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Don Domingo Guerra y don José Villegas, soltadores de Triana
y San José, con un joven Julián Castillo |
El Mazantini
En
la historia gallística canaria mencionar a don José Villegas Afonso es
mencionar al maestro de maestros. En mi modesta opinión, ha sido el mejor
casteador de gallos ingleses en el archipiélago, porque él no solo sacaba
gallos buenos, sacaba razas buenas como, por ejemplo, los sacatripas, los
jerezanos, los rian-rianes, los vasos de cerveza, los de la cueva, los mallas
blancas, los palanganas, los monteverdes, los martinetes, etc., etc.
Y
siendo la isla de La Palma cuna del gallo fino canario y la isla más
exportadora de gallos resultó ser importadora a su vez de gallos de Villegas.
No era de extrañar que en la zona del Valle se dijera “ese gallo es un
Villegas”.
En
mi promesa cumplida a José Carlos Garcia Artíles de escribirle las peleas del
“Correlón de García Arocena”, en su última pelea este gran colorado se tropezó
con un giro de Villegas acabando la pelea en tablas, porque a cuál mejor.
Desconociendo
de qué raza venía este giro, ya que ni tenemos los archivos de don José
Villegas ni la memoria de Alejo Yánez ni de Julián Castillo, gracias a los
periódicos de la época podemos saber que su carrera gallística transcurrió
entre los años 60 y 61.
*
1ª
pelea. Recoge el periódico Falange del 24 de
abril de 1960 en su sección de Gallos el programa de gallos que va a pelear en
la duodécima jornada en la gallera del Cuyás. Cuidaban por entonces Israel
Vargas por San José y Domingo Prieto por Triana.
Por
San José, el giro “del Saldo” de don Juan Ponce casteado por don José Villegas
Afonso de 4 libras y 1 y ½ onza, se enfrenta a un retinto trianero del doctor don
José Cabrera Medina casteado por don Domingo Guerra Medina de 4 libras y 2
onzas.
Escrzibe
don Fermín Romero Montenegro, en su crónica semanal:
“Ambos
gallos debutantes, hiere primero el joselito varias veces, incluso enganchando
una de las espuelas, pero el trianero, gallo peleador, logra afianzar un tiro y
pica en el cuello. Sigue volteándose el trianero, tapa un farol y vuelve a herir.
Alarga la salida este y por si fuera poco alcanza un cañazo el de San José,
gallo muy valiente y heridor que luchó siempre con gran empeño hasta derrotar
al difícil trianero, que le dio muy pocas oportunidades”.
Como
nota a pie de página: “El próximo viernes día 29 de abril, festividad de San
Pedro Mártir, como ya es tradicional se celebrarán a las 12 en punto grandes
riñas extraordinarias”.
*
2ª
pelea. Ya en el año 1961, el 4 de febrero y a las
12:00 en la valla del Cuyás en la quinta pelea vuelve a recoger el periódico Falange:
giro de don Juan Ponce Lantigua casteado por don José Villegas Afonso, de 4-2 y
½ y 1 pelea, contra un colorado propiedad de don Ezequiel Santana Martín
casteado por don José Cuyás Hidalgo, de 4-2 ½. Escribe Montenegro:
“La
riña más rápida. Flojos de patas los dos no daba ni una el trianero y por el
contra el joselito lo despacha a los dos minutos de un certero disparo
demostrando de nuevo que es gallo que sabe manejar los espolones”.
En
nota al pie de página, se señala que ese mismo día se celebraban peleas sueltas
entre los partidos de Triana y San José.
*
3ª
pelea. En el octavo domingo de peleas casadas vuelve
nuestro giro, esta vez con 4-4 de peso. Reseña de Montenegro:
“También
fue esta otra riña magnífica, entre el giro «el Saldo» de 4-4, tres peleas,
de don Juan Ponce Pérez, castío de don José Villegas contra un colorado nuevo
de 4-3 ½ de don Salvador Guerra castío de don Pedro García Arocena. Los dos
gallos disparan flojos con tiros sordos pero certeros, se hieren mucho. El de San
José de entrada recibió una picada en el tronco del cuello que le perjudicó
muchísimo y más aun la que alcanzó en una de las alas. Los dos muy heridos
quedan sin fuerzas.
El
de Triana de don Pedro García Arocena estaba dispuesto a vengar la derrota de
su hermano en la pelea anterior y lo consiguió ampliamente acribillando por
completo al de tres peleas de Villegas, pese a fallarle las fuerzas. Pero es lo
cierto que a su rival se le inflama el pescuezo, echa sangre por todas partes y
se entrega a morir como lo hacen los gallos de gran calidad.
El
público emocionado aplaudió extensivamente este encuentro sensacional de once
minutos”.
*
4ª
pelea. Domingo apoteósico entre el colorado Correlón
de García Arocena y nuestro famoso giro de Villegas. Martín Díaz refiere esta
gran riña con todo detalle, en el Diario de Las Palmas:
“El
Correlón –gallo de plumaje colorado, con 5 riñas en su haber y del castío de
don Pedro García Arocena– figura ya con letras de buen tamaño en los anales
gallísticos de Canarias. Su estilo de pelea y sus certeras estocadas
concentraron la atención de los entendidos durante cinco encuentros que le
hicieron ganar el generalato con calificaciones de sobresaliente. No faltaron,
como es frecuente en estos casos –cada cual es muy dueño de pensar y opinar
según su razón y conveniencia–, opiniones que pretendían establecer que el
Correlón fue, más que un gran gallo, un gallo de suerte, en razón a que los
enemigos que le fueron enfrentados no eran de calidad y por añadidura poco
heridores, por lo que no se pudo comprobar la reacción del general al sentirse
herido de verdad.
Ahora, frente al giro de 3 peleas del castío de José Villegas, la situación
relativa al Correlón ha quedado, a nuestra manera de ver, completamente
esclarecida. Cierto es que la brillante carrera del colorado ha sido parada en
seco porque está en lo posible que no pueda volver nunca más a la valla, pero
cierto es también que la difícil situación atravesada por este gallo pone de
relieve de manera clara y precisa que el Correlón fue en todo momento un gallo
extraordinario.
El
anuncio de que el Correlón pretendía revalidar su fama de magnifico espadachín
frente a un tres peleas del famosísimo castío de don José Villegas congregó más
público de lo normal en la gallera del Cuyás. El lleno fue de los buenos y
consecuentemente la expectación respondió al interés despertado ante un combate
que bien podía catalogarse como el combate del año.
Cuando
Domingo Prieto saltó a la valla con el colorado en la mano, sonaron no pocos
aplausos en honor al gallo de García Arocena. El Correlón, como siempre,
mostraba sus propias espuelas mientras que el giro ofrecía un par de postizos
bien sujetos con las cintas de los colores del partido de San José. Las
apuestas se inclinaban a favor del trianero y los joselitos pidieron momios,
llegándose hasta la relación de 40 a 30, es decir, ofreciendo doscientas
pesetas en el caso de que perdiera el de García Arocena y a cobrar ciento
cincuenta si ocurría lo contrario.
Después
del pesaje y limpieza de espuelas por parte de los soltadores Rafael Guerra y
José Araña y después de que los galleros Domingo e Israel hicieron entrar en
calor a los gallos, se efectuó la suelta correspondiente.
Por
unos instantes pareció como si nadie respirase en la Gallera. Silencio y ojos
en movimiento. Dentro del pecho los corazones de los aficionados revoloteaban
presos del duro impacto que representaba semejante combate. La prueba era
difícil para ellos y para los gallos. Tras las primeras fue creciendo la
tensión hasta que de pronto surgió un «¡Fuerte pelea, hermano!». Un aficionado
daba así rienda suelta a la enorme emoción que sentía.
El colorado se muestra más contundente en las embestidas, pero al poco tiempo
inicia sus clásicos quiebros para desconcertar al fiero enemigo que se le
enfrenta. Nos parecen sus movimientos más lentos que en anteriores encuentros;
sin tiempo para considerar esto, el de Triana queda ciego del ojo derecho. Hay
quien asegura que el gallo se ha herido él mismo, cosa difícil de apreciar, ya
que el de Villegas no es manco, y aunque menos arriero que el general se
muestra certero y deja constancia de sus espuelas y de su clase en el colorado.
Las apuestas se inclinan a favor del giro y los joselitos ven en puertas la
gran oportunidad; no obstante, la suerte aún no está echada porque el Correlón
se defiende y trata de nivelar la pelea. Lejos de conseguir frenar al de
Villegas, la situación se le pone peor y la suerte juega en su contra y dos o
tres gotas de sangre afloran en la arena. No es preciso más para que el ojo del
aficionado se percate de la desgracia.
«¡El
colorado tiene un cañazo!»–gritan. Efectivamente, el Correlón se ha herido con
la espuela derecha en la cañera izquierda. La desilusión cunde entre los
trianeros. Detenemos por un instante nuestra vista en Pedro García Arocena;
sigue la riña como es habitual en él, sin pestañear, sin el menor movimiento,
como si la sangre se le hubiese evaporado del cuerpo, pero eso sí, blanco como
un cirio. Sin lugar a dudas, su pensamiento se percata también de la gran
tragedia que amenaza a su gallo.
Parece que la pelea está resuelta. El giro se mantiene entero y carga una y
otra vez tratando de aventajar de manera definitiva. Ahora, más que al
resultado de la pelea, los aficionados están atentos a las reacciones del
general. Interesa saber hasta dónde llega en la dura prueba que está
atravesando. Tras un ataque del joselito, el Correlón responde con certero revuelo
y enorme clamor, esta vez dentro del ámbito de la gallera. Los trianeros han
quedado paralizados, pues ven que el de García Arocena ha metido sus espuelas
en las carnes del giro y que este acusa de manera ostensible la estocada.
Inmediatamente, el Correlón busca recursos en la salida. Tras cada salida,
entra con rabia; el joselito ha perdido bastante de su viveza inicial y se deja
coger de buche en una de las embestidas, pero esta vez tiene suerte porque la
estocada no fue certera.
Las
salidas perjudican al Correlón; la pata juega y el hilo de sangre que sale por
la cañera va dejando impresionante estela sobre la arena de la valla. «¡Ese
animal terminará por entregarse!», afirma alguien cercano a nosotros. Es el
sentimiento que anida en cuantos saben las consecuencias de esta clase de
heridas. Nuevo toma y daca y el giro cobra un puñalón en lo alto del matadero.
Un
río de sangre va quedando tras el colorado. Las fuerzas han de fallarle de un
momento a otro, pero resulta lo contrario. Ni las salidas ni la pérdida de
sangre afectan gran cosa al general, y el de Villegas va perdiendo terreno, se
muestra cansado. Nuevas salidas del trianero para revolverse ligero. Por unos
instantes, el general parece loco. Corre con desesperación alrededor de los barrotes
y a lo largo y ancho del coso. Se considera que el animal está a punto de
entregarse y posiblemente de huirse. Ya no debe tener sangre, sin embargo
vuelve al ataque. Los dos gallos están casi agotados. En el público hay quien
pide tabla. Los de San José se oponen pensando que el Correlón va a caer en
tierra de un momento a otro, pero ocurre que el giro canta un degüello y esto
precipita la resolución final. Los soltadores acuerdan dejar en tabla la pelea
y por lo tanto no hay vencedor ni vencido. El Correlón ha sido frenado en su
brillante carrera, no sin antes demostrar que pertenece a una casta de gallos
en la que se puede confiar plenamente. El giro de Villegas demostró también ser
un gallo puntero; el solo hecho de bajarle los humos a un general ya es de por
si una hazaña extraordinaria”.
Debe
señalarse que para Montenegro esta riña fue “decepcionante”, ya que el correlón
venía sin celo y el giro no lo aprovechó para ganarle. Reconoce, con todo, que
son gallos “magníficos, extraordinarios” (aunque aprecia en el correlón
detalles que no son de gallo inglés), y desea que se vuelvan a encontrar,
considerando errado no haberlos dejado acabar la pelea, ya que a su juicio aun
podían dirimir la contienda. La opinión de Montenegro, uno de los cronistas de gallos
más importantes que ha tenido Canarias, debe tenerse en cuenta.
*
A
modo de conclusión, hemos de decir que el giro “del Saldo” podría haber sido un
gallo de casteo, demostrándolo en la tercera y cuarta riña, ya que no era nada
fácil parar a los colorados correlones de García Arocena. También es verdad que
Villegas tuvo gallos mejores que “del Saldo”, y aquí solo hemos querido
homenajear a un gallo y sobre todo a un casteador: el mejor de Canarias.
Por
cierto, con tanto carnaval de “torneos de Casteadores” en la actualidad y en la
isla de Gran Canaria, no hay ni uno que lleve el nombre del maestro José
Villegas Afonso.