domingo, 9 de febrero de 2025

Manuel Luis Regalado

Entre los aficionados desaparecidos en el interregno de la última temporada y esta se encuentra Manuel Luis Regalado, que formó parte de la Peña Ucanca en la última edad dorada del partido de Garachico. Esta peña estaba constituida fundamentalmente por Manuel Luis, Modesto Torrens y Manuel Martín, primo del primero, En esta fotografía, tomada en el local social de San Pedro de Arriba, donde se celebraban las peleas con Güímar, vemos a Manuel Martín (su primo, fallecido poco después), la hija de este, Alicia (que no fallaba a las riñas, y era ya toda una campesina), Manuel Luis, el doctor Filiberto López (presidente del partido, gran casteador y también fallecido poco después) y Modesto Torrens.


Con Manuel Luis tuve una buena amistad, basada en el respeto mutuo. Coincidió que, viviendo yo en La Orotava, almorzaba diariamente en Casa Emilia, frente a El Engazo, barranco de Tafuriaste, a un par de kilómetros de La Orotava, y Manuel Luis era vecino amistoso (lo que ya no era habitual por aquel entonces) de doña Emilia y don Antonio, para mí inolvidables seres queridos. Frecuentaba el bar de doña Emilia Maestro Paulino, y a veces nos dábamos un salto a la casa rodeada de plataneras de Manuel Luis, donde recibíamos cálida acogida. Estas dos fotos inmortalizan a estos dos grandes personajes, en la bodega de Manuel y en medio de las plataneras:



Tras la disolución de la Peña Ucanca y del partido de Garachico, Manuel Luis Regalado siguió casteando por el Norte, pero no tuvo ya gallos como el Pedrito, un giro negro que, colocado sobre la mesa, mojaba el pico en los vasos se vino tinto, ni como los canabueyes que venían de los campanarios traídos de Cuba por Filiberto López.

Manuel Luis Regalado estaba siempre de buen humor y tenía tantas espuelas como sus gallos. La foto que mejor me lo recuerda es fruto del azar. La saqué dirigida a la valla, en que había una típica trifulca entre los soltadores, aquel día Pedro Cabrera y Agustín Delgado, y Manuel Luis accidentalmente salió muerto de risa mientras los soltadores se afanaban y el público, no menos encrespado, contribuía a la escandalera: