Nicolás Lezcano
El pasado día cuatro de agosto nos dejó Andrés Reyes Pérez, para todos Tato Reyes, a los 79 años, tras una larga enfermedad que llevó con la discreción que le caracterizaba. Un hombre en apariencia serio y parco en palabras y sin embargo gran bromista, dechado de anécdotas con las que solía amenizar las jornadas de pechas en su querida gallera Güímar.
Tato formó parte junto con el desaparecido Gonzalo Alberto, Antonio Jorge, Agustín Delgado y Adrian Mederos, hace cincuenta años, del equipo fundador de la que es hoy una de las instituciones gallísticas más prestigiosas de Canarias, infundiéndole ese carácter de equipo, lúdico, de exaltación del compañerismo y la amistad que antes era habitual en las galleras y cuya esencia desgraciadamente hoy muchas han perdido.
Su trayectoria como casteador fue primero individual, después, en los años ochenta junto a su amigo y compañero de cacerías, Tino Darias y después su hijo Iván, como Peña Las Lajas, y más tarde, en nuestra década, hasta nuestros días, con la peña El Tonazo, junto a su inseparable Pedro Fariña, quien lo acompañó hasta sus últimos momentos. Memorables fueron sus líneas de naranjos “Carnavales” o aquellos melados tan finos de espuela en la década de los noventa.
Yo sufrí con gusto su humor socarrón en junio, cuando hicimos un desafío en su finca y no paró de hacer comentarios sarcásticos cuestionando la casta de mi gallo, y hasta del suyo.
Guardo hoy y para siempre esos momentos que ya no se repetirán, porque si algo duele más que perder a un amigo es no poder decirle adiós.