Iniciamos hoy el comentario de algunos programas especialmente significativos o representativos, que pensamos llegar hasta nuestros días.
En 1939 se cerraba el primer ciclo de Francisco Dorta en Las Palmas de Gran Canaria. Fueron siete temporadas de fábula, consideradas las más grandes de la historia gallística de Canarias, aunque el retorno del músico orotavense a fines de la siguiente década daría, frente a Pepe Palmero, dos años a la altura de aquellos (1947 y 1949).
Si en la película de Los Llanos en 1988 calculamos unas 800 personas, imaginemos que en el Cuyás, la más bella gallera del mundo, se reunían 1.500, siendo lo más habitual el lleno.
En esta jornada ganó San José, donde cuidaba Pepe “el Picador” –otro gigante de la cuida clásica canaria–, por 4-3, pero Pancho llevaba una ventaja de 17 riñas. Vemos que había una segunda tanda, en la que llamamos la atención sobre la presencia de un gallo a nombre de Alejo Yánez, el único que está vivo de todos los nombres que aquí aparecen; entonces tenía 23 años y hoy 95. En años anteriores, lo habitual era que pelearan en segundas tandas Triana o San José con Arucas, pero ya en 1938 y 1939 se hizo sentir, por las secuelas de la guerra, la falta de gallos.
El único cronista regular de esta temporada fue don Alfonso Canella, en “La Provincia”. Como Canella no ponía sino el nombre de los dueños, nos hemos quedado sin saber quién era el casteador del fantástico “Barco de Guerra”, precioso giro carey de don Rafael O’Shanahan. Este enigma lo descifré yo a medias gracias a una nota de “Falange” que nos dice que el gallo era palmero. ¡Qué grandes gallos ha tenido siempre La Palma! En 1938, habían peleado en el Cuyás 21 gallos palmeros, entre ellos giros de Rafael Cabrera, don Saturnino Pérez, Ramos Ferraz o el médico Pérez Camacho. Quizás fuera un gallo dejado por estos grandes aficionados, sin olvidar que don Saturnino solía mandarle gallos a San José.
Veamos cómo reseñaba esta riña don Alfonso Canella:
“En tres domingos seguidos gana tres peleas monumentales, siendo esta última tan extraordinaria que cabe preguntar si este año, o quizás en años anteriores, pasó por la valla algo más serio. De entrada prende, aunque se encuentra con un enemigo formidable, que contesta clavando con fuerza terrible y agujereándole la rabadilla. Este tercio llega a lo inverosímil por lo salvaje, y al mismo tiempo, sin descomponerse, con coraje frío, como dos sabios maestros que calculan todo, se hartan de hundirse las púas. Producen pánico. El doctor O’Shanahan, que apadrina a su «poulain», ve como este parte a su contrincante temible y temerario, que queda en tierra y no puede levantarse a pesar del ruido ensordecedor de las palmas y del griterío de entusiasmo que estalla en este circo de orates. Cinco minutos.”
Desde su primera riña, este gallo de fábula hizo pensar en un acorazado, y de ahí un nombre que solo sabemos se le otorgó gracias a la memoria prodigiosa de Orlando Dorta, quien además, con humor hiperbólico, nos dice que el “Barco de Guerra” se cargaría a todos los gallos que hay en Canarias actualmente, uno detrás de otro.
Alfonso Canella llamaba en su crónica la atención sobre el hecho de que las tres primeras peleas las ganaban tres gallos propiedad de doctores: Enrique de la Peña, Rafael O’Shanahan y Manuel Márquez. Rafael O’Shanahan fue un prestigiosísimo psiquiatra, figura muy notable de la sociedad insular.
El gallo de don Enrique de la Peña logró este día acabar con un gallo extraordinario: el colorado raza “pizarra” de don Martín Castillo, casteado por él mismo, un gallo ganador de cuatro grandes riñas en las dos temporadas precedentes.
De los restantes nombres, destaca el de otro gran casteador grancanario: don Fernando Cabrera, célebre por sus “comunistas”, y el de don Juan Naranjo, a quien Orlando recuerda como una persona muy agradable, dueño del famoso “Payaso chico”.
La publicidad del Martini Rossi también tiene que se le diga, ya que su representante en Las Palmas no era otro que el dinámico empresario don Pedro Cárdenes. En las dos temporadas anteriores, uno de los gallos estelares fue el “Martini Rossi” de don José González Suárez, que era un giro “tamarán-payaso”. Tal vez hasta se trate del gallo que aparece en la foto del programa...
Foto (atrapada en la red por nuestro amigo “el Mazantini”): Gallera del Cuyás. Obsérvense los bancos de madera y, dato curioso, la puerta de la valla, que se abría no hacia afuera, sino hacia adentro.
En 1939 se cerraba el primer ciclo de Francisco Dorta en Las Palmas de Gran Canaria. Fueron siete temporadas de fábula, consideradas las más grandes de la historia gallística de Canarias, aunque el retorno del músico orotavense a fines de la siguiente década daría, frente a Pepe Palmero, dos años a la altura de aquellos (1947 y 1949).
Si en la película de Los Llanos en 1988 calculamos unas 800 personas, imaginemos que en el Cuyás, la más bella gallera del mundo, se reunían 1.500, siendo lo más habitual el lleno.
En esta jornada ganó San José, donde cuidaba Pepe “el Picador” –otro gigante de la cuida clásica canaria–, por 4-3, pero Pancho llevaba una ventaja de 17 riñas. Vemos que había una segunda tanda, en la que llamamos la atención sobre la presencia de un gallo a nombre de Alejo Yánez, el único que está vivo de todos los nombres que aquí aparecen; entonces tenía 23 años y hoy 95. En años anteriores, lo habitual era que pelearan en segundas tandas Triana o San José con Arucas, pero ya en 1938 y 1939 se hizo sentir, por las secuelas de la guerra, la falta de gallos.
El único cronista regular de esta temporada fue don Alfonso Canella, en “La Provincia”. Como Canella no ponía sino el nombre de los dueños, nos hemos quedado sin saber quién era el casteador del fantástico “Barco de Guerra”, precioso giro carey de don Rafael O’Shanahan. Este enigma lo descifré yo a medias gracias a una nota de “Falange” que nos dice que el gallo era palmero. ¡Qué grandes gallos ha tenido siempre La Palma! En 1938, habían peleado en el Cuyás 21 gallos palmeros, entre ellos giros de Rafael Cabrera, don Saturnino Pérez, Ramos Ferraz o el médico Pérez Camacho. Quizás fuera un gallo dejado por estos grandes aficionados, sin olvidar que don Saturnino solía mandarle gallos a San José.
Veamos cómo reseñaba esta riña don Alfonso Canella:
“En tres domingos seguidos gana tres peleas monumentales, siendo esta última tan extraordinaria que cabe preguntar si este año, o quizás en años anteriores, pasó por la valla algo más serio. De entrada prende, aunque se encuentra con un enemigo formidable, que contesta clavando con fuerza terrible y agujereándole la rabadilla. Este tercio llega a lo inverosímil por lo salvaje, y al mismo tiempo, sin descomponerse, con coraje frío, como dos sabios maestros que calculan todo, se hartan de hundirse las púas. Producen pánico. El doctor O’Shanahan, que apadrina a su «poulain», ve como este parte a su contrincante temible y temerario, que queda en tierra y no puede levantarse a pesar del ruido ensordecedor de las palmas y del griterío de entusiasmo que estalla en este circo de orates. Cinco minutos.”
Desde su primera riña, este gallo de fábula hizo pensar en un acorazado, y de ahí un nombre que solo sabemos se le otorgó gracias a la memoria prodigiosa de Orlando Dorta, quien además, con humor hiperbólico, nos dice que el “Barco de Guerra” se cargaría a todos los gallos que hay en Canarias actualmente, uno detrás de otro.
Alfonso Canella llamaba en su crónica la atención sobre el hecho de que las tres primeras peleas las ganaban tres gallos propiedad de doctores: Enrique de la Peña, Rafael O’Shanahan y Manuel Márquez. Rafael O’Shanahan fue un prestigiosísimo psiquiatra, figura muy notable de la sociedad insular.
El gallo de don Enrique de la Peña logró este día acabar con un gallo extraordinario: el colorado raza “pizarra” de don Martín Castillo, casteado por él mismo, un gallo ganador de cuatro grandes riñas en las dos temporadas precedentes.
De los restantes nombres, destaca el de otro gran casteador grancanario: don Fernando Cabrera, célebre por sus “comunistas”, y el de don Juan Naranjo, a quien Orlando recuerda como una persona muy agradable, dueño del famoso “Payaso chico”.
La publicidad del Martini Rossi también tiene que se le diga, ya que su representante en Las Palmas no era otro que el dinámico empresario don Pedro Cárdenes. En las dos temporadas anteriores, uno de los gallos estelares fue el “Martini Rossi” de don José González Suárez, que era un giro “tamarán-payaso”. Tal vez hasta se trate del gallo que aparece en la foto del programa...
Foto (atrapada en la red por nuestro amigo “el Mazantini”): Gallera del Cuyás. Obsérvense los bancos de madera y, dato curioso, la puerta de la valla, que se abría no hacia afuera, sino hacia adentro.