Entre
los grandes aficionados de las islas que siguen al pie del cañón, ocupa un
lugar insustituible Diego Tabares. Actualmente es presidente de honor del
partido Norte de Tenerife, partido histórico que así sabe mantener bien alto el
estandarte de nuestras tradiciones gallísticas.
Diego
Tabares ha tenido muchos gallos en varias galleras de la isla, a lo largo de
muchas décadas. Le hemos visto pelear ejemplares siempre de calidad, que por lo
general aparecían para reforzar el partido a la mitad de la temporada. Ha
formado tándem con el asturiano Felipe López, hombre muy entendido en gallos,
constituyendo ambos la Peña El Boquerón.
Diego Tabares destaca también por haber sido el canario con mayor presencia en los campeonatos nacionales que se celebraban en Andalucía, haciendo siempre un papel brillante. El rico anecdotario de sus aventuras por aquellas tierras es uno de los alicientes de una conversación que se tenga con él, y no debe dejarse de señalar esta faceta de gran conservador, inteligente, ameno y reposado, que tanto lo caracteriza. Coronel del ejército, Diego Tabares es a la vez una persona culta, con quien se puede hablar incluso de la buena literatura, siendo a él a quien yo, lector inveterado, debo el descubrimiento de las novelas de Dino Buzzati. En un reciente encuentro, después de algunos años sin vernos, nos leyó a mí y a Nicolás Lezcano un poema lírico muy bien construido a la vez que hondo de pensamiento. ¡Por algo es bisnieto de don José Tabares Bartlet, uno de los mayores poetas canarios del siglo XIX! Y en fin, durante las cordiales francachelas de amigos gallísticos que acontecen de vez en cuando, a nadie le sorprenderá oírlo cantar unas folías...
En el DGC, resumía yo así su trayectoria gallística:
“Fino casteador tinerfeño, desde los años 70 hasta la actualidad, nieto de Alonso Tabares Tabares y sobrino de Pedro y Alonso Tabares Lugo, todos ellos grandes aficionados, Diego Tabares comenzó con un gallo de su tío Pedro –de quien, en cierto modo, tomó el relevo–, que casteó con una gallina de los gallinos de Luis Miranda, peleándole su primer gallo Domingo Prieto. En los años 70 y 80, fue un puntal del partido capitalino. Formó la Peña El Boquerón, que durante unas décadas fue sinónimo de espuelas. En el 81 fue el mejor casteador, peleando gallos tanto en La Espuela como en Garachico. En el 88, un giro suyo (hijo del naranjo de Chelona, un célebre gallo asturiano) ganó por Garachico cuatro veces en seis jornadas, tres de ellas consecutivas, proclamándose mejor gallo de la temporada. Tuvo por estos años unos melados tremendos, que recordaba especialmente Jorge Benítez, sin olvidar el colorado Bambiche, hijo del gran retinto de los Adelinos, que ganó también cuatro grandes riñas. En el 93, la Peña El Boquerón fue campeona de La Espuela. Hizo luego grandes temporadas en Güímar, para finalmente dedicarse él mismo a preparar gallos suyos para el campeonato de España”.
El nombre El Boquerón procede del lugar, entre Guamasa y Valle Guerra, donde Diego Tabares tiene sus gallos, y donde también tiene sus perros de caza y sus palomas mensajeras, ya que estas son sus tres aficiones deportivas. En un par de ocasiones tuve ocasión de pasar unos buenos ratos en ese bonito rincón de la isla.
La afición a los gallos Diego Tabares, ya en sus ochenta años, nunca la ha perdido. Como él muy bien dice, es el entusiasmo lo que nos mantiene en plena forma, la ilusión cotidianamente renovada. Seguiremos sin duda contando con este aficionado verdaderamente de honor y persona grande como la copa de un pino canario.
Diego
Tabares junto a José Fortuny y José Carlos Rodríguez (“Caballo de Bastos”),
cuando este cuidaba en Güímar. Fortuny fue otro excepcional aficionado. Su
sonrisa franca lo dice todo acerca de su persona. Y su restaurante junto a Los
Rodeos fue otro lugar de encuentros frecuentes de los aficionados, sobre todo
laguneros.
Diego Tabares destaca también por haber sido el canario con mayor presencia en los campeonatos nacionales que se celebraban en Andalucía, haciendo siempre un papel brillante. El rico anecdotario de sus aventuras por aquellas tierras es uno de los alicientes de una conversación que se tenga con él, y no debe dejarse de señalar esta faceta de gran conservador, inteligente, ameno y reposado, que tanto lo caracteriza. Coronel del ejército, Diego Tabares es a la vez una persona culta, con quien se puede hablar incluso de la buena literatura, siendo a él a quien yo, lector inveterado, debo el descubrimiento de las novelas de Dino Buzzati. En un reciente encuentro, después de algunos años sin vernos, nos leyó a mí y a Nicolás Lezcano un poema lírico muy bien construido a la vez que hondo de pensamiento. ¡Por algo es bisnieto de don José Tabares Bartlet, uno de los mayores poetas canarios del siglo XIX! Y en fin, durante las cordiales francachelas de amigos gallísticos que acontecen de vez en cuando, a nadie le sorprenderá oírlo cantar unas folías...
En el DGC, resumía yo así su trayectoria gallística:
“Fino casteador tinerfeño, desde los años 70 hasta la actualidad, nieto de Alonso Tabares Tabares y sobrino de Pedro y Alonso Tabares Lugo, todos ellos grandes aficionados, Diego Tabares comenzó con un gallo de su tío Pedro –de quien, en cierto modo, tomó el relevo–, que casteó con una gallina de los gallinos de Luis Miranda, peleándole su primer gallo Domingo Prieto. En los años 70 y 80, fue un puntal del partido capitalino. Formó la Peña El Boquerón, que durante unas décadas fue sinónimo de espuelas. En el 81 fue el mejor casteador, peleando gallos tanto en La Espuela como en Garachico. En el 88, un giro suyo (hijo del naranjo de Chelona, un célebre gallo asturiano) ganó por Garachico cuatro veces en seis jornadas, tres de ellas consecutivas, proclamándose mejor gallo de la temporada. Tuvo por estos años unos melados tremendos, que recordaba especialmente Jorge Benítez, sin olvidar el colorado Bambiche, hijo del gran retinto de los Adelinos, que ganó también cuatro grandes riñas. En el 93, la Peña El Boquerón fue campeona de La Espuela. Hizo luego grandes temporadas en Güímar, para finalmente dedicarse él mismo a preparar gallos suyos para el campeonato de España”.
El nombre El Boquerón procede del lugar, entre Guamasa y Valle Guerra, donde Diego Tabares tiene sus gallos, y donde también tiene sus perros de caza y sus palomas mensajeras, ya que estas son sus tres aficiones deportivas. En un par de ocasiones tuve ocasión de pasar unos buenos ratos en ese bonito rincón de la isla.
La afición a los gallos Diego Tabares, ya en sus ochenta años, nunca la ha perdido. Como él muy bien dice, es el entusiasmo lo que nos mantiene en plena forma, la ilusión cotidianamente renovada. Seguiremos sin duda contando con este aficionado verdaderamente de honor y persona grande como la copa de un pino canario.
En
Güímar, junto a Cirilo Trujillo, entusiasta aficionado y casteador sureño que
lo daba todo por el partido.
Aficionados
de Güímar y Gáldar. Diego Tabares aparece junto a Carlos el Bombero, a quien
recordábamos aquí recientemente. Sobre la valla, Chicho González, Antonio el
Cenizo, Iván, Agustín Delgado... Con gallos en la mano, los cuidadores, Antonio
Bolaños y José Carlos. Otros aficionados que distinguimos son Mederos, Antonio
Monteverde, Tente, Pepe el Negro... Esta foto inmortaliza otro de los buenos
ratos pasados en las peleas de Güímar cuando se celebraban en San Pedro de
Arriba, y debí tomarla antes de que comenzara la jornada, como “retrato de
familia”.
En
primer plano, Roberto Acosta y Cirilo Trujillo. De pie, Diego Tabares, José
Carlos Rodríguez, Vicente Fariña, el grancanario José Luis Cabrera (ayudante de
José Carlos esa temporada), Chicho, mi colega de trabajo Isabel Castells y el
también grancanario Ernesto Domínguez.
Gallera
de La Espuela, con Eduardo Fernández de la Puente, Diego Tabares, Vicente Sosa,
Valentín (cuidador esa temporada del partido capitalino) y Rogelio Reyes. Tras
ellos, las figuras tutelares de La Espuela y de la historia gallística canaria
del siglo XX “el Foño”, Francisco Dorta y Pepe Palmero, tres de los más grandes
cuidadores de gallos que han existido.