miércoles, 25 de septiembre de 2013

Tenerife, 1970


En esta temporada, los partidos de La Espuela y San Cristóbal no se enfrentaron. Por tanto, el Norte fue el único que tuvo que desdoblarse, lo que le pasó factura a Pablo Amador, ya que, si pudo con San Cristóbal sacándole 10 riñas, perdió ante La Espuela por 5. Cuidaban Domingo Prieto en La Espuela y Manuel Benítez “Salud” en San Cristóbal, sustituido este en las dos últimas jornadas por Álvaro Tapia. El Norte y La Espuela hicieron 12 jornadas y el Norte y San Cristóbal 10. Las peleas se celebraron en el Viana de La Laguna y en El Penitente del Puerto de la Cruz, más algunas en el pabellón deportivo universitario.
Especialista en capotes, Pablo Amador sumó otro esta temporada, ante San Cristóbal. Sus gallos de bandera fueron un gallino de José González Pérez. O sea Pepito el canario, que le hizo tres peleas, y el famoso melado de Luis Machado, que llegó, siempre en sus manos, a la octava.
El programa que tenemos aquí es el de la penúltima jornada entre los dos discípulos de Pancho, que fue en la que Domingo, ganando por 5-2, se proclamó campeón, con un melado de Totoño. Dato curioso es que el colorado de La Espuela fuera a nombre de los “Sres. Empleados de La Tarde”, rotativo donde por aquel entonces informaba, y muy bien, José Antonio Pulido.
Los mejores casteadores que tuvo La Espuela en la temporada fueron Bernabé Marcelino, Miranda y Fortuny y Manuel Reyes García. Precisamente un gallino del primero, con cuatro riñas, fue el gallo campeón. Tres le hizo a Domingo un colorado de Miranda y Fortuny.
Fue esta una temporada muy importante para el partido de la Vuelta de los Pájaros, ya que no ganaba desde el año 1962, con Pancho el músico.

miércoles, 18 de septiembre de 2013

Un homenaje a Valerio Giménez


Desde hace algunas décadas, Manuel Urbano está empeñado en el rescate de la memoria gallística de su país, Venezuela, lo que compatibiliza con la información de la actualidad más vibrante, de tal modo que ahora mismo salen a la vez el número 7 de su revista El Gallo de Cría y un precioso folleto sobre un aficionado que es toda una referencia en Venezuela: Valerio Giménez. Recordemos que hace un par de meses reseñábamos en esta misma página otra publicación del mismo cariz: La verdadera historia del Negro Antonio, en ese caso dedicada no a un gallista sino a un gallo legendario. La nueva publicación de Manuel Urbano viene igualmente muy ilustrada, y con algunas imágenes documentales muy valiosas.
La afición venezolana a los gallos tiene grandes pergaminos, y de hecho los héroes de la independencia, que supieron echar a los españoles antes que nadie, eran grandes aficionados. Luego, la afición, con algunas lógicas transformaciones, ha seguido su andadura hasta el presente, de modo ininterrumpido.
Valerio Giménez fue la figura gallística número uno de Valencia, la capital del estado de Carabobo. Nacido en 1928 en el seno de una familia adinerada, viajó regularmente por España en los años 50, conectando con muchos aficionados, aunque es una pena no se haya dado un salto a Canarias, donde por aquel entonces había casteadores, cuidadores y gallos absolutamente fuera de serie.
En esa década ya fundó la Gallera de Santa Rosa, que se convertiría en seguida en la más importante de Valencia. Valerio reconocía haber tenido dos maestros: el coronel Abelardo Trilla, que le enseñó a “clasificar” y “arreglar” los gallos, y el Negro Machado, que estuvo con él desde que era niño, un hombre honrado y un ardiente defensor de los gallos, su maestro en la valla, que llegaba a la cuerda de Santa Rosa siempre a la una de la tarde. Es una pena que de este personaje, varias veces referido en el libro, no venga ninguna foto, seguramente porque no se ha encontrado ninguna.
El perfil de Valerio Giménez hace pensar en esos grandes aficionados que, como suele decirse, parece que han nacido para los gallos, como en Canarias un don Fortunato, un Pancho el Músico o un don Pepe Melquiades. Era un artista haciendo espuelas, sabía clasificar los gallos como pocos y sacó gallos extraordinarios. Valerio era el único aficionado de Valencia que la representaba en los eventos interestatales, y su presencia en cualquier acontecimiento gallístico lo realzaba inmediatamente. No vendía los gallos, sino que los regalaba, y en una ocasión, a un aficionado que se acercó para comprarle uno, le respondió: “Usted debe tener mucho dinero, porque a mí todo el mundo me pide gallos y usted desea comprarme uno”. Como buen aficionado, era supersticioso, aparte un devoto de San Antonio. Les tatuaba sus iniciales a sus gallos debajo del nacimiento de un ala. No le gustaban los patas largas por su inestabilidad en la pelea, y en su gallera de Santa Rosa predominaban los zambos, o sea colorados. Pero sobre todo era un as haciendo espuelas, que se caracterizaban por su fineza; muy curioso es también que buscara como casteador los gallos de espuelas naturales que pudieran pelear con ellas.
La “cuerda” de Santa Rosa llegó a tener 300 gallos, y fueron célebres las tertulias gallísticas que allí se hacían. Manuel Urbano, al principio del libro, hace un recorrido documental por los lugares de Valerio en Valencia, recorrido muy melancólico, ya que se aprecia la erosión despiadada del tiempo, sobre todo por lo que se refiere a Santa Rosa. Una de las fotos muestra, ya vacía, la pajarera en que tenía Valerio sus pájaros, su otra gran afición deportiva, ya que dejamos de lado las del whisky y las mujeres (como es sabido, los aficionados a los gallos han sido siempre grandes mujeriegos). Valerio se especializó en los pájaros picos de plata negros de canto fino, y también fue número uno en ellos. La afición pajareril era en Valencia tan grande como la afición gallística, y también aquí podríamos evocar a muchos aficionados canarios a los pájaros, incluidos cuidadores de primera fila como Pablo Amador o Adolfo “el Pichón”.
(Abro un paréntesis sobre los años venezolanos de Pablo Amador. Sabemos que cuidó gallos allí, a fines de los años 50, pero nunca le preguntamos a quién. De haberlo sabido, hoy podríamos averiguar cosas. Pablo nos hubiera podido hablar mucho de la afición venezolana de aquella época, que también conoció Neno Pereira, quien por cierto llegó a encontrárselo por aquellos lares.)
Valerio, gallero eterno incluye varias entrevistas a aficionados que lo conocieron, e incluso una a él mismo, en la que habla de sus mejores gallos, en particular “el Catire” y “el Submarino”, que le hizo siete riñas y al que enterró en un rincón del patio de Santa Rosa. Entre las entrevistas descuella la hecha a Germán Monserrat, que estuvo con él treinta años y que siguió en Santa Rosa tras su muerte y hasta la suya propia. Estas palabras suyas merecen citarse:
“Uno se mete a gallero porque le gustan los gallos, no porque esté esperando una recompensa especial de tan esclavizante actividad, aparte de que la paga de los galleros deja mucho que desear. Valerio Giménez me trató bien y por eso me quedé con él todos esos años”.
Felicitamos a Manuel Urbano por esta bella publicación gallística, porque está muy bien hecha y trabajada, y porque siempre es bonito recordar a los que han sido grandes aficionados.


miércoles, 11 de septiembre de 2013

Puerto de la Cruz, 5 de junio de 1969


Esta fue una jornada de peleas absolutamente extraordinaria, en coincidencia con la celebración del Corpus en el Valle de La Orotava.
Se enfrentaban en el Puerto de la Cruz los dos campeones de la provincia de Tenerife: Pablo Amador (Norte) y Añón León (Tazacorte). Pablo le había ganado tanto a San Cristóbal como a La Espuela, mientras que Añón, con su hermano Maso, había derrotado a Los Llanos, donde cuidaba “Piquito”.
Estas peleas las recuerda perfectamente Totoño, por lo soberbias que fueron. También las debe recordar Felipe Reyes, ya que encabeza la tanda norteña uno de los primeros gallos que se pelearon a su nombre como casteador, cuando aún era un muchacho.
Se congregó numerosísimo público, atraído por la fama de los gallos de Tazacorte y por la espectacular tanda del Norte, cuyos gallos sumaban 9 peleas (en esta temporada, ya que un par de ellos tenían más, de otros años). Por suerte, hay una crónica de “Pica y Bate” en La Tarde que nos permite reconstruir la jornada.
Gana la primera Tazacorte, que de entrada desequilibra al gallo del Norte. Al pelear el gallino de los Hermanos Acosta Gómez muy atravesado, hiere poco y tarda algo en anotarse el triunfo.
En la segunda empata el Norte en muy buena pelea. Desde que los sueltan, se tiran como los gallos buenos, resultando muy malherido con una vena baja el giro. El melado pelea muy bien y tira a dar con las espuelas como los gallos buenos, y acaba rematando. Finos gallos, tanto el giro de Braulio Acosta como el melado de Domingo Hernández Luis, uno de los grandes casteadores del Norte y, como es sabido, padre de Argeo Hernández, que luego se consagraría en Gran Canaria. El melado se hacía con su tercera victoria.
Se adelanta de nuevo Tazacorte en la tercera. Venía mejor este colorado de dos peleas, un gallo nervioso, revoleador y pronto de pico. Domina al giro de Pepe Borges Acevedo, pero el colorado domina siempre, es heridor y no desaprovecha un tiro sin dar con las espuelas. El giro mostró mucha casta.
3-1 para Tazacorte, con el gallo que más dio con las espuelas. Ambos son palmeros, y no se olvide que los fabulosos “cabras” de Luis Machado vienen de un gallo de Mateo Cedrés, aunque no peleado en el Norte sino en la Nueva algunos años después. Herido el naranjo de entrada, ya el giro no lo perdona, tirando con pulso y puntería.
En la siguiente, ocurre lo contrario. Ya en los revuelos es cogido en un ojo el melado palmero. Pierde el equilibrio y lo aprovecha el melado tinerfeño, que tira mucho a dar con las espuelas y se lo quita sin tardanza de delante.
Empata el Norte, y la bolsa lo pone todo al rojo vivo. Segundo gallo de Domingo Hernández Luis con dos riñas, y segundo que gana su tercera. Es un gallo peleador, pronto de pico, brioso y muy heridor. Va colocando a su gusto al melado y, cuando lo enfarola, lo deja dando vueltas de campana.
Pero lo grande aún estaba por llegar. Esta fue la mejor pelea de la temporada en la isla de Tenerife. Aquí cedemos por completo la palabra a “Pica y Bate”, añadiendo que el giro de Melchor Acosta era conocido como "el Chicho":
“Había mucho nervio entre los simpatizantes de ambos partidos, y en la valla, por el Norte, un gallo de primerísima calidad, de esos que se ven de año en año: el giro de 5 riñas de nuestro «silencioso» amigo don Melchor Acosta, de Garachico. Por Tazacorte, un colorado nuevo del conocido casteador don Lope Acosta. Desde que los sueltan hay nervio en ambos animales. Tiran como los grandes gallos. Luego el giro resulta tuerto y el colorado muy malherido. La pelea es un continuo forcejeo de dos buenos gallos. El público está tan emocionado que ante la idea de que de aquella riña dependía el vencedor y ante lo nivelado de la pelea, comienza a dar gritos pidiendo que den tabla. Los nervios invaden el ambiente. Aquellas dos fieras se siguen tirando para quitarse delante, y los soltadores, ante la aprobación del público, se deciden por la tabla, decisión que fue rubricada con una enorme salva de aplausos. Fue sin duda alguna el broche más deportivo que podía poner final a una contienda de dos gallos de calidad”.
Había un espectador que se acordaría de grandes jornadas gallísticas protagonizadas por él: Francisco Dorta. Lo invitaron a subir a la valla, como dice Pica y Bate, “para que también fuera objeto de aquel derroche de entusiasmo y deportividad”.
Una jornada excepcional, pues, y que concluyó con el más merecido resultado: 3-3 y una tabla.

miércoles, 4 de septiembre de 2013

Tenerife, 1969


Sigue la marcha triunfal de Pablo Amador en esta temporada tinerfeña, ganando por tercera vez consecutiva. A Anastasio en San Cristóbal le gana por 8 riñas, con capote rabón incluido, y a Domingo Prieto en La Espuela por 11, con dos mantillas incluidas. Por su parte, Domingo le saca 4 a Anastasio, pero endosándole de paso el único capote de la temporada, en una jornada en que llevó cuatro gallos peleados.
Pica y Bate, o sea Asdrúbal Bethencourt, alude en la prensa a la “briosidad característica” de sus gallos. Como dato interesante, digamos que en la temporada anterior y en esta tuvo Pablo en el Norte a un ilustre ayudante: Roberto Hernández.
El programa que hoy reproducimos es el del capote rabón a Anastasio. La única pelea que logró entablar San Cristóbal fue la última, escapando así al capote redondo en el último momento.
El gallino “Hebreo” de José González Pérez (“Pepito el canario”, gran aficionado que vivía en La Orotava), ganaría aún otra riña, pero las estrellas volvieron a ser dos grandes gallos veteranos: el gallino de Torrents y el giro “el Chicho” del garachiquense Melchor Acosta. Un gallino de Luis Machado también le hizo a Pablo tres riñas en este año.
En San Cristóbal, un gallino de Juan Cabrera hizo 4 riñas, y un melado de los Melquiades y un giro de Manuel Pérez Cruz ganaron 3. La Espuela, en cambio, no tuvo ningún gallo de 3 riñas.
Las peleas volvieron a celebrarse en el Viana y en El Penitente, donde Pablo nunca perdía.
Anastasio aún se estaba haciendo como gallero, mientras que Domingo Prieto, como de costumbre, falló por su irregularidad. Cuando Domingo llevaba bien los gallos, le daban mucho con las espuelas, y en eso se parecía más que nadie a su maestro “el Músico”, pero Pablo, que los llevaba más requintados, era más regular y jamás desfallecía. Lo que siempre caracterizó al “Músico”, desde que empezó hasta que acabó, es que sumaba todas las virtudes de los demás galleros. Los demás flaqueaban en una o en otra cosa.
Acabada la temporada se celebraron unas peleas del campeón de Tenerife con el de La Palma: Tazacorte, donde cuidaba Añón. Esas peleas fueron sensacionales, las mejores de la temporada, pero de ellas hablaremos el próximo miércoles.