miércoles, 29 de agosto de 2012

Güímar, 8 de abril de 1962


Pocos programas sobreviven de las peleas antiguas en Güímar, que en 1954 habían resurgido, con los partidos de La Pluma (Guaza) y Gallardete (la Plaza), apareciendo al par de años la Unión Gallística de Güímar, donde cuidó Benigno González Campos.
En esta fecha de 1962, o sea ahora hace medio siglo, tenemos al Partido Nuevo, con Ignacio González (“Gofio Millo”) como cuidador. Se enfrentan en 8 jornadas al partido de San Cristóbal, que llevaba el legendario gallero aruquense Domingo Morales “el Boyero”. En Güímar fueron famosas las temporadas entre “Gofio Millo” y Nicolás Jorge “el Cubano”.
Sin duda el nombre que llama la atención en la tanda güimarera es el del gran aficionado Gonzalo Alberto, ya que hoy mismo continúa siendo el motor de este partido. Entonces era un muchacho, ¡y lo sigue siendo hoy por lo que a entusiasmo gallístico se refiere! Entre los “refuerzos” destaca uno de los grandes aficionados del Norte: Pepe Borges Acevedo, mientras que los nombres de la lista lagunera son bien conocidos: Osmundo Cabrera, don Florencio González, don Pedro Rodríguez, Monteverde, Domingo García (que aún vive, en La Orotava), Pricio Felipe.
No sabemos ni el resultado de esta jornada ni el de la temporada, pero con 6 riñas a su favor es difícil que Domingo se haya dejado sorprender.



miércoles, 22 de agosto de 2012

El robo de gallos

Los robos de gallos se han convertido en moneda corriente, habiendo aficionados, sobre todo en Gran Canaria, martirizados por ellos. Siempre hubo algo de picardía, pero esto ya es otra cosa: auténticos canallas que roban gallos de los mejores aficionados para luego pelearlos en riñas clandestinas, donde reinan las apuestas. Y que raramente, por no decir nunca, son atrapados.
Con todo, vamos a ver este antecedente de la cuestión, un robo maligno que saltó a las páginas del periódico de Las Palmas El Noticiero, miércoles 2 de junio de 1920. Además, fue perpetrado contra gallistas de una isla hermana (en gallos todas las islas son hermanas), que nada negaban a los verdaderos aficionados.
En esta temporada, Adolfito en San José le había ganado por 1 riña a Triana. En Tenerife, José Amador (“Pola Vieja”), en Garachico, había perdido ante Pancho por 13 riñas, pero tenía grandes gallos. En junio, se concertaron las peleas entre Garachico y San José. La primera jornada la ganó San José por 4-3, pero la segunda la perdió por mantilla. Luego vino el robo, que es lo que relata este largo artículo. Nótese que se habla de José Vega en vez de José Amador: o hay confusión, o en lugar de “Pola Vieja” vino algún corredor de Garachico.
Ya teníamos noticia de esta historia, y hasta con más datos que los que aquí se ofrecen. En efecto, uno de los gallos traídos por don Ernesto Huerta era el celebrado “Carriza” (de los “carrizos” de Tazacorte, porque ya en aquella época los grandes gallos de casta estaban en el Valle de Aridane). Escapó –quizás hasta fuera el principal objetivo, ya que además ganó en las dos jornadas– porque don Ernesto se lo había regalado a Sebastián de la Nuez y este otro gran aficionado ya se lo había llevado. También nos han dicho aficionados antiguos que los gallos aparecieron, en sus seretas, echados a un estanque, sin duda porque los ladrones huían con ellos y se vieron cercados. Pero leamos completo el artículo en cuestión, que lleva el contundente título de “Robo escandaloso”:
“Tenemos que dar cuenta de un hecho cometido en esta ciudad la noche del pasado lunes, del que protestamos enérgicamente a la vez que excitamos a las autoridades a fin de castigar cual se merece a los ladrones.
Trátase del siguiente hecho:
Como bien saben nuestros lectores, el partido de Garachico (Tenerife), que acaudillan los dignos caballeros don Ernesto León Huerta y don Antonio Ponte, concertó dos domingos de riñas de gallos, más que por razón de interés por sport, y para dicho efecto el señor Ponte vino a Las Palmas trayendo una selección de magníficos gallos que han peleado en el circo-gallera de esta ciudad y de cuyo resultado la prensa ha dado cuenta oportunamente.
La noche de lunes era la designada para regresar a Tenerife. Los gallos se hallaban preparados y dispuesto todo para el embarque.
A eso de las 7 el gallero tinerfeño José Vega, a quien acompañaba otro amigo, se encontró con Adolfito Ganges y con Luis Cabrera, de oficio herrero. Adolfito le ofreció regalarle un pájaro, y los cuatro llegaron a la Plaza de la Feria, pero eran ya las 7 y media y el gallero Vega tenía prisa y renunció al pájaro, y acompañado de su amigo regresó a su hotel, calle de Triana, a fin de habilitarse. Adolfito y su acompañante se quedaron en la plaza antes dicha.
A las 9 menos cuarto, el gallero de Tenerife se dirigió a la casa de gallos sita en la finca de antiguo conocida con el nombre de Cuyás, contigua al camino de Chil. Abrió la puerta y al tomar los gallos se encontró con que le faltaban los cuatro mejores gallos de la tanda.
Uno de ellos era el giro pinto de la primera pelea del domingo, otro el giro tostado de la quinta pelea, que la ganó al colorado de don Antonio del Castillo, el tercero el gallino «Coronela» de la sexta pelea ganador del giro de don Francisco Luzardo y el cuarto el colorado «Botánico» que peleó en la primera pelea del primer domingo, gallos todos de don Ernesto Huerta.
El robo de estos excelentes gallos se efectuó entre las horas 8 y 9 de la referida noche. Los ladrones tuvieron que abrir con llave falsa o entrar por un ventanillo trasero de dicha casa.
Cuando a las 9 y media José Vega fue a referir el hecho a don Antonio Ponte, que se hallaba en el Hotel Continental, se hallaban allí Adolfito y Cabrera, con objeto de despedir a aquel señor.
El robo es muy significativo por cuanto los autores del hecho sustrajeron los mejores gallos de los peleados, suponiendo todo ello que los ladrones conocían los bichos y fueron expresamente a llevarse los que más se distinguieron en las pasadas riñas.
El señor Ponte denunció el hecho a las autoridades y ha dejado encargado de ventilar este asunto en los tribunales a una persona de confianza, a fin de castigar cual corresponda a los autores del hecho.
Es vergonzoso y desdice grandemente el que a quienes se brindan a compartir con nosotros sus aficiones y entusiasmos del deporte gallístico sin interés de ningún género, trayendo sus mejores gallos para satisfacernos a todos, se les haga pasar por esta clase de hechos, pagándoles así su cortesía y sin temerse la consideración de la hospitalidad.
El hecho que se denuncia se halla en manos de la policía para su esclarecimiento, y como es de suponer que en el asunto se hallan complicadas gentes de pluma, no dudamos que al fin se encontrará a los ladrones, cosa que nos agradaría, pues un hecho realizado por unos cuantos, o por un sujeto, no puede achacarse a los partidos gallísticos contrarios (aunque vencidos), ni de ello puede tener culpa el pueblo ni nadie.”

lunes, 13 de agosto de 2012

Lanzarote: un capote legendario

Hoy viajamos en el tiempo a fines del siglo XIX. Este es un documento excepcional, pero que fue ya publicado, en la revista Lancelot del 24 de marzo de 1990 (n. 354). Lo reprodujeron Alexis Falero y A. Montelongo, indicando tratarse de los recuerdos de unas riñas celebradas en el siglo XIX, por un aficionado. No señalan, por desgracia, el periódico en que apareció, quizás por solo disponer del recorte. Nos ha facilitado el artículo impreso la catedrática de la Universidad de La Laguna Dolores Corbella, a quien agradecemos su amabilidad.
Como se apreciará, en esa época ya se peleaban siete gallos, con los soltadores, los corredores y, más que cuidadores, las personas entendidas que se responsabilizaban por la dirección deportiva de la gallera, en este caso nada menos que los hermanos Spínola por Teguise. Obsérvese que quien sube a la valla con el gallo es el corredor, y también que estamos en una era anterior a la de la existencia de programas, ni siquiera anunciándose los gallos sobre la valla, como se deduce del comentario de la riña de “la Vieja Mariana”.
La reseña, llena de detalles deliciosos, lo dice todo acerca de la pasión con que se vivían los gallos en Lanzarote. Tras una cruda derrota ante el eterno rival –arrimándosele las culpas a Pancho Spínola–, asistimos nada menos que a un capote, obra de la sabiduría de su hermano Manuel. Se nos refiere incluso su método de preparación para ponerlos a punto de caramelo, lo que logra hacer con éxito absoluto.
Tal vez lo más destacado sea la presencia en la tanda de uno de los gallos legendarios de Lanzarore: “la Vieja Mariana”, sobre el que hay una entrada en el Diccionario gallístico de Canarias. Recordemos los versos que se le dedicaron: “Viva la Vieja Mariana, / Siempre joven y bonita, / Que se muere y resucita / Siempre que le da la gana”. Sin duda que respondía a una peculiaridad suya en las primeras peleas que hizo.
El primer capote de que yo tenía noticia se data en 1882 y se lo propinó el partido de San Nicolás al de San José en el Cuyás viejo. Luego, si no es anterior, vendría este de Teguise a Arrecife.
Pancho y Manuel Spínola –grandes luchadores, además– aparecen en la foto siguiente, que fue sacada en la gallera de Teguise, sentados en las sillas de los extremos:


“Hoy, cabizbajos, llegaron a Teguise los aficionados, y casi llorando los que traían los gallos heridos o muertos. Montero y Cantero estaban envenenados de coraje, y cuando don Manuel se informó de tan gran derrota, montó en cólera y exclamó: «¡A, jo! Para el próximo domingo haré yo el apartado de gallos que han de pelear y vengaremos la derrota».
Esa noche hubo lágrimas en Teguise, muchos dimes, diretes y puntillas a don Pancho; que si perdió los libros, etc...
El lunes, a las seis de la mañana, llegó don Manuel a la casa de gallos y en ella encontró a Montero, a Cantero y al corredor Eugenio Machín, al que ordenó que en el acto sacara al patio la tanda que tenía preparada para la próxima contienda (domingo de carnaval), a los que seguidamente les dio una pecha, pues manifestó que su amigo Mamerto Perdomo le había dicho que los gallos perdieron porque estaban muy torpes, revolcones y que perdían muchos tiros, o sea, lo que en Cuba llaman «pasados de cuido».
Pude apreciar que los pesaba, les daba una fuerte pecha y que de ellos iba haciendo un apartado y escribía unos números en las jaulas, pero no me atreví a preguntarle a qué obedecía tal separación.
Ese día mucho se habló y bebió en la casa de gallos. Algunos partidarios salieron dando traspiés y cantando. Por la tarde, otra visita a los gallos y luego a la plaza de la iglesia a descansar, hacer comentarios y pronósticos, coincidiendo todos en que el triunfo sería rotundo, pues tenían mucha fe en las palabras dichas por don Manuel.
El viernes, a las cinco de la tarde, ya estaban casados los pesos de los gallos y vimos que la tanda era de padre y muy señor mío. Primero, el Taliyazo; 2, el Brujo; 3, el Pollo; 4, el Manco; 5, La Vieja Mariana; 6, Dinamita; y séptimo, Relámpago.
El domingo, a las siete de la mañana, ya iban camino de Arrecife Montero, Cantero, Machín y Cho Félix, llevando los gallos, y Montero, muy ufano, repetía: «¡Hoy no llevamos gallos, sino demonios!».
A las dos de la tarde ya estaba el local en el que iban a celebrarse las riñas atestado de público, y desde que se tiró a la valla el Talizayo comienza el griterío de los teguiseños, haciendo apuestas. Precisamente en esos días habían llegado de Barcelona los Valenzuela; de la isla de Cuba, los García, y de la Argentina, los Ramírez, todos muy aficionados y locos partidarios de Teguise. Soltador de Arrecife, don P. Hernández, y por Teguise, un señor comandante retirado del Ejército cuyo nombre no recuerdo.
Desde que principia la pelea observamos que Talizayo está fuerte como un roque, pelea sin precipitarse, está en su punto de buen cuido, pica de coronilla y pronto despacha a su adversario.
El Brujo tuvo un golpe de suerte: en los revuelos hiere a su contrario y luego, con un formidable espolazo de hoya, deja fuera de combate a su adversario.
Se presenta Eugenio Machín con el Pollo, que por cierto se trata de un gallo precioso. Giro pecho negro, pata amarilla. Desde que los sueltan en la valla empiezan los teguiseños a cantar momios, y un señor de Arrecife se acerca a don Pancho y le dice: «Pero ¿qué es esto? ¿Cómo se atreven a cantar momios en contra de mi gallo ganador de cinco peleas?» Don Pancho le contestó: «Se trata de un pollo que pecha muy bien. Ya usted lo verá». El Pollo pelea de frente, esquiva los tiros de su contrario, pica de barbilla y a los tres tiros mata al de Arrecife. Mucha algarabía por parte de los teguiseños.
Le toca el turno al Manco, el gran gallo de Pepe Luis López. Se cruzan muchas apuestas. Me parece que los estoy viendo pelear. Ambos son gallos excelentes, grandes peleadores. Entran a pico y parece que se temen; el de Arrecife le da un fuerte golpe y el Manco, como huido, mete la cabeza en las rejas, pero en seguida sale y como una verdadera fiera se va dentro, tira un revuelo, pica de buche y le da un golpe de gracia. Aplausos y griterío general.
Quinta riña. Al soltar este gallo se oyen voces de «Esta es la Vieja Mariana». Por cierto que era un gallo de muchos recursos y ese día se batía con otro buen gallo, que no lo dejaba salir. Mucha saliva tragaron los de la Villa, pero al fin venció la Vieja Mariana y a sacarla de la valla se tiró Montero, ocasión que aprovecharon los de Arrecife para darle una gran gritería, a la que contestaba con puños cerrados.
El Dinamita y el Relámpago con facilidad se deshicieron de sus enemigos y terminaron las riñas con muchos aplausos de los teguiseños.
Al salir, presenciamos en la calle otra riña, en la que Montero le hinchó los morros a un señor de Arrecife, porque a bocajarro le dijo: «Trompetero, la vieja Mariana es una pu...»”.

miércoles, 8 de agosto de 2012

Número 4 de “El gallo de cría”

Siempre es una satisfacción recibir noticias de Venezuela, un país al que Canarias se encuentra tan unido. “El gallo de cría”, revista que dirige con muy buen timón Manuel Urbano, cumple esa función. Ahora nos llega el número cuarto, siempre en la línea de dar cuenta de algunos eventos gallísticos que se producen en la vasta geografía venezolana y de evocar y celebrar a los buenos aficionados.
Llaman la atención las numerosas fotografías, siempre a todo color, de aficionados que participan en los diferentes campeonatos. Buena gente, unida por esta gran y saludable afición, que al tiempo que viven la pasión por el gallo fino conviven cordialmente con quienes la comparten. Como en Canarias y como en cualquier lugar del planeta donde existe la “gallomaquia”.
En el capítulo de las evocaciones, Manuel E. Solorzano Calderón recuerda al coronel Boanerges Rengel, “gallero desde chiquito” y gran amigo de Valerio Giménez, el más famoso criador de gallos del centro de Venezuela. El coronel “murió en la gallera El Manguito, cerca de su pueblo natal, San Diego de Cabrutica, y su renombre de gallero y excelente casteador todavía perdura, y la sangre de sus gallos sigue tiñendo de rojo las vallas de las galleras orientales”.
Jesús Leomar Zabala Ruiz
El otro homenaje a un aficionado desaparecido es más triste, ya que en plena juventud desapareció Jesús Leomar Zabala Ruiz, de quien hace una emotiva semblanza Jesús Lezama. Nacido en Carúpano (Sucre) en 1980, Jesús Leomar, era nieto de un gran gallero, Francisco Zabala (“Quintín”), pero cuando verdaderamente se inició fue al conocer a Wolfgang Carballo, un notable cuidador poseedor de una célebre “cuerda” gallística. A partir de ahí, obtiene grandes gallos, entre los cuales “el sambo dominicano”, “el giro de Gollo” y “el marañón de Cheli”. En 2011 inició la construcción de un “galpón” para la cría de gallos y para montar allí su propia “cuerda”. Pero el 25 de mayo del mismo año, una descarga eléctrica segaría la vida de este aficionado tan estimado por su fervor gallístico como por sus cualidades humanas.
Uno de los reportajes más interesantes es el dedicado a Teodoro Torres, “señor de las vallas y de los gallos”. Mauricio Pinto entrevista a este hombre que ha cumplido la friolera de 60 años como juez de valla. Para hablar con él viaja a Río Negro (Miranda). Don Teodoro nació en Río Caribe (Sucre) en 1927, de padre gallero. A la pregunta de si la luna influye en los gallos, responde afirmativamente, por su experiencia. De las riñas de antes dice que duraban unos 40 minutos. La mejor que ha visto es una que realizó un gallo llamado “el Tanque”, y su mejor gallo fue otro llamado “el Diablo”. Y sobre sus casteos dice que comenzó comprando gallos cubanos y españoles, para poseer en la actualidad su propia cría. Aquí vamos al maestro Teodoro con la cuerda La Caleña:


Como la afición a los gallos va de la infancia a la senectud, el contraste perfecto con el maestro Teodoro –contraste armonioso– lo da la jovencísima aficionada Gina Perdomo, hija del gran aficionado don Reinaldo Perdomo, que además es una amante de los caballos, viéndosela, muy sonriente, tanto sobre una de sus yeguas como mimando a un bonito gallo “zambo”. También en Canarias ha habido y hay muy buenos aficionados a los gallos que han compartido esa afición con la de los caballos.
Los acontecimientos gallísticos que se reseñan son: el primer Derby Gallístico Oriental, en el Club Los Compadres de Puerto La Cruz; la quinta feria del pollo “crestón” en el Club Gallístico Páez de Zaraza-Guárico, dedicada a dos personajes gallísticos ya fallecidos: “Don Ramón (padre) y Ramiro Reggio (hijo), jugadores de bolas criollas con una peculiaridad muy jocosa en su forma de ser, hablar y tratar”; las “jugadas” en el club La Batea de la carretera nacional Caripe, Crucero de Aparicio; y el Primer Gran Encuentro de la Amistad en el Club Gallístico km. 90 de Anaco (Anzoátegui), donde se guardó un minuto de silencio por el doctor Héctor Osorio Rojas, alias “Culebra”, considerado uno de los mejores galleros de Venezuela. Realizan estos reportajes Luis Flores, Franklin Hernández Rojas, Rubén Elías Rodríguez y el propio Manuel Urbano, quien también visita la Cuerda La Solución, en la carretera vieja de Tocuyito, para unas peleas amenizadas con música criolla y de las que vemos aquí una imagen:


Un giro de dos riñas, propiedad de los hermanos Sandoval, de esta “cuerda” La Solución, recibe el honor de portada, mientras que en el póster de costumbre aparece un gallino de Orlando Álvarez, de San Joaquín (Carabobo).
Enorme mérito tiene, en un país enorme como es Venezuela, mantener esta información, ofreciéndonos poco a poco el mosaico gallístico del país.
Manuel Urbano no deja de tratar el candente tema de las muertes en las galleras, reveladoras de una sociedad en estado de convulsión, que asola la violencia (en Venezuela mueren al año unas 20.000 personas en actos violentos). De estos hechos sangrientos, solo uno ha estado relacionado con los gallos en sí, aunque los medios de comunicación, tan manipuladores en Venezuela como en España, ignoran tal cosa.
En el capítulo histórico, hay un reportaje de Juan B. Recagno P. sobre las antiguas galleras carabobeñas, con atención a las de Valencia, Bejuma, Montalbán, Puerto Cabello y Miranda. Las espuelas eran con espuelas naturales y pescuezo pelado. “Se realizaban jugadas benéficas y nunca se habló de la prohibición de las riñas de gallos, ya que las mismas forman parte de nuestra cultura, los gallos nacieron para pelear y no para servir de comida”.
Completan este número de 42 páginas un reportaje de Carlos Cogorno Ventura sobre el uso de los antibióticos en los gallos y una docena de fotos sobre la afición–gigantesca, como es sabido– en la isla de Puerto Rico.
Manuel Urbano nos anuncia la aparición de un folleto sobre el legendario gallo “el negro Antonio”, que tendremos el placer de reseñar en esta página.

miércoles, 1 de agosto de 2012

Argual, 6 de mayo de 1962


En estas reseñas de jornadas antiguas, hemos llegado a 1962, o sea hace exactamente medio siglo. Y vamos a empezar por la isla de La Palma, donde se desarrolló ese año una temporada muy especial. Se iniciaba la larga etapa de peleas en la gallera de la calle Armas de Argual, etapa que llegaría a 1977, con temporadas extraordinarias. Y ninguna mejor que esta para iniciarla, ya que todos los aficionados, en particular los de Los Llanos, la recuerdan por haber cuidado allí Julián Castillo en su única temporada como gallero en el Valle de Aridane. El aficionado más antiguo actualmente de Los Llanos, Rafael Hernández –verdadero pozo de sabiduría gallística– recuerda a Julián como el mejor cuidador que ha pasado por Los Llanos, del mismo modo que muchos de Tazacorte dicen lo mismo de la temporada en que Pablo Amador cuidó allí. Ambos, no hace falta recordarlo, fueron discípulos predilectos y aventajados de Francisco Dorta.
Esta fue una temporada electrizante, con la gallera de La Unión llena hasta los topes. En Tazacorte cuidaban Arnoldo y Manolo “el Velero”, resultando curioso que Arnoldo se había iniciado como ayudante del “Velero” a fines de los años 40, aún un muchacho, en la gallera de Argual.
La temporada constó de 16 jornadas. Primero dominó Tazacorte, aunque sin pasar nunca de las 4 riñas de ventaja. Como vemos por el programa, en la jornada 13 ya lleva Los Llanos una riña de ventaja, que ese día pasa a ser de 2. En la última jornada, Los Llanos lleva 5, y al ganar por 6-1 deja la definitiva en 10 riñas.
En este programa, como de costumbre, las tandas comienzan con un 4.8, pudiendo ir con este peso cualquier gallo que excediera esa cantidad. La mayoría de los que peleó Julián encabezando sus listas eran de Francisco Lavers, que fue quien lo contrató. En esta jornada, en cambio, abría un gallo de Tino Benítez Calero, que fue otro de sus puntales. Entre los restantes nombres destaquemos a José Pulido Medina (“Carola”) y a Adelino Acosta. El zapatero “Carola” fue un gran casteador, que aparece en algunas fotos conocidas junto al propio Julián. De Adelino Acosta nada nuevo hay que decir, llegando su nombre –siempre representado por sus tres hijos– a nuestros días.
Por Tazacorte no falta el clásico Lope Acosta, ni otro de los grandes, Ramos Ferraz, quien, al no pelearse sus gallos ya en Santa Cruz de La Palma, los mandaba a Tenerife o a la Banda. Otros casteadores punteros eran Manuel Martín (“Marruco”), de profesión marcador de plátanos, y Eulogio Rodríguez.
No olvidemos que el nombre que figura es el del propietario del gallo y no el del casteador, lo que hace a veces difícil o imposible conocer el dato central: quién era el casteador de cada gallo. Con todo, viejos aficionados de Los Llanos y Tazacorte podrían decirnos algo acerca de los nombres que aquí aparecen.
Nótese que 9 gallos iban peleados, y que los tres que tenían tres riñas ganaron. A las 5 solo llegó un colorado de Vicente Hernández Sosa (Los Llanos). A las 4 más unas tablas, un melado de Elirerto Galván (Los Llanos) y un colorado de Manuel León País (Tazacorte). A las 4 redondas, aparte los tres de esta jornada, un colorado de Romualdo Lorenzo y un gallino de Ramos Ferraz (ambos, de Tazacorte). El colorado de Agustín Gómez ganaría su quinta a la temporada siguiente, con Israel Vargas cuidando en la Villa y Puerto.
Otros nombres bien conocidos que aparecieron en los programas de esta temporada fueron Juan Antonio Henríquez (quien, por cierto, ha fallecido este año, solo enterándonos de su óbito recientemente), Mateo Cedrés, Juan Remedios (“el Cambado”), Tomás León (“Maso”), Marcos Acosta.