miércoles, 3 de agosto de 2011

Y aquí tenemos al “Perillón”

Aquí lo tenemos, fotografiado para la inmortalidad. De él leemos lo siguiente, en el “Diccionario Gallístico de Canarias”, llamando la atención que se diga nunca fue herido, cuando en esta misma pelea se refiere que reaccionó a una herida cerca del pico:

Fabuloso giro de Adolfo González (“el Tejinero”), que ganó seis peleas de modo extraordinario. Lo preparó “Caballerito” en la temporada de 1947, haciéndole cuatro, y “el Foño” en la de 1948, ganando las dos restantes. Ambas temporadas, en La Espuela. Siempre se discutió su calidad, ya que nunca lo rasguñaron y lo que mostraba era ser un gallo de unas facultades físicas extraordinarias, ganando siempre, como el otro que dice, de un solo tiro. Escribía “Pica y Bate”:
“Pedro Pérez «el Foño» decía que un gallo que, ganando con tanta rapidez y no recibiendo ninguna herida, se ponía tan triste que ni comía después de la pelea, no podía ser un gallo de calidad, sino un animal de mucho poder, y que él no gastaría tiempo en ponerlo de criador con sus gallinas. El hermano del jefe del gobierno venezolano, Antonio Pérez Jiménez, que se pasó un año aquí en Tenerife, lo vio pelear en 1948 y se lo había dicho a su hermano, el cual ordenó que lo comprara por la cantidad que pidieran. A don Adolfo González Rivero, su propietario, aquello le sonó a fanfarronada de hombre poderoso, y le dijo a Antonio Pérez Jiménez que le dijera a su hermano que, cuando terminara de castear con él, se lo mandaría de regalo. Hubo la mala suerte de que un día, de forma inesperada y sin motivo que lo justificara, porque aparentemente daba señales de buena salud, apareció muerto.”
“El Perillón” peleaba de frente, y era en efecto un gallo de mucho poder, de mucho pulso. Tenía un cuello muy largo, por lo que “el Foño”, siempre ocurrente, decía que sacaba el cuello y metía el pico. Sus dos últimas peleas las hizo mal de pico, pero las ganó del mismo modo; la última fue el 23 de mayo de 1948 ante un giro de Felipe Zamora.
En los años 50, José Cedrés adoptaría su nombre para sus crónicas en La Tarde, y en los años 90 haría lo mismo Agustín Morales en Jornada. Además, un dibujo suyo ilustraría durante varias décadas, a partir de 1951 (realmente ya apareció en el 49), los programas de La Espuela.