miércoles, 28 de diciembre de 2011

Momentos imborrables


El buen aficionado gallístico no es solo un memorión de tomo y lomo para gallos, peleas y casteos, sino que las galerías de sus recuerdos están llenas de momentos inolvidables pasados con los amigos. Los viajes a las otras islas donde reina la afición han sido habituales, y ello desde siempre, antes en barcos de lentitud que hoy no se admitirían, luego en aviones o en barcos veloces. En esta foto, José Luis Melquiades se nos presenta en la plenitud de sus facultades, copa en la mano, como Palmerito II, que a pesar de ser de La Palma, formaba parte de la embajada norteña en uno de los campeonatos regionales celebrados en la Isla Bonita (concretamente en el de 2003). Los otros del tándem tinerfeño éramos Manolo Sánchez, Alberto Plasencia, Pedro Cabrera, Tomás Luis y yo, fotógrafo ausente en la imagen. Lugar: La Cascada, a la salida del túnel que de la capital lleva a Los Llanos –y hasta vemos sobre la mesa los típicos chicharrones con gofio.
Falta para siempre un amigo entrañable, y los recuerdos se nos agolpan. Un puñado de esos recuerdos, demasiado pocos, han quedado registrados en instantáneas como esta; otros muchos, muchísimos, han quedado grabados en esas galerías que no se pueden visitar sin estremecimiento, pero tampoco sin el sentimiento que da el privilegio de haber convivido con gente noble y de bien, que honran, en un mundo donde eso no es lo frecuente, esa realidad bella y efímera que es la existencia humana.

Tiempo de pechas


Ya la mayoría de las casas de gallos están abiertas, y dentro de poco serán las clásicas pechas navideñas, a las que ningún aficionado puede faltar, para ver ya en acción, bajo la mirada del cuidador, a sus gallitos.
En esta foto de los años 70, vemos en una de las galleras de Lanzarote a José Luis Aparicio y a Alejandro Niz.

Liguilla de Canarias: La Espuela-Triana, 17 de mayo de 1959


Este fue un acontecimiento único en la historia gallística de Canarias, enfrentándose en seis grandes jornadas los dos partidos de Gran Canaria y los dos de Tenerife. Por eso lo hemos relatado con todo detalle en el DGC.
San José, con Israel Vargas (el Artillero), naufragó. El Norte de Domingo Morales (el Boyero) no pasó de la medianía. Así que todo estaba entre La Espuela de Pancho (el Músico) y Triana, que capitaneaba su discípulo Domingo Prieto. Fue este el mayor triunfo deportivo que tuvo Domingo en toda su carrera, ya que en la última jornada, que comentaremos la próxima semana, consiguió doblegar al Músico. A Triana se le habían enfermado los gallos, y Domingo ganó sobre todo con pollos traídos del campo.
Sin restarle méritos a Domingo Prieto, el verdadero campeón fue Francisco Dorta, ya que La Espuela fue el partido que ganó más peleas, el que sacó más ventaja global y el único que le ganó a los tres rivales correspondientes. ¿Entonces? Pues muy sencillo: se cometió el error de calificar por puntos, al modo futbolístico, y no por la ventaja, que es lo gallístico de toda la vida (o era, ya que este fue el ejemplo seguido para otras liguillas). Así que, al año siguiente, no habría repetición de esta interesante fórmula, que se pensó extender a Lanzarote.
Pancho, con todo, debió hacerlo mejor, ya que fue el único que perdió con San José, en la primera jornada, y luego se dejó sorprender por el Norte, partido al que le había sacado 22 riñas. En esta jornada, le gana a Triana y de paso le empata, quedando todo para decidir en el Cuyás siete días después.
Todas las peleas fueron excelentes. La Espuela ganó las dos primeras, con gallos de sus casteadores punteros: José Ramos Ferraz y Ángel Benítez de Lugo. El primero, tras desaparecer los partidos de Abajo y Arriba, le había vendido los gallos a Casañas y Asdrúbal, mientras que el segundo estaba en sus años de apogeo. En la tercera hay otro gallo palmero, de Emilio de la Cruz (único sobreviviente de los casteadores y cuidadores que aquí aparecen), pero que perdió ante el giro de don Nicolás. Pelea muy ovacionada, aunque la siguiente, ganada por La Espuela, fue aun mejor. Al ganar Pancho la quinta, ya se aseguraba los dos puntos. Siguieron unas tablas, rápidas, y la pelea cumbre, a pesar de que ya nada se jugaban unos y otros. El giro de Augusto Díaz sucumbió de un venazo ante el formidable colorado de don Nicolás, que peleó como una verdadera anguila. Lamento no tener a mano las crónicas de la época, que me hubieran permitido detallar más estas peleas.
La tanda trianera la formaban gallos de grandes casteadores, a la cabeza don José Lezcano, quien desde los años 20 se caracterizó por tener pocos pero siempre extraordinarios bichos. Luego están los hermanos Guerra Medina en sus mejores años (Rafael Guerra era el soltador de Triana) y el ineludible don Nicolás Díaz de Aguilar, cuyos gallos fueron decisivos para el triunfo de Domingo.
El Norte le ganaba esta jornada a San José, por lo que se producía un triple empate en la cabeza. En la última jornada, se pensaba que el Norte le ganaría a San José y La Espuela a Triana, pero aquellos empataron y Triana ganaría por 4-3.

Dos cartas de Rafael Cabrera a Francisco Dorta




Las temporadas de 1945 y 1946 están inscritas con letras de oro en la historia gallística de la isla de La Palma. Fue entonces cuando se enfrentaron Pancho el Músico y Pedro el Foño, dos de los más grandes cuidadores de todos los tiempos.
El Foño preparó gallos de la Banda y de Abajo, mientras que Pancho fue gallero de Arriba. El primer año ganó el Foño por 4 riñas, y le bailó al Músico la danza de los enanos cuando este se había subido al barco para regresar a Tenerife. El Músico pidió la revancha, a condición de pelear 7 gallos y no 5, y al año siguiente, ya mejor pertrechado y conociendo mejor a los gallos, le ganó al Foño por 19 riñas.
Fortuny es Antonio Fortuny, quien en los años 40, con Adolfo el Tejinero, regía el partido de La Espuela. Julián es Julián Felipe, cuidador que trabajaba en los barcos de cabotaje y que murió poco antes al explotar el barco en que iba y que, cargado de dinamita, se dirigía desde la capital a la fajana de Tijarafe. En cuanto a su ayudante, no era otro que el gran Julián Castillo, a quien le esperaba los dos años siguientes un aprendizaje decisivo con el Músico. Ferreira, por último, es Manuel Ferreira, viejo casteador de Tegueste, que tenía los gallos en La Espuela.

miércoles, 21 de diciembre de 2011

Adiós a José Luis Melquiades

Falleció ayer en Los Llanos de Aridane uno de los mejores aficionados a los gallos que tenían las Islas Canarias: José Luis Pérez Lorenzo, más conocido como José Luis Melquiades, ya que de su abuelo, legendario gallista, heredó este nombre.
Infinidad de amistades, tanto en la isla de La Palma como en la de Tenerife, donde residió muchos años, deja este amigo enorme, cuya muerte nos sume en una profunda zozobra. Aunque padecía del corazón desde hace unos cuantos años, poco imaginábamos un desenlace tan rápido, tal vez porque José Luis era un hombre de una vitalidad extraordinaria, que parecía a prueba de bombas. Amigo generoso, en nadie confiaba yo tanto, y no solo en gallos, ya que nuestra amistad iba mucho más allá de esta afición, compartiendo una similar actitud hacia la vida y hacia el mundo. Era para mí un aliado inquebrantable, y nuestra confianza mutua era absoluta.
Poco dicen las palabras en momentos como estos, que suponen también la desaparición de parte de uno mismo. En la foto que acompaña esta nota, José Luis, detrás a la derecha, aparece junto a buenos amigos: Manolo Sánchez, Orlando Dorta, Arnoldo Pérez y el hijo de este. En particular con Orlando hizo una gran amistad. Yo los presenté en La Orotava y al punto José Luis, con ese carácter maravilloso que tenía, intimaba más con Orlando que lo que había hecho yo en muchos años. Aficionado sabio –era un hombre, además, de inteligencia–, llevaba los gallos en la sangre, y cuando tuvo gallos en Tenerife, cerca de Los Rodeos, recuerdo el cariño que les tenía, como si fueran amigos suyos. Incluso llegó a hacer sus pinitos como cuidador, ayudando tanto al maestro Pablo Amador como a Jorgito Benítez.
En La Palma, mis estancias estuvieron siempre acompañadas por él, que era un insuperable anfitrión, visitando las galleras, viendo las peleas, yendo a casas de viejos aficionados como Lino Acosta, Totoño o Emilio de la Cruz, recorriendo la isla con grandes amigos como el cuidador Roberto Hernández o Rafael el soltador, que tanto lo apreciaba.
Sentimos un dolor inmenso, y también por las personas de su familia que conocíamos, en particular su madre, su hermana Ali, su mujer, sus dos hijas y su primo Tom. Para mí, nadie habrá jamás como José Luis Melquiades, aficionado extraordinario a los gallos y amigo entrañable.

Alejandro Niz


Alejandro Niz fue el mejor cuidador que ha tenido Lanzarote, y realizó, siempre en aquella isla, grandes temporadas.
En la foto lo vemos, con su sonrisa franca, cuando lo está entrevistando Farray para la radio, con un magnetofón de los años 70. Por estos años, Alejandro Niz y Adolfo Santana protagonizaron inolvidables “duelos”.

Teatro Atlante, La Orotava, 4 de mayo de 1958



En esta temporada, el Músico le ganó al Boyero por 12 riñas. Hubo jornadas que sorprenden por la duración de las riñas, muy grande. Pancho había caído en cierta rutina (los años además ya pesaban) y Domingo llevaba los gallos duros y poco espueleros. Esa fue una de las causas de que surgieran las peleas entre San Cristóbal y Garachico.
Esta fue una de las mejores jornadas, ganando Domingo por 4-2 y una tabla, y por tanto bajando a 12 la ventaja de La Espuela, ventaja que, como ya dije, sería la definitiva.
A La Espuela le ganaron el segundo y el quinto. Las tablas fueron en la sexta.
Veamos los casteadores del Norte. Don Eduardo Pérez de Ascanio, tras finalizar la temporada de San Cristóbal, le llevó los gallos al Boyero como refuerzo, peleándole Domingo un montón. En la cuarta aparece Domingo Hernández Luis, el padre de Argeo y uno de los grandes casteadores de La Orotava, como otro era don José Negrín. Fijémonos que Argeo ya se ha puesto a castear particularmente.
En las filas capitalinas, empezamos con los hermanos Trujillo López. Yo tuve el honor de conocer a uno de ellos, Ramón Trujillo, y de entablar con él una bella amistad, y hasta formamos un tiempo una entrañable peña Antonio Casañas, Chicho Morales, él y yo, que íbamos juntos a los gallos y luego a almorzar a San Andrés o a donde cuajara. Otros clásicos de La Espuela son Óscar Martín, José Santana y el general Luis Miranda Beautell. Pelan dos gallos palmeros, uno de Melquiades Pérez Díaz, sin duda que casteado por su hijo, ya que este aficionado fuera de serie había fallecido en 1952.
Hubo mucha calidad este día por parte de ambos bandos, enfrentándose grandes gallos, pero la pelea se sensación fue la de las tablas, considerada la mejor de la temporada. Don José Villegas era en los años 50 el mejor casteador de las islas, y uno de los pocos casteadores de quien se han peleado auténticos fenómenos en todas las islas, incluida la de La Palma, donde es muy raro que peleen, y no digamos que triunfen, gallos de otras islas, siendo las únicas excepciones los villegas de los años 60 y los posteriores de don Agustín Cabrera que preparó el Rebotallo. En Lanzarote, gallos de Villega hicieron época, como este día deja su huella este fabuloso colorado que además ya tenía dos riñas. El gallino de Argeo, en forma sensacional, lo acribilló, hasta acabar por meterle toda la espuela hasta la caña de la pata. En ese momento, el colorado de Villegas, de forma increíble, nivela con tres tiros la pelea y fuerza las tablas. Eso es un gallo de verdadera raza.

Una carta de Pedro Cárdenes a Francisco Dorta

Uno de los mejores aficionados a los gallos que ha tenido Canarias es, sin género de dudas, don Pedro Cárdenes. Vivió décadas doradas, desde principio de siglo hasta los años 80, muchas veces acompañando el devenir de los gallos con maravillosas crónicas que inflamaban a la afición. En particular sus escritos de los años 30 y 40 son auténticas joyas. Y además fue quien más indagó en los orígenes y la historia de los gallos en Canarias.
En los años 30 cayó bajo el hechizo de las notas gallísticas que afinaba Francisco Dorta con sus fieras trianeras. Y esa devoción le duró el resto de su vida, ya que para don Pedro no hubo nunca un gallero como Pancho.
Acostumbrado a Pancho, no ve con buenos ojos a los cuidadores de esta temporada, pero esta carta merece ser bien contextualizada.
En efecto, el Picador, gran bebedor de caña, ya iniciaba su declive, pero no olvidemos que Pancho lo consideraba el mejor cuidador de Gran Canaria, y que cuando Pepe Palmero se vio en la tesitura de enfrentarse a su maestro, en 1947, lo primero que hizo fue llamarlo como segundo de a bordo.
Más duro es Pedro Cárdenes con Domingo el Boyero, pero resulta que en esta misma temporada, ya al final, Domingo presentó los gallos en plena forma, y dándole con las espuelas, hasta el punto de que se habló de desafiar al Músico. Hasta habría unas peleas en Tenerife, ganadas, eso sí, por Pancho por 5-2. (No se debe, con todo, hacer mucho caso de estas jornadas de fin de temporada.) El prestigio de Domingo como gran gallero lo alcanzaría en Tenerife, cuidando muchísimas temporadas en el partido Norte, que era uno de los más importantes de las islas. Allí protagonizó míticas temporadas precisamente ante el Músico, incluso ganándole en dos de ellas.
En 1944, como en 1943, cuidan el Picador en Triana y el Boyero en San José. El año pasado había ganado el Picador por 8 riñas, y este se desquita el Boyero, haciéndolo por 9. La temporada en efecto no fue buena, con algunos domingos muy malos y con los gallos trianeros a veces en pésima forma. Pero también hubo grandes jornadas, y sobre todo gallos espectaculares muy bien presentados, empezando por el González Guerra, que peleó el Picador nada menos que cinco veces, siendo la quinta su octavo triunfo. Tan solo eso haría inolvidable esta temporada, pero, por parte de Triana, también pelearon el Montaña Alta de don José Juan Mejías y los topolinos de que habla Pedro Cárdenes (raza que llegó a los años 50), y por San José, le hizo a Domingo tres riñas el torero Mazantini y se cubrió de gloria con unos fenómenos de don Pedro Rodríguez, el gran casteador del Puerto de la Cruz: un canabuey que ganó tres domingos consecutivos (y que llegaría a las 7 riñas) y el famoso Niño, de la casta de los cabañas. Estos gallos de don Pedro, como el Atorrado o el Bizco, campeones también en San José, venían de un célebre canabuey de don Felipe Machado, gallo de impresionantes espuelas amarillas y fabuloso como animal de casteo.
Al año siguiente, el Boyero se pasaría a Triana, pero ya nadie podía hacer nada ante Pepe Palmero, que le ganó por 13 riñas. En el 46, Pepe le gana al Pichón por 22, y así llegamos a los años 47-50, entre Pancho y Pepe. Lo que seguirá, pese a que haya habido grandes temporadas, es un declive irreversible. En 1950, con la peste aviar, se cerraba la edad de oro de los gallos en la isla de Gran Canaria.
Escribe Pedro Cárdenes esta carta tras la décima jornada, cuando lleva San José 4 de ventaja. En esa jornada los gallos joselitos fueron en “lamentable condición”, escribía Montenegro, y dos de Triana perdieron por “agotamiento físico”. Aún peor sería la siguiente jornada.
De la última jornada escribe Ele en “La Provincia” que al final subió él mismo a la valla para entregarle a don Ramón Rodríguez la copa donada por el Cabildo, por resultar su partido vencedor de la temporada. “El público, puesto de pie, aplaudió frenétAñadir imagenicamente a los vencedores, en particular a don Domingo Morales, preparador de los gallos, que una vez más obtiene un gran triunfo, ganándose por sus propios méritos, para el próximo año, el puesto que hoy ocupa, que con tanto tesón y cariño ha sabido defender. La enhorabuena, Domingo”.
Una carta de don José Araña
El 3 de mayo de este mismo año, don José Araña, en nombre del partido de Triana, le pedía gallos de refuerzo a Pancho:
“Estimado amigo Pancho: En vista de lo deficiente que está el partido de Triana de gallos de 4.3, 4.2, 4.1 y 4 libras, y que con toda seguridad a Vd. le sobrarán esos pesos, recurrimos a Vd. para que, mediante una gratificación de 500 a 700 pesetas, nos remita dichos gallos en un número de 6 u 8, que al terminar las peleas se les devolverán a sus respectivos dueños. Es conveniente que todas las gestiones se lleven a efecto con el mayor secreto posible, de lo contrario perderíamos la ventaja, ya que el enemigo ataca por el peso grande, del cual escaseamos. Los gallos que Vd. remita estará de más decirle que serán gallos buenos y sometidos al trabajo que Vd. tan solo sabe darles y que inspira toda nuestra confianza.”
Esos refuerzos no llegarían, porque no se ven gallos tinerfeños encabezando las tandas trianeras en las pocas jornadas que restaban. Como en los años 30, San José poseía una casa de gallos superior, y con muchos gallos grandes. Como nos dijo una vez Julián Castillo, “era muy difícil ganarle a San José”.

miércoles, 14 de diciembre de 2011

Visita a las galleras del Norte y de Güímar

Con el cronista Nicolás Lezcano y el fino aficionado venezolano Asdrúbal Timeo, visitamos las casas de gallos de los partidos Norte y Güímar.
La gran novedad es la gallera del Norte. Ahora se encuentra en una bajada para la playa del Pris, y tan perfectamente ubicada y dotada que puede decirse supera a la de Santa Úrsula. Se trata de una enorme nave antaño granja de cochinos, en una zona de plataneras. Ideada por un holandés, perdió su función cuando la tocó la peste africana. Ahora, tras una labor dura de acondicionamiento, se convierte en la nueva sede del histórico partido, en zona de buen clima, cálida y con buena orientación. Y con espacio sobrado, hasta para hacer peleas sueltas.


Fue un placer saludar a aficionados que hace tiempo no veíamos, como Carmelo Acosta, Menoti, Salvador Dorta, Pedro Cabrera, Florencio Hernández, Cheché, Antonio Miguel, Antonio Galapún (quien, por cierto, está más al tanto de la actualidad gallística que nosotros...). Al cuido de los gallos, repite el cubano Pedro Jiménez. Tendrá mejores condiciones para trabajar, sin duda, que las que tuvo en temporadas anteriores.


Por Güímar se ven muchas caras nuevas, aparte los clásicos como Tato Reyes, Gonzalo Alberto o Antonio Jorge. También repiten cuidador: el también cubano Carlos Díaz, que nos obsequió con unos puritos de su tierra. Pero hay un refuerzo importante: Antonio Rodríguez, quien se conoce la casa de gallos al dedillo, ya que allí ha cuidado varias temporadas, entre ellas algunas en inolvidable tándem con Jorge Benítez. Antonio ya andaba por allí, y con él departimos largamente sobre nuestra afición.
Hay buenas perspectivas de obtener un recinto adecuado para celebrar todas las peleas del Norte y La Espuela en el área de Santa Cruz, o incluso en Santa Úrsula. Esto sería un puntazo, y ya permitiría decir que nos encontramos ante una temporada más presenciable que las anteriores.
Aparte las peleas Norte-Espuela y las de Güímar con La Guancha y el Sur, el partido El Agujero celebrará cuatro jornadas con el Sur, tres con La Espuela y seis con el Norte. Un calendario sin duda bien repleto el que ofrece este año pues la isla de Tenerife, si sumamos las jornadas entre Güímar y El Volcán, que este año se dedica a viajar, ya que, tras romperse en la última jornada las relaciones con Teguise, este partido se enfrentará a un componente de Arrecife, capitaneado por el Capitán, Aureliano Negrín.

Tenerife, 1956-1957





Curiosas son estas hojillas en que se anuncian peleas de gallos. En 1956, el partido de Garachico resurgía, cuidado por Fermín Adán, para al año siguiente iniciarse las contratas con San Cristóbal. Como en tantas ocasiones, la entrada era a beneficio de una obra caritativa.
El Músico aparece como estrella de esas peleas y de las que oponían a La Espuela con el partido de Álvaro Tapia, donde se daba salida a gallos de lo que podríamos llamar una segunda división. Muy simpática es la designación de Pancho como “el Maestro” y Tapia como “el Estudiante”.

Otra carta de Matías Guerra a Francisco Dorta

El 21 de abril de 1941, en papel de la Dirección Facultativa de las Obras del Puerto de La Luz y Las Palmas, donde trabajaba, don Matías Guerra le escribe otra carta al “Músico”. No la reproducimos porque vuelve a girar en torno a las peleas que se pensaban celebrar en Las Palmas, y que no tuvieron finalmente lugar. Matías Guerra habla de cinco tandas, con San José y Triana, más una con el Pichón.
Lo interesante está en el último párrafo:
“Ayer ganamos por 3 de ventaja. La tanda que presentamos fue de 7 gallos reñidos, entre ellos algunos extraordinarios. El martes como de costumbre le enviaré el periódico, y en él leerá la reseña de las peleas. Por eso no entro a detallársela. Lo que sí le comunico que la última fue EXTRAORDINARIA. Levantó al público. Fue una pelea emocionantísima. Ya le digo, una cosa extra.
Fuimos a la prensa para ver qué pelea fue esta. Estamos en la jornada 12. Triana gana por 5-2 y sube la ventaja general a 6 riñas. Cuida el Picador en Triana y el Boyero en San José; al final ganaría aquel por 10 riñas. En “Falange”, escribe Gallino:
“Y vamos a la pelea cumbre, la séptima, la del máximo de emoción. Dos giros que son dos fieras. El de San José partió un ojo de entrada al trianero y se aventajó un tanto, pero la valentía de este fue extraordinaria, acometiendo con alma y sin enterarse del dolor. Los dos gallos ponen en peligro sus vidas a cada disparo y el público no puede contener la emoción. El trianero sufre mayor castigo y estaba hecho una criba. Ya no veía de cerca y pierde además el pico. Pero sin embargo, un formidable revuelo suyo paraliza por un momento la acción de su rival y la emoción alcanza su punto culminante. El de San José puede reponerse y se decide a matar, y lo hubiera conseguido, si el soltador de Triana no retira a su gallito, que se hizo acreedor a la vida. La pareja mereció una gran ovación. Vencedor: Giro de don Néstor M. Padilla, ganadería de don José Padrón, por San José. Vencido: Giro (1 p.) de don Demófilo Mederos, ganadería de don Fernando Cabrera, por Triana.”
Y ahora, la crónica de Ele, en “La Provincia”, quien nos informa que seis gallos (y no siete, como dice don Matías Guerra) llevaba peleados el Picadors, sumando un total de 12 riñas:
“La séptima fue lo no visto hace muchísimos años. Dos gallos de la máxima categoría en raza y en heridores. Una pelea que bate el récord de las emociones. Dos gallos que hacen la pelea tiro a tiro y que se acribillan. Una pelea que tan pronto la tiene uno a su favor, como el otro. El público presencia la riña puesto en pie y los soltadores constantemente tienen que intervenir al desenganche. Las fieras se acometen duramente y ambos gallos manan sangre, abundantemente. El público no puede contenerse, y no se oyen sino grandes gritos. El gallo de Triana, que recibe casi de entrada un golpe de sentido y tiene un ojo tapado, busca recursos y se echa fuera y con sus salidas y sus tiros pone en difícil trance a su enemigo. Pero este, cada vez que lo coge, le propina su puñalada. El trianero pierde el pico. ¡No puede agarrar! Sigue buscando recursos. Tira un revuelo y ¡que si quieres! Se las ve negras el joselito, pero vuelve este a agarrar y lo deja mal parado. Tres revuelos seguidos del trianero hicieron creer al público en una posible victoria, pero el joselito le da otro tiro y no quedó más remedio que retirar el gallo de Triana: había que salvarle de una muerte segura; se lo merecía como gallo extraordinario. ¡Qué dos ejemplares! ¡Qué calidad de gallos! ¡Mejores, imposible! Y pelea igual, por largos años, desgraciadamente, no la veremos”.

miércoles, 7 de diciembre de 2011

Dos maestros en Lanzarote


Tres veces se enfrentaron Adolfo Santana el Pichón y Roberto Hernández en la isla de Lanzarote. En 1994 hubo tablas, con Roberto en la Villa y Adolfo en Arrecife. En la última jornada, llevaba Adolfo 3 de ventaja, pero Roberto le ganó por 4-1, con tablas en la última pelea. Imposible más emoción.
En 1996, cuidando en los mismos partidos, Adolfo se impuso por 8 riñas. Era su quinta temporada consecutiva victoriosa en su isla adoptiva.
En 2002, cuidaron Adolfo en la Villa y Roberto en la Capital. Tenía el cuidador palmero que dejar las cosas claras, y lo hizo ganándole a su colega aruquense por 3 riñas. La foto de hoy fue sacada en la última jornada de esa temporada.
Empate pues, 1 a 1 y una tabla, entre estos dos grandes maestros de la cuida gallística canaria, Adolfo tristemente ya desaparecido y Roberto ya con 70 años, pero en buena forma y aún asistiendo a las peleas en el Valle de Aridane. Y no olvidemos que tomó la alternativa en 1960, o sea ya hace más de medio siglo.

Teatro Atlante, 5 de junio de 1955


Se cerraba este día la temporada en el Teatro Atlante de La Orotava, lugar lleno de memorias, que hace unos cuantos años un alcalde siempre apoyado masivamente por su población (lo que poco bueno dice de ella) mandó derribar.
Solo en la jornada 11 había logrado el Norte adelantarse, por 2 riñas. Al llegar este último día, tenía una, y La Espuela había dado muestras de flaqueza en la citada jornada, hasta el punto de que los cronistas de Santa Cruz (siempre favorables a La Espuela) dieron la temporada por perdida.
Pero el Norte dejó escapar su oportunidad, y salió derrotado por una mantilla. Sin duda que el Músico había reservado para el final los gallos que trajo este día, y de hecho todos los gallos que subieron a la valla habían sido peleados (es una pena no conste en los programas el número de riñas).
El primer gallo aparece casteado por Pancho. El cuidador de La Orotava tenía por costumbre dejar en la gallera de la Vuelta de los Pájaros algún gallo en casteo, y así aparecieron siete pollitos hijos de un gallo de Pedro Tabares. Uno de ellos es este colorado, conocido como el 7 Machos. Peleó como en su vez anterior: un tiro, coge al otro en los revuelos y se desentiende de la pelea. Pero con eso le bastó para tumbar al melado de Juan de la Cruz, el fino casteador y gran aficionado del Puerto.
Empata el Norte con un colorado de Vicente Linares ya peleado, muy bueno, y que además tuvo delante a un giro precioso pero cojo, lo que muestra los escasos recursos de que Pancho disponía ya. Aunque dice que el casteador era Pepe Mascareño, se trataba de un gallo de La Palma.
El siguiente giro era de Óscar Martín, y ganó bien. Gran pelea fue la cuarta, entre los giros de Arnay y Domingo García, quien por cierto, que sepamos, es el único superviviente de los nombres que aparecen en este programa, aún visitable en su bella casa de la Calle Verde de La Orotava.
Otra gran riña fue la quinta. El canabuey teldense de Manuel Álvarez con 4 ó 5 peleas y el giro de los Acevedo también veterano, comienzan ambos muy bien, pero el canabuey, a los pocos tiros, mata al giro
El alirón llega con el giro de Arnay, en una pelea tremenda, a diferencia de la última, con otro gallo palmero por parte de La Espuela.
Fue una jornada en que los aficionados de La Espuela ganaron mucho dinero (y los del Norte perdieron, claro está
En la publicidad, destaquemos el nombre de Felipe Casanova Machado, un gran aficionado, cuya imagen gruesa, siempre con su bastón, recuerdan aún los viejos aficionados.
En las temporadas siguientes, el Boyero se tomaría la revancha, ganando por pequeñas ventajas, pero ganando.
NOTA: En la página 203 del DGC hay unos cuantos errores al comentar esta temporada. El Norte se puso con ventaja por primera vez no de una, sino de 2 riñas. Al llegar la última jornada, lleva una, o sea que no están entablados. Y la ventaja final es pues de 4 riñas, y no de 5. Esto se debe a la lectura que hice de los periódicos, donde no se especificaba la ventaja y había que sacar las cuentas de modo a veces confuso. Menos disculpable es el último error, cuando digo que en la penúltima peleó por el Norte un colorado de Horacio Pulido, quien, como es bien sabido, siempre fue de La Espuela. Ese colorado, palmero a nombre de Horacio Pulido, protagonizó, por La Espuela, la pelea de la temporada, en la penúltima riña de la penúltima jornada, ganando un giro de Andrés Delgado. Con los programas ahora a mano, gracias a la gentileza de la hija de don Florencio González, el joyero lagunero, la información pasa a ser mucho más fidedigna.

Una carta de don Antonio el de las Papas a Pancho el Músico

Seguimos con las cartas al inmortal Músico. Y seguimos en la temporada grancanaria de 1941, cuando el cuidador de La Orotava es solicitado para llevar unas tandas al Cuyás, sin que hubiera fruto final.
El 5 de abril, el casteador Antonio Rodríguez le escribe, a mano:
“Estimado amigo Francisco:
Aprovechándome del envío del gallo que he sentido no mandarle antes, le saludo con estas líneas. Ya sabe Vd. que yo no he tenido culpa en lo del gallo, porque Déniz tardó con él y se lo hice traer a la casa de gallos y allí lo tuve para mandárselo a Vd. más pronto, ya que si no tarda lo menos un año.
Yo pienso que está enterado de la gran pelea de su giro, mató a uno de Villegas de cuatro tiros. ¡Qué gallito! ¡Gracias a Vd.!
Ya que tengo que escribirle sin cumplidos, por la prisa pues esta noche sale el hermano de Pepe y la lleva, le voy a pedir un favor que espero de Vd., y es que si me puede mandar una de las dos gallinas del giro de don Juan de la Fe. Es para ponérsela al colorado de las cuatro peleas, que es nieto de un payaso, y si no pudiera una de estas dos, espero otra gallina que a Vd. le parezca bien para tal «gallito».
Ya nos enteramos que nuestros compañeros de Tenerife vendrán pronto y esperamos venga Vd. también con ellos o quizás de guía. Ahora, que hay que tener en cuenta que fue de Triana, eh!
Sin más por hoy, me despido de Vd. esperando no tenga en cuenta mi falta del gallo. Adiós!
Su affmo y amigo
Antonio.
Recuerdo de don José González y de todos los partidarios, y míos a toda su familia.
P.D. Ansiamos verle aquí el año próximo como nuestro «jefe» en los gallos.
P.D. Recuerdos de mi parte a su esposa, hija y dos hijos. Hasta pronto.”
Don Antonio Rodríguez era un destacado casteador trianero, conocido como “don Antonio el de las papas”. De ahí que su gallo más famoso haya sido “el Papero”, que no es otro que el colorado al que hace referencia, a la sazón con cuatro riñas, pero que aún ganaría tres más. Ahora nos enteramos que este célebre gallo –llamado “rey de reyes” por Montenegro– era nieto de un payaso de don José González Suárez. En una de sus grandes peleas, la valla, al uso antiguo, se llenaría de sombreros, lo que volvería a ocurrir con el González Guerra. Lo preparó siempre el Picador.
Al final de la carta, Antonio Rodríguez le manda a Pancho recuerdos de José González Suárez, el casteador de los payasos y entonces presidente de Triana. Ya dijimos al publicar las cartas de este a Pancho, que era una figura enigmática, ya que no tenemos foto alguna de él y sus apellidos tan corrientes hacían difícil detectar algo más que se le refiera. Recurrimos a Alejo Yánez, como tantas veces, y nos dijo por teléfono que lo recordaba perfectamente: un hombre alto, fuerte, muy rico, que vivía en Vegueta y llegó a ocupar cargos en el ayuntamiento de Las Palmas.
Déniz no debe ser el Pichón, ya que había otro José Déniz, casteador, que crea a veces confusión con el gran cuidador.
La pelea a que se refiere fue la última de la jornada octava, que tuvo lugar el 23 de marzo. Veamos cómo la comenta Gallino en “Falange”:
“Cogido de hoya, desde el principio el trianero puso su motor a toda velocidad y pudo llegar a la meta. Tapó un farol y torció al de San José, dándole muerte inmediatamente. Hizo lo que tenía que hacer. Vencedor: el trianero giro de don Antonio Rodríguez, casteado por don Francisco Dorta. Vencido: melado de don Juan Báez Sánchez, casteado por don José Villegas”.
Y Ele en “La Provincia”:
“Entró dominando San José y seguidamente lo dejan tuerto y le extienden el certificado de defunción. El muerto era propiedad de don Juan Báez, y el vivo de don Antonio Rodríguez”.
Juan de la Fe era un buen aficionado trianero, que tuvo algunos finos gallitos, tanto como casteador como a su nombre. Y Pepe debe ser Pepe Palmero.
Como se habrá visto, los trianeros seguían soñando con que el Músico volviera a cuidar en el partido al que tanta gloria había dado.