y que los vecinos de Cho Vito, maltratados en la misma “Opinión” por su arrogancia y su mezquindad. Qué tristeza la de estos pequeños personajes de plástico, niñitos mentales sin raíces, sin sangre, sin agallas, sin espíritu. Y son los que quieren gobernar el mundo con sus prohibiciones, haciéndonos dudar si no estaremos mejor, por impresentables que sean, con los que ya están.
II
“Ay, Paquita Luengo Oriol
Me despido en re bemol
Sin rencor te ofrezco un higo
Mi afecto te llega al moño
Si lo aceptas tan amigo
Y si no te vas pal [coño].”
Si se nos dijera que estos versos fueron leídos en un hemiciclo político, pensaríamos que se trataba de una república bananera cualquiera. Pero no: fueron recitados por Miguel Cabrera Pérez-Camacho, diputado del Partido Popular, hace no muchos días, y además en un debate sobre el estado (para colmo, verdaderamente crítico) de la sociedad canaria. Casualmente, este Miguel Cabrera Pérez-Camacho es también conocido como el enemigo público número 1 de los gallos finos canarios, siendo su obsesión exterminarlos y desaparecerlos de la faz de la tierra canaria. ¿Casualidad? Tal vez no. El descerebramiento galopante de este triste Miguel Cabrera Pérez-Camacho, todo un desprestigio para uno de los dos principales partidos con que cuenta la sociedad española para solucionar sus graves problemas, queda repetidamente en evidencia ahora que se lo ha nombrado, tras la lectura de sus versos, portavoz del Partido Popular. [Poco después sería rebajado de esta misión.]¡Qué versos machistas y soeces para proferirlos un diputado de un Parlamento europeo! ¡A qué extremos de desvergüenza ha llegado la política en Canarias, verdaderamente tercermundista con políticos como este Miguel Cabrera Pérez-Camacho! Esperemos que los políticos sensatos vayan arrinconando a quien se ha revelado como modelo de zafiedad y de grosería, y que no resulta extraño sienta odio hacia la belleza y la nobleza de los bravos gallitos de pelea canarios, que son todo un insulto hacia esa grosería y esa zafiedad de que es campeón incontestable en el Parlamento Canario este político-poeta patán y tercermundista de nombre Miguel Cabrera Pérez-Camacho.
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