De sensacional puede calificarse la noticia de la contratación de Antonio Hernández (“el Rebotallo”) como gallero de La Espuela para la temporada 2008-2009. Se trata de uno de los mejores galleros canarios en activo, y sin duda alguna del que cuenta con un mejor historial. Hace quince años ya cuidó en Tenerife, en el partido Norte, dejando un grato recuerdo. Derrotó a sus tres rivales en la liga con Güímar, el Norte y La Espuela, pero le ocurrió lo mismo que a Pancho en el 59: por el sistema de puntuación, no quedó en primer lugar. Se vieron entonces riñas tremendas, entre el Norte y Garachico y entre el Norte y Güímar, que cuidaban respectivamente Florencio Hernández y el malogrado Jorge Benítez. La temporada que se anuncia promete alcanzar aquel nivel –que no se ha vuelto a igualar aquí desde entonces–, ya que al menos sobre el papel se trata este año de la contrata con más expectativa de toda Canarias: Toño por un lado y José Carlos por otro. Ambos de la Isla Bonita, y el segundo con ya algunos años de imbatibilidad, aunque, por circunstancias ajenas a él, enfrentándose la mayoría de las veces a galleros de menor entidad. Este año sí que se encuentra ante un verdadero desafío, además con el rival, aparte el ejército de sus casteadores fieles, reforzado por algunos gallitos de La Palma y el probable retorno de Juan Díaz, que es desde hace ya un par de décadas uno de los grandes casteadores de las islas (y, por cierto, de los pocos que aún sueltan los gallos en los campos, que es lo canario de toda la vida). De Güímar poco hay que decir: lleva una línea seria desde hace tiempo, y es hoy un partido poderoso, con muy buenos casteadores y sobre todo una gran afición, que actualmente es la única que crece en Tenerife.
La Espuela, en su año 87 de historia, ha contratado pues a un cuidador de campanillas, como no ha tenido desde Domingo Prieto. Si hay deportividad y las fuerzas están equilibradas, auguramos una gran temporada en esta isla. Los galleros en su sitio y los soltadores respetados. Pasión, pero con la caballerosidad de que el mundo gallístico ha presumido siempre. E intentar lo que pocas veces se ha conseguido: cortar de raíz, con humanidad y deportividad, las riñas que se eternizan, y que a tantos aficionados han alejado de las galleras.
En el lado positivo, se vuelve sensatamente a pelear sin ningún tipo de restricciones al tamaño de las espuelas, que serán, como ha sido siempre en Canarias, naturales, y decimos esto porque este verano se comenzó a hablar de introducir las espuelas... de plástico. El día que esto ocurra, que los señores contratistas al menos no tengan el descaro de hablar de los gallos como una “tradición”, ya que la espuela natural es uno de los componentes fundamentales de la historia gallística de Canarias. En el lado negativo, es una pena que se vayan a celebrar ocho riñas por jornada, como ya ocurre en algunas contratas de La Palma. Aunque sin la gravedad de meter espuelas de plástico, esto también va contra una costumbre más que centenaria, y que ha creado un léxico único en el mundo (capotes, mantillas, cerdones, capotes rabones, etc.), aunque por lo menos aquí se puede inventar uno nuevo.
Próximamente informaremos acerca del resto de las contratas en el resto de las islas.