Todas las galleras tradicionales han tenido sus aficionados que prácticamente vivían en ellas durante la temporada. En la de la capital tinerfeña, quizás no hubo en toda la segunda mitad del siglo XX ninguno que pueda compararse a don José Cabrera, que era conocido familiarmente como Pepe el Negro. Yo lo traté en muchas ocasiones y siempre quedaba encantado con su sencillez y su simpatía. De los muchos cuidadores con que estuvo, él recordaba sobre todo a Pancho y a Domingo Prieto, quienes fueron, creo que sin duda alguna, los mejores que tuvo La Espuela en todo ese largo período y hasta la desaparición de la gallera.
Pepe me contó una vez como uno de los peores tragos de su vida la ocasión en que se le perdió una espuela y Pancho, desconfiado por naturaleza, al convencerse de que se la había quedado él, le hizo la vida imposible durante una semana, hasta que la espuelita apareció de tal manera que probaba su inocencia.
Me complace haber sacado en su día esta óptima foto del inolvidable aficionado, con que ilustramos la nota de hoy.