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riñas suman los gallos veteranos, por lo que fue una casada de las primorosas,
de las que atraen a la afición.
Vemos
en la lista del Norte tres gallos de su principal casteador, Luis Machado, a
nombre de fantásticos aficionados como eran los Hermanos Crusanteros y Pepe
Rico. Los tres ganaron este día y dos llegaron a su cuarta pelea. Los
casteadores que completan la tanda no son menos ilustres: Tirso García, la Peña
Las Arenas y Manuel de León, todos ellos siempre con buenos gallos. El colorado
de Manuel de León le dio el alirón al Norte, ya que ganó aunque le bastaba con
unas tablas. Culminaba Manuel de León, quien fue con Luis Machado el motor de
su partido, una temporada de excepción. Hubo también finos gallos de Víctor
Barreto, Peña Tenderete y Borges y Martín.
La
lista de La Espuela la abrió un colorado pinto de Luis Pérez de Castro, un gran
aficionado del partido chicharrero con quien siempre fue para mí un gusto
charlar de gallos. Los Hermanos Acosta Rodríguez y los Sres. Acosta Gómez eran
aficionados palmeros, que este año pelearon muchos gallos. Don Florencio
González, el joyero de La Laguna, no necesita presentación, y todos sabemos que
fue uno de los mayores aficionados laguneros de todo el siglo; como este año
don Eduardo Pérez Ascanio encerró en La Espuela, don Florencio también llevó
allí sus gallitos, que eran siempre unos pocos pero buenos. Hay también un
gallo de Carlos Arbelo, quien luego se asociaría a Francisco Martín
(inolvidable soltador) y Antonio Tejera. Yo no lo recuerdo, pero sí, cómo no, a
don Antonio Casañas, maestro de soltadores, aficionado de bandera y una persona
de exquisito trato, con quien tantas veces departí, incluso en almuerzos los
días de peleas, junto a Ramón Trujillo y Chicho Morales, el cantante de ópera.
¡Qué trío fabuloso de aficionados!
Otra
persona a quien recuerdo muy bien y con mucho agrado es a Eusebio Mora; le
llegué a hacer una pequeña entrevista cuando encerraba en Güímar. Por último, a
Juan Santos Bonnet, aficionado serio, no llegué a tratarlo porque solo lo veía
en las peleas de La Espuela, y yo no frecuentaba la gallera, viviendo como
vivía en la Villa de La Orotava.
La Espuela tuvo también gallos destacados de Alfredo Martín, Horacio Pulido, Ángel Benítez de Lugo, Manuel Espejo y Lope Acosta, todos ellos magníficos aficionados.
Han pasado 37 años, pero cuánto daríamos por disfrutar esta jornada nuevamente, en el magnífico escenario del Parque San Francisco, hoy entregado por la carroña política al abandono a que también han entregado los gallos.
Mientras,
Garachico y Güímar celebraban una contrata paralela, que es la primera de las
once consecutivas que harían, siempre a placer de la afición y dando una
lección de buen entendimiento, que no era lo habitual entre el Norte y La
Espuela (baste decir que el año anterior no habían peleado por un jaleo de pesas
al final de la temporada de 1983). En Garachico empezó Salud, pero al poco lo
dejó y se hizo cargo Fisio, por lo que estamos también ante el comienzo de la
carrera del último gran cuidador garachiquense. Hizo un gran papel ante el
veterano Piquito, pese a perder por 5 riñas.
Este
día ganó Güímar por 4-2, pasando a llevar la primera ventaja de la temporada,
ya que en las dos jornadas anteriores se había entablado. No sé qué gallos
ganaron, pero no importa (es una pena que unas crónicas aparecidas en el Diario
de Avisos no las encuentre en mis archivos, donde debieran estar).
Garachico
abrió su tanda con dos gallos del doctor Filiberto López, gran aficionado de
Icod de los Vinos, que había traído gallos de América para castear, como los célebres "campanarios".
Presidía el partido de Garachico. Luego tenemos tres gallos de la Peña El
Boquerón, verbigracia Diego Tabares, quien, como ya vimos hace poco, sigue en
la liza gallística. La Peña Los Revuelos tuvo también buenos gallos en
Garachico. Otro casteador importante de esta temporada fue el gran Álvaro
González, cuyos gallinos harían época en la década siguiente.
La
lista de Piquito ofrece dos nombres de auténticos clásicos de la isla, también
aún vigentes: el palmero Alfredo Martín y el güimarero Agustín Delgado. La
pasión por los gallos de ambos ha sido insuperable, y si otros han vivido tanto
como ellos los gallos, nadie los ha vivido más. Notemos también cómo uno de los
gallos de Agustín viene a nombre de Adrián Mederos, quien ha sido uno de los
estandartes de la afición sureña durante varias décadas. Verdaderos señores de
los gallos.
Piquito
se lució más con los gallos, haciéndole cuatro riñas un colorado del taxista
Julio Castellano (¿quién que lo conoció no se acuerda de él: alto y de voz
tronante, campechano, entusiasta, amigo de ley?) y tres un melado de la Peña El
Salto y un colorado de Agustín Delgado, que le dio la ventaja definitiva.
Las
peleas en Güímar tuvieron lugar en su cine, que pertenecía a los hermanos Jaime
y Francisco Almeida, otros dos aficionados memorables... Pero las memorias
gallísticas son interminables y una de las cosas más bellas de mi vida, que
nunca dejan de emocionarme.