Desaparece uno de los cuidadores señeros del Archipiélago, cuya edad de oro, entre los años 1978 y 1990, solo admite un parangón con las que tuvo Francisco Dorta en el partido de Triana. Todos los demás galleros que ha habido en Canarias, por extraordinarios que hayan sido, vienen un escalón después.
Es difícil resumir en pocas líneas la importancia de Antonio Hernández como cuidador. He preferido reproducir, con ligeras correcciones, la entrada que le dediqué en el
Diccionario gallístico de Canarias, para quien quiera leer o descargar el documento (
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Con todo, se me permitirá un recuerdo personal, ya que tuve ocasión de tratarlo, tanto en las dos temporadas que cuidó en Tenerife como en su bastión del Valle de Aridane. En Tenerife le esperaron dos encerronas, primero, en el Norte, con una liguilla en que le ganó a todos sus contrincantes pero en que quedó en segundo lugar, exactamente como le había ocurrido al “Músico” en 1956, y después en La Espuela, en una temporada enturbiada por un oscuro conflicto de espuelas. Las dos veces seguí su trabajo de cerca, porque, aparte de Pablo Amador, nunca traté a un cuidador de su envergadura. Ambos hubieran dado para un libro del máximo interés, pero con Pablo llegué demasiado tarde y con Toño sucedió la muerte inesperada de José Luis Melquiades en 2012, tras la cual no volví a la Isla Bonita. Fue una pena, ya que Toño, aparte de ser una persona inteligente y de extrema vivacidad de espíritu, era un repertorio viviente de temporadas colosales, tanto en su isla natal como en la de Lanzarote, cuyas dos galleras modélicas él contribuyó a crear de manera decisiva.
Un puñado de fotografías nos permiten recordarlo hoy, aunque, insisto, solo un libro de entrevistas, y no breve, hubiera dado buena cuenta de lo que fue su actividad en el mundo de los gallos, ya que Toño, un poco como el otro gran cuidador de su época, o sea Adolfo Santana, llevaba los gallos tan en la sangre que le parecía imposible llegar al mes de diciembre y no ponerse al cargo de una casa de gallos.
En la primera lo vemos con Horacio de León y Domingo Acosta (“el Perro”). Es en la gallera Nueva, temporada de 1977 o de 1978, en que le sacó respectivamente 8 riñas a Roberto y 46 a Añón, con quien había empezado en gallos.
Gallera de Tazacorte. De pie, Manolo “el Gomero” (con un gallino pinto de Lope Acosta), Toño Lorenzo, “el Zepelín” y Fabio (cada uno con un gallo de Manolín Gómez). En primera fila, Miguel Acosta (“el Peludo”, con un “cohinera”), Toño (con un canabuey de Lope Acosta) y Antonio Solera (con “el Misterio”).
En la gallera Nueva:
En su año del Norte, cuando se celebraban en el polideportivo de Santa Úrsula:
El mismo año, con uno de los mejores gallos de la temporada, casteado por Juan Fuentes Tabares:
En las peleas entre Tazacorte y Los Llanos, con Pepín y Nesmel Acosta:
Cuidando en El Paso, con Alex (La Espuela), su hijo Yeray Hernández y Cecilio Castro, motor de dicho partido: