Gracias a la gentileza de Manuel Urbano, director de la revista El Gallo de Cría (asociaciondegallos@gmail.com), podemos saber muchas cosas de las peleas en un país tan importante para los canarios como es Venezuela. Y no solo eso, ya que a veces incluye en las páginas de su revista reportajes de otros países de América.
Este sexto número mantiene la riqueza fotográfica y de contenido de los anteriores. . El póster que lo acompaña es muy curioso, ya que se dedica a los gallos en estado salvaje, con siete bellas fotografías, como las dos que abren nuestra reseña.
Hay un trabajo importante sobre los “Jefes de razas puras de Puerto Rico”. Rubén Rodríguez ha indagado con seriedad en esta materia, hasta concluir con que existen dos grandes “jefes de raza” en la creación del gallo portorriqueño: el “Rafaelito” y el “Rompehuesos”. Lo más curioso para nosotros, canarios, es que en Canarias hubo un gran gallo llamado “Rafaelito” y otro gran gallo que fue el “Rompehuesos”, y que ambos fueron notables gallos de casteo. El “Rafaelito” era hijo del célebre “giro de Barrios” y de una gallina “payasa” (y los “payasos” han sido de los mejores gallos canarios de todos los tiempos). Pancho lo peleó tres veces a principios de los años 40 en Tenerife, y en los 50 hubo en Gran Canaria grandes “rafaelitos”, como los de don Domingo Guerra o don José Curbelo Verdú. En cuanto a los “rompehuesos”, los tuvo en Las Palmas don Francisco González Aguilar durante la década de los años 30, pero el más famoso fue el de don José Villegas, peleado en San José en 1942. Luego, tanto Pablo Amador como Julián Castillo pelearían “rompehuesos” que venían de ese melado, en las dos décadas siguientes.
Pero esto solo deben ser coincidencias. El “Rafaelito” de que nos habla Rubén Rodríguez era de origen cubano, mientras que el “rompehuesos” vino de España (¿Canarias?). Del “Rafaelito” surgió el famoso “gallo negro de Goyo”, abuelo del canabuey de don Rubén Rosado, del cual descienden a su vez gallos célebres como el “Ojo de vidrio” (padre del “Mujeriego”). Por su parte, del “Rompehuesos” vienen el “Capitán 2197”, el “Cacho 99”, el “Chispa”, el “Dominicano” y el “C11”. Rubén Rodríguez añade: “El «Ojo de Vidrio» y el «Junín» son hermanos, mientras que el «Dominicano», descendiente del «Junín», es primo del gallo «Mujeriego». En el árbol genealógico de todos ellos aparece un ejemplar extraordinario, el «2041» de Cuqui Arce, que es la abuela del «Ojo de Vidrio» y el «Junín», al mismo tiempo que es la bisabuela del «Dominicano» y el «C11»”. ¡Ahí es nada!
Rubén Rodríguez dice que “hablar de estos gallos en Puerto Rico es hablar de lo mejor que ha habido en las islas”, y refiere que el “Mujeriego” fue vendido en 8.000 dólares y que uno de sus descendientes en... 40.000. Otros gallos famosos en Puerto Rico han sido el “Babyface”, el “Millonario”, “Valenzuela y Escobillas”, “Lagartijo” y el “Seis”, pero todos ellos ocupan un segundo plano con respecto al “Rafaelito” y al “Rompehuesos”.
El otro artículo de perfil histórico con que cuenta este número de El Gallo de Cría es el que Manuel Urbano dedica al llamado “show de los tres gallos”, que organizaba Luis Márquez en la gallera El Silencio de Caracas. De Luis Márquez tenía Pancho “el Músico” uno de los tres reglamentos que aquel redactó. Yo le di una copia a un aficionado venezolano que iba a las peleas de Güímar, y él me contó luego que la fotocopiaron muchos aficionados en Caracas, ya que allí se había vuelto difícil conseguirlo. Luis Márquez fue el fundador del Club Gallístico Caracas (aún activo) y una figura carismática para la afición venezolana. El artículo de Manuel Urbano reproduce el reglamento, sumamente curioso, del “show de los tres gallos”, ¡que también se llegó a hacer en Canarias! Solo que entre nosotros hay constancia de él solo a principios del siglo XX, por noticias de 1902 y 1912 en los periódicos de Las Palmas de Gran Canaria. En Las Palmas lo llamaban un “ring de gallos”. En Venezuela se empezaron a hacer estos “shows” en 1954, y tuvieron un éxito rotundo, aunque los aficionados más entendidos los rechazaron, debido a que el factor suerte era el que predominaba.
Los aficionados a que la revista dedica espacio especial son Luis Muñoz, María Tuárez, Rafaelillo Valencia y Félix Mena.
Luis Muñoz es un nieto de gallero nacido cerca del Curápano. Su abuelo tuvo un gran gallino negro golilla amarilla, español, llamado “Yolofa”, que es el nombre de una hormiga negra que, cuando pica, le da un mareo a su víctima, lo que da idea de su ferocidad. Igor Barreto firma el artículo dedicado a este aficionado.
Siempre es un placer encontrar la presencia femenina en las páginas de una revista gallística. María Tuárez es una joven apasionada de los gallos desde los 9 años, cuando la llevaba su abuelo a las peleas. Desde los 13 se dedica a ellos. En la entrevista que le hace Luis Flores, María Tuárez nos dice: “Tengo una maravillosa gallina zamba. Es muy emocionante ver ganar a un gallito cuando se encuentra en desventaja ante el oponente”. Muy interesante es su rechazo de las espuelas industriales: “En cuanto a las espuelas plásticas, realmente no me gustan, creo que secan a los gallos”. En las recientes peleas en la gallera de La Espuela, Miguel Ángel Santos, un aficionado muy entendido, las rechazaba de plano, afirmando que redundaban negativamente en la calidad del espectáculo, con respecto, claro, no a las espuelas de carey (que es el caso venezolano) sino a las postizas de gallo, y lo mismo nos decía Agustín Delgado, quien además hace unas estupendas espuelas, ¡para nada! María Tuárez, que es una mujer inteligente, también se revuelve contra la prohibición de las peleas en Valera (Estado Trujillo): “No estoy de acuerdo, porque es un deporte sano y donde la palabra se honra. Como dicen por ahí, es un deporte de caballeros.Y de damas también”. ¡Admirable!
Rafaelillo Vallenilla es un casteador de Sucre, que cuida, junto con tres ayudantes, más de 300 gallos, en su propia gallera, llamada Cuerda La Isla. Para él, “los gallos españoles pegan más con las espuelas que los dominicanos y portorriqueños, pero estos dos últimos son más agresivos, pican y tiran más golpes que el español”, y por ello considera que en la actualidad los mejores gallos que se importan son los de Puerto Rico. Afirma también que las espuelas plásticas “hieren mucho los huesos, y por eso muchos gallos quedan lisiados”, lo que está llevando a que en Puerto Rico estén preparando los gallos pensando en una sola pelea”. Esto hay que reconocer que no se advierte en Canarias, donde la decadencia de los campos, el desprecio de nuestras tradiciones y el gandulismo generalizado ha llevado desde hace muy poco a la introducción de las espuelas plásticas. Pero lo mejor de este reportaje que Ricardo García le ha dedicado a Rafaelillo Vallenilla es el anecdotario final, cuando Teófilo Luzardo, un aficionado septuagenario, relata cómo, por haberle chupado hace 55 años la cabeza a uno de sus gallos para salvarle la vida, su mujer se negó para siempre a besarlo: “Ay, qué amargura, por salvar la vida de un gallo perdí los labios de Priselia!” Una mujer desde luego de palabra y de cuidado: “Un día de San Valentín le regalé un lindo anillo de rubí y traté de besarla en el cachete, pero esa mujer me dio una bofetada que todavía me duele. Hasta hoy no lo he vuelto a intentar y no sé si antes de morir podré besarla... Lo cierto es que aunque más nunca le chupé la cabeza a un gallo y dejé la gallera, ella no me lo perdonó... No pude conseguir el consuelo. Esa mujer es más terca que una mula... Nuestros hijos le han pedido que olvide lo pasado, pero ella dice que esa imagen le quedó grabada en sus recuerdos y mientras no se borre no hay besos en el cachete y menos en la boca... Los dos estamos viejos, pero esos labios de pétalos de rosa aún despiertan en mí el más firme y duro sentimiento de virilidad, que en noche de luna llena tengo que apagar chupándome una pepa de mango...”
Por último, Julio Elías Ramos evoca a don Félix Mena, gallista del estado de Barinas fallecido en un accidente de circulación, y que era también cantante y compositor de música llanera, con una decena de discos grabados.
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Asdrúbal Tineo |
Como siempre, hay una serie de eventos gallísticos reseñados. Así la gran concentración de Coro (estado de Falcón), donde profirió Manuel Urbano una charla, pero que resultó un aserradero de tablas, como muchos de los torneos que hoy se hacen en Canarias.
En la partida de la Gallera La Palma, ciudad de San Carlos, nos llevamos la sorpresa de encontrarnos como organizador al amigo Asdrúbal Tineo. Imaginen lo que son las coincidencias: su hermana tiene una emisora de radio venezolano-canaria en la misma acera de la misma manzana donde yo vivo, en la ciudad tinerfeña de La Laguna. Como yo tenía puesto en el buzón de mi casa la pegatina de un gallo de pelea, un día ella, al verme salir de mi casa, me preguntó, porque su hermano era un gran aficionado a los gallos. Cuando Asdrúbal Tineo vino a Tenerife, me vio también salir de mi casa y así trabamos amistad y pudo él introducirse de inmediato en las tres galleras de la isla. Esta partida constó de 64 peleas, homenajeándose a don César Reyes, excelente criador de Tinaquillo, recientemente fallecido.
Del Club Gallístico y Deportivo Los Almendrones, única valla de la zona Carúpano-Paria que se mantiene activa durante todos los domingos del año, es dueño el popular Guicho Charallave, quien a la vez mantiene la Cuerda El Amiguito, fundada hace 35 años por su padre y que recientemente arrojaba un balance de tablas del... 90%. Charallave tiene 100 gallos que cuida el experto “Guara Guara”. Lo más curioso es que organiza un desafío de gallos tuertos, así como un campeonato de pollos crestones y descrestados. Este reportaje lo hace de nuevo Ricardo García, el periodista gallero, a quien le refieren al final una deliciosa anécdota, la de Ramón Gil, dueño de la Gallera Pico de Oro, que le apostó en contra a un careante que había llevado por verse sin gallo, ganándole sorprendentemente, para luego prepararlo como gallo inglés y salir de la pelea “chillando como una gallina”. Ramón Gil lo interpretó como una venganza de su gallo, al que le echaba 5 ó 10 contrincantes por día. Y eso nos recuerda de nuevo a Pancho “el Músico”, que mimaba todo lo que podía al gallo careante.
Hay, en fin, un reportaje sobre las peleas en la Maestranza de Barcelona y sobre la Partida El Safari, ciudad de Valencia, donde participaron aficionados panameños y de la vecina isla de Aruba. Fue amenizada por artistas del cante criollo, como Juan Ernesto Laya y La Negra Linares, belleza no solo de voz, con quien despedimos esta reseña: