El pasado 15 de mayo falleció a los 86 años de una vida rica e intensa uno de los más grandes aficionados de la isla de Lanzarote, Aureliano Negrín.
Era
conocido como “el Capitán”, ya que lo fue de la marina mercante durante muchos
años: cuando comenzó, era de los más jóvenes, y cuando se retiró, el decano.
Aunque navegó por medio mundo (trabajó en varios petroleros y luego en grandes
buques por Europa), sobre todo realizó muchísimos trayectos comerciales entre los
distintos puntos de la costa de África, centrándose en El Aiún, durante la
época colonial. Luego pasó a ser Inspector de Puertos, hasta su retiro
definitivo.
Fue
entonces cuando pudo dedicarse plenamente a su gran pasión, que eran los gallos
finos. Su abuelo materno, Domingo Armas Martinón, que tuvo una célebre farmacia
en Arrecife, ya fue un gran casteador y soltador, dueño del “Canario”, un
gallino negro del que se dice que ganó catorce peleas y al que mató un hermano
en una riña celebrada en Las Palmas, de donde era procedente, por ir mal preparado;
Aureliano me contó cómo había encontrado en un armario las patas del gallo con
sus espuelas negras, enseñándoselas a Israel “el Artillero”. Su padre,
Aureliano Negrín, fue un aficionado excepcional, heredando su gusto por la cría
y casteo de los gallos finos sus tres hijos José, Aureliano y Domingo. De ellos
conocí a Domingo y Aureliano, y a Domingo
dediqué una semblanza cuando falleció, en 2012. José Negrín fue presidente de
la gallera de Arrecife.
Los
castíos los tenía en Yaiza, y es una fortuna contar con este breve reportaje simpatizante
(¡lo que es raro en un periodista!) que le hizo Lancelot Digital, donde
se lo ve en la gallera de Arrecife tal y como era, cálido y
expansivo:
Fue un placer para mí haber tratado a Aureliano Negrín, quien además era familia de una tía política mía. Conservo una carta en que me identifica a todos los presentes de la siguiente maravillosa fotografía de 1981 (ya publicada en esta página), aunque es una pena no aparezca él:
Si algo me encantaba era su manera de ser. Afable, extrovertido, muy cariñoso. Habrá vivido muy mal estos tiempos de distanciamiento antisocial, él que era tan “tocón”, tan gustoso de tocar a los amigos como era más que habitual en la Canarias de siempre, antes del individualismo egoísta y frío que se ha ido imponiendo desde los años digamos que 80, y no digamos antes de estos dieciséis meses en que los hombres ya ni se saludan como tales, sino como muñecos o monigotes. En una ocasión, se puso a jugar con la nariz de Adolfo “el Pichón”, que empezó a chorrear sangre. Llegaba y te frotaba la oreja, o te cogía el chaleco y sus botones mientras hablaba, como muestra de afecto. Y no paraba de hablar, ni uno deseaba que lo hiciera, porque era inteligente y ocurrente. Todo un personaje de primerísima calidad humana, o sea persona y personaje a la vez.
Su jovialidad fue perenne, pero donde mejor puede apreciarse quizás es en esta bella fotografía con el “Isabelita”, uno de los mejores gallos conejeros, que hizo peleas sensacionales en los años 1958-1960 y que era de don Andrés Fajardo, pero iba a nombre de Isabel Armas Castro, prima de Aureliano:
De
los viejos tiempos fue famoso “el Tunera”, que les preparó Alejandro Niz, el
mejor cuidador lanzaroteño; este gallo venía de los giros verdes de Pérez
Ascanio y un “pistola” de Israel Vargas. Pero sus mejores gallos fueron los
hijos del “Sevillano” de tres peleas de Pérez Ascanio, que a su vez era
descendiente del celebérrimo “Sevillano” palmero por vía del hijo de una
hermana que se trajo Orlando Dorta de Santa Cruz de La Palma, donde no gustaba,
y dio una descendencia fabulosa de décadas. El más famoso de estos gallos fue
“el Tardío”, que ganó cinco riñas y se llamaba así porque el dueño era Jaime
Acosta “el Tardío”, primo hermano de Quico “Mal Aire”. Este gallo se lo regaló
Aureliano para cuidarlo en Tazacorte. Peleó de pollo en el Campeonato Regional
en Tenerife, preparado por Quico y luego ganó cuatro riñas con Adolfo, una en
el Campeonato Regional de Las Palmas y tres en Arrecife. Un hermano de cuatro
riñas, preparado por Toño, hizo huir en una de ellas a un gallo de cuatro
peleas de Pablo Hernández, el afamado casteador de Los Llanos. Este gallo lo
vio pelear Pablo Amador y dijo que era un gallo extraordinario, y fue la
primera vez en que Aureliano vio salirse un gallo por las varillas. Quico peleó
otro hermano contra Adolfo y también hizo cuatro peleas.
Un
gallo suyo que recuerdo fue el colorado que le peleó Quico contra La Palma en
el Campeonato Regional celebrado en 2001 en la gallera del López Socas. Peleaba
en la última y fue el mejor de la tanda lanzaroteña, ganándole a un pinto de
Carlos “el Manis” en combate igualado, de dos buenos gallos, pero con el pinto
sufriendo una cañera que acabó debilitándolo.
Aureliano
Negrín era una persona muy prestigiosa y querida en su isla de Lanzarote, una
verdadera institución, como muestran los numerosos reportajes aparecidos a raíz
de su fallecimiento, y de los que doy aquí el enlace del más interesante:
Eduardo Pérez Ascanio, quien es un libro abierto de las peleas de gallos y de su afición en todas las islas a lo largo de las últimas siete décadas, y que fue gran amigo de los hermanos Negrín, nos lo recuerda así:
“Estuvimos
juntos en el colegio de San Ildefonso, aunque yo era más joven que él y con
quien compartí curso fue con su hermano Domingo. Tuvimos una buena amistad.
Aureliano fue un puntal de la afición en Lanzarote y siempre sacaba gallos
buenos. El mejor fue quizás el melado de cuatro peleas. Era una persona que
hablaba mucho, muy nervioso y a veces exaltado, pero dentro de un orden.
Desaparece un gran aficionado”.
Acaba también con esta persona tan especial –y, para mí, entrañable– la gran saga gallística de los Negrines lanzaroteños.