Ya no estaba Jorge Benítez bien cuando lo fotografiamos, en la gallera del Norte, junto a Asdrúbal Bethencourt y Julito Castellano. Jorge no solo fue un cuidador finísimo –discípulo inteligente de Pablo Amador y Julián Castillo–, sino una persona cuya sencillez y simpatía lo hicieron acreedor de la estima general.
Asdrúbal Bethencourt, cronista, casteador y hasta cuidador algunas temporadas, fue uno de los principales y más sabios aficionados de la isla a lo largo de más de medio siglo. Sabía lo que eran los gallos finos y conocía bien la historia de los gallos en Canarias. Mucho escribió sobre los grandes cuidadores, como “el Foño”, Adolfito o, sobre todo, “el Músico”, del que tan cerca estuvo durante su larga su andadura tinerfeña a partir de los años 40.
Julito Castellano heredó de su padre la afición, y aun tuve el placer de encontrármelo hace unas semanas en las peleas de Güímar, siempre extrovertido, entusiasta, irreprimible. ¡Atención al que no lo conozca! De pronto impresiona, porque parece que se llena de malas pulgas, pero es pura ilusión, ya que la sonrisa le aflora con la misma y ahí tenemos al verdadero Julio. Su padre, un aficionado como la copa de un pino, ya no va a las peleas, pero nadie olvida su figura enorme ni su vozarrón. Figura que no solo heredó su hijo, sino su nieto, quien también gusta de los gallos bravos. Tres generaciones de Julio Castellano...