sábado, 10 de abril de 2021

Lanzarote, 1986


Por las reseñas de Armando de León en la revista Lancelot, esta fue una temporada pésima. De hecho, sus crónicas desaparecen a partir del 3 de mayo.
Adolfo “el Pichón” ganó cómodamente, sin tener que sudar mucho la camiseta. Y es que delante no tenía ya a Toño “el Rebotallo” sino a un debutante Lilo, quien sería sustituido por “Garrincha”, que a su vez dejaría la gallera capitalina en manos de Pedro González (“Quico”), un maravilloso aficionado que acabaría un par de décadas después montando su propia gallera, El Rofero, tomando su nombre de la bodega de magníficos vinos que cosechaba.
Ya de entrada se registró poco público, que encima iría decreciendo en vista de la poca calidad de los gallos y de la cuida. Un centenar de personas tan solo acudían a Tías y Teguise.
Este es el programa de la última jornada, que dejó la ventaja de Adolfo en 14 riñas, al ganar este día por 4-2 y una tabla.
De nuevo nos fijamos ante todo en los nombres de los casteadores. Felipe Villalba y Domingo Ramírez son dos clásicos de Teguise, que llegaron a castear conjuntamente. Por Arrecife vemos un gallo de Zenón Borges Rosales y un colorado “marchoso” de don Emilio Sáenz, que fue uno de los primeros abogados de la isla de Lanzarote; inició su afición de niño y no solo fue casteador sino también cuidador y soltador, en las décadas de los 40, 50 y 60. Falleció en noviembre de 2007 a los 90 años y yo llegué a conversar con él por teléfono, cuando elaboré el diccionario gallístico. Era natural de Haría y aún recuerdo su voz cálida, y su alegría al recordarme al “Pejín” y al “Molinillo”. Los otros clásicos de Arrecife son los hermanos González Díaz.
Como siempre, se pelearon gallos de otras islas. En la tanda del “Pichón”, de Luis Machado y de Crispín Rodríguez. Estos eran los años dorados de Luis Machado, pero también Crispín Rodríguez, desde Los Llanos, se lucía con unos gallos tremendos, a los que sacaría un rendimiento increíble Toño “el Rebotallo”.
Por Teguise vemos gallos de La Palma: los señores Díaz y Pérez; de Tenerife: Virgilio Vargas, de La Espuela; y de Gran Canaria: Antonio Hernández, quien siempre mandaba gallos a Lanzarote.
Llama la atención también la cantidad de trofeos que se donaban, con destaque para el de que llevaba el nombre de don Vicente Guerra, un aficionado fabuloso, altamente apreciado, que había sido presidente de Teguise y fallecido en 1980.