miércoles, 18 de enero de 2012

Una carta de Matías Guerra a Francisco Dorta



Acabamos hoy el repaso a la correspondencia gallística de Francisco Dorta, que ha ido de 1916 a 1966, medio siglo exactamente.
De don Matías Guerra ya vimos unas cartas de fines de los 30 y principios de los 40, siendo muy grato reencontrárnoslo tres décadas después. Recordemos que don Matías fue casteador, presidente y soltador del partido de Triana durante la primera etapa del Músico en Las Palmas.
Esta es una carta muy bonita por su carácter emotivo, ya que don Matías Guerra evoca una época grandiosa, y en concreto el momento quizás más glorioso de la historia deportiva de Pancho, tan rica además en triunfos.
Estamos en la jornada 16, o sea penúltima, de la temporada de 1934. Realmente los recuerdos, 31 años después, se le confunden a don Matías Guerra, ya que en esta jornada, Pancho, que iba perdiendo por 6, redujo a 3 gracias a un 5-2, para en la última sacar el capote rabón (6-0 y una tabla). O sea, que don Matías trueca las jornadas.
El giro de Manuel Hernández no es otro que el llamado giro de Barrios, con el que Pancho se fotografió en dos ocasiones, una de ellas descubierta hace unos cuantos meses por Fernando Ojeda, que nos hizo llegar la foto para ponerla en el blog, y la otra ya incluida en el DGC, pero que traemos hoy aquí.


La pelea con el giro de Miguel Sarmiento (hermano de su célebre bayo) tuvo lugar en la jornada 13, y fue tremenda. Pancho peleó al giro de Barrios con un 3’11 en la jornada 8, un 3’9 en la jornada 12 y un 3’10 en la jornada 13. Ya en Tenerife había peleado en una ocasión, pero aún seguiría ganando gallos allí, donde se lo conoció como “el Enemigo Público n. 1”.
Don Manuel Herrera era un aficionado y casteador trianero, destacado en los años 40, cuando tuvo buenos “sacatripas”. Pepito Nuez era un gran amigo de la familia de Pancho, y se conservan cartas a este, aunque de carácter más personal. Vivía en Las Palmas, y era vecino de Pancho en la calle del Hospital San Martín. Como detalle curioso, en la misma casa donde vivía Pancho, pero en otro piso, vivía José Castellanos, el inmortal creador de los cuentos orales de Pepe Monagas.
Como dije, la correspondencia del Músico llega hasta el año 1966. Recibe una carta de un aficionado amigo, pero por desgracia no tenemos el remite ni se puede descifrar la firma. Nuevamente la carta viene de Las Palmas, y lo primero que hace es informarle de que Triana le lleva 6 riñas a San José, y que espera acabe la temporada con 15 ó 16 riñas a su favor. Lo sorprendente es que la ventaja final de Julián sería exactamente de 16 riñas, por lo que al menos sabemos que quien le escribe a Pancho es un buen adivino. Pero el pasaje más interesante es el que sigue:
“Hace ya algunos años, yendo a las peleas del Norte con Asdrúbal, le dije a Vd. que por qué no escribía sus memorias, las cuales podrían incluir un tratado sobre la preparación de gallos de combate, arte de hacer espuelas, etc., etc. Este libro suyo tendría alcance internacional, o como dirían los eufóricos del aeropuerto de Los Rodeos, alcance intercontinental. Sería de gran interés, no solo para los que desean llegar a ser buenos cuidadores, sino también para los buenos aficionados (entre los cuales me incluyo), a quienes les permitiría exponer en el momento preciso una opinión con verdadero fundamento. Como es lógico, estas opiniones fundamentadas tendrían el valor exacto del ídem de la persona que las emite. Se armarían polémicas, pero, como Vd. sabe, de la discusión nace la luz”.
Pero Pancho no escribió este tratado, y tan solo comenzó a escribir las memorias que yo publiqué en 2005. También hay debe decirse que muchas cosas del arte gallístico son intuitivas, o sea que no es posible generalizar o teorizar sobre ellas.
En 1966, Pancho, con 75 años, ya estaba retirado. El 26 de mayo del 68 se le haría en Tenerife el gran homenaje. Pero acabemos con este pasaje final de la carta de 1966, muy simpático, ya que alude a su otra gran afición, con la música y los gallos, o sea la poesía:
“Le dije a mi hija Keina que Vd. le enviaba recuerdos y un abrazo y beso de padre. Se quedó colorada. Se acordó de usted inmediatamente. Dijo: Era aquel señor que me dijo una poseía en el camino que va a la casa de gallos de La Espuela. Tenía Keina entonces 10 años”.